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martes, 30 de noviembre de 2010

03.12 San Francisco Javier SJ



SAN FRANCISCO JAVIER sj
1506-1552
Sacerdote misionero Jesuita en el lejano Oriente
Fiesta: 3 de diciembre

Nació en el castillo de Javier (Navarra) el año 1506. Cuando estudiaba en París, se unió al grupo de san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. El año 1541 marchó al Oriente. Evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, y convirtió muchos a la fe. Murió el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.
¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! De sus cartas a San Ignacio
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Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos. Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier". El famoso historiador Sir Walter Scott comentó: "El protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden negar que supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el buen sentido, la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor negociador que haya ido nunca en embajada alguna".
Francisco nació en 1506, en el castillo de Javier en Navarra, cerca de Pamplona, España. Era el benjamín de la familia. A los dieciocho años fue a estudiar a la Universidad de París, en el colegio de Santa Bárbara, donde en 1528, obtuvo el grado de licenciado. Dios estaba preparando grandes cosas, por lo que dispuso que Francisco Javier tuviese como compañero de la pensión a Pedro Favre, que sería como él jesuita y luego beato, también providencialmente conoció a un extraño estudiante llamado Ignacio de Loyola, ya bastante mayor que sus compañeros. Al principio Francisco rehusó la influencia de Ignacio el cual le repetía la frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?". Este pensamiento al principio le parecía fastidioso y contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando y retando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial que el mismo Ignacio había desarrollado basado en su propia lucha por la santidad. Se trata de los "Ejercicios Espirituales". Francisco fue guiado por Ignacio en aquellos días de profundo combate espiritual y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios. Comprendió las palabras que Ignacio: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".
Llegó a ser uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio, fundador de los jesuitas, consagrándose al servicio de Dios en Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose en todo caso a la total dependencia del Papa. Junto con ellos recibió la ordenación sacerdotal en Venecia, tres años más tarde, y con ellos compartió las vicisitudes de la naciente Compañía. Abandonado el proyecto de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Bien dice el Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro".

A las Misiones
En 1540, San Ignacio envió a Francisco Javier y a Simón Rodríguez a la India en la primera expedición misional de la Compañía de Jesús. Para embarcarse, Francisco Javier llegó a Lisboa hacia fines de junio. Inmediatamente, fue a reunirse con el P. Rodríguez, quien se ocupaba de asistir e instruir a los enfermos en el hospital donde vivía. Javier se hospedó también ahí y ambos solían salir a instruir y catequizar en la ciudad. Pasaban los domingos oyendo confesiones en la corte, pues el rey Juan III los tenía en gran estima. Esa fue la razón por la que el P. Rodríguez tuvo que quedarse en Lisboa. También San Francisco Javier se vio obligado a permanecer ahí ocho meses y, fue por entonces cuando escribió a San Ignacio: "El rey no está todavía decidido a enviarnos a la India, porque piensa que aquí podremos servir al Señor tan eficazmente como allí". Pero Dios tenía otros planes y Francisco Javier partió hacia las misiones el 7 de abril de 1541, cuando tenía 35 años, el rey le entregó un breve por el que el Papa le nombraba nuncio apostólico en el oriente. El monarca no pudo conseguir que aceptase más que un poco de ropa y algunos libros. Tampoco quiso Javier llevar consigo a ningún criado, alegando que "la mejor manera de alcanzar la verdadera dignidad es lavar los propios vestidos sin que nadie lo sepa". Con él partieron a la India el P. Pablo de Camerino, que era italiano, y Francisco Mansilhas, un portugués que aún no había recibido las órdenes sagradas. En una afectuosa carta de despedida que el santo escribió a San Ignacio, le decía a propósito de este último, que poseía "un bagaje de celo, virtud y sencillez, más que de ciencia extraordinaria".
Otros cuatro navíos completaban la flota. En el barco viajaba el gobernador de la India, Don Martín Alfonso Sousa y, además de la tripulación, había pasajeros, soldados, esclavos y convictos. Entre la tripulación y entre los pasajeros había gente de toda clase, de suerte que Javier tuvo que mediar en reyertas, combatir la blasfemia, el juego y otros desórdenes. Francisco se encargó de catequizar a todos. Los domingos predicaba al pie del palo mayor de la nave. Convirtió su camarote en enfermería y se dedicó a cuidar a todos los enfermos, a pesar de que, al principio del viaje, los mareos le hicieron sufrir mucho a él también. Pronto se desató a bordo una epidemia de escorbuto y sólo los misioneros se encargaban del cuidado de los enfermos. La expedición navegó meses para alcanzar el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur del continente africano y llegar a la isla de Mozambique, donde se detuvo durante el invierno; después siguió por la costa este del Afrecha oriental y se detuvo en Malindi y en Socotra. Por fin, la expedición llegó a Goa, el 6 de mayo de 1542 tardándoles el doble de lo normal. San Francisco Javier se estableció en el hospital hasta que llegaron sus compañeros, cuyo navío se había retrasado.

