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Domingo de Ramos con Maria 2018

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sábado, 27 de octubre de 2012

Homilia del XXX Domingo del T.O. - B

Quiero ver desde la Fe


Escrito por: jsanmartin en COMENTARIOS A LA LITURGIA DE LOS DOMINGOS

¿Comunicas tus problemas o los guardas para ti?

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San Marcos 10, 46 al 52

Domingo 28 de octubre 2012

Dia del Señor de los Milagros

Estimados Oyentes, Bienvenidos a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el día del Señor. Hoy, DOMINGO TRIGÉSIMO DEL TIEMPO ORDINARIO, la Iglesia presenta para nuestra reflexión y comentario el capítulo décimo de San Marcos:
“Al oír que pasaba Jesús Nazareno, el ciego Bartimeo empezó a gritar: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba con más fuerza. Jesús, entonces, se detuvo y dijo: Llámenlo. Llamaron al ciego diciéndole: - "ánimo, levántate que el Maestro te llama”.
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El ciego Bartimeo estaba al pie del camino. Llevaba consigo un problema de años, de muchos años, tal vez de toda su vida. Al pie del camino él pasaba sus días, allí por donde todos pasan y pasan pero ninguno se detiene a ver qué pasa. Porque cada uno va preocupado con sus problemas personales, los negocios que tiene entre manos. Todos pasan pero sin tiempo para detenerse a escuchar la problemática de aquellos que están a la orilla del camino, a escuchar lo que dicen los que viven cada día a día la experiencia de la soledad, de la indiferencia de la gente.
Qué fila tan inmensa de Bartimeos tienen nuestras ciudades. Vivimos en un mundo lleno de gente y de una gran soledad de corazón. Amigo, te pegunto: ¿Cuántos son los que conocen tu problemática, tus miedos, tus angustias, tus ilusiones y amores?Y qué pocos encuentras con quienes sientes la confianza para abrir tu corazón, con su problemática de dolor, de sueños, de esperanzas.
Y esta fue la experiencia del ciego Bartimeo, que sentado al pie del camino de su vida, esperaba que pasase alguien que se preocupase de su problema. Pero al fin, ese día llegó. Desde su ceguera sintió que la esperanza pasaba cerca de él y se puso a gritar “Hijo de David, ten compasión de mí”. Sentía con plena seguridad que la ocasión esperada había llegado y que no podía dejarla pasar.
Pero, amigos, cuántos hay, lamentablemente, que viven su problema en silencio y no quieren que la gente se entere. Lo viven solos, casi en secreto. Cuántos hay que prefieren sufrir las consecuencias de su problemática antes de manifestarla a los amigos y vecinos. Personas individualistas, cerradas a los demás, que no quieren comunicar sus problemas personales, y cuando se les pregunta: -¿qué tal? ¿Cómo va? Responde la frase obligada: “bien, todo va bien”. ¿Por qué tememos comunicar nuestros problemas? ¡Cristo pasa de tantas maneras y con tantos rostros por nuestro camino!
El ciego Bartimeo, no solo quiso comunicar su problema, sino que decidió gritarlo en alta voz pidiendo la ayuda que urgentemente necesitaba. Comunicar lo que sentimos es comunicarlo a Cristo. Pero, es verdad también, que hay una serie de barreras que nos impiden llegar a poner nuestro problema en el corazón del Señor. El ciego Bartimeo gritaba, pero muchos no querían escucharlo, y más aún querían impedirle que lo haga, lo querían acallar. Porque son incómodos y molestos los gritos de los que piden ayuda.
¿No vemos en nuestra sociedad actual que los grandes, los que controlan los medios de comunicación, no tratan de acallar los gritos de la sociedad que sufre? Se evita presentar las injusticias cuando estas no tienen el adecuado color político. Porque los reclamos son siempre incómodos. Y esto hace que aquel que pide un cambio, que sufre una injusticia, se desanime y desfallezca en su reclamo. Cuantas veces cansados de que nadie nos escuche decidimos: “mejor me callo y no vuelvo a abrir la boca”.
 
 
 
Sin embargo, vemos que el ciego Bartimeo, lejos de callarse, continuaba gritando y gritando con más fuerza. Es verdad que él no expresaba su pedido con formas irrespetuosas o violentas, como podemos observar en cuántas manifestaciones callejeras que presentan sus reclamos con marchas, con consecuencias de heridos y aun muertos. Bartimeo sí gritaba su problemática, no se callaba, necesitaba que la gente, y en concreto Jesucristo, se enterase de su mal y se interesase de él. Pero lo hacía con respeto y humildad, aunque sí, con persistencia. Tenía fe, confiaba que su curación sería posible. Y esta persistencia, a pesar de la prohibición de los que se lo impedían, fue la que hizo que lograra lo que deseaba. El Señor se fijó en él y lo llamó.
Amigos, no desistamos de nuestra súplica, de nuestro grito de ayuda, a pesar de que ésta no venga inmediatamente contestada, o sintamos la represión de nuestro ambiente o de nuestra sociedad que nos impide hacerlo. La súplica insistente, cada vez más acorada, que hacía el ciego es la enseñanza más hermosa de este pasaje evangélico.
El Señor quiere llegar a nuestra vida de manera personal, Él mismo quiere detenerse en nuestro camino para poder escuchar lo que nos esta pasando.
Hoy queremos pedirte Señor, poder tener un Bartimeo dentro de nosotros que logre hacerte detener en tu paso por el camino de nuestra vida.

Y ahora viene lo más importante

Bien amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical.
Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma, pues el evangelio en tus manos, San Marcos, capítulo 10, versículos del 46 al 52 y trata de sentir lo que el Señor te quiere comunicar.
El Padre Javier San Martín agradece muy sinceramente tu presencia,
y me despido hasta el próximo domingo.

http://faculty.shc.edu/jsanmartin/