DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO AL FINAL DEL SÍNODO
SOBRE LA FAMILIA
octubre 2014
octubre 2014
Compartimos con ustedes la traducción del
italiano hecha por Guillermo Ortiz SJ y Renato Martinez para news.va.es del
discurso que el Santo Padre dio al finalizar el Sínodo de Obispos sobre la
familia.
Texto completo de las palabras del Papa:
«Queridos: Eminencias, Beatitudes, Excelencias,
hermanos y hermanas:
¡Con un corazón lleno de reconocimiento y de
gratitud quiero agradecer junto a ustedes al Señor que nos ha acompañado y nos
ha guiado en los días pasados, con la luz del Espíritu Santo!
Agradezco de corazón a S. E. Card. Lorenzo
Baldisseri, Secretario General del Sínodo, S. E. Mons. Fabio Fabene,
Sub-secretario, y con ellos agradezco al Relator S. E. Card. Peter Erdő y el
Secretario Especial S. E. Mons. Bruno Forte, a los tres Presidentes delegados,
los escritores, los consultores, los traductores, y todos aquellos que han
trabajado con verdadera fidelidad y dedicación total a la Iglesia y sin
descanso: ¡gracias de corazón!
Agradezco igualmente a todos ustedes, queridos
Padres Sinodales, Delegados fraternos, Auditores, Auditoras y Asesores por su
participación activa y fructuosa. Los llevaré en las oraciones, pidiendo al
Señor los recompense con la abundancia de sus dones y de su gracia.
Puedo decir serenamente que – con un espíritu de
colegialidad y de sinodalidad – hemos vivido verdaderamente una experiencia de
"sínodo", un recorrido solidario, un "camino juntos".
Y siendo “un camino" – como todo camino –
hubo momentos de carrera veloz, casi de querer vencer el tiempo y alcanzar
rápidamente la meta; otros momentos de fatiga, casi hasta de querer decir
basta; otros momentos de entusiasmo y de ardor. Momentos de profunda
consolación, escuchando el testimonio de pastores verdaderos (Cf. Jn. 10 y
Cann. 375, 386, 387) que llevan en el corazón sabiamente, las alegrías y las
lágrimas de sus fieles.
Momentos de gracia y de consuelo, escuchando los
testimonios de las familias que han participado del Sínodo y han compartido con
nosotros la belleza y la alegría de su vida matrimonial. Un camino donde el más
fuerte se ha sentido en el deber de ayudar al menos fuerte, donde el más
experto se ha prestado a servir a los otros, también a través del debate. Y
porque es un camino de hombres, también hubo momentos de desolación, de tensión
y de tentación, de las cuales se podría mencionar alguna posibilidad:
- La tentación del endurecimiento hostil, esto
es, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender
por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro
de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y
alcanzar. Es la tentación de los celantes, de los escrupulosos, de los
apresurados, de los así llamados "tradicionalistas" y también de los
intelectualistas.
- La tentación del “buenismo” destructivo, que a
nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y
medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la
tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así
llamados “progresistas y liberalistas”.
- La tentación de transformar la piedra en pan
para romper el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de
transformar el pan en piedra , y tirarla contra los pecadores, los débiles y
los enfermos (Cf. Jn 8,7), de transformarla en “fardos insoportables” (Lc
10,27).
- La tentación de descender de la cruz, para
contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de
ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de
Dios.
- La Tentación de descuidar el “depositum fidei”,
considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la
tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un
lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada.
Queridos hermanos y hermanas, las tentaciones no
nos deben ni asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar, porque ningún
discípulo es más grande de su maestro; por lo tanto si Jesús fue tentado – y
además llamado Belcebú (Cf. Mt 12,24) – sus discípulos no deben esperarse un
tratamiento mejor.
Personalmente, me hubiera preocupado mucho y
entristecido si no hubiera habido estas tenciones y estas discusiones animadas;
este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio (EE, 6) si todos
hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz.
En cambio, he visto y escuchado – con alegría y
reconocimiento – discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y
doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresía. Y he sentido que
ha sido puesto delante de sus ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la
“suprema lex”: la “salus animarum” (Cf. Can. 1752).
Y esto siempre sin poner jamás en discusión la
verdad fundamental del Sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la
unidad, la fidelidad y la procreatividad, o sea la apertura a la vida (Cf.
Cann. 1055, 1056 y Gaudium et Spes, 48).
Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre
fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de aremangarse las manos para
derramar el aceite y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc
10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y
clasificar a las personas.
Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y
compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la
verdadera esposa de Cristo, que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es
la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los
publicanos (Cf. Lc 15).
La Iglesia que tiene las puertas abiertas para
recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo a los justos o aquellos
que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no
finge de no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo
y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo
con su Esposo, en la Jerusalén celeste.
¡Esta es la Iglesia, nuestra Madre! Y cuando la
Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede
equivocarse: es la belleza y la fuerza del 'sensus fidei', de aquel sentido
sobrenatural de la fe, que viene dado por el Espíritu Santo para que, juntos,
podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en
nuestra vida, y esto no debe ser visto como motivo de confusión y malestar.
Tantos comentadores han imaginado ver una Iglesia
en litigio donde una parte está contra la otra, dudando hasta del Espíritu
Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la
Iglesia. El Espíritu Santo, que a lo largo de la historia ha conducido siempre
la barca, a través de sus Ministros, también cuando el mar era contrario y
agitado y los Ministros infieles y pecadores.
Y, como he osado decirles al inicio, era
necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el
sínodo se desarrolla 'cum Petro et sub Petro', y la presencia del Papa es
garantía para todos.
Por lo tanto, la tarea del Papa es garantizar la
unidad de la Iglesia; recordar a los fieles su deber de seguir fielmente el
Evangelio de Cristo; recordar a los pastores que su primer deber es nutrir a la
grey que el Señor les ha confiado y salir a buscar – con paternidad y
misericordia y sin falsos miedos – a la oveja perdida.
Su tarea es recordar a todos que la autoridad en
la Iglesia es servicio (Cf. Mc 9,33-35), como ha explicado con claridad el Papa
emérito Benedicto XVI con palabras que cito textualmente: “La Iglesia está
llamada y se empeña en ejercitar este tipo de autoridad que es servicio, y la
ejercita no a título propio, sino en el nombre de Jesucristo… a través de los
Pastores de la Iglesia, de hecho, Cristo apacienta a su grey: es Él quien la
guía, la protege y la corrige, porque la ama profundamente".
"Pero el Señor Jesús, Pastor supremo de
nuestras almas, ha querido que el Colegio Apostólico, hoy los Obispos, en
comunión con el Sucesor de Pedro … participaran en este misión suya de cuidar
al pueblo de Dios, de ser educadores de la fe, orientando, animando y
sosteniendo a la comunidad cristiana, o como dice el Concilio, 'cuidando sobre
todo que cada uno de los fieles sean guiados en el Espíritu santo a vivir según
el Evangelio su propia vocación, a practicar una caridad sincera y operosa y a
ejercitar aquella libertad con la que Cristo nos ha librado' (Presbyterorum
Ordinis, 6)"
… "Y a través de nosotros – continua el Papa
Benedicto – el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia, las guía.
San Agustín en su Comentario al Evangelio de San Juan dice: 'Sea por lo tanto
un empeño de amor apacentar la grey del Señor' (123,5); esta es la suprema
norma de conducta de los ministros de Dios, un amor incondicional, como el del
buen Pastor, lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y
premuroso con los lejanos (Cf. S. Agustín, Discurso 340, 1; Discurso 46,15),
delicado con los más débiles, los pequeños, los simples, los pecadores, para
manifestar la infinita misericordia de Dios con las confortantes de la
esperanza (Cf. Id., Carta 95,1)” (Benedicto XVI Audiencia General, miércoles,
26 de mayo de 2010).
Por lo tanto, la Iglesia es de Cristo – es su esposa
– y todos los Obispos del Sucesor de Pedro tienen la tarea y el deber de
custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en
este contexto no es el señor supremo, sino más bien el supremo servidor – “Il
servus servorum Dei”; el garante de la obediencia , de la conformidad de la
Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición de la
Iglesia, dejando de lado todo arbitrio personal, siendo también – por voluntad
de Cristo mismo – “el Pastor y Doctor supremo de todos los fieles” (Can. 749) y
gozando “de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal
de la iglesia” (Cf. Cann. 331-334).
Queridos hermanos y hermanas, ahora todavía
tenemos un año para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas
propuestas, y para encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e
innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a
tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias; un año para trabajar
sobre la “Relatio Synodi”, que es el resumen fiel y claro de todo lo que fue
dicho y discutido en este aula y en los círculos menores.
¡El Señor nos acompañe y nos guíe en este
recorrido para gloria de Su Nombre con la intercesión de la Virgen María y de
San José! ¡Y por favor no se olviden de rezar por mí!».