La Pérdida de la fe entre los Cristianos de las Colonias
Goa era colonia portuguesa desde 1510. Había ahí un número considerable de cristianos, con obispo, clero y varias iglesias. Desgraciadamente, muchos de los portugueses se habían dejado arrastrar por la ambición, la usura y los vicios, hasta el extremo de que muchos abandonaban la fe. Los sacramentos habían caído en desuso; se usaba el rosario para contar el número de azotes que mandaban dar a sus esclavos. La escandalosa conducta los cristianos alejaba de la fe a los infieles. Esto fue un reto para San Francisco Javier. Además, fuera de Goa había a lo más, cuatro predicadores y ninguno de ellos era sacerdote. El misionero comenzó por instruir a los portugueses en los principios de la religión y a formar a los jóvenes en la práctica de la virtud. Después de pasar la mañana en asistir y consolar a los enfermos y a los presos, en hospitales y prisiones miserables, recorría las calles tocando una campanita para llamar a los niños y a los esclavos al catecismo. Estos acudían en gran cantidad y el santo les enseñaba el Credo, las oraciones y la practica de la vida cristiana. Todos los domingos celebraba la misa a los leprosos, predicaba a los cristianos y a los hindúes y visitaba las casas. Su amabilidad y su caridad con el prójimo le ganaron muchas almas. Uno de los pecados más comunes era el concubinato de los portugueses de todas las clases sociales con las mujeres del país, dado que había en Goa muy pocas portuguesas. Tursellini, el autor de la primera biografía de San Francisco Javier, que fue publicada en 1594, describe con viveza los métodos que empleó el santo para combatir aquella vida de pecado. Por ellos, puede verse el tacto con que supo Javier predicar la moralidad cristiana, demostrando que no contradecía ni al sentido común, ni a los instintos verdaderamente humanos. Para instruir a los pequeños y a los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal éxito que, poco después, se cantaban las canciones que él había compuesto, lo mismo en las calles que en las casa, en los campos que en los talleres.

Misionero con los Paravas
Cinco meses más tarde, se enteró Javier de que en las costas de la Pesquería, que se extienden frente a Ceilán desde el Cabo de Comorín hasta la isla de Manar, habitaba la tribu de los paravas. Estos habían aceptado el bautismo para obtener la protección de los portugueses contra los árabes y otros enemigos; pero, por falta de instrucción, conservaban aún las supersticiones del paganismo y practicaban sus errores1.. Javier partió en auxilio de esa tribu que "sólo sabía que era cristiana y nada más". El santo hizo trece veces aquel viaje tan peligroso, bajo el tórrido calor del sur de Asia. A pesar de la dificultad, aprendió el idioma nativo y se dedicó a instruir y confirmar a los ya bautizados. Particular atención consagró a la enseñanza del catecismo a los niños. Los paravas, que hasta entonces no conocían siquiera el nombre de Cristo, recibieron el bautismo en grandes multitudes. A este propósito, Javier informaba a sus hermanos de Europa que, algunas veces, tenía los brazos tan fatigados por administrar el bautismo, que apenas podía moverlos. Los generosos paravas, que eran considerados de casta baja, extendieron a San Francisco Javier una acogida calurosa, en tanto que los brahamanes, de clase alta, recibieron al santo con gran frialdad, y su éxito con ellos fue tan reducido que, al cabo de doce meses, sólo había logrado convertir a un brahamán. Según parece, en aquella época Dios obró varias curaciones milagrosas por medio de Javier.
Por su parte, Javier se adaptaba plenamente al pueblo con el que vivía. Con los pobres comía arroz y dormía en el suelo de una pobre choza. Dios le concedió maravillosas consolaciones interiores. Con frecuencia, decía Javier de sí mismo: "Oigo exclamar a este pobre hombre que trabaja en la viña de Dios: 'Señor no me des tantos consuelos en esta vida; pero, si tu misericordia ha decidido dármelos, llévame entonces todo entero a gozar plenamente de Ti '". Javier regresó a Goa en busca de otros misioneros y volvió a la tierra de los paravas con dos sacerdotes y un catequista indígena y con Francisco Mansilhas a quienes dejó en diferentes puntos del país. El santo escribió a Mansilhas una serie de cartas que constituyen uno de los documentos más importantes para comprender el espíritu de Javier y conocer las dificultades con que se enfrentó.

