Con heridos y
escenas subidas arrancó San Fermín 2014
La celebración de San Fermín 2014 comenzó este domingo con el chupinazo,
lanzado por el presidente de la Cruz Roja en Pamplona, Mikel Martínez, quien
pronunció desde el balcón, en castellano y euskera, el tradicional llamamiento
a los pamploneses a entonar el "Viva San Fermín, Gora San Fermín".
Fue coreado desde la plaza y aledaños por miles de personas, tras lo cual lanzó
el chupinazo que dio inicio a las fiestas.
Al chupinazo, le
siguió hoy el primer encierro, que resultó peligroso y se saldó con un herido
por asta de toro y otros cuatro corredores con lesiones leves.
Vea la PROCESION:
San Fermín,
primer obispo de Pamplona
SAN FERMÍN, ENTRE
LA HISTORIA Y LA LEYENDA
San Fermín es uno de los santos mundialmente más conocidos, no tanto por su
vida, su episcopado, sus trabajos apostólicos o su pasión y martirio, sino por
las fiestas que cada año le tributa la ciudad de Pamplona, en Navarra (España),
del 6 al 14 de julio, conocidas como Sanfermines o Pamplonada. Las imágenes de
estas fiestas, particularmente la carrera de toros por varias calles de la
ciudad, han llegado y llegan a todo el mundo a través de la televisión.
Pero para no quedarnos con un conocimiento meramente superficial de san
Fermín e ir más allá de las fiestas y del folclore que rodean al santo obispo,
conviene adentrarse en su vida, conviene acercarse a su persona y que así su
ejemplo nos estimule a anunciar la fe incansablemente y a seguir a Cristo
incluso hasta el extremo de dar la vida por él.
Tal y como describiremos con más detalle a continuación, san Fermín, según
narra la tradición, vivió en la segunda mitad del siglo III y fue el primer
obispo de Pamplona, su ciudad natal, y, más tarde, de Amiens (Francia), adonde
le condujo su infatigable actividad misionera y donde sufrió el martirio por
decapitación, durante la persecución del emperador del Diocleciano. Hay algunos
autores que sitúan a san Fermín en el siglo I, habiendo sido martirizado, en
este caso, durante la persecución del emperador del Domiciano.
Las noticias de su vida han llegado a nosotros por medio de las Actas de la
vida y del martirio de san Fermín, redactadas probablemente hacia el siglo VI
en su parte más esencial que habría sido ampliada posteriormente, y de los
breviarios medievales. En ellos aparece mezclada la realidad histórica con
elementos legendarios sobre la vida del santo, fruto de la devoción del pueblo
fiel que, admirado por el ejemplo recibido, narraba de modo exagerado,
partiendo de una cierta base real, las gestas de su vida, dejando de lado la
objetividad de los hechos.
A pesar de que su existencia no puede testimoniarse con documentos
históricos, no podemos concluir que san Fermín sea fruto de la devoción popular
o de leyendas hagiográficas. No parece lógico que la lápida con la inscripción
“Firminus M.” (“Fermín mártir”), hallada en Saint Acheul (Francia) cerca de
Amiens, lugar donde la tradición afirma que fue enterrado el santo obispo tras
su martirio, diera origen al culto que allí se empezó a tributar a san Fermín.
Y, más aún, que a ese santo se le atribuyese como lugar de procedencia
Pamplona, ciudad situada a mil kilómetros de distancia de Saint Acheul,
impidiendo, además, que ninguna Iglesia de Francia pudiera apropiarse de un
hijo tan ilustre. De modo que algún fundamento tuvieron aquellos cristianos de
Amiens para atribuir al mártir y obispo un origen tan lejano y para muchos de
ellos desconocido. Por otra parte, la diócesis de Pamplona cuenta actualmente
con un obispo, que tuvo un antecesor, que a su vez sucedió a otro, y éste a
otro, etc. Alguna vez, uno de ellos tuvo que ser el primero. ¿Se llamaba
Fermín?
INICIO DEL
CRISTIANISMO EN PAMPLONA
Según cuenta la tradición, san Fermín nació, a mediados del siglo III, en
Pamplona –Pompaelo en aquél tiempo-, ciudad romana situada al norte de la
provincia de Hispania del Imperio Romano, ahora capital de la provincia de
Navarra (España). Fue hijo de Firmo, senador local, distinguido entre sus
ciudadanos por su amable carácter y por su vida honesta, y de Eugenia, quienes
tenían dos hijos más, Fausto y Eusebia.
