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Domingo de Ramos con Maria 2018

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sábado, 8 de diciembre de 2012

Homilia del II Domingo de Adviento 2012 - C

 



Pequeños gestos de amor hacen camino

Segundo Domingo de Adviento, “C”

 ¿ Has visitado el desierto de tu corazon ?

San Lucas 3, 1 al 6.

Domingo 09 de diciembre 2012


Estimados amigos:
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy la Iglesia celebra el SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO del CICLO C, y presenta para nuestra reflexión y comentario un pasaje del evangelista Lucas:

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“Vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados”.

La palabra de Dios vino en el desierto y allí un hombre de Dios la estaba esperando. Pero, ¿Por qué vino en el desierto? ¿No hubiera sido mejor que viniera en medio del mundo y sus problemas? ¿Por qué no, tal vez, en alguna de las cámaras gobernativas en donde los políticos se hacen lenguas para demostrar al mundo que ellos sí pueden cambiarlo? ¿Por qué no tal vez en una de las aulas universitarias en donde con gran elocuencia se presentan las teorías de los proyectos transformadores de la realidad socio-política de nuestros países?, ¿Por qué no, incluso, en alguno de los púlpitos eclesiales en donde en medio de campanas se predican las bases de la fe y la moral, las cuales muchas veces no se viven ni por el mismo predicador? No, no fue en ninguno de estos sitios en donde vino la palabra de Dios, sino que Él habló en el desierto.
Sí, porque allí están los hombres y mujeres que han hecho silencio y han abierto su corazón a la espera del amado. Es allí, y solo allí a donde puede venir la palabra de Dios. En otros ambientes nadie la escucha porque la gente esta absorta con tantas cosas, la televisión, las diversiones, los bares, los restaurantes, las palabras que llenan el mundo, deleitándose en los cines, en los teatros, en los estadios, en los espectáculos, y haciendo tantas y tantas cosas y escuchando tantas interferencias que materialmente es imposible escuchar la voz que viene del más allá.
Y esta fue la experiencia que vivió Juan, hijo de Zacarías. El dejó el ruido del mundo y se fue al desierto, en donde le era más factible hacer desierto en su corazón para poder captar los mensajes que llegaban de Dios. El bien intuía que son muchos los mensajes que salen del corazón de Dios pero que se pierden en el bullicio del mundo, porque el hombre no esta atento a ellos. El hombre solo quiere acercarse a Dios para que Él le escuche su problemática, su angustia, su dificultad. El hombre quiere que Dios venga a su realidad existencial para liberarlo de los dolores del camino, pero no le interesa escuchar lo que Dios le quiera hablar. Y en este sentido, podemos bien decir, que Dios es inútil, ya que no puede ser utilizado al antojo y voluntad del hombre. Es por eso, que el ejemplo que hoy nos da Juan el Bautista es de agradecer. Él tuvo la valentía de dejar su ambiente, su familia, y no escuchar los gritos de su propia voluntad, sino que se fue al desierto, a su desierto. No tuvo miedo al silencio, a la soledad, y supo esperar con paciencia a la palabra de Dios, que uno no sabe nunca cuándo y cómo hablará.
Y así como Juan el Bautista, hay, a Dios gracias, tantos otros que han logrado, igualmente, hacer desierto en sus vidas, en un silencio interno de escucha, de atención, y de paciencia. El encuentro con Dios requiere, pues, un lugar adecuado y una actitud de desierto. Felices los que logran hacer desierto en sus vidas, para recibir en ese santuario de silencio, de espera y amor, las señales que vienen de Dios.
Sin embargo, estimados amigos, el encuentro con Dios no termina simplemente allí en el encuentro. No es una simple conversación que terminada, termina todo. La palabra de Dios que viene en el desierto al corazón del hombre no es estéril sino que impulsa a realizar una tarea. En efecto, vemos cómo la palabra de Dios que Juan recibió en el desierto, le impulsó a recorrer toda la región del Jordán para predicar un bautismo de conversión, y así, realizó en ese lugar la gran tarea de su vida, que le daría hasta el nombre: Juan el Bautista.
Y esta tarea que Juan realizó de predicar el bautismo, fue una acción concreta dentro del plan de salvación de Dios. De igual forma podemos ver con gran alegría, cuántas son las obras que han surgido en la Iglesia como fruto de la escucha de la palabra de Dios en el silencio del desierto del corazón. Es allí en donde muchos hombres han comprendido qué parte Dios quiere que tengamos en su proyecto de salvación de la humanidad. ¡Y cómo se siente la fuerza de la gracia de Dios cuando ha sido Dios quien ha impulsado a realizar una determinada acción! Y ¡Cuántas obras para la mayor gloria de Dios no se realizan porque nadie esta a la escucha de esa palabra de Dios que habla en el desierto! Necesitamos, pues, gente como Juan el Bautista, y como tantos otros Juan Bautistas, a través de la historia, que hicieron desierto y allí estuvieron atentos a los mensajes de Dios que Él envió a la humanidad.

Y ahora viene lo más importante

Y, bien amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical. Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma pues, el evangelio en tus manos y escucha a través de él, lo que el Señor te quiere comunicar: San Lucas, Capítulo 3, versículos del 1 al 6.
El Padre Javier San Martín agradece muy sinceramente tu presencia, y me despido hasta el próximo domingo.

 
Otro camino es posible
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