El Escándalo de los Malos Cristianos: Espina en el Corazón
Nada podía desanimar a Francisco. "Si no encuentro una barca- dijo en una ocasión- iré nadando". Al ver la apatía de los cristianos ante la necesidad de evangelizar comentó: "Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar". Deseaba contagiar a todos con su celo evangelizador.
El sufrimiento de los nativos a manos de los paganos y de los portugueses se convirtió en lo que él describía como "una espina que llevo constantemente en el corazón". En cierta ocasión, fue raptado un esclavo indio y el santo escribió: "¿Les gustaría a los portugueses que uno de los indios se llevase por la fuerza a un portugués al interior del país?. Los indios tienen idénticos sentimientos que los portugueses". Poco tiempo después, San Francisco Javier extendió sus actividades a Travancore. Algunos autores han exagerado el éxito que tuvo ahí, pero es cierto que fue acogido con gran regocijo en todas las poblaciones y que bautizó a muchos de los habitantes. En seguida, escribió al P. Mansilhas que fuese a organizar la Iglesia entre los nuevos convertidos. En su tarea solía valerse el santo de los niños, a quienes seguramente divertía mucho repetir a otros lo que acababan de aprender de labios del misionero. Los badagas del norte cayeron sobre los cristianos de Comoín y Tuticorín, destrozaron las poblaciones, asesinaron a varios y se llevaron a otros muchos como esclavos. Ello entorpeció la obra misional del santo. Según se cuenta, en cierta ocasión, salió solo Javier al encuentro del enemigo, con el crucifijo en la mano, y le obligó a detenerse. Por otra parte, también los portugueses entorpecían la evangelización; así, por ejemplo, el comandante de la región estaba en tratos secretos con los badagas. A pesar de ello, cuando el propio comandante tuvo que salir huyendo, perseguido por los badagas, San Francisco Javier escribió inmediatamente al P. Mansilhas: "Os suplico, por el amor de Dios, que vayáis a prestarle auxilio sin demora". De no haber sido por los esfuerzos infatigables del santo, el enemigo hubiese exterminado a los paravas. Y hay que decir, en honor de esa tribu, que su firmeza en la fe católica resistió a todos los embates.
El reyezuelo de Jaffna (Ceilán del norte), al enterarse de los progresos que había hecho el cristianismo en Manar, mandó asesinar ahí a 600 cristianos. El gobernador, Martín de Sousa, organizó una expedición punitiva que debía partir de Negatapam. San Francisco Javier se dirigió a ese sitio; pero la expedición no llegó a partir, de suerte que el santo decidió emprender una peregrinación, a pie, al santuario del Apóstol Santo Tomás en Milapur, donde había una reducida colonia portuguesa a la que podía prestar sus servicios. Se cuentan muchas maravillas de los viajes de San Francisco Javier. Además de la conversión de numerosos pecadores públicos europeos, a los que se ganaba con su exquisita cortesía, se le atribuyen también otros milagros.

Carta de Protesta al Rey
En 1545, el santo escribió desde Cochín al rey de Portugal, en la que le daba cuenta del estado de la misión. En ella habla del peligro en que estaban los neófitos de volver al paganismo, "escandalizados y desalentados por las injusticias y vejaciones que les imponen los propios oficiales de Vuestra Majestad . . . Cuando nuestro Señor llame a Vuestra Majestad a juicio, oirá tal vez Vuestra Majestad las palabras airadas del Señor: '¿Por qué no castigaste a aquellos de tus súbitos sobre los que tenías autoridad y que me hicieron la guerra en la India? ' ". El santo habla muy elogiosamente del vicario general en las Indias, Don Miguel Vaz, y ruega al rey que le envíe nuevamente con plenos poderes, una vez que éste haya rendido su informe en Lisboa. "Como espero morir en estas partes de la tierra y no volveré a ver a Vuestra Majestad en este mundo, ruégole que me ayude con sus oraciones para que nos encontremos en el otro, ciertamente estaremos más descansados que en éste". San Francisco Javier repite sus alabanzas sobre el vicario general en una carta al P. Simón Rodríguez, en donde habla todavía con mayor franqueza acerca de los europeos: "No titubean en hacer el mal, porque piensan que no puede ser malo lo que se hace sin dificultad y para su beneficio. Estoy aterrado ante el número de inflexiones nuevas que se dan aquí a la conjugación del verbo 'robar'"
Malaca y el Gozo de Servir al Señor
En la primavera de 1545, San Francisco Javier partió para Malaca, donde pasó cuatro meses. Malaca era entonces una ciudad grande y próspera. Albuquerque la había conquistado para la corona portuguesa en 1511 y, desde entonces, se había convertido en un centro de costumbres licenciosas. Anticipándose a la moda que se introduciría varios siglos más tarde, las jóvenes se paseaban en pantalones, sin tener siquiera la excusa de que trabajaban como los hombres. El santo fue acogido en la ciudad con gran reverencia y cordialidad, y tuvo cierto éxito en sus esfuerzos de reforma.
En los dieciocho meses siguientes, es difícil seguirle los pasos. Fue una época muy activa y particularmente interesante, pues la pasó en un mundo en gran parte desconocido, visitando ciertas islas a las que él da el nombre genérico de Molucas y que es difícil identificar con exactitud. Sabemos que predicó y ejerció el ministerio sacerdotal en Amboina, Ternate, Gilolo y otros sitios, en algunos de los cuales había colonia de mercaderes portugueses. Aunque sufrió mucho en aquella misión, escribió a San Ignacio: "Los peligros a los que me encuentro expuesto y los trabajos que emprendo por Dios, son primavera de gozo espiritual. Estas islas son el sitio del mundo en que el hombre puede más fácilmente perder la vista de tanto llorar; pero se trata de lágrimas de alegría. No recuerdo haber gustado jamás tantas delicias interiores y los consuelos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de los obstáculos que me oponen los enemigos declarados y los amigos aparentes". De vuelta a Malaca, el santo pasó ahí otros cuatro meses predicando. Antes de volver a la India, oyó hablar del Japón a unos mercaderes portugueses y conoció personalmente a un fugitivo del Japón, llamado Anjiro. Javier desembarcó nuevamente en la India, en enero de 1548.
Pasó los siguientes quince meses viajando sin descanso entre Goa, Ceilán y Cabo de Comorín, para consolidar su obra (sobre todo el "Colegio Internacional de San Pablo" en Goa) y preparar su partida al misterioso Japón, en el que hasta entonces no había penetrado ningún europeo. Escribió la última carta al rey Juan III, a propósito de un obispo armenio y de un fraile franciscano. En ella decía: "La experiencia me ha enseñado que Vuestra Majestad tiene poder para arrebatar a las Indias sus riquezas y disfrutar de ellas, pero no lo tiene para difundir la fe cristiana".

