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Domingo de Ramos con Maria 2018

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sábado, 17 de abril de 2010

Bernardo Hoyos SJ ( 1711 -1735 )


“De lo que no puede hablarse, hay que guardar silencio”

“Hay sin duda lo inexpresable. Esto se muestra, es lo místico.”

(Wittgenstein. Tractatus 7. y 6.522)

Bernardo de Hoyos vivió una vida breve y extraña. Difícil entender por qué lo inscriben hoy en el catálogo de los beatos, mañana tal vez en el de los santos. Tal vez sería mejor guardar silencio. Pero no me gusta el estilo de aquel predicador que dijo: “Hoy celebramos el domingo de la Santísima Trinidad. Misterio insondable. Como no lo podemos entender, mejor hablemos de nuestro patrón San Isidro”. Más fácil sería hablar en este caso de la devoción al Sagrado Corazón. O quedarme en la innegable curación milagrosa de Carmen Cabezas. Pero prefiero entrar al desafío.

“En octubre del 2009 nació en Gotinga (Alemania), el niño más ligero del mundo. Pesaba 275 gramos, medía 27 centímetros y llegaba al mundo 15 semanas antes de lo normal. Solo seis meses después pudo ser llevado a casa”. No podemos saber cuánto pesó Bernardo Francisco al nacer, ni si se adelantó el parto. Pero era tan pequeño que su madre, que por algún motivo fisiológico aparentemente seguiría menstruando y no es que fuera madre primeriza, no se percató del embarazo hasta muy adelantada la fecha del parto. En nuestra época, el neonato hubiera ido directamente a la incubadora. Pero a principios del siglo XVIII… solamente le esperaba la muerte. Sin embargo, Bernardo (por el de Claraval) Francisco (por el de Javier) burló a la Parca, aunque para siempre quedó marcado por la pequeñez y debilidad físicas. A los 15 años parecía de 10, con lo que digo todo. La impresión es que a los 25 parecería de 18 años.

Por esos misterios de la naturaleza imposibles de resolver, Bernardo poseía una memoria prodigiosa. Aprendió a leer a temprana edad y no solamente fijaba la información de manera exacta, sino que la asumía como realidad y tarea; así ocurrió cierta vez en familia, que en medio de una fiesta apareció leyendo un libro de consideraciones moralistas, con lo que el pequeño predicador malogró la reunión. Era capaz de repetir textualmente un sermón escuchado en la parroquia, y ciertamente lo hacía en medio de niños de su edad, repitiendo las palabras y actitudes del predicador. Todo indica que Bernardo no podía entender la polisemia o segundos sentidos de las expresiones ni de sus devotas lecturas precoces.

Porque había escuchado a un tío de visita en su pueblo de Valladolid –posiblemente refiriéndose a Bernardo al ver sus cualidades– que en Madrid había mejor educación, teniendo solo 10 años, tomò a la letra el asunto, montó en un burrito y partió a la capital, haciendo 100 kilómetros en dos días. No solamente llegó, sino que encontró sin dificultad al tío, quien responsablemente lo devolvió a la casa paterna. Pero sí, un niño tan adelantado e inteligente debía ser educado por los jesuitas, por lo que fue enviado al colegio de Medina del Campo a los estudios de Gramática. Al año siguiente pasó al de Villagarcía de Campos para los estudios de Infima, Media y Suprema, luego Humanidades y Retórica (1721 – 1726).

En Villagarcìa de Campos estaba el noviciado jesuita. La vida en la Compañìa se le presentó como modelo a seguir y hacia allá se dirigió. No fue fácil el ingreso de Bernardo, principalmente por su apariencia infantil, que puso en guardia a los responsables de la admisión; pero se impusieron otras razones, que eran las que él llevaba muy claras. A los 14 años, con el permiso de su familia, fue admitido en el Noviciado jesuita.

Bernardo Francisco de Hoyos, antes de los 17 años emitió los votos perpetuos en la Compañía de Jesús. Dice en sus Apuntes: “Al empezar a leer la fórmula de los votos vi en la Sagrada Eucaristía al mismo Jesucristo, que me oía, como Juez en su trono, muy afable. Quedé al principio como fuera de mi, al ver tan gran Majestad, mas no fue tanto, que se conociese en lo exterior. Vile venir, y entrar en mi dichosa boca: causó mayor reverencia amorosa, y amor reverente, al verle entrar y estar en mi lengua. Después que pasó la Sagrada Forma, me dijo el Señor estas palabras intelectuales: 'Desde hoy me uno más estrechamente contigo por el amor que te tengo' " (Libro Vida, libro1, capítulo 5). No se sabe si aquí empieza la extraña realidad de visiones que lo acompañaron hasta el final de su vida; la impresión es que venían desde tiempo atrás, aunque no lo puedo asegurar.

