Por el Dia de la Bandera
En el corazón de todos los peruanos se ha escrito, con el valor de Bolognesi y los héroes de Arica, un sentimiento profundo de peruanidad, que se acrisola en el alma nacional en una frase inmarcesible a los tiempos: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho" . Esos deberes que nuestros héroes los tenían muy claros: la lealtad, el patriotismo, el martirio por una causa noble y justa, han forjado el Perú de ayer y cimientan el Perú de hoy que se desarrolla, avanza y crece enfrentando nuevos desafíos, alcanzando grandes objetivos, consciente de las grandes oportunidades que la historia actual le ofrece.
El alma peruana ha sido tejida en su profundidad por los principios del Evangelio de Jesucristo entrelazados con los valores del Imperio de los Incas y las gestas de la República. Esta identidad nacional, pacífica pero indómita, se expresa en diversas manifestaciones culturales, sociales y patrióticas. Pero de modo especial en expresiones religiosas donde se resalta una Cristología arraigada en los más diversos estratos sociales y en la total diversidad geográfica de nuestra patria. Al punto que podemos decir que no hay peruano en cuya historia personal y familiar esté ausente Jesucristo. Así lo atestiguan las multitudes que peregrinan al Qolluriti, que visitan al Señor del Mar o acompañan al Señor de los Milagros.
Arica y la Bandera se han unido en la historia como un binomio que simboliza una Patria Libre y digna. En la Bandera bicolor encontramos el Perú que amamos, como en la Cruz, símbolo de la victoria, encontramos al Dios que nos ama. Por eso, podemos preguntarnos hoy: ¿si hay una bandera que representa y simboliza al Perú, como a cada nación, habrá también una bandera que simbolice a la humanidad entera en su más pura realidad? Y, podemos concluir con las enseñanzas de la Sagrada Escritura, que si la hay y esa es la bandera de la vida. En ella se identifican creyentes y no creyentes, católicos y todas las entidades religiosas que apuestan por el bien y la paz. No se puede ser humano y no defender la vida; no se puede defender la libertad negando el derecho a la existencia; la defensa de la vida digna, como nos enseñó Bolognesi al inmolarse en el morro de Arica, nos exige una opción por la vida y por la defensa de la dignidad de toda persona humana, especialmente del más débil y del más pobre, a la luz de un humanismo fiel al hombre.
En el Evangelio que acabamos de escuchar podemos encontrar una respuesta a los retos que la historia nacional hoy nos plantea: la erradicación de la pobreza en los campos, la superación de la inseguridad en las ciudades, el triunfo sobre la sombra de la violencia que oscurece el cielo de la esperanza. Jesucristo nos enseña que no se puede construir sobre la arena de la avaricia, de la imposición o de la corrupción, como nos ha recordado con sencillez paternal el Papa Francisco. La construcción de la ciudad verdaderamente humana se hace sobre dos principios: uno eterno: Dios es el Señor de la Misericordia que está presente en nuestra historia, y el otro: un referente esencial: la dignidad del hombre. Unidos y sin separación, la creatura al Creador, sostienen los cimientos de la ciudad a construirse. Si no se construye bajo el amor de Dios la ciudad no se conservará.
Que Dios, el Señor de los Ejércitos, bendiga al Perú, en cuya enseña roja y blanca hoy nos unimos para reafirmar nuestro compromiso de entregar la vida si fuera necesario para conservarlo libre y soberano y que mantenga nuestra nación fuerte en la fe, lejos de la sobra de la guerra y siempre unida para conseguir su libertad y desarrollo.
Así sea.
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto
Informativo Nº 756 elaborado por la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Peruana
Secretario Adjunto
Informativo Nº 756 elaborado por la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Peruana