En aquél tiempo, en esta región se daba culto a los dioses romanos. De modo
que Firmo y Eugenia, junto con sus hijos, ofrecían ofrendas y sacrificios en
los altares paganos.
Vino por aquél entonces a Pamplona para anunciar el evangelio el presbítero
Honesto. Éste, siendo natural de Nimes (Francia), abandonó su ciudad natal para
afincarse en Toulouse (Francia) atraído por la fama y milagros de Saturnino,
obispo de la sede tolosana. Al haber evangelizado ya la zona sur de las Galias,
Saturnino envió a su discípulo Honesto al otro lado de los Pirineos con el
deseo de que los habitantes de esa región conocieran a Cristo.
Narran las viejas hagiografías que Firmo, su esposa Eugenia y sus amigos
los senadores Faustino y Fortunato, mientras iban de camino al templo de
Júpiter, situado en las inmediaciones de la actual catedral, para orar según
sus ritos y costumbres, se detuvieron al ver a un extranjero que explicaba al
pueblo la figura y la doctrina de Cristo, rechazando el culto a los dioses
paganos.
Firmo, impresionado por el discurso de Honesto, interrogó al misionero de
esta manera, tal y como consta en las Actas:
-“Nuestros dioses, según dices, son ídolos a los que desde antiguo
veneraron los príncipes romanos. Explícanos a qué Dios quieres que demos
culto.”
Honesto contestó con prontitud:
-“Al que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto en los mismos habita,
se le debe reconocer como verdadero, único y sólo Dios, por quien existen todas
las cosas, en el que habitan todas y sin el cual ninguna criatura puede
subsistir. Él domina la vida y la muerte. Por el contrario, los dioses de los
gentiles, venerados por vuestra religión, deben ser tenidos más como demonios
que como seres divinos. Pues así habla el Espíritu Santo por los profetas:
todos los dioses de los gentiles son demonios; Dios, por el contrario, hizo el
cielo.”
Continuó Firmo interrogando a Honesto:
-“¿De qué secta o religión eres tú para atreverte a proferir tan grave
acusación contra nuestros dioses?”
Respondió Honesto:
-“Soy de la ciudad de Nimes, hijo de Emelio y Honesta. En cuanto a la
religión a la que pertenezco, continuamente lo proclamo en público. Soy
cristiano, instruido en la fe católica, y pertenezco al orden de los
presbíteros, discípulo del obispo Saturnino y su hijo por el bautismo,
conocedor de las ciencias liberales y educado desde mi primera juventud en los
fundamentos de la sagradas Escrituras. Lo que aprendí, enseño. Es claro que
Dios es uno, señor de lo visible y de lo invisible, el que era, el que es, el
que siempre será. En él se hallan todos los tesoros de la sabiduría, todo se
encierra en su majestad. Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios en tres personas
y tres personas en el verdadero Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Si quieres conocer la plenitud de este misterio, lo podrás hacer con su misma
ayuda, pues sin la gracia e inspiración del Espíritu Santo nadie la puede
alcanzar. Si alguno de vosotros quiere conocer al Dios verdadero, confiese no
existir otro fuera del Omnipotente, Trino y Uno. Pues los dioses de los
gentiles son simulacros sordos y mudos, hechos por el hombre con metal, madera
o piedra imitando al modelo humano y enriquecidos con plata y oro. Tienen boca
y no hablan, ojos y no ven, oídos y no oyen, nariz y no huelen, manos y no
tocan, pies y no caminan, como la sagrada Escritura recuerda al decir: se hagan
semejantes a ellos los que los fabrican y todos los que confían en ellos.
Nuestro Dios omnipotente, Jesucristo, unigénito de Dios Padre, engendrado
de la divinidad antes de los siglos, nació de María virgen; al cual se le ha
dado la potestad en el cielo y en la tierra; que rescató al género humano del
vínculo de la muerte como trofeo de su pasión; el que, al triunfar de la
muerte, libró al género humano de los infiernos, de la muerte a la vida, de las
tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad. A todos los creyentes los
llevó a sí y, con el precio de su sangre, redimió a todos del poder del diablo.
