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sábado, 15 de diciembre de 2012

Homilia al Tercer Domingo de Adviento 2012 - C

El niño traerá la justicia

 
¿ COMO TE PREPARAS PARA RECIBIR AL NIÑO JESUS ?
Por el padre Javier San Martin SJ

Tercer Domingo de Adviento “C”

San Lucas 3, 10 al 18.

Domingo 16 de diciembre 2012

Estimados amigos:
Bienvenidos una vez más a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy, TERCER DOMINGO DE ADVIENTO del CICLO C, la Iglesia presenta para nuestra reflexión y comentario un pasaje del evangelista San Lucas:
 
“El pueblo se preguntaba si Juan el Bautista era el Mesías; pero él tomó la palabra y dijo a todos: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él les bautizará con Espíritu y fuego’”.

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Juan Bautista preparaba el camino para la llegada de Jesús. Esto exigía, en primer lugar, estar convencido de que merecía la pena hacerlo y, al mismo tiempo, amor y respeto por el que vendrá. Juan Bautista predicaba un mensaje claro y convincente y exhortaba a prepararse haciendo dos cosas fundamentales: penitencia y cambio de actitudes. Escuchando al Bautista nos damos cuenta hoy en qué consiste prepararse para la venida del salvador Jesús. No consiste en hacer una lista de necesidades para podérselas presentar a Jesús a fin de que me las resuelva, sino en realizar un intenso trabajo de conversión personal.

¡Qué curioso! ¿Verdad? La venida del Señor Jesús esta, pues, supeditada a un cambio en el corazón del hombre y de la sociedad. Cada persona, como cada institución, grupo ó País, debe prepararse para efectuar ese cambio, para lo cual es necesario conocerlo. Y esa es la gracia del adviento. En el Evangelio escuchamos cómo cada grupo preguntaba al Bautista qué debe hacer: los militares, los publicanos, los seguidores. Y cada uno tenía una tarea particular que hacer. Y esta preparación no puede limitarse simplemente a cambiar de comidas, a comer panetón, a tener cenas abundantes, a recibir regalos, a encontrarse con amigos, saludar mucha gente…, Esta preparación consiste, pues, en la revisión seria de mi vida, para que con la ayuda de María, José y el Espíritu Santo, logre intuir qué cambios debemos hacer, qué evitar, cómo mejorar y disponerme a hacerlo. Y esto bien vale para las personas, como también para las instituciones y los grupos.
 
En efecto, uno bien podría preguntarse, ¿cómo después de tantas Navidades, todo sigue igual, nada cambia? Los problemas se agudizan y lejos de solucionarse, los vemos cada vez peor. ¿No se deberá a que no se ha comprendido el sentido verdadero de la navidad? ¿No se deberá a que las luces, los cantos, las comidas, el Papa Noel, y las manifestaciones floklorísticas, han empañado el verdadero sentido de la venida del Señor? Las luces de las calles y las vitrinas, los anuncios publicitarios, el ambiente comercial han echado una densa neblina que impide ver con claridad el auténtico sentido de esta fiesta central de la vida cristiana, y en consecuencia, a prepararnos como es debido a ella.
 
Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿que debemos hacer para que la preparación a la Navidad vuelva a actualizar el sentido que tuvo en tiempo de Juan el Bautista? Varias cosas. Y en primer lugar, dirigirle al mismo Juan Bautista las mismas preguntas que le dirigieron los de su época: “Dime, ¿qué debo hacer? ¿Que debemos hacer?”. Nuestra oración humilde y confiada al Bautista se traducirá en luz para nuestro camino. Él nos hará sentir qué debemos hacer, qué debemos dejar, qué actitud debemos cambiar.
Pero, al mismo tiempo, es conveniente escuchar y preguntar a los Juan Bautistas de nuestra época, de nuestro ambiente, ¿qué debemos hacer? Cada época tiene sus profetas que pueden ser reconocidos por las mismas características que mostró el Bautista: austeridad, desierto, convicción, considerarse indigno aun de desatar las sandalias del maestro. Dios nunca deja a su pueblo sin profetas que hablen en su nombre. Es importante saber escuchar a los profetas de nuestro tiempo, que no tienen necesariamente que ser personajes lejanos a nuestras vidas y a nuestro entorno, sino que también pueden ser personas cercanas a nosotros, que nos conozcan, que sepan nuestras debilidades y potencialidades, a quienes podamos confiar las cosas buenas y menos buenas, para quienes no tengamos secretos. En otras palabras, tener un buen director espiritual que nos ayude constantemente a prepararnos a la venida del Señor. “Nada más grande podemos pedir en este adviento que tener un Juan Bautista, que nos ayude a enderezar nuestros caminos.”
 
Pero, más importante aún que esto, es decidirnos a ser nosotros mismos Juan Bautista para los demás, es decir, un profeta para el grupo, para la familia, para los amigos, para la sociedad. Para lo cual debemos prepararnos en la misma escuela del Bautista, allí en el desierto del corazón, en el silencio, en la austeridad y en la humildad.

Y ahora viene lo más importante

Y BIEN AMIGOS, así terminamos nuestra reflexión dominical. Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
 
Toma pues, el evangelio en tus manos y escucha lo que el Señor, a través de él, te quiere comunicar: San Lucas, Capítulo 3, versículos del 10 al 18.
 
El Padre Javier San Martín agradece muy sinceramente tu presencia, y se despide hasta el próximo domingo de Adviento.
 
 
¿ QUE HACER? - TERCER Domingo de ADVIENTO 2012
 


Subido el 12/12/2012
El Equipo Eucaristía y la Editorial Verbo Divino promueven "Que hacer": una presentación diferente para cada domingo y festividades del año.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Homilia del II Domingo de Adviento 2012 - C

 



Pequeños gestos de amor hacen camino

Segundo Domingo de Adviento, “C”

 ¿ Has visitado el desierto de tu corazon ?