Japón
En abril de 1549, partió de la India, acompañado por otro sacerdote de la Compañía de Jesús y un hermano coadjutor, por Anjiro (que había tomado el nombre de Pablo) y por otros dos japoneses que se habían convertido al cristianismo. El día de la fiesta de la Asunción desembarcaron en Kagoshima, Japón. En Kagoshima, los habitantes los dejaron en paz. San Francisco Javier se dedicó a aprender el japonés lo cual no era nada fácil para el. Sin embargo logró traducir al japonés una exposición muy sencilla de la doctrina cristiana que repetía a cuantos se mostraban dispuestos a escucharle. Al cabo de un año de trabajo, había logrado unas cien conversiones. Ello provocó las sospechas de las autoridades, las cuales le prohibieron que siguiese predicando. Entonces, el santo decidió trasladarse a otro sitio con sus compañeros, dejando a Pablo al cuidado de los neófitos. Antes de partir de Kagashima, fue a visitar la fortaleza de Ichku; ahí convirtió a la esposa del jefe de la fortaleza, al criado de ésta, a algunas personas más y dejó la nueva cristiandad al cargo del criado. Diez años más tarde, Luis de Almeida, médico y hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, encontró en pleno fervor a esa cristiandad aislada.
San Francisco Javier se trasladó a Hirado, al norte de Nagasaki. El gobernador de la ciudad acogió bien a los misioneros, de suerte que en unas cuantas semanas pudieron hacer más de lo que había hecho en Kagoshima en un año. El santo dejó esa cristiandad a cargo del P. de Torres y partió con el hermano Fernández y un japonés a Yamaguchi, en Honshu. Ahí predicó en las calles y delante del gobernador; pero no tuvo ningún éxito y las gentes de la región se burlaron de él.
Javier quería ir a Miyako (Kioto), que era entonces la principal ciudad del Japón. Después de trabajar un mes en Yamaguchi, donde apenas cosechó algo más que afrentas, prosiguió el viaje con sus dos compañeros. Como el mes de diciembre estaba ya muy avanzado, los aguaceros, la nieve y los abruptos caminos hicieron el viaje muy penoso. En febrero, llegaron los misioneros a Miyako. Ahí se enteró el santo de que para tener una entrevista con el mikado necesitaba pagar una suma mucho mayor a la que poseía. Por otra parte, como una guerra civil hacía estragos en la ciudad, San Francisco Javier comprendió que, por el momento, no podía hacer ningún bien ahí, por lo cual volvió a Yamaguchi, quince días después. Viendo que la pobreza de su persona se convertía en un obstáculo para llegar al gobernador, se vistió con gran pompa y fue al gobernador escoltado por sus compañeros, con toda la regalía de su título de embajador de Portugal. Le entregó las cartas que le habían dado para el caso las autoridades de la India y le regaló una caja de música, un reloj y unos anteojos, entre otras cosas. El gobernador quedó encantado con esos regalos, dio al santo permiso de predicar y le cedió un antiguo templo budista para que se alojase mientras estuviese ahí. Habiendo obtenido así la protección oficial, San Francisco Javier predicó con gran éxito y bautizó a muchas personas.
Habiéndose enterado de que un navío portugués había atracado en Funai (Oita) de Kiushu, el santo partió para allá y resolvió partir en ese barco a visitar sus comunidades cristianas en la India antes de hacer el deseado viaje a China. Los cristianos del Japón, que eran ya unos 2000 quedaron al cuidado del P. Cosme de Torres y del hermano Fernández. A pesar de las dificultades que sufrió, San Francisco Javier opinaba que "no hay entre los infieles ningún pueblo más bien dotado que el japonés".

