Refrescando el Verano del Peru

Domingo de Ramos con Maria 2018

Domingo de Ramos con Maria 2018
Domingo de palmas con Maria 2018

martes, 11 de octubre de 2011

14.10 San Juan Ogilvie SJ



San Juan Ogilvie es un patrono de la unidad cristiana. Tuvo un apasionado amor por su patria y murió intentando traerla a una plena comunión con la Iglesia católica.

Niñez y juventud

Juan Ogilvie nace en 1580 en Drum-na-Keith, condado de Banffshire, en Escocia. Es el hijo primogénito de Sir Walter Olgivie, jefe de una importante familia escocesa. Su madre es católica y permanece siempre fiel a su fe. Su padre ha pasado a la iglesia calvinista.

Juan tiene 6 años cuando María Estuardo, Reina de Escocia, muere en el patíbulo.

La infancia de Juan es semejante a la de todos los niños nobles de su tiempo. Aprende a montar a caballo, a jugar con los perros, a ir de caza con los mayores y a adiestrarse en el uso de las armas.

Estudios en el continente

A los trece años es enviado al continente a completar su formación. Sir Walter teme la influencia materna que puede llevar a Juan al catolicismo. Además Juan puede ampliar sus horizontes y adquirir una educación más vasta, rica y profunda.

A Juan no le es fácil la vida en el extranjero. Extraña, especialmente en los primeros años, a su familia, el idioma, y las costumbres de su tierra. Sin embargo, Juan no sucumbe a la nostalgia, llevado por su sed insaciable de superación. Demasiadas veces ha oído en su vida que Escocia espera grandes cosas de un Ogilvie.

La formación jesuita

Juan sigue, una tras otra, sin prisa, las distintas etapas de la formación de la Compañía de Jesús.

Después del noviciado hace los votos perpetuos de castidad, pobreza y obediencia que pronuncia el 26 de diciembre de 1601.

Los estudios de filosofía los realiza en Graz. El magisterio, en el colegio de Viena, donde trabaja además con gran éxito en la Congregación Mariana de jóvenes (hoy, Comunidades de Vida Cristiana, CVX). La teología, en Olmütz.




La muerte


Cuando lo van a buscar, Juan está de rodillas y absorto en oración. Al llegar los guardias, se pone de pie y besa al verdugo, infundiéndole ánimo. A todos les promete perdón y se deja atar las manos.


En silencio se encamina al patíbulo. Sube al cadalso, besa la horca y se arrodilla.


El juez proclama que la ejecución no se debe a cuestiones religiosas, sino a la traición hecha contra el Rey.


Entonces Juan pide al ministro Roberto Scott que se digne repetirle en voz alta los ofrecimientos que le ha hecho en el camino al cadalso.


"Yo he prometido al señor Ogilvie la mano de la hija del Arzobispo y una riquísima prebenda si abjura de su religión", dice el ministro.


Juan insiste: "¿Querríais repetir esto, de modo que la gente pueda oírlo?"

“Cierto que sí", le asegura el ministro. Y volviéndose hacia el gentío, grita: "Prometo al Señor Juan Ogilvie la vida, la hija del Arzobispo, y una rica prebenda, con tal de que se pase a nosotros".

"¿Lo oyen?", pregunta Juan. ¿Lo atestiguarán cuando se presente la ocasión?".

"Lo oímos", grita la gente. "Atestiguaremos. Bajad, señor Ogilvie, bajad".

John Browne y los católicos quedan consternados, pensando que el P. John Ogilvie está cediendo.

"Los católicos empezamos a temblar y los herejes se regocijaron".

"¿No habrá peligro que más tarde yo sea considerado como un reo de alta traición?", grita Ogilvie.

"Ninguno", clama a su vez, el gentío congregado en la plaza del mercado.


"Entonces, ¿sólo por causa de la religión se me ha traído aquí como a un criminal?, dice nuevamente Juan.

"Sólo por eso", es el grito de respuesta.


"Muy bien", dice Juan triunfante. "Queda, pues, claro que se me condena sólo por causa de la religión. Y por ella, estoy dispuesto a dar cien vidas, y a darlas libremente, lleno de alegría. Jamás me arrancarán de mi religión".

Un grito de alegría se escapa de todos los labios de los católicos, que es casi ahogado por los alaridos de los protestantes.


El juez da la orden de ejecución. Juan sube por la escalera de la horca. Le ponen la cuerda al cuello.

Entonces se vuelve a la multitud y pide a los católicos que rueguen por él. Por último, todavía de pie, dice: "María, madre de la gracia, ruega por mí". "Todos los ángeles, rueguen por mí". "Todos los santos y santas de Dios, rueguen por mí".

De inmediato el verdugo retira la escalera y lo deja pendiente en el vacío. Es el 10 de marzo de 1615.



Algo ocurre en la plaza. La multitud está ahora en silencio. Hace un momento gritaban hasta el cansancio. Pero ahora todos están avergonzados.


Cuando el verdugo quiere continuar con la sentencia, el griterío de protesta es ahora enorme. No se puede seguir. Las autoridades suspenden todo el resto.


Entero, sin decapitarlo o partirlo en pedazos, el cuerpo es echado a la fosa común.

La glorificación

San John Ogilvie es canonizado el 17 de octubre de 1976. Es el Mártir del Primado Romano.

http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2011/10/san-juan-ogilvie-sj.html