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viernes, 29 de octubre de 2010

Homilia Domingo XXXI - C

Zaqueo, prepárame alojamiento en tu casa, que hoy quiero hospedarme contigo


¿Estas dispuesto a dar una parte de tus bienes a los pobres?
Escrito por: Padre Javier San Martín SJ

DOMINGO XXXI - “C”
31 de octubre 2010
Lucas 19, 1- 10

ESTIMADOS AMIGOS:

Bienvenidos a nuestro encuentro en el Día del Señor. Hoy la Iglesia celebra el domingo 31° del tiempo ordinario. Jesús se acercaba a la ciudad de Jericó. Enterados sus habitantes, todos empiezan a salir al camino por donde iba a pasar el famoso Profeta de Nazaret. El camino esta bordeado de vegetación exube¬rante, casi tropical, con ricos árboles frutales y palmeras frondosas.
Jericó es una ciudad fronteriza muy importante, de mucho comercio, rica, y buena contribuyente. Es por esto el paraíso de los publicanos, los aprovechados cobradores de los impuestos.
Entre los curiosos que salían a recibir a Jesús, había uno muy especial. Era un tal Zaqueo, jefe, nada menos, que de los publicanos. Pero, como era pequeño de estatura, no lograba ver nada entre aquella multitud, por lo que se le ocurrió encaramarse a un árbol. Se sentó a horcajadas en sus ramas, y desde allí, vio llegar al Maestro de Nazaret. La turba avanzaba junto con Jesús, y cuando vieron a Zaqueo, empezaron a comentar:
¡Mira, es Zaqueo, el publicano!…. Él era reconocido como uno de los publicanos que más extorsionaba al pueblo sacándole impuestos excesivos. Pero Jesús, al pasar por donde él estaba, alzó la mirada, y en voz alta le dijo:
- “Zaqueo, prepárame alojamiento en tu casa, que hoy quiero hospedarme contigo.
Esto era lo más inesperado que uno podría imaginar. Zaqueo, al escuchar esto, de un salto bajó y se fue a preparar el alojamiento y un banquete digno de huésped tan ilustre. Los fariseos, mientras tanto, con lenguas afiladas, dirían:
- ¡Habrase visto! ¡Este que se dice profeta, auto invitándose a la mesa del mayor pecador de la ciudad, y comiendo tan feliz con todos los pecadores!…


Ha llegado la salvación a tu casa (ábrele la puerta)


En efecto, el escándalo no podía ser mayor. Pero cuando todos estaban comiendo alegres, y Jesús más que ninguno, Zaqueo se levantó como para brindar, pero lo que alzó no fue una copa de vino generoso, sino su propio corazón.
- “¡Mira, Señor!, en este momento y delante de todos me comprometo a dar la mitad de todos mis bienes a los pobres. Y, si he robado alguna cosa a al¬guien, le devolveré cuatro veces más”.
La gente, al escucharlo, se quedaría estupefacta, y más de uno con ironía pensaría:
-¿Que si has robado alguna cosa? ¡Bandido, si todo lo que tienes es robado!…
Pero Jesús, con un corazón inmenso y exquisitamente delicado, le respondió sin hacer ninguna alusión a su pasado:
- Zaqueo, ¡Hoy ha entrado la salvación en esta casa!
Y para que los fariseos y todos comprendan bien, añadió:
Porque yo he venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
*
Ante un hecho como éste, ¡ciertamente, de los más bellos de todo el Evangelio!, uno no puede dejar de agradecer a Jesús, y de pensar en los muchos, que por cosas pasadas que han cometido, sean lo graves que sean, no llegan a escuchar, o no hacen caso, del deseo expreso de Jesús de querer entrar en la casa de su corazón. Más aún desconfían de El. No se dan cuenta que al actuar así, no solo hacen a Jesús la mayor injuria, sino que impiden el que la felicidad invada su vida.
Porque Jesucristo no ha venido a buscar a los hombres con inocencia de angelitos del cielo sino precisamente a quienes están más perdidos. Estos son los que están más cerca de su corazón misericordioso. A Jesucristo le pasa lo del cirujano: cuanto más desesperada se presenta la operación de la que sale airoso, tanto más orgulloso se siente.
Zaqueo es el modelo acabado del hombre que abre su corazón a Cristo. Se pone en con¬tacto con El, cree en Él, confía en Él, se entrega a Él, sin tener en cuenta cómo haya sido su comportamiento anterior. Zaqueo se da cuenta que en el encuentro con Jesús, no basta la fe sino que hay necesidad de expresar esta fe en obras reales. Amigos, si hubieran muchos imitadores de Zaqueo, ¿no se produciría la revolución más grande, y sin armas, que se podría imaginar en la sociedad mundial? ¡Qué pocos sermones se necesitarían! ¡Qué pocas reivindicaciones!
*
Por eso hoy, al ver la imagen de Zaqueo, brota de nuestro corazón un:
GRACIAS a ti, Señor Jesús, porque nos has descubierto la inmensidad de tu Corazón. ¿Qué tienes con los pecadores, que tanto te atraen?… Ya vemos lo que son para ti: diamantes brutos. Brutos cuanto queramos, pero diamantes valiosos… que tú los tallas, y sacas brillantes que sorprenden al mundo, como en este caso de Zaqueo, que ha sorprendido a través de los siglos a cuantos han leído este pasaje!


Hoy pues, quisiéramos pedirte la gracia de que también labres nuestro corazón pecador para que en él, resplandezca tu gloria y poder ante el mundo entero.
Y bien amigos, así terminamos nuestra reflexión dominical. Agradezco muy sinceramente tu presencia, y me despido con un abrazo y mi bendición. … ¡hasta el próximo domingo.


http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2010/10/29