San Lucas 3, 1 al 6.

Domingo 09 de diciembre 2012


Estimados amigos:
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy la Iglesia celebra el SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO del CICLO C, y presenta para nuestra reflexión y comentario un pasaje del evangelista Lucas:

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“Vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados”.

La palabra de Dios vino en el desierto y allí un hombre de Dios la estaba esperando. Pero, ¿Por qué vino en el desierto? ¿No hubiera sido mejor que viniera en medio del mundo y sus problemas? ¿Por qué no, tal vez, en alguna de las cámaras gobernativas en donde los políticos se hacen lenguas para demostrar al mundo que ellos sí pueden cambiarlo? ¿Por qué no tal vez en una de las aulas universitarias en donde con gran elocuencia se presentan las teorías de los proyectos transformadores de la realidad socio-política de nuestros países?, ¿Por qué no, incluso, en alguno de los púlpitos eclesiales en donde en medio de campanas se predican las bases de la fe y la moral, las cuales muchas veces no se viven ni por el mismo predicador? No, no fue en ninguno de estos sitios en donde vino la palabra de Dios, sino que Él habló en el desierto.
Sí, porque allí están los hombres y mujeres que han hecho silencio y han abierto su corazón a la espera del amado. Es allí, y solo allí a donde puede venir la palabra de Dios. En otros ambientes nadie la escucha porque la gente esta absorta con tantas cosas, la televisión, las diversiones, los bares, los restaurantes, las palabras que llenan el mundo, deleitándose en los cines, en los teatros, en los estadios, en los espectáculos, y haciendo tantas y tantas cosas y escuchando tantas interferencias que materialmente es imposible escuchar la voz que viene del más allá.
Y esta fue la experiencia que vivió Juan, hijo de Zacarías. El dejó el ruido del mundo y se fue al desierto, en donde le era más factible hacer desierto en su corazón para poder captar los mensajes que llegaban de Dios. El bien intuía que son muchos los mensajes que salen del corazón de Dios pero que se pierden en el bullicio del mundo, porque el hombre no esta atento a ellos. El hombre solo quiere acercarse a Dios para que Él le escuche su problemática, su angustia, su dificultad. El hombre quiere que Dios venga a su realidad existencial para liberarlo de los dolores del camino, pero no le interesa escuchar lo que Dios le quiera hablar. Y en este sentido, podemos bien decir, que Dios es inútil, ya que no puede ser utilizado al antojo y voluntad del hombre. Es por eso, que el ejemplo que hoy nos da Juan el Bautista es de agradecer. Él tuvo la valentía de dejar su ambiente, su familia, y no escuchar los gritos de su propia voluntad, sino que se fue al desierto, a su desierto. No tuvo miedo al silencio, a la soledad, y supo esperar con paciencia a la palabra de Dios, que uno no sabe nunca cuándo y cómo hablará.
Y así como Juan el Bautista, hay, a Dios gracias, tantos otros que han logrado, igualmente, hacer desierto en sus vidas, en un silencio interno de escucha, de atención, y de paciencia. El encuentro con Dios requiere, pues, un lugar adecuado y una actitud de desierto. Felices los que logran hacer desierto en sus vidas, para recibir en ese santuario de silencio, de espera y amor, las señales que vienen de Dios.
Sin embargo, estimados amigos, el encuentro con Dios no termina simplemente allí en el encuentro. No es una simple conversación que terminada, termina todo. La palabra de Dios que viene en el desierto al corazón del hombre no es estéril sino que impulsa a realizar una tarea. En efecto, vemos cómo la palabra de Dios que Juan recibió en el desierto, le impulsó a recorrer toda la región del Jordán para predicar un bautismo de conversión, y así, realizó en ese lugar la gran tarea de su vida, que le daría hasta el nombre: Juan el Bautista.
Y esta tarea que Juan realizó de predicar el bautismo, fue una acción concreta dentro del plan de salvación de Dios. De igual forma podemos ver con gran alegría, cuántas son las obras que han surgido en la Iglesia como fruto de la escucha de la palabra de Dios en el silencio del desierto del corazón. Es allí en donde muchos hombres han comprendido qué parte Dios quiere que tengamos en su proyecto de salvación de la humanidad. ¡Y cómo se siente la fuerza de la gracia de Dios cuando ha sido Dios quien ha impulsado a realizar una determinada acción! Y ¡Cuántas obras para la mayor gloria de Dios no se realizan porque nadie esta a la escucha de esa palabra de Dios que habla en el desierto! Necesitamos, pues, gente como Juan el Bautista, y como tantos otros Juan Bautistas, a través de la historia, que hicieron desierto y allí estuvieron atentos a los mensajes de Dios que Él envió a la humanidad.

Y ahora viene lo más importante

Y, bien amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical. Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma pues, el evangelio en tus manos y escucha a través de él, lo que el Señor te quiere comunicar: San Lucas, Capítulo 3, versículos del 1 al 6.
El Padre Javier San Martín agradece muy sinceramente tu presencia, y me despido hasta el próximo domingo.

 
Otro camino es posible
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Jesús es Navidad - Navidad es Jesús

sábado, 1 de diciembre de 2012

Homilia del Primer Domingo de Adviento 2012

Se acerca vuestra liberacion

¿ Conoces tú a una persona feliz?

Posted por el padre Javier San Martin SJ a traves de Comentarios a la Liturgia de los domingos

 

 Primer Domingo de Adviento - “C”

San Lucas 21, 25 al 28 y 34 al 36.