Paseó con pies secos sobre el abismo del mar, resucitó a Lázaro muerto de
cuatro días, está sentado a la derecha de Dios Padre, vendrá a juzgar a los
vivos, a los muertos y al mundo; entonces premiará a cada uno según lo que en
esta breve vida haya hecho y obrado; al que asisten los ángeles y arcángeles, y
el que premia a los santos y a los justos con el reino eterno, mientras que a
los impíos y pecadores condena a las penas y a los tormentos perpetuos.
Esta religión y clara doctrina de verdad nos la enseñó a nosotros
Saturnino, obispo, discípulo de los apóstoles, y nos mandó predicar el
evangelio de la verdad a todas las gentes y bautizar a todos los hombres en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para el perdón de los pecados y
para la vida eterna sin fin.”
El senador Firmo, admirado de tal elocuencia, dijo:
-“Si Saturnino, de quien dices ser discípulo de los apóstoles, nos
confirmase tus palabras, quizás cambiaríamos nuestras mentes, pues conocemos su
fama y sus virtudes que certifica con muchos signos realizados en nombre de
Jesucristo Nazareno.”
A lo que Honesto respondió:
-“Si vuestra dificultad para aceptar la verdad es ésta, mi señor, padre y
maestro Saturnino estará dispuesto a predicaros la salvación y conduciros de
las tinieblas a la luz.”
Honesto volvió rápidamente a Toulouse para informar a Saturnino de las
óptimas disposiciones en las que había dejado al senador Firmo en Pamplona. No
dudó Saturnino ni un momento y, dejando el cuidado pastoral de su diócesis bajo
su discípulo Papoul, emprendió el viaje. Una semana después de que Honesto
hubiera dialogado con el senador Firmo, llegó Saturnino a Pamplona donde, sin
apenas tiempo para descansar de su largo viaje, en el bosque sagrado de
cipreses que rodeaba el templo de Diana, comenzó a predicar al Dios verdadero
ante un pueblo que había acudido desde todas las partes de la ciudad para
escuchar su palabra.
Durante tres días anunció abiertamente el evangelio y presentó los
misterios de la fe en el mismo lugar, frente al templo de los dioses falsos,
denunciando la locura de adorar divinidades de piedra y de madera salidas de
las manos de los hombres. Fueron, además, sus palabras confirmadas con muchos
milagros.
El pueblo de Pamplona se convirtió en masa. Igualmente los tres senadores
–Firmo, Faustino y Fortunato- decidieron abjurar de los errores de sus padres y
pidieron ellos también el bautismo, recibiéndolo de manos de Saturnino. Parece
obvio que también serían bautizadas sus familias por el santo obispo. Así,
Eugenia, Fermín, Fausto y Eusebia recibieron el bautismo. No obstante algunos
opinan que el hijo del senador, Fermín, fue bautizado por san Honesto.
Como señal de su conversión, fue destruido el templo de Diana y talado el
bosque sagrado que lo rodeaba, de tal manera que no quedó en pie vestigio
alguno de los antiguos signos paganos. Y cuentan que, a impulsos de aquella
ardorosa predicación, se construyó rápidamente la primera iglesia, que pronto
resultó insuficiente.
Después de todas estas conversiones, Saturnino, dejando a Honesto en
Pamplona para que consolidara la comunidad cristiana recién inaugurada,
reemprendió el camino de retorno a su sede episcopal de Toulouse. Tiempo
después, decretada la persecución de los cristianos por el emperador Decio,
Saturnino fue detenido en el capitolio de su ciudad donde fue atado a la cola
de un toro, que lo arrastró por las escaleras desde lo alto del edificio hasta
que, destrozados la cabeza y el cuerpo, entregó su alma a Cristo un 29 de
noviembre hacia el año 250.
FERMÍN SE CONVIERTE EN OBISPO
Firmo entregó a su hijo primogénito, Fermín, a Honesto para que le enseñara
las letras humanas y lo formara en la doctrina cristiana. Bajo la dirección del
santo presbítero, Fermín hizo grandes progresos tanto en la virtud como en las
ciencias. A la edad de 17 años había alcanzado ya amplios conocimientos y
acudía a la iglesia para cantar alabanzas a Dios y a los santos.
No escapó al fino olfato de Honesto la inclinación que el joven mostraba
hacia el apostolado. Por ello procuraba que lo acompañase en sus viajes
apostólicos por las aldeas que rodeaban Pamplona así como por las calles de la
ciudad para que con su palabra confirmara el pueblo devoto exhortándolo al
conocimiento de las verdades religiosas. Cuando lo consideró maduro, lo envió a
Toulouse para que el obispo Honorato, sucesor de Saturnino, lo ordenase
sacerdote. Fermín volvió a Pamplona como presbítero ayudante de Honesto.