Regreso a la India y expedición a la China
La cristiandad había prosperado en la India durante la ausencia de Javier; pero también se habían multiplicado las dificultades y los abusos, tanto entre los misioneros como entre las autoridades portuguesas, y todo ello necesitaba urgentemente la atención del santo. Francisco Javier emprendió la tarea con tanta caridad como firmeza. Cuatro meses después, el 25 de abril de 1552, se embarcó nuevamente, llevando por compañeros a un sacerdote y un estudiante jesuitas, un criado indio y un joven chino que hubiera sido su intérprete si no hubiese olvidado su lengua natal. En Malaca, el santo fue recibido por Diego Pereira, a quien el virrey de la India había nombrado embajador ante la corte de China.
San Francisco tuvo que hablar en Malaca sobre dicha embajada con Don Alvaro de Ataide, hijo de Vasco de Gama, que era el jefe en la marina de la región. Como Alvaro de Ataide era enemigo personal de Diego Pereira, se negó a dejar partir Pereira y a Francisco Javier, tanto en calidad de embajador como de comerciante. Ataide no se dejó convencer por los argumentos de Francisco Javier, ni siquiera cuando éste le mostró el breve de Paulo III por el que había sido nombrado nuncio apostólico. Por el hecho de oponer obstáculos a un nuncio pontificio, Ataide incurría en la excomunión. Finalmente, Ataide permitió que Francisco Javier partiese a la China. El santo envió al Japón al sacerdote jesuita y sólo conservó a su lado al joven chino, que se llamaba Antonio. Con su ayuda, esperaba poder introducirse furtivamente en China, que hasta entonces había sido inaccesible a los extranjeros. A fines de agosto de 1552, la expedición llegó a la isla desierta de Sancián (Shang-Chawan) que dista unos veinte kilómetros de la costa y está situada a cien kilómetros al sur de Hong Kong.

Muerte a las Puertas de China
Por medio de una de las naves, Francisco Javier escribió desde ahí varias cartas. Una de ellas iba dirigida a Pereira, a quien el santo decía: "Si hay alguien que merezca que Dios le premie en esta empresa, sois vos. Y a vos se deberá su éxito". En seguida, describía las medidas que había tomado: con mucha dificultad y pagando generosamente, había conseguido que un mercader chino se comprometiese a desembarcar de noche en Cantón, no sin exigirle que jurase que no revelaría su nombre a nadie. En tanto que llegaba la ocasión de realizar el proyecto, Javier cayó enfermo. Como sólo quedaba uno de los navíos portugueses, el santo se encontró en la miseria. En su última carta escribió: "Hace mucho tiempo que no tenía tan pocas ganas de vivir como ahora". El mercader chino no volvió a presentarse. El 21 de noviembre, el santo se vio atacado por una fiebre y se refugió en el navío. Pero el movimiento del mar le hizo daño, de suerte que al día siguiente pidió que le trasportasen de nuevo a tierra. En el navío predominaban los hombres de Don Alvaro de Ataide, los cuales, temiendo ofender a éste, dejaron a Javier en la playa, expuesto al terrible viento del norte. Un compasivo comerciante portugués le condujo a su cabaña, tan maltrecha, que el viento se colaba por las rendijas. Ahí estuvo Francisco Javier, consumido por la fiebre. Sus amigos le hicieron algunas sangrías, sin éxito alguno. Entre los espasmos del delirio, el santo oraba constantemente. Poco a poco, se fue debilitando. El sábado 3 de diciembre, según escribió Antonio, "viendo que estaba moribundo, le puse en la mano un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el nombre de Jesús". San Francisco Javier tenía entonces cuarenta y seis años y había pasado once en el oriente. Fue sepultado el domingo por la tarde. Al entierro asistieron Antonio, un portugués y dos esclavos.2

Su cuerpo se conserva incorrupto
Uno de los tripulantes del navío había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca, donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, excepto Don Alvaro de Ataide. Al fin del año, fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.
Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.

NOTAS
1 -El P. Coleridge, S. J.: "Probablemente todos los misioneros que han ido a regiones en las que sus compatriotas se hallaban ya establecidos . . . han encontrado en ellos a los peores enemigos de su obra de evangelización. En este sentido, las naciones católicas son tan culpables como las protestantes. España, Francia y Portugal son tan culpables como Inglaterra y Holanda".
2 Antonio describió los últimos días del santo, en una carta a Manuel Teixeira, el cual la publicó en su biografía de San Francisco Javier.

BIBLIOGRAFIA
Eliécer Sálesman, P. - Vidas de los Santos
Mario Sgarbossa - Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día
www.corazones.org



01.12 San Edmundo Campion SJ

San Edmundo Campion, S.J .
1ro de Diciembre


San Edmundo Campion, S.J.

Es el primer santo inglés de la Compañía de Jesús. Con su simpatía, alegría contagiosa, con su patriotismo y oratoria supo dar, a los ingleses perseguidos, el entusiasmo que les faltaba para defender su fe.


Niñez y juventud

Edmundo Campion nace en Londres, el 15 de enero de 1540, poco después que el rey Enrique VIII lograra separar a Inglaterra de la obediencia de la Iglesia católica.
Su padre fue un librero de Londres. Desde muy pequeño aprende a devorar libros. Al quedar huérfano, el gremio de los mercaderes de Londres decide encargarse de su formación. Fue un excelente alumno.
Esos son los años turbulentos de Eduardo VI, niño también de pocos años.