02 de Diciembre 2012

Estimados amigos:
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy es el primer domingo de adviento, inicio de un nuevo año litúrgico, que corresponde al ciclo “C”. En el evangelio la Iglesia presenta un pasaje del Evangelista Lucas:
“Se acerca vuestra liberación. Tengan cuidado, no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se les eche encima de repente aquel día”.

icon for podpress ¿Conoces tú a una persona feliz? “C01″: Hide Player | Play in Popup | Download

 
 Se acerca vuestra liberación. Todos anhelamos aquel momento. En el fondo, todos anhelamos la felicidad, el poder vivir de acuerdo a las exigencias más profundas de nuestra personalidad, el ser nosotros mismos. Y hoy el Señor Jesús, nos anuncia esa gran noticia: nuestra liberación esta cerca, es decir, la posibilidad de llegar a la plena realización de nuestras aspiraciones. El Señor esta continuando su obra creadora en cada uno de nosotros hasta que podamos obtener nuestra realización plena, nuestra liberación total.

Sin embargo, hay diversos factores que nos impiden llegar a esa meta, y que son indicados en el evangelio de hoy. En primer lugar aquellos factores que dependen de nuestra mente, como por ejemplo, pensar que para ser felices hay que hacer lo que a uno le viene en gana, sin darse cuenta que al hacerlo, estamos logrando lo contrario, es decir, ser esclavos de nosotros mismos. Otra idea equivocada proviene de los que publicitan caminos seguros hacia felicidad, pero que en el fondo no son sino puros negocios con finalidad meramente económica. Pero de tal manera los publicitan que nuestras mentes se acondicionan y piensan que si se obtiene tal o cual cosa publicitada, se conseguirá la felicidad. Así por ejemplo, si yo pudiera vivir en tal país…, si yo pudiera casarme con tal persona como la que vi en la televisión…, si yo lograra obtener eso que me propone la publicidad…, sería feliz. ¡Qué pena! Cómo la publicidad y el medio ambiente embotan nuestra mente.
Pero también hay otro embotamiento mental que nos impide llegar a la felicidad y es cuando pensamos que esta no existe, que la felicidad es una cosa ilusoria sin ningún fundamento en la realidad. El hombre esta determinado, programado a actuar de una manera, dicen quienes piensan así, y creer que algún día llegará a ser feliz, es una mera ilusión.
 
Pero no solo los condicionamientos mentales son los que nos impiden llegar a nuestra liberación, a la felicidad, sino también, como indica el evangelio, algunas costumbres de nuestra vida diaria. La bebida, por ejemplo, puede ser una de esas, es decir cuando damos a nuestro cuerpo cosas que le prometen una felicidad, una liberación, pero que no hacen otra cosa sino separarlo cada vez más de ella. Igualmente, el libertinaje, los placeres, las comidas excesivas, la prostitución, las drogas, el homosexualismo. La libertad sexual, el amor libre, que tanto se propagandiza como caminos de libertad, ¿no son, precisamente, caminos engañosos que postran al hombre por tierra y le impiden elevarse hacia la libertad? 
 
Junto a los errores mentales y las costumbres equivocadas que impiden al hombre llegar a su felicidad y liberación, el Evangelio menciona otro factor de gran importancia: tomar la vida con demasiada fatiga, sin sentido del humor, sin saberse reír de la vida y sus dificultades. El pasar la vida agobiado hace que cuando pasa la felicidad por nuestro lado ni nos damos cuenta.
 
En efecto, amigos, en este pasaje descubrimos la sabiduría del evangelio que hecha por tierra tantos procedimientos que tenemos los hombres para alcanzar nuestra deseada liberación y felicidad auténtica. Pero, entonces, ¿qué hay que hacer para lograrla? Esta es la gran pregunta del día de hoy. En primer lugar, hay que partir estando convencidos de que la felicidad existe, que la liberación se hará realidad en nuestras vidas, pero esta felicidad y liberación es un don de Dios. Porque para esto precisamente ha venido Jesucristo, para darnos la felicidad. Es por tanto, necesario esperarla y buscarla. El Señor vendrá sin duda. Pero, debe ser una espera activa con una actitud positiva de amor. Es una espera amando al mundo, amando la naturaleza, amando a las personas. Una espera sirviendo y ofreciendo lo mejor de nosotros mismos. En una palabra, amando a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y al prójimo como a nosotros mismos”, frase que resume todo el mensaje evangélico.
 
Que el Espíritu santo nos ilumine para caminar por este camino todos los días de nuestra vida.
 
Y AHORA VIENE LO MÁS IMPORTANTE
Y bien amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical. Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma pues, este bello texto del evangelio en tus manos y escucha a través de él, lo que el Señor te quiere comunicar: San Lucas, Capítulo 21, versos 25 al 28 y 34 al 36.
 
El Padre Javier San Martín agradece muy sinceramente tu presencia, y me despido hasta el próximo domingo.
 
 
* A ti Señor levanto mi alma *
 
 
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domingo, 18 de diciembre de 2011

Homilia IV Domingo Adviento 2011

Acoger como María


Homilía - Hágase en mí según tu palabra - IV Domingo de Adviento 2011 - (B)

Escrito po P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

Lecturas: 2Sm 7,1-5.8-11.16; S. 88; Rom 16,25-27; Lc 1,26-38

Los textos de la escritura dan hoy los últimos toques a la preparación para la Navidad. El primero narra la gran promesa a David de que un descendiente suyo regiría por siempre a Israel; de esa esperanza vivía el pueblo judío. En la segunda se canta el designio de Dios, anterior a la creación del mundo, de que el Hijo se hiciese hombre para salvar a todos los hombres. El evangelio nos narra el comienzo de esa historia con el anuncio a María y su aceptación por ella, cuando “el Verbo se hizo carne y comenzó a habitar entre nosotros, los hombres” (v. Jn 1,14). En vísperas de la llegada de Jesús, María es signo y modelo de la espera de la Iglesia.
Cuando se cumplió el tiempo de enviar su Hijo al mundo, Dios mandó a Gabriel a la virgen María. Era la elegida para ser la madre. El saludo muestra por qué: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. El motivo único, que las palabras del ángel indican, motivo de la elección de Dios es que su plenitud de la gracia. Cada persona es amada por Dios incondicionalmente por sí misma y con amor personal; tiene para ella una misión y prevé la gracia más que abundante para que la cumpla. Creada para ser la Madre de su Hijo, cuando llegase el momento de hacerse hombre, María fue dotada de una gracia incomparable desde su concepción, desde el primer momento de su existencia. En ese momento se cumplió lo prometido cuando Dios castigó a la serpiente, al Demonio, en el Paraíso: “Pondré enemistad absoluta, radical y total (este sentido tiene la expresión bíblica) entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya” (Gen 3,15). La Iglesia ha llegado a ver en esta promesa la gracia de la concepción inmaculada de María. Llena de gracia desde el primer momento y fiel a ella, era para Dios lo único valioso para ser su Madre y así lo resalta el ángel: “llena de gracia”, convertida en gracia, y “bendita entre las mujeres”, pues no hay otra mujer tan beneficiada de la gracia como ella.




