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Domingo de Ramos con Maria 2018

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sábado, 26 de marzo de 2011

Homilia de la Tercera semana de Cuaresma

Escrito por: padre Javier San Martin SJ

"Si bebemos de las profundas aguas de tu amor y ya no tendremos sed"


EL AGUA DE LA VIDA


COMENTARIO AL TERCER DOMINGO DE CUARESMA, ciclo A Por el P. José Numa Molina, S.J. Juan 4, 5-42 27 de marzo 2011 El evangelio de hoy generalmente es conocido como el encuentro de Jesús con la samaritana. Es un evangelio lleno de colorido, hay movimiento en los personajes, hay referencia a la tradición por medio de objetos que la simbolizan como el pozo de Jacob. Los discípulos van camino al poblado cercano para buscar alimento. Mientras tanto Jesús los espera a la vera del camino. Viene cansado y sediento. Se sienta junto al pozo y allí se da el encuentro con aquella mujer no judía. El pasado domingo, Jesús se nos presentaba glorioso en el monte junto a Moisés y Elías, y la voz del Padre lo confirmaba como hijo amado, a quien debemos escuchar. Testigos de este episodio fueron tres de sus discípulos predilectos. En este Domingo Jesús es el caminante que se confunde con los peregrinos de su tiempo, por los caminos de Jerusalén, Samaria y Galilea, y revela su mesianidad a una mujer de Samaria. Los límites impuestos hace tantos años por motivos religiosos han llegado a su fin. Ahora Dios quiere que todos los hombres y mujeres del mundo se salven.


Jesús deposita su palabra en el corazón de aquella mujer que representa a un pueblo separado históricamente del pueblo judío y hasta considerado infiel por haber abandonado la fe en el verdadero Dios. Ambos personajes, Jesús y la Samaritana, inician un diálogo en el que cada uno habla desde un nivel de comprensión diferente. Mientras la Samaritana se detiene en los detalles temporales de una tradición, Jesús la mira desde su proyecto universal de salvación que Él trae para todos los hombres.

“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te esta pidiendo agua, tu le pedirías a Él y Él te daría agua viva. Jesús en el trato con la samaritana se va revelando lentamente, ella va siendo como iluminada por sus palabras, que están cargadas de vida. Dos veces le habla del agua como símbolo de vida eterna. Y ella, cuando se da cuenta que Jesús es el más íntimo de su vida, que la conoce, que ha estado presente, comienza a sospechar la cercanía de alguien que es fuera de lo común. Es alguien que, además, no la condena, alguien para quien Dios, ya no es el Dios del monte Garizin ó el del templo de Jerusalén, sino el Dios siempre presente. La adoración ahora debe ser verdadera y conforme al Espíritu de Dios. Somos templo del Espíritu, dirá San Pablo. Se trata de un vivir en la presencia, es la vida que se hace oración, y la oración que se hace vida. Jesús se revela así pedagógicamente a través de símbolos que van despertando en el creyente un modo cada vez más distinto de percibir la vida. Los discípulos se asombran porque su maestro habla con una mujer y, además, samaritana. Pero no solo eso sino que se revela a ella como el Mesías esperado.


“Yo soy”. La chispa de la fe había encendido el corazón de la samaritana. Una mujer que en aquella cultura representaba bien poco. Es pecadora y ni siquiera judía. Sin embargo, se convierte ahora en depositaria del mensaje. Ha tenido el privilegio de sentir en lo más profundo de su vida aquella promesa de Jesús.


“Yo seré manantial de agua viva que brota para la vida eterna”. Ahora ya no esta interesada en la comodidad cotidiana de no tener que buscar más agua, sino que entiende en profundidad, descubre la verdadera agua de la que Jesús le habla y se abre a los demás. Piensa en sus vecinos y cree que ellos también deben llenarse de estas palabras de vida. Se va corriendo al pueblo. ¡Qué interesante, el encuentro de hombres y mujeres con Jesús a lo largo del evangelio y de la historia!. Es un encuentro que siempre ha generado un descentramiento de sí, para centrarse en los hermanos. Los primeros discípulos dejan sus barcas y sus redes, Mateo deja su oficina de cobrador de impuestos, los de Emaús dejan la casa de posada y retoman el camino. Esta mujer deja su cántaro a la orilla del pozo. Cada encuentro con Jesús genera un descentramiento, una mirada solidaria al otro. Otra característica del proyecto de Jesús es que se va realizando sin prisa, no violenta el tiempo, siempre abierto a las expectativas de cada día. El Reino de Dios no depende del capricho de nuestras agendas sino de lo que Dios quiere ir realizando desde nosotros cada día. Hermanos, Jesús toma la iniciativa del encuentro, se pone junto a nosotros en las circunstancias comunes de la vida, desde aquello rutinario que hacemos cada día. Dejemos que nos hable al corazón, que descanse en nuestra tienda, que descubra nuestras heridas íntimas, una a una y las sane. Hoy nos dice también a nosotros como a aquella mujer de Samaria, “Si conocieras el don de Dios”. Dispongámonos para el encuentro con Él, a la orilla de nuestro propio pozo, en este tiempo especial de la cuaresma.


Y ahora viene lo más importante: Y bien amigos, así terminamos la primera parte de nuestra reflexión dominical, pero ahora viene la segunda que es la más importante y te toca a ti. Te invito, pues, a que tomes en tus manos el texto del evangelio, Juan 4, 5-42, y trates de escuchar lo que el mismo Señor Jesús te quiere comunicar. Agradezco al P. José Numa Molina, sacerdote jesuita, por su colaboración en esta reflexión y a ti por tu presencia.


Te dejo pues con el Señor, que nadie te interrumpa, cuenta con mis oraciones, y hasta el próximo domingo. Escrito por: padre Javier San Martin SJ http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2011/03/26/el-agua-de-la-vida/