Durante el reinado de María Tudor

Cuando cuenta 13 años, en 1553, Edmundo es elegido para componer y leer un discurso de felicitación a la Reina María Tudor. Ella también es hija de Enrique VIII y ha sucedido a su hermano Eduardo.
Poco después, el Alcalde Mayor de Londres, Sir Thomas White, determina fundar un Colegio católico, en Oxford. El cambio religioso, sucedido con el nuevo reinado, lo mueve a hacerlo. Recordando al joven Edmundo Campion, por el hermoso discurso a la Reina, le ofrece una beca en el nuevo Colegio. Edmundo pasa a educarse, entonces, al Colegio de Saint John, donde con distinción continúa sus estudios.

En Oxford

Cuando muere la Reina María, en 1558, las cosas se precipitan en Inglaterra y también en Oxford. Le sucede su hermana Isabel, hija de Enrique y de Ana Bolena, educada en la fe protestante.
El favorito de la Reina, el conde de Leicester, Roberto Dudley, es nombrado Canciller de la Universidad de Oxford.
Edmundo Campion tiene, entonces, 18 años. Ha sido nombrado profesor en el Colegio de Saint John. Un buen número de alumnos, sigue sus clases. La influencia de Campion aparece muy claramente. Los jóvenes frecuentan sus conferencias, imitan su tipo de elocuencia e incluso su modo de vestir. Con orgullo algunos empiezan a llamarse campionistas.

Fama de orador

A los oídos de Roberto Dudley llegó la fama de la oratoria de Edmundo Campion. Cuando muere su esposa, el Canciller dispone que sea Campion quien escriba y pronuncie el elogio fúnebre. San Edmundo compone un hermoso discurso que llena de satisfacción al vanidoso Canciller.
A la muerte de Sir Thomas White, el fundador del Colegio de Saint John, en 1564, Campion pidió el honor de escribir su elogio. La renovada admiración del Canciller, al escucharlo, hacen concebir en Campion una protección y un porvenir muy seguro.

Discurso ante la reina Isabel

Dos años más tarde, en 1566, la reina Isabel visitó Oxford. Entre las fiestas de recibimiento debe destacar un acto académico de filosofía.
Edmundo Campion, el joven profesor de 26 años, es el encargado de organizar y de mostrar, ante la Reina, la erudición, la profundidad de ciencia y la elegancia en el buen decir. Isabel se admira y decide de veras utilizar los servicios de Campion. Lo recomienda interesada a Leicester.

Vice canciller de Oxford

Roberto Dudley, conde de Leicester nombra entonces a Edmundo Campion, orador de la Universidad. Poco después, lo elige Prorrector de la misma, oficio que equivale al de Vice canciller.
Todos estos cargos, los recibe Campion antes de tener el grado de doctor, lo que resulta extraordinario. Es la promesa de una gran carrera.

Un paso en falso


Es posible que Edmundo Campion haya prestado el juramento de supremacía en 1560. Pero ello no lo intranquiliza. En forma regular frecuenta los ahora servicios protestantes de la capilla del Colegio de Saint John. Edmundo es católico y no piensa separarse de su fe. Pero la situación se va haciendo crítica.
Poco a poco, se deja vencer. En 1567 acepta la ordenación diaconal, de manos de su amigo el obispo de Gloucester, Ricardo Cheney, de la Iglesia reformada.
Sus amigos, entonces, se dividen, unos lo felicitan, los más se horrorizan. Edmundo Campion se sumerge en un mar de dudas y en un recriminarse por la decisión tomada.

Los estudios de teología

En Oxford la división es clara. Hay un partido católico mayoritario y un partido protestante ascendente. Edmundo Campion vacila entre los dos, sin deseos de elegir. Su anhelo más íntimo es que lo dejen estudiar en paz y poder desempeñar sus deberes de profesor y de orador universitario.
Según los estatutos del Colegio, su obligación es dedicarse al estudio de teología y aceptar la ordenación sacerdotal, si quiere continuar su carrera en la Universidad. Edmundo Campion posterga la decisión, hasta donde puede, concentrándose en el estudio de Aristóteles y en la teología natural.
En 1567 le fue necesario iniciar el estudio de los Padres de la Iglesia. Y en la medida de su avance, cada vez se siente más lejos de la Iglesia Anglicana. Trata de refugiarse en la oración. Consulta a su amigo Tobie Matthew quien parece no tener escrúpulos en el abandono de la antigua fe. "No leo a los Padres, para no creerles", es la respuesta.
El camino de Tobie Matthew, más tarde obispo de Durham y después arzobispo de York, parece fácil. Edmundo Campion ama a Inglaterra, ¿es razonable rechazar lo bueno de la reforma por un anhelo de perfección?. Pero en Inglaterra no hay libertad. Y eso lo intranquiliza.

Tormentas exteriores

En la primavera de 1568, María Estuardo, católica y heredera del trono, fue hecha prisionera.
Poco después Gregorio Martin, su íntimo amigo durante trece años, abandona Oxford y se exilia en el continente.
La tormenta anglicana lo va presionando. Primero, pierde una beca. Después su cargo como juez escolástico de la Universidad.

La vuelta al buen camino

Con la aprobación de Leicester, Edmundo Campion se decide pasar a Dublin. Allí podrá trabajar en el proyecto de la creación de la Universidad Nacional.
Se adapta fácilmente al nuevo ambiente y empieza a vivir en paz con su conciencia. La católica Irlanda está bajo el poder del gobierno inglés, pero las leyes religiosas no se aplican.