La plenitud en la gracia fue en María el único motivo para que Dios se fijase en ella para ser su Madre. La primera disposición para recibir a Jesús es abrirnos a la gracia; todo contacto con Dios, todo acto de fe, de esperanza y caridad que nos une con Dios es fruto de la gracia. Llenémonos de gracia para recibir a Jesús en la Navidad. Una buena confesión purificadora, un arrepentimiento especial de defectos y pecados más comunes, de los que hieren más a Dios y al prójimo, de la deficiencia en las virtudes más urgentes, como la oración, la caridad, la humildad…
Pero el relato revela también otras verdades: que la concepción de Jesús fue virginal y que el hijo de María sería el Mesías prometido y esperado por los judíos y además el Hijo de Dios, que se hacía hombre.
De María dice el texto que hasta aquel momento había permanecido virgen: “el ángel Gabriel fue enviado a una virgen…la virgen se llamaba María”. María se turba porque no entiende qué quiere decir el saludo del ángel. El ángel la quiere tranquilizar anunciándole que va a ser madre del Mesías, el descendiente de David prometido en la profecía que hemos escuchado en la primera lectura. Le deberá poner el nombre de Jesús, es decir Jahvé salva; será grande; será Hijo del Altísimo y reinará por siempre sobre el pueblo de Israel. Todos estos datos son rasgos claros de que ese niño es el Mesías prometido, el salvador.
Sin embargo María no acepta (toda gracia de Dios por grande que sea debe ser aceptada libremente por la criatura) y responde: ¿Cómo puede ser si no conozco varón? La expresión “no conocer varón” aquí sólo puede tener el sentido de abstención del uso de la sexualidad. La pregunta de María y lo que responderá el ángel muestran que María tenía el propósito firme contraído ante Dios de mantener su virginidad. Entenderlo de otra manera, como había sido el caso de Sara, la esposa de Abrahán, de Ana, la madre de Samuel, y de otras mujeres, no hubiera provocado tal pregunta; sería una buena noticia para una mujer israelita, pero carecía de dificultad por “no haber conocido varón” hasta ese momento si estaba en el propósito de hacerlo después.
La respuesta de Gabriel asegura unas garantías y una forma de concebir al hijo más que extraordinarias: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Es doble afirmación de la intervención divina en la concepción de aquel niño. Y añade: “por eso (es decir, como resultado de esa acción de Dios) el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. Recuerden que para el israelita el nombre designa el ser: “se llamará Hijo de Dios” es lo mismo que “será Hijo de Dios”.
Gabriel termina aduciendo como prueba la concepción de Isabel en su vejez y concluye con una sentencia que para el creyente no admite respuesta: “Para Dios no hay nada imposible”. Ante esto María acepta, asumiendo plenamente su responsabilidad: “He aquí la esclava del Señor”. Lo hará hasta la cruz.
“Hágase en mí según tu palabra”. Y “la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14). Vino la salvación al mundo por María: ahora viene a cada uno de nosotros también por María. De manos de María recibamos a Jesús. Hagamos nuestra su actitud: la palabra del Señor no volverá a Él vacía (Is 55,11). Llegará a nosotros la paz y para Dios será la gloria (Lc 2,14).
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domingo, 11 de diciembre de 2011

Homilía al III DOMINGO de Adviento 2011

Prepararse a recibir gracia tras gracia
Escrito por P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.


COMENTARIO AL III DOMINGO de Adviento - CICLO “B” del T. O.
Lecturas: Is 61,1-2.10-11; Lc 1,46-50; 1Tes 5,16-24;
San Juan Mateo 1,6-8.19-28
11 de diciembre 2011

Estimados amigos, Bienvenidos a nuestra cita dominical:

A dos semanas de la gran celebración de la Navidad la Iglesia quiere prepararnos contagiándonos de su alegría, la mayor alegría, para vivir desde la fe el fantástico acontecimiento del nacimiento de Dios en la forma de un niño, que llegó y sigue llegando “lleno de gracia y de verdad” a todo el que le abre el corazón. Es precisamente esta realidad, conocida por la fe, la fuente de esta alegría.

El evangelio de San Juan proclama claramente la divinidad y mesianidad de Jesús a partir de sus hechos y palabras, de modo que el creyente desarrolle su fe, alcance así su unión con Cristo y se salve. Diferente en la selección de materiales (hechos y palabras), el evangelio de Juan coincide con los sinópticos en su mensaje global: Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre para alcanzarnos el perdón de nuestros pecados y la salvación eterna. Lo dice claro desde el comienzo, que: “en el principio (antes de que nada fuera creado) existía el Verbo… y el Verbo era Dios…y el Verbo se hizo carne” (es decir hombre) [Jn 1,1.14].
Unos pocos meses antes había aparecido Juan el Bautista, quien remeció al pueblo exhortándole a la penitencia porque se acercaba el salvador prometido por el Señor hacía siglos. A la embajada oficial, enviada por la autoridad religiosa de Jerusalén, el Bautista responde ser el enviado predicho por el profeta Isaías y añade que el Mesías ya llegó, ya está en medio del pueblo el Mesías, “que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Manifestaba así que dicho Mesías era Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.
Esta realidad de que el Hijo de Dios se haya hecho hombre y haya venido para salvarnos a los hombres de los pecados provoca a la Iglesia una inmensa seguridad y alegría. La expresa con las mismas palabras de María, la mujer que, con la asistencia sobrenatural de Dios, hizo posible que el Hijo de Dios se hiciera hombre. Usando sus mismas palabras y siendo María su modelo e ideal, la Iglesia se alegra como ella ante la proximidad de la celebración del nacimiento de aquel Hijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.