Contaba con veinticuatro años cuando Honesto, viendo que se habían
enriquecido las cualidades de su discípulo, lo envió de nuevo a Honorato para
que lo ordenase obispo. El obispo tolosano, en cuanto vio a Fermín, comprendió
que estaba predestinado y elegido por Dios para hacer presentes entre las
gentes la palabra de Dios y la gracia de la salvación. Honorato en la
celebración de la ordenación, delante del pueblo, le habló a Fermín de esta
manera, según consta en las Actas:
-“Alégrate, hijo, pues has merecido ser vaso de elección para el Señor, has
recibido de Dios la gracias y el oficio de apóstol. Dirígete a la dispersión de
las gentes. No temas, porque Dios está contigo. Debes saber que padecerás mucho
por su nombre hasta que llegues a recibir la corona de la gloria.”
Una vez se hubo despedido Fermín de Honorato y de sus hermanos presbíteros,
retornó a Pamplona. Apenas llegó, le comunicó a su maestro Honesto el mandato
que había recibido del obispo Honorato en su ordenación: anunciar a Jesucristo
a los pueblos.
MISIONERO EN LAS
GALIAS
Cumplidos los treinta años, Fermín dejó su patria para evangelizar las
tierras de la vecina Galia. Tras pasar los Pirineos, se adentró en la región de
Aquitania para predicar la fe cristiana dirigiéndose a la ciudad de Agen, donde
el paganismo era floreciente. Allí conoció al presbítero Eustaquio con quien,
durante varios días, instruyó al pueblo en las sagradas Escrituras y fortaleció
su fe enseñándoles las verdades cristianas.
De Agen se dirigió a Alvernia, en cuya capital, Clermont-Ferrand,
permaneció largos meses, acercando a Cristo a gran parte de sus habitantes,
destacando la conversión de los jueces Arcadio y Rómulo tras discutir
públicamente sobre los ídolos paganos.
Continuó su viaje misionero, predicando esta vez en Anjou, donde ayudó
durante tres años al obispo de esta sede, Auxilio, convirtiendo a la mayor
parte de los paganos de la provincia.
No contento con esta trayectoria de éxitos misioneros, buscó el misionero
navarro la dificultad, el riesgo e, incluso, el martirio. Habiéndose enterado
de que Valerio, gobernador de los belovacos, perseguía a los cristianos y los
martirizaba, se dirigió a la ciudad de Beavais, capital de esa región, con
entusiasmo y gozo, dispuesto a padecer por Cristo. Nada más llegar, inició su
apostolado convirtiendo a los paganos y confirmando en la fe a los cristianos
perseguidos. Viendo su éxito y el daño que hacía a los dioses locales, Valerio
lo mandó encerrar cargado de cadenas ordenando que lo azotaran repetida y
cruelmente. No dejó de anunciar el evangelio día y noche en las nuevas
circunstancias, convirtiendo a muchos prisioneros e, incluso, a los carceleros.
Muerto Valerio en una revuelta militar y fallecido su sucesor Sergio por una
infección, corrieron los cristianos a las mazmorras para liberar a Fermín y que
reiniciara, así, su predicación pública.
Finalmente marchó a Amiens -conocida en aquel tiempo como Samaroviba o
Ambicum-, capital de la región de la Picardía, donde tras una intensa actividad
apostólica sufrió el martirio, tal y como ahora vamos a narrar.
MARTIRIO EN AMIENS
Según la tradición local, el día 10 de octubre de un año desconocido de
finales del siglo III, entró Fermín en Amiens por la puerta de Beauvais, siendo
recibido por el senador Faustiniano, quien lo hospedó en su casa.
Iniciada la predicación pública rápidamente se hicieron cristianos no
solamente gran parte del pueblo, sino también varios nobles cuyos nombres
figuran en las Actas como el mencionado Faustiniano, el senador Ausencio
Hilario o la noble Atilia. El mensaje anunciado por Fermín se vio apoyado,
además, por numerosos milagros: devolvió la vista a Casto, hijo del noble
Andrés, sanó a dos leprosos, curó a varios paralíticos, liberó a algunos
endemoniados.
De tiempo en tiempo, salía Fermín a predicar en los lugares circundantes y
también en localidades más lejanas como Picquigny, Vignacourt y Bobés.
