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viernes, 16 de septiembre de 2011

Homilía del Domingo XXV del T.O. - A

¿QUÉ JUSTICIA, la divina o la humana?
Escrito por: Padre Javier San Martín SJ

COMENTARIO AL DOMINGO XXV T. O. - A
Mateo 20, 1 al 16
18 de septiembre 2011

Estimados amigos, hoy la Iglesia celebra el Domingo vigésimo quinto del Tiempo Ordinario, en el que el Señor nos presenta una de las parábolas más difíciles de aceptar:


El que lleva toda la vida y el recién llegado reciben de Dios la misma gloria, el mismo corazón misericordioso.



Los trabajadores de la viña. En ella, el Señor nos da una singular explicación de las leyes que existen en el Reino de los cielos. El es el dueño de todos los bienes y dispone de ellos con justicia divina, no siempre comprensible a la justicia humana. Esto lo demuestra en el caso de los trabajadores que contrató para trabajar en su viña. A los primeros que llegaron y que trabajaron más les pagó lo mismo que a los que llegaron al final y trabajaron menos. A todos les pagó lo mismo. Por eso, en la parábola hay un reclamo. Los primeros se sentían tener más derechos que los otros para exigir más recompensa, porque así funciona la justicia humana. Pero en la justicia divina ningún hombre puede alegar derechos propios para exigir a Dios lo que él juzga le corresponde.

Me cuesta aceptar esto. Si uno se esfuerza en la vida, si se porta bien de acuerdo a todo lo prescrito en la Biblia y en las leyes humanas, uno puede justamente esperar alcanzar algún día la salvación, y con ella, la felicidad eterna. Y si uno durante su vida no ha hecho nada por ganarse el Reino, al contrario, ha vivido de espaldas a Dios y al Evangelio, creo que este no debe recibir la recompensa eterna. Sino, ¿dónde esta la justicia? Por eso me resulta incomprensible cómo en la parábola de los obreros, el Señor nos muestra que el que no hizo nada, o casi nada, recibe la misma recompensa del que se esforzó durante todo el día. Y no solo me cuesta aceptarlo, sino que me hace pensar, que al final Dios nos dará a todos el mismo premio. Los que han cumplido con todo, como los que no lo han hecho, recibirán la misma recompensa. Disculpa Señor, pero esto me parece un poco injusto, ¿no?



Esta es la reacción normal y espontánea cuando uno lee la parábola de los trabajadores de la viña, desde un punto de vista humano. Sin embargo, esta parábola solo se entiende correctamente si la vemos desde la óptica de Dios. Es decir, Dios justo y misericordioso da a cada uno lo que se merece. Pero El tiene una gran alegría en su corazón de Padre: cuando recibe en su reino a una oveja que estuvo perdida, a un hijo que se fue de la casa y volvió, a un indiferente que estuvo fuera mientras los otros estaba ya en la viña. A ellos no les hecha en cara el tiempo que estuvieron ausentes, ya que su inmenso gozo de Padre no tiene en cuenta esos pormenores. Estas expresiones especiales de afecto por los de la última hora nos revelan, pues, el corazón de Dios lleno de misericordia y justicia, y la misericordia es tanta que el corazón humano la ve hasta como una injusticia.
Es verdad. Esto que me cuesta comprender, me ayuda a descubrir algo que me causa gran alegría. Yo misma puedo ser vista por Dios, con ojos de misericordia, con los que vio a los trabajadores de la última hora. Mi vida siempre tiene altibajos y períodos, en los que se enfría mi relación con Dios. Ahora sé, que aunque me separe de Dios por cualquier motivo, El me esta buscando para enviarme a su viña, para darme gozoso la plenitud de la recompensa. No puedo perder la esperanza.
Y esta parábola no solo nos revela el inmenso corazón misericordioso de Dios, sino también el misterio del paso de Dios por la vida humana. En el momento menos pensado, uno puede escuchar la voz del dueño que le invita a ir a su viña. No importa que se haya pasado una vida sin ningún contacto con Dios. El, como administrador justo y misericordioso de sus bienes, en el momento menos esperado, aparecerá para preguntarnos: ¿Qué haces ahí parado sin hacer nada? Y tu le responderás: nadie me ha ayudado a buscar la felicidad. Entonces podrás escuchar: Ven tu también a mi viña. Un misterio no solo de amor, sino de sorpresa.
Señor, esto me hace feliz. Descubro que el único interés que tu tienes es nuestro bien, y no solo miras con amor a los que siempre están a tu alrededor, sino también y de manera muy especial, a los que están lejos de ti. Tu distribuyes tus bienes de acuerdo a la justicia divina. Qué alegría siento al haber descubierto que Tu, no eres el Dios del rencor, sino de la misericordia. Esto lo anunciaré a todas las naciones.

Pero lo más importante es
Y bien amigos, así terminamos esta breve reflexión sobre el evangelio de este Domingo.
Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro con el Señor Jesús.
Toma el evangelio en tus manos, San Mateo, Capítulo 20, versículos del 1 al 16, y trata de sentir lo que el Señor te quiere decir.
Quédate a solas con el Señor. Cuenta con nuestras oraciones.

El P. Javier San Martín sj y Cecilia Mutual agradecen muy sinceramente el haber estado con nosotros,
Y nos despedimos ¡Hasta el próximo domingo!.


http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2011/09/16/%C2%BFque-justicia-la-divina-o-la-humana/#comment-26237