Como ya expliqué en otras ocasiones, las celebraciones de la Iglesia no son meros recuerdos de sucesos del pasado, sino también misterios de gracia que se repiten en la Iglesia y en cada uno de nosotros, si estamos abiertos a Dios. Con la Iglesia, pues, nosotros esperamos la nueva llegada de Jesucristo a la Iglesia y a cada uno en esta Navidad y esto nos llena de alegría. El Papa Juan Pablo I decía que: “la esperanza es la sonrisa de la vida cristiana. Los cristianos son gente que espera algo hermoso, algo extraordinario del Señor”. Juntas van la alegría y la esperanza. Nada hay más triste que un futuro sin esperanza. Si perdemos la esperanza, lo hemos perdido todo. La esperanza, sobre todo la cristiana, ayuda a mantener el esfuerzo. La esperanza adelanta el gozo del bien futuro ansiado, paladeándolo con anticipación. La esperanza va impregnada y comunica la alegría, porque tiene fe y está segura de la promesa; y la alegría es tanto mayor cuanto más grande y deseado es el bien que se espera.

¿Qué esperamos nosotros, los creyentes, para esta Navidad? No nos resignemos a sucedáneos. Abramos el corazón. La Navidad es un tiempo de gracia para toda la Iglesia. El Evangelio, todo eso que nosotros encerramos en la palabra “Evangelio”, es una “buena” noticia. Vivir el Evangelio es vivirlo como buena noticia, con gozo, con alegría, con entusiasmo, al son del “aleluya”. San Ignacio de Loyola dice que, a quienes se esfuerzan por ser cada vez mejores (como creo que es el caso general de ustedes), la gracia de Dios les comunica alegría, luz, paz.

La primera de las buenas noticias, que la Navidad nos da, es que estamos invitados todos, tal vez en la noche fría de nuestro dolor o de nuestro aburrimiento, a caminar hacia Belén. Vayamos todos, vuelvan los que están lejos. Recuérdenselo los que tienen un hijo, una hija, un esposo, un amigo alejados. Oremos por ellos, que nuestra oración no será inútil.

Oremos más en esta Navidad. Oremos para que no nos olvidemos nunca de que debemos acercarnos más a Jesús, Oremos para que aumenten nuestro amor y nuestra confianza en Cristo. Oremos para que ni carencias materiales ni otras ni las mismas espirituales nos hagan perder la confianza en lo que hemos creído. Oremos para que los frutos del Espíritu Santo sean más abundantes en nuestra viña. Oremos para que nos sintamos más solidarios con los que tienen menos. Oremos dando gracias a Dios por lo que tenemos. Oremos para alcanzar un mayor grado de amor y caridad para con el prójimo, empezando por nuestra propia familia. Oremos para alcanzar más fortaleza en el esfuerzo por quitar un defecto rebelde que seguimos arrastrando, que entristece nuestra vida y la de los demás. Oremos para perdonar; quien ora para perdonar, ya está perdonando. Oremos para que a nuestro alrededor haya siempre vida y más vida. Oremos para que nuestra viña dé para el Señor frutos mejores y más abundantes.


Preparémonos para ir a Belén; para ir con alegría; para ir con esperanza. Que María nos ayude; que el Espíritu venga también sobre nosotros como vino sobre ella; que se haga también en nosotros la palabra del Señor.

Escrito por P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2011/12/homilia-prepararse-recibir-gracia-tras.html


sábado, 18 de diciembre de 2010

19.12 Homilia del Cuarto domigo de Adviento


LA MADRE Y LO INESPERADO - A04
Escrito por: Padre Javier San Martin SJ

COMENTARIO A LA LITURGIA DEL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo A
Mateo 1, 18-24.
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical. Unidos a toda la Iglesia, hoy celebramos el cuarto Domingo de adviento del ciclo A. Palabras llenas de ternura y de misterio son las que hoy encontramos en la lectura del Evangelio de San MATEO 1,18 - 24.

«La Madre de Jesús estaba desposada con José, se le apareció en sueños un ángel, que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús. Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor»

Estas palabras tan sencillas encierran todo un misterio profundo para la vida de cada uno de nosotros. Hay palabras importantes que debemos subrayar, darle vueltas y meditar. En primer lugar aparece la palabra “Madre”. Es interesante como todo este proceso de salvación pensado por Dios y realizado por Él, tiene como inicio una “Madre”. Podríamos pensar que para hacer una obra tan importante se necesitaban reuniones y muchas reuniones, consejos de administración, consejos de revisión, de la misma manera como se hacen los proyectos humanos, de la misma manera Dios haría lo suyo.
Sin embargo, ¡qué curioso!, Él, inicia el misterio de la salvación del hombre escogiendo una madre. Sin esta palabra y sin esta persona, Dios se sentiría, podríamos decir, incómodo para poder llevar este gran proyecto que se inició en Navidad. Es por eso entonces que el proyecto nuestro de la salvación personal, ¿quién es la persona que debe estar presente siempre?, ¿de dónde debe partir todo nuestro proyecto de vida?. Pues, precisamente, de una madre. Por eso, no cabe duda que sentimos una gran alegría el día de hoy al ver a María, la Madre, como la primera del misterio de salvación.
Pero junto con ella aparecen también otros personajes que son importantes de subrayar y darnos cuenta. En primer lugar “el Ángel”. Dice que se le apareció en sueños un ángel que le dijo:

