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martes, 1 de noviembre de 2011

02.11 “Es bueno y saludable orar por los difuntos".


Conmemoración de los Fieles Difuntos

Aurelio García Macías explicó que hay que distinguir entre los días 1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos, y 2 de noviembre, conmemoración de los Fieles Difuntos. Así, precisó que, la primera fiesta celebra a todos los santos conocidos y anónimos que siguieron a Cristo hasta el final, y supone un día de "gozo y alegría" simbolizado en el color blanco de la liturgia.
Mientras tanto, apuntó que la segunda festividad conmemora a todos los bautizados en Cristo, miembros de la Iglesia que han muerto y, por tanto, es un día de "austeridad y oración" para el recuerdo de los difuntos queridos.
De esta forma, señaló que es realmente el día 2 el reservado a la memoria de los difuntos y el día que habría que visitar los cementerios, pero que, al ser el Día de Todos los Santos fiesta no laborable, se aprovecha para visitar las tumbas.
No obstante, alertó que la fiesta de Todos los Santos se está "extrapolando en aspectos materiales" como por ejemplo "las flores y los adornos en las tumbas" y ha lamentado que se está perdiendo un poco su "referencia cristiana" que es "la oración por los difuntos".
En cuanto a la historia de este Día de Todos los Santos, García Macías ha concretado que la fiesta es "muy antigua" y se remonta al siglo VIII en las antiguas Galias. Después, según ha indicado, se extendió entre los monjes benedictinos para conmemorar a los fieles difuntos.
Aurelio García Macías, es el consultor de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el Vaticano y presidente de la Asociación de Profesores de Liturgia.
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Conmemoración de los Fieles Difuntos
Esta fiesta responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma.

La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación; y para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos.

Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".
Estos actos de piedad son constantemente alentados por la Iglesia.

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