N.S. JESUCRISTO, EN SU PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO
Hoy, 02 de febrero, la iglesia celebra la PRESENTACIÓN DEL SEÑOR EN EL TEMPLO, que tuviera lugar cuarenta días después de su nacimiento. Sus padres, María y José, siguiendo la tradición judía, fueron al templo de Jerusalén para ofrecerlo a Dios, como a todo primogénito, y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de 1960, ha restituido a esta celebración el titulo de "la Presentación del Señor", en lugar del título de "la purificación de María", como se venía haciendo. La iglesia de Roma adoptó esta festividad hacia la mitad del siglo VII desde donde se extendió a la Iglesia Universal. Hoy también se tiene la bendición de las candelas, rito que empezó en el siglo X.
Meditación
SEÑOR JESUS: Recordar tu presentación en el templo es ver sin duda unos de los momentos más simbólicos de la primitiva iglesia. La ejecución de este rito no es un mero cumplimiento legal sino una lección de humildad y al mismo tiempo, un compromiso de entrega en el plan de salvación. Allí, en el templo de Jerusalén, escuchamos de labios del profeta Simeón anunciar a tu madre María las consecuencias de su generoso "sí" en la anunciación: "Una espada traspasará tu corazón". Su gozosa expresión "mis ojos han visto hoy la salvación, la luz para iluminar a las gentes", es bellamente hoy simbolizada en los cirios que hoy se bendicen y cada cristiano enciende. Así como el profeta anunció que la luz había llegado al mundo, así hoy la iglesia sigue anunciando a cada generación que la luz sigue brillando. Hacia la mitad del siglo V ya se celebraba esta fiesta en Jerusalén cada 14 de febrero y en Roma se celebraba la fiesta del encuentro de San Simeón el 2 de febrero. Independientemente de esta fiesta, en este período se tenía en Roma una procesión con cirios, la cual era una transformación cristiana del Amburbale, una procesión pagana de purificación. La bendición y procesión con los cirios o candelas es conocida popularmente como la "candelaria". Haciendo eco del espíritu de ofrecimiento que impregna esta fiesta, diversos grupos y congregaciones religiosas nacieron en este día para ofrecerse a Dios a trabajar en la extensión de su Reino. Algunas de estas congregaciones son: las Hermanitas de San José de Montgay, las Hijas del Corazón de María y los Padres de la Sociedad del Corazón de Jesús, las hermanas del Niño Jesús Pobre, las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, las Hijas de San Camilo entre otras. Hoy, pues, te pedimos, Señor, bendigas a todas ellas y a todos nosotros.
Santoral para todo el AñoP. Javier San Martin S.J.
VIRGEN DE LA CANDELARIA
Durante 18 días, la ciudad de Puno, ubicada a las orillas del Lago Titicaca a una altitud de 3,870 metros sobre el nivel del mar, se convierte en la capital Folklórica de las Américas. El festival reúne a más de 200 grupos de músicos y bailarines para celebrar la fiesta de Mamacha Candelaria. Los primeros nueve días, los mayordomos (aquellos que son encargados de organizar la festividad), decoran la iglesia preparan la Misa, el banquete y los fuegos artificiales. El día principal es el 2 de Febrero, y ese día la virgen es conducida por la ciudad, en una colorida procesión, acompañada por sacerdotes, monaguillos y la feligresía. Este es el momento cuando los grupos de músicos y bailarines hacen su aparición, bailando y tocando a través de la ciudad. El festival esta ligado a los ciclos agrícolas pre-hispánicos de la siembre y la cosecha, así como a las actividades mineras en la región. Es el resultado de una mezcla entre la alegría respetuosa del Aymara y la seriedad ancestral del Quechua. El baile de los demonios o "diablada" - la principal danza de la festividad - fue ideado por un grupo de mineros atrapados en una mina, quienes en su desesperación, ofrecieron sus almas a la Virgen de la Candelaria. Los bailarines, soplando zampoña o flautas de pan, y vestidos con disfraces espectaculares y máscaras extrañas, hacen sus ofrendas a la diosa de la tierra Pachamama. Las máscaras más impresionantes, por su aspecto espantoso, son la del venado con cuernos largos y torcidos semejantes al Diablo, y la de Jacancho, el dios de los minerales. Durante la despedida, o cacharpari, los bailarines que llenan las calles finalmente se dirigen al cementerio para rendir homenaje a los muertos.