«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María tu mujer»

Aparece lo inesperado, aquello que no estaba en nuestra mente ni en aquello que nosotros planificamos. El ángel es ese símbolo de lo que sucede en el momento menos pensado y de la forma menos esperada. Y lo más curioso es que la aparición del ángel, es decir de lo inesperado en el proyecto de salvación, que es el mismo proyecto de la vida personal de cada uno de nosotros, pide algo que podríamos llamar “ilógico”. Algo que podríamos pensar que no se puede realizar porque no estaba dentro de los planes, y más aún, resulta ilógico, el seguir ese consejo de lo inesperado que es el amor.
Esto que ocurrió en el primer momento de la salvación, evidentemente que ocurre en cada uno de nosotros cuando se nos aparece este “ángel de la vida nuestra”, y nos pide que realicemos algo que nosotros decimos, pero, ¡cómo vamos a hacer esto! sería una locura. Ah, pero precisamente, allí en la locura esta el camino que Dios va trazando para salvar a la humanidad y para salvarnos a nosotros mismos.
Y al mismo tiempo el ángel le dice.

«Tu darás un hijo y le pondrás por nombre Jesús»

Ahí aparece algo concreto, determinado. No es algo abstracto sino algo que nos lleva a la auténtica salvación. Podemos ver, entonces, estos momentos importantes y esta presencia importante para el Señor Jesús.

Pero ahora viene lo más importante:
Realmente que te agradezco mucho por tu presencia, pero ahora viene lo importante para ti, y es el que tu tomes en tus manos este texto, lo medites y que sea el mismo Señor el que te hable a ti. No te olvides, en San Mateo, capítulo primero, versículos 18 al 24.
Recibe, pues, mi abrazo y mi bendición, de una manera especial en estas navidades, para ti y toda tu familia, y nos despedimos hasta la próxima semana.

19.12 Homilia de Cuarto Domingo de Adviento - A

San Josë



Mateo 1: 18 - 24
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18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
19 Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
20 Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
22 Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta:
23 Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.»
24 Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
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Escrito por el P. Adolfo Franco SJ
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO - A
Mateo 1: 18 - 24
Homilía Dominical 19 de Diciembre del 2010



San Mateo nos narra de una manera muy propia el anuncio del futuro Mesías; de una forma muy diversa, pero complementaria, de la de San Lucas, en ese pasaje tan conocido de la Anunciación. La de San Lucas es una narración a través de los ojos de María, y la de San Mateo es una narración a través de la dura experiencia de San José.

Ambos pasajes afirman en esencia lo mismo: afirman el “misterio” especial del Niño concebido por María; afirman la virginidad de María, y afirman la acción especial del Espíritu Santo en la concepción de Jesús. En la narración de San Lucas todo es paz y armonía. En San Mateo todo esto está lleno de dramatismo, de sufrimiento y de zozobra.

Las dudas de San José cuando supo que María estaba embarazada, eran naturales y debieron ser un tormento; un tormento para José, en primer lugar: ¡cómo le pasaba esto a él! ¡No podía ser y menos que esto sucediese con María!. Y un tormento para María que probablemente percibió los pensamientos que se forjaban en la mente y en la imaginación de San José: que esa muchacha tan buena, tan extraordinariamente buena esté embarazada, no parece creíble. José la había desposado y no sabía qué estaba pasando. Sufrimiento, oscuridad, desorientación.

Mucha entrega a Dios, a su Providencia hay en la aceptación de esa terrible oscuridad, por parte de José y por parte de María; y de esta forma tan valiente y tan desconcertante entraban a formar parte del plan de salvación.

Esta tormenta necesitamos meditarla para prepararnos adecuadamente para el nacimiento de Jesús. El es el Rey de la Paz, pero muchas veces su vida será una tormenta, y el seguirlo a El a veces traerá muchas veces dificultades y sufrimiento.

En esta tormenta se manifiesta la calidad de persona que era José. Se manifiesta como un hombre justo, o sea como un hombre increíblemente bueno. De San José sabemos poco. Casi todo lo que sabemos está contenido en este pasaje. De San José podemos decir que es un hombre completamente corriente, pero de una calidad insuperable. Era un operario, un artesano, probablemente carpintero. Pero era el “Justo”, aquel para quien esta palabra parece estar hecha a medida. No quiere juzgar a María (nosotros que juzgamos por mucho menos), pero tiene que separarse de ella (le parece inevitable en estas circunstancias). Y por otra parte, cuando tiene la revelación del arcángel Gabriel, manifiesta una fe sin titubeos (una fe difícil, pero sabiendo que es Dios quien lo dice, cree en forma total). Acepta con paz no tener sus propios hijos; renuncia también extremadamente dura. Y dedica toda su vida a mantener a Jesucristo con su propio trabajo, y con su protección del “hombre de la casa”.

Es un hombre completamente normal y corriente. El no hizo ningún milagro, y llevó una vida sin relieve; trabajó en un taller de carpintería toda su vida. No sabemos que pronunciara ninguna palabra sabia (aunque su enorme discreción es ya una gran palabra). En el Evangelio no se consigna ni una sola palabra de él; qué ejemplo para nosotros a quienes nos sobran tantas palabras. No se dice de él ni cuando nació, ni cuándo murió. Y de él además se habla sólo en forma indirecta. El debe servir de testigo de la virginidad de María, debe ser testigo del nacimiento virginal, y debe ser testigo del misterio “especial de Jesús”. Pero lo que José es, o lo que haga, o lo que diga, eso ha quedado oculto. Y sin embargo lo poco que de él sabemos hace de San José el patrono de la Iglesia Universal: ¡a lo que ha llegado un hombre tan corriente...!

