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sábado, 30 de abril de 2011

Homilia II Domingo de Pascua Resurrecccion 2011


Que el aliento de tu Espíritu nos alegre y nos eleve

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA,- A
Escrito por el P. Javier San Martin SJ
Mateo 3, 1 al 12.
1º DE MAYO 2011
Un cordial saludo a todos nuestros amables oyentes. Gracias por dejarnos entrar una vez más en su hogar. Que la PAZ del Señor sea contigo.


Hoy, celebramos el SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA.
19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos se reunían por miedo a los judíos, Jesús entró, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡Paz a ustedes!” 20 Habiendo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: “¡Paz a ustedes! Como me ha enviado el Padre, así también yo los envío a ustedes.”


22 Habiendo dicho esto, sopló y les dijo:
“Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedaran perdonados; y a quienes no se los perdonen, quedarán sin perdonar.”
Era un momento difícil para los apóstoles amigos de Jesús, acababan de perder al Maestro, a su guía y eran perseguidos por su causa. Tenían sí la esperanza de que Él volviera como había prometido pero no tenían ningún tipo de certeza, sabían solamente cuanto les había contado María Magdalena. Y en medio de esta situación de dudas, temor y desamparo escucharon la voz del Amigo que no los abandona nunca y les da además un regalo: su propio Espíritu y una vez más, su confianza en ellos.
Qué alegría deben haber sentido, Señor, tus discípulos cuando te vieron! El mismo regocijo que habría sentido yo al comprobar, que de verdad, habías vuelto y no nos habías abandonado para siempre…Pero tengo que confesarte que un poco me avergüenzo, porque, como tus discípulos, hubiera tenido mis dudas con respecto a tu retorno. Pero Tu como siempre nos sorprendes: no solo has dado tu vida por nosotros, sino que has demostrado a tus discípulos tu confianza en ellos una vez más, enviándolos en Tu Nombre y dándoles tu propio Espíritu y la capacidad de perdonar a sus iguales. Yo me pregunto: ¿Qué tenían ellos de especial para que Tu les dieras tanto? Ellos como yo eran personas simples, imperfectas y no habían percibido completamente tu mensaje: “que Tu volverías para darnos nueva vida”.Y qué tengo yo, Señor, de especial, para que a pesar de mis debilidades y mis faltas Tu no me abandones nunca?
24 Pero Tomás, llamado el Gemelo, uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Entonces los otros discípulos le decían:
-¡Hemos visto al Señor!
Pero él les dijo:
-Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo ellas y mi mano en su costado, no creeré jamás.
Los once apóstoles que habían visto al Señor trataron de transmitir a Tomás el júbilo por el reencuentro con el Maestro. Pero todo fue inútil: de todos los amigos de Jesús, Tomas era quién necesitaba aún más pruebas para creer.
Cuántas veces, Señor, me siento como Tomás! Necesito de tu parte pruebas concretas, demostraciones palpables de que Tú realmente estas conmigo, orientándome en mis decisiones, protegiéndome de los peligros, dándome la fuerza para seguir adelante en el camino de la vida.
Y después pienso: ¡Qué mezquinos somos Señor! Cuántas condiciones ponemos a tu amor infinito! Hasta que un día nos sorprendes de nuevo con tu generosidad y comprensión y me doy cuenta, que tus vías son infinitas, no soy yo a decidir cuándo y cómo, Tu sabes qué es lo mejor para mí.






26 Ocho días después sus discípulos estaban adentro otra vez, y Tomás estaba con ellos. Y aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró, se puso en medio y dijo:
-¡Paz a ustedes!
27 Luego dijo a Tomás:
-Mete aquí tu dedo y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo, ¡cree!
28 Entonces Tomás respondió y le dijo:
-¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto, has creído? ¡Bienaventurados los que no ven y creen!
Una vez más los amigos de Jesús se reunieron como de costumbre, esta vez Tomás fue afortunado: Jesús los sorprendió con su llegada y le dio la fe que había perdido.
30 Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.
“No seas incrédulo!” -dijiste a Tomás- “Cree”…Tus palabras me resuenan en mi cabeza y me siento pobre, limitada. Creer, creer en algo que no podemos ver, que no podemos abrazar, que no siempre logramos sentir. Qué difícil es ser tu amigo! Y qué inalcanzable tu inmensa generosidad para con nosotros! Pero finalmente te puedo decir:
Que creo en Ti, creo sin verte, sin necesidad de signos milagrosos, creo porque te has bajado a mi mismo nivel y como a Tomás, me has dado una oportunidad y así has demostrado que eres un verdadero amigo.



Pero lo más importante es
Y bien amigos, así terminamos la primera parte de nuestra cita dominical. Pero ahora viene la segunda que es la más importante. Toma el texto del evangelio en tus manos, y trata de sentir lo que el mismo Señor Jesús te quiere decir.
Recuerda, Evangelio de San Juan, Capítulo 20, versículos del 19 al 31. Cecilia Mutual y Javier San Martín agradecemos muy sinceramente tu compañía, y te dejamos ahora a solas con el Señor.
Cuenta con nuestras oraciones, y… ¡hasta el próximo domingo!

Escrito por el Padre Javier San Martin SJ