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Domingo de Ramos con Maria 2018

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jueves, 24 de octubre de 2013

Homilia del Domingo XXX del T.O. - C

Enaltece a los humildes y humilla a los soberbios

2 Comentarios Dominicales

27 10 2013
Comentario al Domingo 30º del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Posted by: P. Javier San Martin sj in Comentarios a la Liturgia de los Domingos


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor



¡¡¡ QUÉ PECADORES SON LOS OTROS !!!

Lucas 18, 9- 14

Estimados amigos:

Hoy celebramos el domingo trigésimo del tiempo ordinario, y la Iglesia presenta para nuestra reflexión y comentario la conocida parábola del fariseo y el publicano.


No dice nada este Evangelio de la reacción que tendría el público al escuchar esta parábola. Pero podemos imaginar que la gente sencilla que la escuchaba se moría de risa y asentía, mientras los fariseos se recomían por dentro. El maestro Jesús, con un humor muy simpático, pintó el defecto más grande que tenían los fariseos, que era el de creerse santos, mientras que solían despreciar a los otros como pecadores malditos. Jesús, pues, contó esta parábola:

Un fariseo y un publicano coincidieron en el templo y ambos se pusieron a orar. El publicano adelante, para que todos lo vean, empezó a decir con los ojos bien altos hacia el cielo:

- ¡Gracias, OH Dios, porque yo no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros…, y me¬nos como ese publicano que está allí detrás! Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. Este ya no sabía qué más inventar para alabarse a sí mismo y poner contento a Dios.

La gente que escuchaba, comentaba en voz baja: - Si, sí, ¡Así rezan los fariseos!….

Por su parte, el publicano, se quedó atrás sin atreverse a ponerse de pie, sino in¬clinado hasta el suelo. En el Israel de entonces, los pecadores públicos eran, entre las mujeres las prostitutas, y entre los hombres los publicanos, o cobradores de tributos. Estos eran considerados ladrones y sacrílegos, pues robaban lo que podían de los impuestos que cobraban y además estaban al servicio de Roma, pueblo pagano y opresor del pueblo de Dios

Pero en esta ocasión, Jesús, con sonrisa compasiva, cariñosa, y comprensiva, prosiguió:

Este publicano, que ni alzaba la vista de pura vergüenza, se limitaba a repetir una y otra vez, golpeándose el pecho: ¡Señor, ten misericordia de mí, que soy un pobre pecador!…

Y Jesús concluyó con una seriedad muy grave:

- Les aseguro, que este publicano salió del templo perdonado, a diferencia del fariseo.



¿Qué nos enseña esta parábola, tan simpática, y tan seria?… Podemos ver que contiene dos lecciones profundas y fundamentales para la vida cristiana.

La primera es que la salvación es completamente gratuita. No son nuestras buenas obras las que pueden asegurar nuestra salvación sino que es la gracia de Dios. No podemos pensar que porque hemos hecho esto y esto, Dios está obligado a darnos la recompensa eterna. Sería un gran error pensar esto. Nuestra actitud siempre debe ser la de la humildad y el reconocimiento de que simplemente somos pecadores.

Glo¬riarse de las obras propias sería un signo de orgullo y soberbia que quitaría a Dios la gloria que Él se merece, ya que la gloria es siempre de Dios.

Gloria - Misa Andina
 

La segunda lección de esta parábola se refiere al juicio temerario. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nuestro hermano? El pecador que hoy es, mañana puede convertirse en un gran santo. El que se acerca a Dios diciéndole: -¡Señor, ten compasión de mí, que soy un pobre pecador!, ciertamente que ya ha empezado el camino de la santidad… Porque Dios se vuelca a los humildes que se reconocen pecadores, mientras rechaza y desprecia a los soberbios de corazón. Por eso, hoy debe brotar espontáneamente de todos nosotros, el deseo de identificarnos con el publicano para junto con él poder repetir: “Señor ten piedad de nosotros…”

“Kirie” - Misa Campesina


Y ahora viene lo más importante

Y bien amigos, así terminamos nuestra reflexión dominical. Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.

Te invito, pues, a tomar el texto del evangelio en tus manos: San Lucas, Capítulo 18, versículos del 9 al 14, y trata de escuchar lo que el mismo Señor Jesús, a través de él, te quiere comunicar:

Te agradezco muy sinceramente el haber estado con nosotros,

Y nos encontramos el próximo domingo.

http://faculty.shc.edu/

OTRO



27 10 2013
Comentario al Domingo 30º del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Posted by: P. Guillermo Ortiz sj

Mientras que uno echa la culpa a los otros, el otro se acusa a sí mismo

REFLEXION DOMINICAL
jesuita Guillermo Ortiz 

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 

Los otros son malos, yo soy bueno”, dice el fariseo. 

“¡Perdóname! Yo cometí el error”, dice el publicano.

El modo de rezar del fariseo y del publicano en el evangelio de Lucas, capítulo 18 versículos del 9 al 14, puede ser algo casual o pueden caracterizar a la persona; su modo de sentir, pensar y actuar en la vida.

Esta vez, en el marco de la celebración de la Jornada de la Familia, en el Año de la Fe:
¿Qué actitud te parece que ayuda más en una familia, en una comunidad?

Entre “sos vos el culpable” y el “perdóname”, hay un abismo. Son modos distintos, contrarios. Uno esconde su responsabilidad detrás de prácticas vacías que terminan siendo una máscara o un escudo para defender el egoísmo, la vanidad. Así se enfrenta al otro, se divide, separa, crea un muro. Mientras que el otro protagonista del evangelio, cuando reconoce su culpa y se hace cargo de su responsabilidad tiende un puente, abre el corazón a la reparación, a la sanación, a la recuperación de la relación. Y tantas veces sucede, como en el caso del injerto, que por la unión a través de una herida profunda crecen frutos mejores.

Como en el evangelio se trata de dos modos distintos de rezar, el fariseo termina haciendo el ridículo. ¡No se puede engañar a Dios que nos conoce en lo profundo! Mientras que el publicano expone su herida más profunda, para que allí se injerte y de fruto la caricia del perdón y el amor de Dios.

Generalmente el modo de relacionarnos con Dios es el mismo que tenemos también con los demás. Vos ¿echas la culpa a los otros, o sos capaz de reconocer tu error?

La soberbia es el extremo del pecado, la humildad es la plataforma de la comunión con el Señor y con los demás. La soberbia nos separa. El perdón nos une en un mismo abrazo.

Como una vasija de barro, el que les echa la culpa a los otros se queda con las culpas propias adentro, disfrazas, tapadas, disimuladas, camufladas. Mientras que, el que reconoce su falta, la aborrece y rechaza, se vacía de lo que no sirve, de lo que hace daño, para llenarse de Dios y de todo lo bueno que el amor de Dios trae consigo.

Posted by: P. Guillermo Ortiz sj



ACOMPAÑA ESTE LUNES 28 AL SEÑOR DE LOS MILAGROS EN SU RECORRIDO PROCESIONAL EN LA CIUDAD DE LIMA