El Breviario Ambianense relata que repetía a menudo: “Mis queridos hijos,
sabed que el Padre Dios, creador de todas las cosas, me ha enviado a vosotros
para purificar esta ciudad del culto a los ídolos y para predicar a Jesucristo
crucificado y resucitado por la fuerza de Dios.”
La fama de la predicación y de los milagros de Fermín terminaron por llegar
a los gobernadores de la provincia, Lóngulo y Sebastián, quienes se trasladaron
de Tréveris, donde residían, hasta Amiens, azuzados por los sacerdotes de los
ídolos y de los templos paganos pues había sido decretada la persecución de los
cristianos por el emperador Diocleciano. Llegados a Amiens ordenaron que en el
plazo de tres días se reunieran los tribunos y todos los jefes militares en el
pretorio Climiliano. Una vez reunidos, mandaron llamar a los curiales y a los
sacerdotes de los templos, ante los cuales, como se transcribe en las Actas,
dijo Sebastián:
-“Los sacratísimos emperadores ordenaron que el honor y el culto de los
dioses fuesen observados por todos los pueblos y las gentes hasta los rincones
más lejanos del Imperio. Ellos dispusieron que las aras sagradas y los altares
fuesen venerados de acuerdo con las antiguas tradiciones y costumbres. Si
alguien atenta contra los decretos de los santísimos emperadores, se les debe
aplicar la pena capital según el decreto dado por los senadores y por los
príncipes de Roma.”
Auxilio, un venerable sacerdote de los templos de Júpiter y de Mercurio fue
el primero en lanzar su acusación:
-“Se encuentra entre nosotros un pontífice de los cristianos, quien no
solamente aparta a la ciudad de Amiens del culto y religión de los dioses, sino
que parece querer separar a todo el Imperio Romano de ellos.”
Seguidamente Sebastián preguntó sobre el nombre del intruso, respondiendo
Auxilio:
-“Se llama Fermín, es de Hispania, astuto y lleno de elocuencia y de
sagacidad. Predica y enseña al pueblo que no existe otro Dios, ni otra virtud
en el cielo y en la tierra sino el Dios de los cristianos, Jesucristo, al que
llama Nazareno. Dice que éste es más omnipotente que todos los dioses. Tacha a
nuestros dioses de ídolos, demonios y simulacros varios, mudos sordos e
insensibles. Con estas ideas subleva al pueblo y lo aparta de la religión de
los dioses para que no acuda a orar a los templos de Júpiter y de Mercurio, y
seduce el corazón de los senadores para que se hagan cristianos. Si no lo
exterminas y aplicas a los otros severas penas, se seguirá gran peligro para la
república, pues intenta subvertir los fundamentos y la estabilidad del Imperio
Romano. Escucha nuestros consejos, excelentísimo presidente, para que la
república se vea por ti salvada y nuestros dioses se vean libres del peligro.
Manda que sea traído ante este tribunal, con nosotros presentes.”
Sebastián y Lóngulo, espantados y temerosos ante tal acusación, ordenaron
que dentro de dos días fuera llevado preso Fermín al teatro junto a la puerta
Clipiana. Sin esperar al plazo señalado para su prendimiento, acudió Fermín al
día siguiente al pretorio, se presentó ante el tribunal y allí mismo comenzó a
predicar a Jesucristo, enseñando a adorarlo, mientras aconsejaba abandonar los
ídolos y destruir los templos paganos.
Vuelto hacia él, le dijo Sebastián:
-“¿Eres tú aquel blasfemo que destruyes los templos de los ídolos y separas
al pueblo de la santa religión de nuestros sacratísimos emperadores? ¿De dónde
eres tú? ¿De qué ciudad o región afirmas ser?”
El apóstol,
respondió sin dudar:
-“Si preguntas por mi nombre, me llamo Fermín, de Hispania, del orden de
los senadores, de la ciudad de Pamplona, cristiano por fe y por doctrina, y
obispo. Soy enviado a predicar el evangelio del Hijo de Dios, para que conozcan
las gentes que no existe otro Dios ni en el alto del cielo ni en lo profundo de
la tierra; que creó todas las cosas de la nada y en quien permanecen todas las
cosas; que tiene poder sobre la vida y sobre la muerte; de su mano nadie puede
salir; le asisten los ángeles y las virtudes del cielo; ante él se doblan todas
las rodillas en la tierra, en el cielo y en el infierno; doblega a los reinos y
disuelve el reino de los bateos; bajo él corren los tiempos y mudan las
generaciones; es inmutable por siempre, porque siempre es él mismo y sus años
no tienen fin. Sin embargo, los dioses que adoráis por ilusiones y fantasías de
los demonios, son simulacros mudos, sordos e insensibles que condenan las almas
y a sus adoradores precipitan en lo profundo de los infiernos. Esto es lo que
yo predico y con libertad denuncio que son fabricación diabólica; digo a todos
los pueblos y a todas las gentes que los abandonen para que no sean arrojados
con ellos en las profundidades del tártaro y de la gehena perpetua, donde su
padre es el diablo.”
