Peligrosamente evangélico, por
Ernesto Cavassa, S.J.
El Papa Francisco no rehúye los
temas que afectan a la humanidad.
Articulo antes de iniciar su gira a Cuba y EEUU
19 set 2015
“El hombre más peligroso del
planeta”. Así fue calificado el papa Francisco por el comentarista de una
cadena norteamericana luego de su reciente viaje a Sudamérica. En este periplo,
el Papa reiteró su llamado a respetar y cuidar a la “hermana madre tierra”,
tema central de su encíclica “Laudato si”, “sobre el cuidado de la casa común”,
presentada en Roma en junio pasado. Este hombre peligroso está a punto de subir
a un avión que lo llevará en visita apostólica a Cuba, Estados Unidos y la sede
de las Naciones Unidas, en su décimo desplazamiento fuera de Italia desde que
inició su pontificado. El Papa participará en el VIII Encuentro Mundial de las
Familias en Filadelfia y canonizará en Washington al fraile franciscano
Junípero Serra, fundador de varias misiones en la California del siglo
dieciocho.
Este viaje tiene un significado
particular. Su encíclica ha posicionado a la Iglesia Católica en un tema clave
para el futuro de la humanidad de cara a la COP 21 a realizarse en París en
diciembre próximo; al mismo tiempo, ha levantado polémicas voces dentro y fuera
de la Iglesia. Francisco hablará en la ONU durante su Asamblea General 70 ante
numerosos jefes de Estado en una cumbre especial que tratará sobre los
Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por primera vez, además, un Papa se
dirigirá al Congreso norteamericano en una sesión conjunta del Senado y la
Cámara de Representantes. Previamente, el Papa habrá visitado Cuba luego de la
activa participación que tuvo en la reanudación de relaciones diplomáticas
entre ambos países.
Francisco no rehúye los temas que
afectan a la humanidad. Por ello, la revista “Vanity Fair” lo llamó “Papa
coraje” a los cien días de iniciar su pontificado. Este Papa, sin haber
participado en el Concilio Vaticano II (a diferencia de los últimos 5
pontífices) es, no obstante, profundamente conciliar. En el año jubilar de este
evento eclesial –estamos conmemorando el aniversario 50 de su conclusión–
Francisco lleva a cabo su lema central: “Nada hay verdaderamente humano que no
encuentre eco en el corazón de la Iglesia” (Gaudium et Spes, 1). Por ello, se
pronuncia con libertad y valentía sobre el cambio climático, la migración siria
o africana, las desigualdades sociales o las responsabilidades políticas de los
estados en los problemas que nos aquejan.
La fuente de este espíritu
profético se encuentra en el evangelio. Así lo supo leer el cantante británico
Elton John –conocido por sus posiciones adversas a la religión– cuando definió
a Francisco como “un milagro de humildad en la era de la vanidad”. Y añadió:
“Este Papa parece querer llevar a la Iglesia a los antiguos valores de Cristo
y, al mismo tiempo, acompañarla al siglo XXI. Si sabe alcanzar y tocar a los
niños, las mujeres y los hombres que conviven con el VIH y el sida –muchas
veces solos y escondidos por el silencio–, su faro de esperanza dará más luz
que cualquier progreso de la ciencia, porque ningún fármaco tiene el poder del
amor” (“La Nación”, 9 de julio del 2013). Ese es el poder de Francisco. Su
fuerza radica en la misericordia, es decir, en la capacidad de colocarse en la
posición del otro, particularmente del que más sufre. La misericordia no es
otra cosa que la empatía evangélica, aquella que hace suyo el dolor de los
inocentes.
Francisco sabe que la
misericordia debe ser eficaz. Por ello, llama constantemente al diálogo.
“Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi
respuesta es siempre la misma: diálogo, diálogo, diálogo”, les dijo a las
autoridades políticas y sociales en Brasil. Lo repite constantemente en su
reciente encíclica en cada una de las líneas de acción que sugiere para abordar
conjuntamente el desafío urgente de proteger nuestra casa común (LS, cap. V).
Vamos a ver, pues, qué nos propone este hombre peligrosamente evangélico en
este viaje de enorme significación social y eclesial.
Ilustración: Giovanni Tazza