"Mi
encuentro con el Papa".
Desde
#Cuba escribe el jesuita peruano Víctor Hugo Miranda para la columna Religión y
Vida (Diario La República).
26.09.2015
En
esta misma columna ya he escrito dos veces sobre el papa Francisco. Ahora me
animo a hacerlo de nuevo, pero de modo testimonial, dando cuenta de lo que ha
significado conocerlo en persona, darle la mano, intercambiar un par de frases
con él, y escucharlo hablar a la gente joven de Cuba. El domingo 20 de
setiembre por la mañana tuvo la Eucaristía en la Plaza de la Revolución en La
Habana, a la que llegó una hora antes para saludar a la gente y bendecir a los
enfermos. En la tarde se reunió con el clero y los religiosos y al final del
día se encontró con miles de jóvenes y los instó a soñar en grande, a no perder
la esperanza, y a no caminar solos, sino siempre al lado de otros en la
construcción de sus sueños, a que sean artífices de paz y de amistad en un
mundo marcado por la violencia y la guerra.
Pero
a media tarde, el Papa se salió del protocolo, como lo ha hecho en otros
viajes, para saludar a sus compañeros jesuitas. Aunque no teníamos ninguna
confirmación ni seguridad de que así sucedería, un grupo de jesuitas nos
juntamos en la Iglesia del Sagrado Corazón y San Ignacio. Y allí, cuando volvía
del encuentro con Raúl Castro, el Papa interrumpió su recorrido para detenerse
en la Iglesia jesuita de La Habana. Y ello me permitió ver en carne propia
aquello que tantas veces he escuchado decir de él: que transmite paz, que es
accesible, que tiene sentido del humor. Desde que se detuvo frente a la
iglesia, no dejó de saludar a todos los que se congregaron allí para darle la
bienvenida. Luego accedió a tomarse una foto con todos los jesuitas que
estábamos esperándolo allí. Y además se dio el tiempo de darnos la mano a cada
uno. A mí me tocó saludarlo dos veces y hasta de intercambiar un par de
palabras con él. Se emocionó al saber que algunos de los que estábamos allí
éramos un grupo de jesuitas en formación. Bromeó con nosotros y se despidió,
pidiéndonos que “recemos por él”, de modo sencillo y familiar. El hombre que
dirige los destinos de la Iglesia Católica en el mundo entero se mostró delante
de nosotros como un hombre alegre, con la sonrisa en el rostro, de saludo
cariñoso y cercano, un verdadero pastor de la Iglesia, un verdadero hombre de
Dios.
Víctor
Hugo Miranda, SJ