Ante esta respuesta se levantó un gran murmullo entre el gentío. Sebastián,
muy enfadado y pidiendo silencio, pronunció esta sentencia:
-“Por los dioses y diosas inmortales y por su invencible poder te contesto
Fermín, para que en tu ignorancia recapacites y no reniegues de la santa religión
que practicaron tus padres, sino que de inmediato ofrezcas un sacrificio a los
dioses y a las diosas. Si no lo haces, te aplicarán todo tipo de tormentos y te
haré sufrir terrible muerte ante todo el pueblo.”
No hicieron cambiar estas palabras el semblante de Fermín, sino que
respondió al gobernador de este modo:
-“Has de saber, presidente Sebastián, que no temo las penas y tormentos con
que amenazas. Lo que me apena es que en tu vanidad e ignorancia creas que yo,
servidor del Dios inmortal que todo lo domina, me voy a doblegar con tus
tormentos. Con cuántas más penas me amenaces, tanto más me dará mi Dios la
virtud de soportarlas a fin de que merezca alcanzar la corona inmortal. Pues
por las penas temporales con que me amenazas, no quiero separarme de la vida
eterna en el reino del Hijo de Dios, donde reinaremos sin fin. Tú podrás
mantener vivos los tormentos y las llamas más atroces, pero arderás más
eternamente en el furor de ese fuego que tu impiedad aplica hoy a los siervos
de Dios.”
Sebastián quedó estupefacto por la constancia del obispo y por la fuerza de
su predicación. El pueblo de Amiens, entusiasmado con las palabras de Fermín y
agradecido por los muchos beneficios recibidos de sus manos, quería arrancarlo
de las manos del tirano. Sebastián, por miedo al levantamiento del pueblo, se
retraía de condenar al obispo a los tormentos. No obstante, mandó a sus
soldados que lo prendieran y lo encerraran en la cárcel indicándoles que lo
decapitaran silenciosamente por la noche y que escondieran su cuerpo para que
no lo encontraran los cristianos y le tributaran honores.
Fermín, habiendo sido apresado por los soldados, según el mandato que
recibieron de Sebastián, no cesaba de alabar a Jesucristo ante la rabia de sus
carceleros. A la noche siguiente, mientras la ciudad dormía, se presentaron
varios soldados dispuestos a cumplir los negros proyectos ordenados. Cuando los
vio llegar, con el corazón repleto de emociones y con lágrimas de alegría en
los ojos, dispuesto a aceptar su holocausto, prorrumpió en esta oración:
-“Te doy gracias, Señor Jesucristo, soberano dador de todos los bienes,
pastor bueno, que te dignas llamarme a compartir la suerte de tus buenos
amigos. Dígnate, Rey piadoso y clemente, guardar con tu misericordia y proteger
a todos aquellos que por virtud de mi ministerio son hijos tuyos y ayudar a
quienes pedirán tus favores por mi intercesión, pues tuyo es el reino y el
poder por los siglos de los siglos.”
Concluida su oración, se puso Fermín a disposición del verdugo quien,
desenvainando su sable, dio un golpe certero en la cerviz del obispo, separando
la cabeza del cuerpo. La muerte de Fermín se produjo el 25 de septiembre, al
parecer del año 303. El cuerpo del mártir fue abandonado sangrante sobre el
suelo de la prisión a la espera de que Sebastián cumpliera sus propósitos de
descuartizarlo y desparramarlo por los campos para que los cristianos no lo
encontraran. Sin embargo, el senador Faustiniano, que años atrás había recibido
a Fermín a su llegada a Amiens y había sido bautizado por éste, recogió
secretamente los restos del santo obispo y los enterró en su sepulcro familiar
de Abladene, próximo a Amiens, donde más tarde se levantaría la iglesia de
Santa María de los Mártires, convertida después en la abadía de Saint Acheul.