Estamos en esta cuarta semana del Adviento. Y llegamos a la alegría del Nacimiento de la mano de los personajes centrales del Adviento: María Y José. Los dos, desde ópticas diferentes (y narrado en Evangelios diferentes) nos dan el mismo testimonio: Jesús es una donación única que Dios mismo hace al mundo: no nacido simplemente por voluntad de una pareja, sino que nos “ha sido dado”. Ambos nos dan testimonio de que éste es el Hijo de Dios, sin quitar que sea el Hijo del hombre; ambos nos testifican que El es nuestro Salvador.


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Hagamos una cuna de nuestra alma para acoger a Jesús

viernes, 10 de diciembre de 2010

Homilia Tercera Semana de Adviento 2010 - A


¿CÓMO SABEMOS QUE EL MESÍAS HA LLEGADO?
Escrito por: Padre Javier San Martín sj

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo A
Mateo 11, 2 al 11

Mattia Preti, Italiano, 1613-1699. San Juan el Bautista Enseñando


Bienvenidos a nuestro encuentro dominical. Unidos a toda la Iglesia, hoy celebramos el tercer Domingo de adviento del ciclo A. En esta misa, encontramos preguntas fundamentales al leer: Mateo 11,2-11.

«¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro.? Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un profeta? Sí, les digo, y más que un profeta: él es de quien esta escrito yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista.»
¿Qué vamos a pensar del Evangelio de hoy? ¿Es o no es actual para nuestros días? Porque podemos hacer la pregunta de Juan el Bautista: ¿Es Jesús el que tenía que venir, o debemos esperar a otro? Si nos la hacemos, ¿qué nos contestamos? ¿Mantiene esta pregunta su interés, o es cuestión pasada ya de moda? Estamos asistiendo en nuestros días a un espectáculo que sería divertido si no fuera tan trágico, como es la aparición de muchas sectas fundamentalistas, que acaban a veces cometiendo unos crímenes enormes, como suicidios colectivos; o pregonan y se dedican a prácticas sexuales aberrantes; o bien forman unos imperios económicos imponentes. Con todo, sin hablar de esas sectas más preocupantes, podemos referirnos también a tantas otras como aparecen entre nosotros cada día.
Lo curioso es que muchas de esas sectas están fundadas por individuos que se autoproclaman nuevos y hasta definitivos “Mesías” o “cristos” enviados por Dios. ¿Qué hemos de decir de este fenómeno, constatado tantas veces en los medios de comunicación social? Ni nos extraña, ni es nada nuevo. El mundo suspira hoy, más quizá que en otras épocas, por una salvación que no sabe dónde buscar. Y se agarra a cualquiera que le tienda una mano, aunque sea una mano que lo arrastre a mayor perdición. Pero, miremos ahora al Evangelio. Cuando vino Jesús al mundo, Israel vivía esta angustia:

¿Cuándo vendrá el Mesías? ¿Y quién es el Mesías?
Aunque Israel, el pueblo elegido, no se iba detrás de ningún loco parecido a esos actuales. No! Israel buscaba al verdadero Mesías. Ahora bien, ¿quién era y dónde estaba ese Cristo tan suspirado? Lo vemos claro en este hecho ocurrido entre Jesús y los enviados de Juan el Bautista, preso en la cárcel, donde lo ha metido el rey Herodes Antipas. El pobre Juan se pasa las horas pensando:
¿Qué es lo que ocurre aquí? Yo, enviado por Dios, soy un preso del rey. Jesús, de quien di testimonio y a quien reconocí porque me lo indicó el Espíritu de Dios, se ve perseguido también, ha tenido que alejarse al tener noticia de mi detención, y mis discípulos no saben a qué atenerse. Entre tanto, el pueblo, que busca la liberación de los romanos, sigue esclavo y esperando al Cristo. Yo decía que el Cristo es Jesús, pero no se ve que Jesús se alce contra los romanos y los pueda vencer. ¿Me habré equivocado? ¿No habrá sido todo una ilusión? Juan, en su angustia, y ante las dudas de sus discípulos, manda a éstos con un encargo preciso:

«Vayan a Jesús, y pregúntenle a él personalmente: ¿Eres tú el que tiene que venir, o debemos esperar a otro?»
Jesús recibe la embajada, y responde muy sencillo:

«Quédense un poco aquí conmigo, y ya marcharéis después»
Jesús predica; atiende a todos, especialmente a los más pobres y a los pecadores; realiza milagros. Los enviados de Juan lo ven todo, lo comprueban todo. Hasta que Jesús, que piensa en Juan, al que quiere mucho y cuya angustia comprende, les dice de manera contundente:

«Vuelvan ahora a Juan. Y díganle lo que han oído y han visto: los ciegos recuperan la vista, los cojos echan a nadar, los leprosos se ven limpios, los sordos llegan a oír, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia
la Buena Noticia del Reino. ¡Dichoso el que no se escandaliza de mí!»

Aquí tenemos la respuesta a la angustia moderna, pero también la condenación de los que se van detrás de otros “Mesías” o “cristos” que no son Jesús. Se equivocan –como se equivocaba probablemente Juan y, ciertamente todo el pueblo de Israel– al esperar una liberación sociopolítica, como si Jesucristo hubiera venido a restaurar el paraíso terrenal, y no a anunciarnos y realizar la liberación del pecado y darnos una felicidad eterna, muy diferente de la predicada por el marxismo y por tantos otros revolucionarios.
Se equivocan igualmente los que no saben leer los signos de la misión de Jesucristo, que hoy, como entonces, son el anuncio del Evangelio a los pobres; el trabajo de la Iglesia por los más necesita¬dos; el empeño por el triunfo de la justicia social; la abolición de toda esclavitud que degrada al hom¬bre, y esto, como signo de la verdadera liberación del pecado y de la muerte eterna.
La Iglesia presenta hoy estos signos, los mismos de Jesús, y por eso puede ser creída. Al trabajar por los pobres, los enfermos y los marginados, la Iglesia está diciendo: Aquí tienen todos, el rostro del Cristo verdadero. El del único Sal¬vador. El del único enviado por Dios. Que nadie se escandalice de Jesús y de su Iglesia. Por el contrario, que entren sospechas de cualquiera que predica otros mesianismos diferentes del de Jesús, el obrero de Nazaret, el predicador de Galilea, el crucificado del Calvario, el resucitado que entrega las llaves del Reino a Pedro.¡Señor Jesucristo! Nosotros sabemos que Tú eres el único en quien podemos confiar.
Tú eres el que nos manda trabajar y hacer algo por la liberación de los hermanos que sufren. Tú eres el que nos va a dar un Reino que no es de este mundo, y que supera con creces la dicha de aquel paraíso que se perdió. Si Tú eres el único Salvador, ¿por qué irse detrás de otros?
Pero ahora viene lo más importante,