En Irlanda

Con el pensamiento puesto en la Universidad irlandesa, prepara una disertación, De Homine Academico. Es un verdadero catálogo de las virtudes y cualidades de un formador universitario. Sin duda es su propio programa y que, en parte, lo siente realizando.
Poco tiempo después empieza a trabajar en una historia de Irlanda. Es toda una obra literaria. La dedica al conde de Leicester, buscando siempre una protección.

Tormentas interiores

El 25 de febrero de 1570, San Pío V dicta la Bula Regnans in Excelsis, de excomunión contra Isabel, liberando a sus súbditos de la obligación de obedecerla.
Una copia de la Bula es clavada en la puerta del palacio del obispo de Londres el 25 de mayo por el caballero católico John Felton. Este es torturado y ejecutado. En el cadalso regaló a la Reina un gran anillo de brillantes, que llevaba cuando fue arrestado, manifestándole que no deseaba su mal, pero que creía que se destitución era buena para el país y para su salvación eterna.
Una verdadera persecución cae, entonces, sobre los cristianos que continúan con su adhesión a Roma.
Edmundo Campion, tocado íntimamente por los contenidos de la Bula y acosado por los remordimientos de conciencia, decide entonces dejar Irlanda. Por lo demás es buscado afanosamente por las autoridades, pues todo católico debe ser interrogado.
Perseguido, Campion vuelve a Londres. Allí no es buscado. Se le cree en Irlanda.

Testigo de un martirio

En Londres asiste, en Westminster Hall, atónito entre la muchedumbre, al despiadado juicio contra el Bienaventurado John Storey. Este se había exiliado en Flandes. Al poco tiempo, ya anciano, en el Colegio de Douai, recibió la ordenación sacerdotal. Sir William Cecil lo había hecho raptar y traer desde Amberes, acusándolo de traición.
Ese Colegio de Douai fue toda una institución para la restauración católica de Gran Bretaña. Había sido fundado por Sir William Allen a quien su fe lo obligó a abandonar Inglaterra y ordenarse de sacerdote en Lovaina. Lo fundó para los ingleses, con el fin de formar sacerdotes que pudieran, más tarde, predicar la fe en la patria. Algunos años más tarde, ya cardenal, fundó otro Colegio similar en Reims.

En Flandes

Edmundo Campion decide pasar a Flandes. Consigue dinero entre sus antiguos alumnos católicos y se embarca el 1 de junio de 1571.
Una fragata inglesa intercepta a la nave. Por no llevar pasaportes, Campion es detenido y devuelto a Inglaterra. El capitán se queda con el dinero y lo deja huir, pero en territorio inglés.
De nuevo, muy pronto, consigue dinero entre los amigos. Un segundo intento y, esta vez, feliz. A fines de junio de 1571, con grandes muestras de gozo y alegría fue recibido en el Colegio de Douai.
Gran parte de los trece candidatos que, allí, se preparan al sacerdocio son antiguos amigos y los más, alumnos suyos en Oxford. Allí está su amigo Gregorio Martin.
Estudios sacerdotales

En Douai, San Edmundo Campion vuelve formalmente a la Iglesia católica. Es admitido a los sacramentos, de los que ha estado privado desde hace más de diez años. Se siente feliz, viviendo en una comunidad enteramente católica. Sir William Allen lo considera como una adquisición sensacional.
Dos años enteros dedica Edmundo Campion a terminar los estudios de teología. En Douai recibe las órdenes menores y el subdiaconado, requisitos exigidos por la Iglesia católica antes de las órdenes del diaconado y el sacerdocio.
Al pedir las órdenes sagradas y al recibirlas, Campion siente que puede expiar la falta de haber sido ordenado diácono por un obispo anglicano.

Discernimiento vocacional

Después viene el largo discernimiento. ¿Qué debe hacer?. Señor, ¿qué quieres que haga?.
En la oración comprende que debe dirigirse a Roma y que allí el Señor le mostrará el mejor camino.

Viaje a Roma

El viaje a Roma lo hace, solo y a pie, en penitencia. Pide limosna en los caminos y ora sin cansancio.
A fines de febrero de 1573, llega a la Ciudad eterna. Por cierto, se hospeda en el hospital de los ingleses, como peregrino.
El primer tiempo lo dedica a la oración y a la visita de las principales Iglesias de Roma. Visita al cardenal Gesualdi con quien tiene largas conversaciones a propósito de la Bula Regnans in Excelsis.
Pero pronto, entiende claramente la voluntad de Dios. Debe entrar en la Compañía de Jesús. En ella podrá darse a los demás y, con la voluntad del Señor, podrá volver a predicar la fe en Inglaterra.

Su ingreso a la Compañía de Jesús

Es admitido por el P. Everardo Mercuriano, recién elegido General de la Compañía.
La Congregación General continuaba todavía en funciones. Varios de los padres congregados, lo han conocido y oído hablar de él. La simpatía de Campion les gana el corazón a todos. Cada Provincial lo quiere para su propia Provincia. En Inglaterra no hay jesuitas.
El General, lo admite para la Provincia alemana, la de Austria.

