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Domingo de Ramos con Maria 2018

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miércoles, 14 de octubre de 2015

El Padre del Castillo y el barrio de San Lázaro - V




AUTOBIOGRAFÍA DEL PADRE CASTILLO

V

1648

    En el tiempo en que estaba leyendo Gramática en la primera clase de mínimos, andaba con unas entretelas y luces grandes ante los ojos y una singular propensión y esperanza de alguna cosa de gran servicio y gloria de Dios, en el barrio de San Lázaro, sin acabar de saber ni entender lo que era, hasta que el primer domingo de la cuaresma, a primero del mes de marzo de 1648, corrió la providencia divina la cortina y el velo al misterio, por que yendo a hacer la doctrina cristiana a la parroquia del Señor San Lázaro, aquella tarde, en donde se hacia la misión aquel año, y pasando como una cuadra del Baratillo, que es como la feria en España, me dijo el hermano compañero que iba conmigo, que volviese el rostro y viese la mucha gente que había en el Baratillo; volví el rostro y viendo el grande gentío que había, me dió un ansioso deseo y un gran fervor y determinación de ir allá, fuí y rompí por entre la gente y con la cruz que llevaba en la mano, puesto sobre una piedra y arrimado a la peana de adobes que estaba en medio de la calle, en que estaba una cruz de mangles, comencé a levantar la voz poniendo y ponderando a la gente las palabras del capítulo cuarto y tercero de San Mateo, en que Christo, Redentor nuestro y su santísimo Precursor, comenzaron su sagrada predicación, diciendo: Poenitentiam agite; appropinquavit enim regnum coelorum. Exhorté a penitencia a la gente, y díjeles, entre otras cosas, que supuesto que aquel lugar se llamaba del Baratillo, lo era por lo barato que se vendían allí cielo, sólo por la penitencia y por un acto de contrición verdadera. Acabé la exhortación y la plática cantando y ponderando un exemplo, y con un acto fervoroso de contrición.


     Proseguí el camino a San Lázaro con firme resolución y propósito de volver el siguiente domingo al mismo puesto y a la mesma feria material y espiritual. Volví el· domingo siguiente y poniéndome en el mismo puesto, sobre un escaño, hice Una exhortación a la gente acabando con un exemplo y con un acto de contrición. Proseguí los demás domingos platicando sobre una mesa, por espacio de cinco años, hasta que el año de mil seiscientos y cincuenta y tres, a dos de marzo, se enarboló y colocó en la hermosa peana que hay hoy, la santa cruz que está en ella; la cual bendijo la mesma tarde·en la parroquia de Señor San·Lázaro el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Pedro de Villagomez, Arzobispo de esta ciudad, y se llevó en una solemnísima procesión, en hombros de sacerdotes, con sobrepellices y estolas y la música de la Cathedral, y se enarboló y colocó por manos de los mesmos sacerdotes que la llevaron, en la peana en que está; Y para que la cruz· estuviese con más decencia y con más comodidad de los oyentes que suelen asistir a las pláticas, se hizo una grande y hermosa ramada en que se han gastado y en la peana en que está colocada la santa cruz y en lo demás necesario para el ministerio del Baratillo, hasta este presente año de 1666, cinco mil y tantos pesos, de los cuales los mil dieron "de limosna personas pias y los cuatro mil dió mi hermano el licenciado Alonso Rico, el cual fomentó mucho este ministerio en particular, y los demás que he tenido, con su persona y limosnas.



El estilo y distribución que en el ministerio del Baratillo se guarda es como aquí se sigue: Todos los días que hay plática en el dicho lugar, que son todos los domingos del año y cuaresma y las festividades de la Santissima Virgen, una hora antes de la plática, que es a las cuatro de la tarde, se lee un libro espiritual, media hora, a los hombres y a las mujeres que asisten en dicho lugar, luego se gasta otra media hora en hacer la doctrina christiana a los niños de la escuela para que la oigan, y aprendan también con esta ocasión muchos hombres que la ignoran, o porque no saben leer, o por que no tienen quien se la enseñe, y se avergüenzan de preguntarla, de que se sigue el no confesarse por esto muchos, juzgando que el confesor les ha de reprender y reñir o negar la absolución. Acabada la doctrina christiana se hace la plática encima de la peana, en pie, si se puede. La materia, argumentos y asuntos de las exhortaciones y pláticas son los misterios de nuestra santíssima fe, la malicia y gravedad del pecado mortal, los novíssimos, la hermosura, el aprecio y estima que hemos de tener de la gracia, los mandamientos de la ley de Dios y de Iglesia, la necesidad e integridad de la confesión, las obras satisfactorias, oración, limosna, ayuno y obras penales, y finalmente la necesidad y utilidad de la contrición. El estilo de aquestas pláticas no es muy realzado y pulido, ni adornado y enriquecido de conceptos y pensamientos muy sutiles y delicados, sino claro, que todos lo entiendan, adornado de lugares de la Sagrada Escritura y Santos, de razones, exemplos que enciendan y muevan las voluntades, guardando y observando la regla del glorioso Apóstol San Pablo en el segundo capítulo de la primera epístola a los Corintios: Cum venirem, ad vos, Fratres, Veni non in persuasibilibus humanae sapientiae annuntians vobis testimonium Christi. Ergo et sermo meus, et praeadicatio mea non in persuasibilibus humanae sapientiae verbis, sed in ostensione spiritus, et virtutis, ut fides vestra non sit in sapientia hominum, sed in virtute Dei. Al fin de las pláticas se cuenta un exemplo de la Santísima Virgen, exhortando a su dulcíssima y cordial devoción, acabando con un acto fervoroso de contrición y con esta devota salutación a la Santíssima Virgen María nuestra Señora: "Dios te salve hija de Dios Padre, Dios te salve Madre de Dios hijo. Dios te salve Esposa del Espíritu Santo. Dios te salve templo de la Santíssima Trinidad. Padre nuestro Ave María. Madre admirable, consoladora de los afligidos, Reina de todos los santos. abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus misericordiosíssimos ojos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén, Jesús.



Acabada esta devota salutación; se da al pueblo la. bendición convidando y pidiendo a todos que vayan a la capilla de la Santíssima Virgen de los Desamparados, en donde se corren los velos y se descubre la santa y devota imagen del santíssimo crucifixo de la agonía, y mientras se van corriendo los velos se canta el tibi soli peccavi, en arpa, y se cantan dos o tres versos de alguna devota y tierna lamentación, con que se compunge y mueve la gente a hacer un acto fervoroso de contrición, con que se vuelven a correr otra vez los velos y antes que se levante y salga de la capilla la gente, saludan a la Santíssima Virgen todos con la mesma salutación: Dios te salve etc. con Un Padre nuestro y Ave María y una sábana santa por las ánimas benditas del purgatorio, y Alabado sea el Santíssimo Sacramento del altar, etc. También solicité y procuré que en la mesma plazuela del Baratillo se hiciese la doctrina Christiana y se predicase en su mesma lengua a los indios, por ser muchos los que allí acuden, así serranos como ladinos, con ocasión de la feria. Para que se eche de ver y sepa de cuan gran servicio y gloria de Dios sea este ministerio del Baratillo, apuntaré algunos casos de los muchos que han sucedido.