Y bien amigos, así terminamos nuestro breve comentario a la palabra del Señor de este Domingo. Ahora te toca a ti. De lo contrario estas son puras palabras. Esto exige ahora de tu parte una meditación profunda y tranquila. Toma en tus manos el texto del evangelio, San Mateo capitulo 11, versos del 2 al 11. Y habla con EL… y dile “habla Señor que tu siervo escucha”. Y escríbenos contándonos tus impresiones.

P. Javier San Martín SJ. jsanmartin@shc.edu
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2010/
Preparémosnos para recibir al Salvador

viernes, 26 de noviembre de 2010

HOMILIA primer domingo de adviento : I - A


Preparemos un sitio para el niño
¿SABÍAS QUE EL SEÑOR ESTA CERCA?
Escrito por: Padre Javier San Martin SJ
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo A
Mateo 24, 37 al 44

Estimados amigos:
Bienvenidos a nuestra celebración dominical. Hoy la Iglesia se viste de color morado para iniciar el período de preparación al nacimiento de Jesucristo. Este es el primer Domingo del adviento y del año litúrgico. Palabras muy importantes son las que el Señor nos dice en este día. Palabras que nos ponen sobre aviso de los acontecimientos que vendrán: Mateo 24, 37 al 44.
«Por eso estén bien preparados, porque a la hora que menos lo piensen viene el hijo del hombre»
¿Qué significa estar preparados? ¿Significa, acaso, estar con el alma atemorizada esperando que venga el castigo? ¿Ó significa estar con el alma indiferente diciendo no me interesa nada de lo que pueda venir. Venga lo que venga, me da lo mismo? Estar preparados es una actitud interna que exige, en primer lugar, estar en paz consigo mismo. Uno esta preparado cuando las aguas interiores de su vida están tranquilas. Cuando uno puede ver asomarse la presencia de Dios en medio de la tranquilidad y la paz. Recordemos, amigos, que Dios no está en la tormenta, ni en el fuego, sino en la brisa suave, como tan bellamente nos lo enseña el antiguo testamento.
La preparación, en tal sentido, viene a ser sinónimo de pacificación. Y, en primer lugar, esta pacificación es interior, personal, en cada uno de nosotros. Una pacificación que viene luego de hacer callar las ambiciones que perturban la tranquilidad interna. La presencia del mal tiene precisamente el efecto de perturbarnos, intranquilizarnos, volvernos ansiosos. El mal a toda costa busca que vivamos en la zozobra, porque en ese ambiente él puede reinar y, por tal, motivarnos a tomar decisiones y caminos equivocados. Cuando hay perturbación y zozobra interior podemos, pues, oler la presencia del mal que esta actuando en nosotros.
Por eso, en tales situaciones no podemos considerarnos preparados para afrontar la vida y no conviene, en tal situación, dar pasos importantes porque uno los puede dar en falso. Igualmente, cuando uno tiene que tomar una decisión que viene de la voluntad de Dios, el espíritu maligno trata de impedir que tomemos esta decisión por lo que actúa intranquilizándonos, quitándonos la paz. En estos momentos debemos ser conscientes que el espíritu del mal esta moviendo su cola serpentina para aterrorizarnos. Por lo que debemos, en estos casos, luchar contra el mal, buscar la paz con la presencia de María y hacer lo que consideramos ser la voluntad de Dios.
La paz es pues un signo claro de estar preparados para recibir al Señor, y la tensión y la zozobra es un signo claro de la presencia del maligno que quiere impedirnos a hacer esta voluntad de Dios. Este mismo fenómeno, que ocurre en la vida personal, ocurre, de una manera similar, en la sociedad. Es obligación de todos el hacer que la sociedad este preparada, logrando la armonía y la paz. Nunca podemos decir que la sociedad esta pronta y preparada para dar pasos importantes cuando hay luchas y guerras, discordias y tensiones.
De aquí, entonces, que podemos ver que nuestra sociedad, a pesar de los siglos que tiene de existencia, no esta aún preparada para recibir al Señor. Aún falta una gran tarea de pacificación para poder llegar a la etapa en que pueda establecerse el reino de Dios. Las palabras del Señor este día tienen un significado especial, “estén bien preparados, porque a la hora que menos lo piensen viene el hijo del hombre”. No sabemos cuando llegará este momento histórico, pero sí sabemos que nuestra tarea es prepararnos, es decir lograr la pacificación, la armonía entre pueblos y naciones, el ambiente necesario para la venida del Señor.

Canción: “Es hermosa la vida si hay amor”


Pero lo más importantes es :
Y bien amigos, así terminamos nuestra breve comentario a la palabra del Señor de este Domingo. Ahora te toca a ti. De lo contrario estas son puras palabras. Esto exige ahora de tu parte una meditación profunda y tranquila. Toma en tus manos el texto del evangelio, San Mateo capitulo 24, versos del 37 al 44.

Recibe nuestro abrazo y mi bendición para ti y tu familia. Y hasta la próxima semana.
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2010/11/26/%c2%bfsabias-que-el-senor-esta-cerca/