¿Qué es el
"Óbolo de San Pedro"?
Donativos de los
fieles al Santo Padre que se emplean en obras misioneras, iniciativas
humanitarias y de promoción social, así como también a sostener las actividades
de la Santa Sede.
Una práctica muy
antigua que llega hasta hoy
Con el
cristianismo nace la práctica de ayudar materialmente a quienes tienen la
misión de anunciar el Evangelio, para que puedan entregarse enteramente a su
ministerio, atendiendo también a los menesterosos (cf. Hch 4,34; 11,29).
Los anglosajones,
tras su conversión, a finales del siglo VIII, se sintieron tan unidos al Obispo
de Roma que decidieron enviar de manera estable una contribución anual al Santo
Padre. Así nació el “Denarius Sancti Petri” (Limosna a San Pedro), que pronto
se difundió por los países europeos.
Ésta, como otras
costumbres semejantes, ha pasado por muchas y diversas vicisitudes a lo largo
de los siglos, hasta que fue regulada de manera orgánica por el Papa Pío IX en
la Encíclica “Saepe Venerabilis” (5 de agosto de 1871).
Esta colecta se
realiza actualmente en todo el mundo católico, en la “Jornada mundial de la
caridad del Papa”, el 29 de junio o el domingo más próximo a la solemnidad de
San Pedro y San Pablo.
El Óbolo de San
Pedro hoy
Juan Pablo II ha
indicado a comienzos de su pontificado el criterio general que inspira la
práctica del Óbolo: “La base primaria para el sostenimiento de la Sede
Apostólica está representada por los donativos que espontáneamente hacen los
católicos de todo el mundo, y eventualmente también otros hombres de buena
voluntad. Esto corresponde a la tradición que tiene origen en el Evangelio (cf.
Lc 10,7) y en las enseñanzas de los Apóstoles (cf. 1 Co 9, 11)” (Carta al
Cardenal Secretario de Estado, 20 de noviembre de 1982).
Los donativos de
los fieles al Santo Padre se emplean en obras misioneras, iniciativas
humanitarias y de promoción social, así como también a sostener las actividades
de la Santa Sede.
“Conocéis las
crecientes necesidades del apostolado, las exigencias de las comunidades
eclesiales, especialmente en tierras de misión, y las peticiones de ayuda que
llegan de poblaciones, personas y familias que se encuentran en condiciones
precarias. Muchos esperan de la Sede Apostólica un apoyo que, a menudo, no
logran encontrar en otra parte.
Desde esta
perspectiva, el Óbolo constituye una verdadera participación en la acción
evangelizadora, especialmente si se consideran el sentido y la importancia de
compartir concretamente la solicitud de la Iglesia universal”
(Alocución a los
miembros del Círculo San Pedro, 28 de febrero de 2003)
El Santo Padre,
como Pastor de toda la Iglesia, se preocupa también de las necesidades
materiales de diócesis pobres, institutos religiosos y fieles en grave penuria
(pobres, niños, ancianos, marginados, víctimas de guerras y desastres
naturales; promoción y ayuda a instrumentos de comunicación social; ayudas
particulares a Obispos o Diócesis necesitadas, educación católica, ayuda a
prófugos y emigrantes).