Desde los 17 hasta los 20 años, estudió Filosofía en el colegio de los Santos Pedro y Pablo en Medina del Campo. A los 20 años comenzó los estudios de Teología en el colegio de San Ambrosio de Valladolid. A los 23 años, aunque no tenía la edad canónica, con dispensa recibió el Diaconado y poco después se ordenó de Presbítero en el colegio de San Ignacio de Valladolid. A los 24 años, pocos meses después de haber sido ordenado sacerdote, falleció de tabardillo, es decir de tifus.

La imagen de Bernardo imitador me persigue: lee, registra fielmente, interioriza, asume, se mimetiza y en su vida interior se reelaboran palabras, personajes, vivencias, imágenes. El cuadro se repite desde la niñez. Por eso en los estudios escolares era respetado y admirado por la inteligencia y virtud que mostraba (fìjense que no digo “aparentaba”, por lo que me alejo del concepto de histrionismo). En el noviciado, tras leer los apuntes de Juan Berchmans, se convierte en su sosías. Más adelante, al leer las vida y escritos de Santa Teresa, Santa María Magdalena de Pazzis, San Bernardo, San Francisco de Sales, del V.P. Manuel Padial, se va incrementando no solo la capacidad de citarlos de memoria, como lo hacía con la Sagrada Escritura y multitud de autores, sino que los personajes del elenco de los santos comienzan a tener roles protagónicos en sus visiones.

La casualidad llevó al estudiante jesuita Hoyos a ponerse en contacto con un libro sobre la Devoción al Corazón de Jesús del padre José de Gallifet (1663 – 1749), quien fuera dirigido espiritual de San Claudio de la Colombière. Nada sabía hasta entonces de dicha devoción, pero la impresión que le produjo fue tan profunda, que de inmediato actuó de catalizador de sus experiencias interiores. Debo subrayar algunos aspectos:

1. Aspecto organizativo. El estudiante Hoyos monta una maquinaria teórica y práctica para la difusión de la devoción al Corazón de Jesús. Involucra no solo a sus pares jesuitas, sino a superiores de la Compañíade Jesús y de la Iglesia que lo dejan obrar.

2. Motivación interior. Las visiones y audiciones se repiten en un universo imaginativo de admirable coherencia, dentro de la tradición de la Iglesia, a pesar de las aparentes excentricidades.

3. Silencio exterior. La complejidad de la vida interior de este jesuita no aparece al exterior, que se mantiene dentro de los cánones de la obediencia, humildad y discresión.

4. Frutos en España. La devoción al Corazón de Jesús se difunde por España a partir de 1733, valiéndose de los misioneros padres Agustín de Cardaveraz y Pedro de Calatayud.

5. Frutos en América. Si bien ya el padre Antonio Messia Bedoya había publicado en 1725, en Lima, la traducción de “El Sagrado Corazón de María Virgen, Nuestra Señora” del italiano padre Antonio Pinamonti, la primera noticia del culto específico al Corazón de Jesús es la fundación de una Congregación con este nombre en la capilla de los padres betlemitas, en México, el año 1733. En Panamá se fundó una similar en el año 1739. La primera iglesia con este título es la de los Huérfanos (1742), en Lima. En 1752 se fundó la Casa de Ejercicios para Señoras Nobles, hoy restaurante y tiendas frente a la casa de Torre Tagle.

He pasado largas horas investigando los documentos que he tenido a la mano. He podido preguntarme muchas cosas acerca de patologías posibles en el Joven Hoyos. Posiblemente se pueda hablar de sindrome de Asperger, TOC, etc., lo que queda a los especialistas. Sin embargo me remito a las palabras de Santo Tomás de Aquino: "La grandeza de la caridad no depende de la condición de la naturaleza, sino solamente de la voluntad del Espiritu Santo, el cual distribuye los dones como quiere" (Sum. Th. MII, q. 24, a3).

Por último, no debemos olvidar que el único Santo es Dios, y el Bautismo nos da la mayor de las santidades. Si la Iglesia inscribe hombres y mujeres en un catálogo de héroes religiosos, es con la certeza de que en su vida reflejaron con claridad y en determinada época, esa única Santidad, que es la de Dios, mostrada en Jesucristo. Sólo a Él sea dada la gloria.

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“Puede ocurrir que un santo, anticipando opinión, o por ideas fijas en su mente, piense que le han sido reveladas por Dios cosas que no lo son”, “revelaciones que no vienen del Espíritu Santo, sino que son nacidas del propio juicio y raciocinio aunque el intelecto esté movido por un pío sentimiento, e imbuido por opiniones sobre algunos asuntos, los que resuman piedad, juzga para sí que vienen del espíritu, pero que sin embargo se equivocan de manera invencible”. BENEDICTO XlV (1675 - 1758), De Servorum Dei beatificatione et Beatorum canonizatione, 1. 3, c. 53, n. 17, ed, Opera omnia, Romae 1747-51, t. 3, pág



CANTEMOS DOMINO GLORIOSE ENIM

MAGNIFICATUS EST