CULTO A SAN FERMÍN
El culto a san Fermín se inició en Amiens, lugar de su martirio. La
tradición habla del hallazgo de sus reliquias a comienzos del 615, siendo
trasladadas el 13 de enero de ese mismo año a la catedral de Amiens bajo el
pontificado de Salvio. En el siglo XII, el culto al santo adquirió gran
esplendor y popularidad en la ciudad francesa. Según las Actas de la Iglesia de
Amiens, este nuevo impulso se debió al obispo Godofredo, quien fue protagonista
de una serie de acontecimientos extraordinarios que sirvieron para colocar al
santo pamplonés en lugares de devoción no alcanzados hasta entonces. La
devoción al santo obispo y mártir no ha dejado nunca de estar presente en la
ciudad de Amiens que lo honra como su patrono.
En Pamplona, la ciudad donde la tradición fijó su nacimiento, no
encontramos ningún testimonio sobre el culto a san Fermín hasta el siglo XII,
concretamente el año 1186, cuando Pedro de París, obispo de esta sede, recibió
de Amiens unas reliquias del cráneo del mártir. Parece que la devoción al santo
extendida en aquel tiempo habría llegado de manos de los inmigrantes francos
asentados en Pamplona. Su culto se intensificó en el siglo XVII, especialmente
cuando el clero secular lo contrapuso a la devoción hacia san Francisco Javier,
patrocinada por los jesuitas. La querella entre “ferministas” y “javieristas”
quedó zanjada cuando el papa Alejandro VII proclamó, el 14 de abril de 1657, a
san Fermín y a san Francisco Javier copatronos igualmente principales de la
provincia española de Navarra. San Fermín es también patrono de la diócesis de
Pamplona.
San Fermín ha sido celebrado en la liturgia en diferentes fechas: el día 13
de enero se recuerda el hallazgo de sus reliquias, el día 25 de septiembre se
conmemora su martirio y el día 10 de octubre se festeja su entrada en Amiens.
En la diócesis de Pamplona se introdujo una nueva celebración en 1591 cuando el
obispo del lugar, Bernardo de Rojas y Sandoval, trasladó, a petición del
pueblo, la fiesta del 10 de octubre al 7 de julio por ser más cálido el tiempo
y para que coincidiera con la feria de ganado, que cada año tenía lugar del 29
de junio al 18 de julio. Y es este día, el 7 de julio, el más conocido por
todos a pesar de que no guarda ninguna relación con las fechas significativas
de la vida de san Fermín.
PARA REZAR
Señor, Dios
nuestro,
que coronaste
de inmortalidad al obispo san Fermín,
porque anunció
tu palabra
y sostuvo el
combate de la fe hasta el martirio,
concédenos
que, quienes celebramos su triunfo,
alcancemos
también su mismo premio.
(Propio de las
diócesis de Pamplona y de Tudela)
Señor, Padre
santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú, Pastor
supremo,
no abandonas a
tus hijos, que,
nacidos del
mismo linaje y de la misma fe,
consolidó san
Fermín con sus trabajos apostólicos,
alimentó con
la palabra que engendra salvación,
y confirmó con
el testimonio de su martirio.
Ahora, con tu
poder, nos sigues protegiendo,
para que,
santificados en la verdad
y fortalecidos
en la unidad,
podamos
recibir de ti
la plenitud de
tu gloria.
(Propio de las
diócesis de Pamplona y de Tudela)
Parroquia de San
Lorenzo
C/ MAYOR 74,
PLANTA BAJA
31001 -
PAMPLONA (NAVARRA)
Tlf: 689
345 103
http://www.capillasanfermin.com/capilla-de-san-fermin/#.U7s3pZR5OE4
Logo de la Fiesta de San Fermin 2014 en Pamplona |
VEA LOS PREPARATIVOS DEL MES DE MAYO 2014
https://www.youtube.com/watch?v=3mx_Gz4zoVQ
VEA EL CHUPINAZO DE SAN FERMIN 2014
https://www.youtube.com/watch?v=oa8aMRPpsKU
Navarra television 06 julio 2014
https://www.youtube.com/watch?v=3mx_Gz4zoVQ
VEA EL CHUPINAZO DE SAN FERMIN 2014
https://www.youtube.com/watch?v=oa8aMRPpsKU
Navarra television 06 julio 2014