Miguel Grau, el Caballero de los Mares... y de los padres
Si hay un héroe que fue ejemplo de paternidad, ese fue Grau
Seminario. Lo testimonian las cartas que envió a su esposa, meses y días antes
de su trágico final
Por Antonio Muñoz Monge
El Dominical
En las noches altas y
solitarias del inmenso océano, antes de que el fuego de la guerra incendie las
conciencias, Miguel Grau Seminario escribía a su esposa: “[…] Nada más tengo
que pedirte, sino que me cuides a mis hijos y les hables siempre de su padre… Te
aseguro, esposa querida, que tanto como tú lamento la inseguridad que hay ahora
en la venida y salida de los vapores; pues me parece que solo cada siglo recibo
carta tuya”.
En las cartas enviadas a su
esposa, Dolores Cabero y Núñez, desde el monitor Huáscar , días antes de su
trágico y heroico final, Grau aparece en toda su humana paternidad.
El héroe sabía que la vida se
le escapaba de las manos, por eso, escribía con premura, preocupado por dejar
indicaciones a su esposa sobre la educación de sus diez “hijos idolatrados”.
1879
LA EDUCACIÓN
El 8 de mayo de 1879, Miguel
Grau escribe: “Muy querida esposa: como la vida es precaria en general y con
mayor razón desde que va uno a exponerla a cada rato, en aras de la patria, en
una guerra justa, no quiero salir a campaña sin antes hacerte por medio de esta
carta varios encargos, principiando por el primero, que consiste en suplicarte
me otorgues tu perdón, por si creyeras que yo te hubiera ofendido
intencionalmente. El segundo, pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz
vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados, para lograr este
esencial encargo debo recomendarte que todo lo que dejo de fortuna se emplee en
darles toda instrucción que sea posible, única herencia que siempre he deseado
dejarles”.
CARICIAS EN SU NOMBRE
Y el 29 de mayo le dice: “El
vapor para el norte no pasa por aquí hasta mañana, pero, por lo que pueda
suceder, te escribo anticipadamente con el objeto de saludarte cariñosamente y
a la vez suplicarte hagas a los niños mil caricias a mi nombre. Aconséjalos
constantemente y diles que no se olviden de cumplir lo que me han ofrecido, de
estudiar con empeño y en esforzarse bien, tanto en el colegio como en la casa.
Si ya has cobrado el mes de mayo, cómprales a los muchachos unos vestiditos y camisas,
para que vayan siempre aseados a la escuela. […] No dejes que los niños salgan
solos a la calle, y pocas veces a la puerta de la calle. Dile a la sirvienta
que su hijo Colan está sin novedad. Sería conveniente que dieras de cuando en
cuando tus vueltas al colegio para que te informes del adelanto y conducta de
los muchachos”.
Estas son las palabras del
padre que carga a sus niños y conversa con ellos de sus problemas diarios,
hablándoles como a unos señores mayores que todo lo saben. Sus biógrafos aseguran
que Grau tenía la sencillez de los grandes y su gran sentido del deber no
estaba exento de su dimensión de padre.
CABALLERO DE LOS SUEÑOS
El 8 de setiembre, un mes
antes de morir, le escribe otra vez a su esposa una carta en la que se lamenta
de la dificultad de las comunicaciones: “Mucho fastidio tengo de ver las
irregularidades con que llegan los vapores del norte, pues a veces pasa una
semana sin uno de ellos, lo que demora el tener noticias tuyas y de mis hijos;
que es en verdad lo que más me interesa a mí en esta vida”.
Manuel González Prada, en una
sentencia ya clásica, dijo: “El Perú de 1879 no era Prado, La Puerta ni
Piérola, era Grau”. Y el poeta César Calvo acotó: “Caballero de los Mares /
Caballero de los Sueños / así en la guerra, como en el cielo: Don Miguel Grau,
Gran Caballero / Por el Mar libre va Don Miguel / y el mar es libre gracias a
él”.
El Comercio de Perú