El Papa, el Sínodo y esos jóvenes
que ya no se casan
La disminución de los matrimonios
por la Iglesia es una realidad que parece haber desaparecido de los debates de
estos últimos días. Francisco habló al respecto en una entrevista
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
Papa Francisco no olvida a los
jóvenes. Y tiene en mente a todos esos, muchísimos, que prefieren convivir en
lugar de casarse. Lo dijo en referencia al Sínodo sobre la familia en un
diálogo con Joaquín Morales Solá, publicado ayer por el periódico argentino “La
Nación”. «La familia es un elemento tan precioso, tan importante para la
sociedad y para la Iglesia… Ha habido mucho énfasis sobre la cuestión de los
divorciados. Un aspecto que, sin duda, será discutido. Pero, para mí, otro
problema también importante son las nuevas costumbres de los jóvenes. Los
jóvenes no se casan. Es la cultura de esta nuestra época. Así, muchos jóvenes
prefieren convivir sin casarse. ¿Qué debería hacer la Iglesia? ¿Expulsarlos de
su seno? ¿O, en cambio, acercarse a ellos, comprenderlos y tratar de llevarles
la Palabra de Dios? Yo estoy por esta última posición».
Lo que parece haber desaparecido
de ciertos debates que se han llevado a cabo en estas últimas semanas sobre la
indisolubilidad del matrimonio (que ninguno de los padres sinodales pretende
poner en duda) es la realidad de la disminución drásatica de los matrimonios
por la Iglesia. En Milán, por citar un ejemplo, en los primeros meses de este
año, de los 1.329 matrimonios que hubo, uno de cada tres se celebró con una
ceremonia religiosa (374), mientras poco menos de mil parejas (955) se casaron
por lo civil. En uno de cada cuatro casos, uno de los cónyuges había tenido una
experiencia de matrimonio anterior. La edad promedio de los que se casan es muy
alta: 37 años para los hombres y 33 para las mujeres, contra los 32 y 29 años
de 1991. En la ciudad de Milán son solteros son más del doble que las parejas.
Es evidente que frente a este
fenómeno, detenerse a condenar, a rememorar los tiempos pasados o a puntualizar
cuestiones doctrinales no es suficiente; se corre incluso el riesgo de llegar a
ser contraproducente. La Iglesia no puede no tomar en consideración los
procesos que se han desarrollado durante los últimos cuarenta años, limitándose
a acusar la cultura de nuestros días sin preguntarse por qué se han vuelto tan
frágil la capacidad para ofrecer el testimonio de la belleza de la familia.
En la homilía de ayer, Bergoglio
recordó que «los malos pastores cargan sobre los hombros de la gente pesos
insoportables», que no deberían llevar. Su perspectiva sobre el Sínodo es la de
una mirada atenta y compasiva sobre la experiencia real de las familias, incluso
de las familias heridas o “irregulares”. Evangelizar significa ser capaces de
acoger, de estar cerca y de comprender. Una actitud que viene antes de la lista
de las reglas y de los preceptos. En este sentido, Francisco no tiene como
objetivo cambiar la doctrina de la indisolubilidad, sino pide a toda la Iglesia
que cambie su mirada, para que esté más atenta a las experiencias de las
personas y para tener más serenidad a la hora de anunciar el Evangelio de la
misericordia.
En la entrevista con “La Nación”,
el Papa respondió también a una pregunta sobre el libro de los cinco cardenales
que se oponen a la propuesta de Kasper sobre los sacramentos a los divorciados
que han contraído nuevas nupcias: «No me ha preocupado. Todos llevarán un
aporte».
También lea: