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sábado, 22 de enero de 2011

22.01 San Vicente Martir


Sábado 22 de Enero de 2011
El Arzobispo de Valencia exhorta a los cristianos a vivir con la "coherencia y valentía" de San Vicente Mártir
Durante la misa por San Vicente en la Catedral de Valencia



VALENCIA, 22 ENE. (AVAN) .- El arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, ha exhortado hoy a los fieles valencianos a ser “testigos valientes y coherentes” de Jesucristo en medio del mundo como lo fue San Vicente Mártir.

“Han pasado los tiempos en que todos eran cristianos y no hacía falta decirlo; hoy es necesario decir, expresar, manifestar y vivir nuestra condición de cristianos”, ha insistido el prelado durante la homilía que ha pronunciado en la Catedral de Valencia con motivo de la solemnidad de San Vicente Mártir, patrono de la archidiócesis de Valencia y de la capital valenciana.

Monseñor Osoro ha destacado que “hoy no vale suponer que los demás saben que somos cristianos”, sino que “es necesario que lo digamos, quizá también con nuestros defectos, pecados y deficiencias, pero sin avergonzarnos de decir que somos discípulos de Jesucristo y miembros de la Iglesia”.

Asimismo, el Arzobispo ha mostrado su admiración por la figura del santo patrón de la archidiócesis de Valencia y de todos los mártires, en especial los del siglo XX. “Es impresionante ver la vida de San Vicente y de tantos mártires de aquí, de nuestra tierra que, incluso hace muy poco tiempo, fueron capaces de dar la vida por Jesucristo”, ha dicho el prelado, quien ha precisado que “no les movió otro interés más que permanecer en medio del mundo como testigos cualificados de Nuestro Señor Jesucristo”.

Durante la homilía, monseñor Osoro ha distinguido tres facetas que hicieron del diácono Vicente “testigo del Señor” y que son “válidas también hoy para nosotros”. Así, en primer lugar ha subrayado que para ser testigos hay que estar en “comunión plena con Jesucristo”, mediante la oración, el silencio, la contemplación y la serenidad. “San Vicente fue capaz de dar la vida por Cristo porque vivió esta relación profunda con él”, ha añadido.

En segundo lugar, para ser testigo en el mundo de hoy “hay que hacer las cosas de Cristo: actuar, pensar, hablar y orar como Jesucristo” y, para ello, “es fundamental escuchar la Palabra y dejarnos orientar por ella, para que nos diga cuál es nuestro camino”.

Por último monseñor Osoro ha subrayado que en el momento actual es “particularmente importante” testificar a Jesucristo en medio del mundo. “La nueva evangelización se ha llevar a cabo con ardor, método y expresión” , ha insistido.

Patrono de la diócesis de Valencia

Después de la comunión, la imagen de madera plateada de San Vicente Mártir, obra del escultor valenciano del siglo XVIII José Esteve Bonet, ha sido trasladada en procesión por la plaza de la Reina, siguiendo por la calle del Mar, Avellanas, plaza del Arzobispo y plaza de la Almoina para regresar a la Catedral, donde ha concluido la misa, en la que también ha intervenido la Coral Catedralicia.

En la solemne eucaristía, que ha concelebrado el Arzobispo con el cabildo y otros sacerdotes, han participado la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, acompañada por concejales de su equipo de gobierno, así como el rector de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”, José Alfredo Peris, que ha leído la segunda lectura de la misa. También han participado autoridades militares y representantes de todas las instituciones y asociaciones vicentinas de Valencia, que han acompañado luego la procesión, en la que también han tomado parte, al igual que en la eucaristía, los diáconos permanentes.

http://www.archivalencia.org/



San Vicente, Diácono y Mártir (+304)
Vicente significa vencedor en el combate de la fe y la Iglesia lo festeja el 22 de enero

Vicente, el Victorioso, es uno de los tres grandes diáconos que dieron su vida por Cristo. Junto con Lorenzo y Esteban—Corona, Laurel y Victoria—forma el más insigne triunvirato. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta entre sus manos la palma inmarcesible de los mártires invictos.

Este mártir celebérrimo en toda la Cristiandad, encontró su panegirista en San Agustín, San León Magno y San Ambrosio. Y tuvo su cantor en su compatriota Prudencio, que dedicó el himno V de su Peristephanon al "levita de la tribu sagrada, insigne columna del templo místico".

Vicente descendía de una familia consular de Huesca, y su madre, según algunos, era hermana del mártir San Lorenzo. Estudió la carrera eclesiástica en Zaragoza, al lado del obispo Valero. "Nuestro Vicente", cantará Prudencio, vindicando esta gloria para Zaragoza, la ciudad de España que tuvo más mártires. San Valero, que tenía poca facilidad de expresión, le nombró Arcediano o primer Diácono, para suplirle en la sagrada cátedra.

Estamos a principios del siglo IV, en la décima y más cruel persecución contra la Iglesia, decretada por Diocleciano y aplicada en España por Daciano. Las cárceles, que estaban reservadas antes para los delincuentes comunes, pronto se llenaron de obispos, presbíteros y diáconos, escribe Eusebio de Cesarea. Era la táctica seguida fielmente por Daciano.

Al pasar Daciano por Barcelona, sacrifica a San Cucufate y a la niña Santa Eulalia. Cuando llega a Zaragoza, manda detener al obispo y a su diácono, Valero y Vicente, y trasladarlos a Valencia. Allí se celebró el primer interrogatorio. Vicente responde por los dos, intrépido y con palabra ardiente. Daciano se irrita, manda al destierro a Valero, y Vicente es sometido a la tortura del potro. Su cuerpo es desgarrado con uñas metálicas.

Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a la abjuración. Vicente rechazaba indignado tales ofrecimientos. El poeta de "Las Coronas" pone en boca del mártir palabras de sublime estoicismo cristiano: "Te engañas, hombre cruel, si crees afligirme al destrozar mi cuerpo. Hay alguien dentro de mí que nadie puede violar: un ser libre, sereno. Tú intentas destruir un vaso de arcilla, destinado a romperse, pero en vano te esforzarás por tocar lo que está dentro, que sólo está sujeto a Dios".

Daciano, desconcertado y humillado ante aquella actitud, le ofrece el perdón si le entrega los libros sagrados. Pero la valentía del mártir es inexpugnable. Exasperado de nuevo el Prefecto, mandó aplicarle el supremo tormento, colocarlo sobre un lecho de hierro incandescente. Nada puede quebrantar la fortaleza del mártir que, recordando a su paisano San Lorenzo, sufre el tormento sin quejarse y bromeando entre las llamas.

Lo arrojan entonces a un calabozo siniestro, oscuro y fétido "un lugar más negro que las mismas tinieblas", dice Prudencio. Luego presenta el poeta un coro de ángeles que vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores, y alegran las tinieblas con sus armonías. Hasta el carcelero, conmovido, se convierte y confiesa a Cristo.

Daciano manda curar al mártir para someterlo de nuevo a los tormentos. Los cristianos se aprestan a curarlo. Pero apenas colocado en mullido lecho, como él había vaticinado, queda defraudado el tirano pues el espíritu vencedor de Vicente vuela al paraíso. Era el mes de enero del 304. Ordena Daciano mutilar el cuerpo y arrojarlo al mar. Pero más piadosas las olas, lo devuelven a tierra para proclamar ante el mundo el triunfo de Vicente el Invicto. Su culto se extendió mucho por toda la cristiandad.
San Vicente es patrón de Portugal, de la ciudad de Valencia (España) y de la ciudad de Vicenza (Italia).