DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO - "B"
Escrito por Padre Javier San Martin SJ
¿Cuál es tu aporte para que se haga el milagro?
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San Juan 6, 1 al 15
Domingo 29 de julio 2012
Estimados oyentes, les invitamos a celebrar juntos el Día del Señor.
Que su Paz este con todos Ustedes.
Hoy, la Iglesia celebra el DOMINGO DECIMOSÉPTIMO DEL TIEMPO LITÚRGICO, y nos invita a asistir a uno de los milagros más multitudinarios, narrado por los cuatro evangelistas. Jesús se encuentra en la ribera oriental del Mar de Galilea, nombre como lo conocían en Palestina, ó Tiberíades como era conocido en Asia. Era primavera, el heno es abundante y verde y la zona esta rodeada de montes. Jesús se encontraba precisamente entre la llanura de el-Batiha y Wadi es-Samak.
Durante todo el día hasta caer la tarde, Jesús no había hecho otra cosa que enseñar a la gente y curar sus enfermedades. Se podía notar en Él una verdadera preocupación por atender a cada persona que se le acercaba. Todos estaban prendados de su bondad y sabiduría. Y su preocupación por la gente le llevó a ver el problema de la comida. Llamando a Felipe le preguntó cómo se podía resolver este problema. Fue interesante ver la cara que puso Felipe, porque, haciendo cálculos a grosso modo el salario de un obrero trabajando 6 días a la semana durante 8 meses no bastaría para dar un poco de pan a toda esa gente. ¿Qué hacemos? se decían los discípulos.
El mismo Jesús bien sabía lo que tenía que hacer pero quería poner las circunstancias en tal punto que se pudiera deducir con claridad que la única alternativa viable era la acción sobrenatural. Pero la acción divina que el maestro realizaría debía estar acompañada de un elemento indispensable, la intervención humana, aunque pequeña y limitada. Por otro lado, la intención de Jesús en aquella circunstancia no se quería limitar a satisfacer el hambre de ese grupo de personas aquella tarde, sino que Jesús pensaba en las multitudes incontables de hombres y mujeres que estaban hambrientas del Pan de la Vida.
Andrés, como Felipe, también era de Betsaida. Él encontró entre la gente a un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos pescados. El pescado lo conservaban asado y con sal. Pero, ¿qué era eso para este gentío? Parecía como si Jesús se estuviera divirtiendo con los apuros de los apóstoles. Sin embargo Él tenía la idea bien clara de lo que debía hacer. Les ordenó, pues que: - Hagan sentar a todos. Los hombres se sentaron en grupos de cien y de cincuenta, llegando a sumar hasta cinco mil. Las mujeres y los niños se sentaron en grupos aparte, como era la costumbre. El espectáculo en aquel atardecer primaveral resultaba pintoresco de verdad. Jesús, entonces, hizo que le trajeran los cinco panecillos y los dos pescados del muchacho. Los tomó en sus manos, elevó sus ojos en oración al cielo. Fue un momento sublime y de gran recogimiento. Luego, llamó a los apóstoles y empezó a darles panes y más panes, pescados y más pescados… “Repártanlos entre la gente”. Aquella tarde a ninguno se le ocurrió ayunar… Comieron hasta saciarse y alguna cosa guardarían para el día siguiente.
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Era impresionante. La gente estaba entusiasta, y rápidamente sacaron una consecuencia lógica: -¡Este es sin duda es el Mesías que esperamos! ¡No perdamos tiempo! Hagámoslo nuestro rey… Pero Jesús no tenía ninguna aspiración política ni ninguna intención de causar una sublevación del pueblo contra los romanos. Por eso, se escapó solo a la montaña. Pero esa noche con fuerza flotaba en el ambiente la orden que diera Jesús a sus apóstoles: -¡Denles Ustedes de comer! Orden que ha atravesado los tiempos y hoy se sigue cumpliendo en la Iglesia. Mirando el hambre que reina en tantas regiones del mundo, la Iglesia sigue atravesando las multitudes para cumplir el mandato del Maestro. ¿Puede haber amor verdadero, si no calmamos al hermano el hambre que lleva en el estómago, esa hambre de pan, de justicia, de dignidad? Pero no podríamos quedarnos con sólo esta interpretación del mandato del Señor. Este pasaje Evangélico tiene que leerse también en un contexto eucarístico, el Pan de Vida que se da como sacramento de su Cuerpo y de su Sangre para alimento de nuestra cultura y de nuestra aspiración personal.
Señor, tu mandato ha quedado resonando muy fuerte en mi corazón. ¡Denles ustedes de comer! Siento hoy que me lo dices a mí, a cada uno de nosotros. El amor nos llevará a buscar entre nuestros pobres medios, los pocos panes y peces con los que tú harás que logremos saciar el hambre que padecen tantos hombres de nuestro tiempo. Tienen derecho a la vida, al alimento, a la atención personalizada. Pero sabemos, que causa más estragos en las almas el hambre espiritual, que en los cuerpos el hambre material. Señor, ¡danos esa hambre de Comulgar, de recibir el Pan de Vida, tu Cuerpo y sangre!… Tú nos lo dijiste : - El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo…
Y ahora viene lo más importante
Y bien, amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical.Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma el texto del evangelio en tus manos, San Juan, capítulo 6, versículos del 1 al 15, y trata de sentir lo que el Señor te quiere comunicar.
Cecilia Mutual y el Padre Javier San Martín, agradecemos muy sinceramente tu presencia,
y nos despedimos hasta el próximo domingo.
Escrito por el Padre Javier San Martin SJ
¡¡ Felices fiestas Patrias, Perú !!
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/