Noviciado en Austria

Terminada la Congregación General, a mediados de junio de 1573, con el P. Provincial alemán viaja a Praga para iniciar su noviciado de dos años.
San Edmundo Campion es uno de los fundadores del Noviciado en Brünn, muy cerca de Praga. Allí, todo le es fácil, en especial la experiencia del mes de Ejercicios. Los trabajos humildes y el apostolado le resultan llenos de consolación. Y su facilidad en los estudios le sirve extraordinariamente para el aprendizaje del nuevo idioma.

En Praga
En septiembre de 1574, los Superiores lo destinan al Colegio de Praga, a continuar el noviciado e iniciar la etapa de magisterio con los alumnos de retórica. Sus cualidades literarias, adquiridas en Oxford, le permiten un año brillante.
En 1575 hace los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. En el Colegio, funda la Congregación Mariana (hoy, Comunidades de Vida Cristiana, CVX) para sus alumnos.
Al año siguiente le añaden el cargo de Prefecto general del Internado y las predicaciones en la Iglesia. En diversas ocasiones predica en la corte. Y con su oratoria verdaderamente atrayente se gana el ánimo del mismo emperador Rodolfo II.

Ordenación sacerdotal

El 8 de septiembre de 1578, el arzobispo de Praga lo ordenó sacerdote. Y hasta marzo de 1580 ejerce en la capital del imperio su sacerdocio y ministerio de enseñanza. El idioma alemán parece no tener secretos para él.

Llamado a Roma

Por ese tiempo, el cardenal y doctor, Sir William Allen, fundador del Colegio de Douai, presenta al Papa Gregorio XIII y al P. General Everardo Mercuriano, un largo y muy bien fundado memorial. En él solicita el envío de refuerzos sacerdotales a Inglaterra. El Colegio inglés de Douai ha crecido mucho. Cada año se ordenan treinta o cuarenta sacerdotes. Más de la mitad logra atravesar el Canal hacia Inglaterra. Los informes recibidos coinciden respecto al entusiasmo de las gentes, al deseo de recibir los sacramentos y al ansia de ser reconciliados con la Iglesia.
El Papa Gregorio XIII decide apoyar al cardenal Allen y funda en Roma el Colegio Inglés. Los primeros seminaristas vienen todos desde Douai. Dos años después, en 1578, la dirección del Colegio Inglés es entregada a la Compañía de Jesús, con gran gozo del cardenal Allen.
El P. General Everardo Mercuriano se aviene a tomar la dirección del Colegio y a hacer suyos los objetivos de su fundación. Es decir, promete al cardenal Allen que la Compañía de Jesús enviará misioneros a Inglaterra. Allen pide expresamente al P. Edmundo Campion para la primera expedición. El P. General accede. San Edmundo Campion es, entonces, llamado a Roma.

Destino a Inglaterra

San Edmundo deja Praga el 25 de marzo de 1580, postergado algunos meses por el Provincial de Austria. Llega a Roma el sábado de Pascua, el 9 de abril. El viaje lo hace a pie, a caballo y en parte en coche, de acuerdo a los azares del camino.
En Roma, San Edmundo Campion, con profundo gozo, acepta la invitación del P. General.
Su compañero de misión será el P. Roberto Persons, jesuita inglés, seis años más joven que él. San Edmundo lo conoce bien desde los tiempos de Oxford. Fue su discípulo, y Campion al saberlo católico lo había liberado del juramento de supremacía. Las autoridades entonces intervenieron y Persons debió prestar el juramento, pasando así a ser profesor del Colegio de Balliol.
A ruegos de Campion, el P. Persons es nombrado Superior de la Compañía de Jesús en Inglaterra.

Instrucciones

Las intrucciones del General de la Compañía son muy precisas. Se verán obligados a descartar el traje talar y a viajar disfrazados. Deberán vivir entre seglares bajo nombres supuestos. Vivirán solos durante largos períodos. No podrán realizar retiros periódicos para recobrar las fuerzas espirituales.
El objetivo de la misión queda también delineado. Trabajarán en "la conservación y aumento de la fe de los católicos de Inglaterra". No deberán disputar con los protestantes. Les queda prohibido, en forma absoluta, inmiscuirse en los asuntos de Estado o enviar informes políticos. No deben permitir ninguna conversación contra la Reina.
San Edmundo recibe las aclaraciones que pide. Queda claro, la Bula Regnans in Excelsis obliga sólo a la Reina y a los protestantes. Los católicos, mientras la Reina gobierne de facto, deben obedecer en todo lo que no toque a la fe católica.

El viaje a la patria

El 18 de abril de 1580 sale de Roma esa primera expedición jesuita a Inglaterra.
La componen los PP. Roberto Persons, Edmundo Campion y el Hermano Rodolfo Emerson. Con ellos van otros tres sacerdotes del Colegio inglés, dos seminaristas y cuatro sacerdotes ingleses radicados en Roma.
Antes de salir, el Papa Gregorio XIII los abraza, a cada uno, cariñosamente, los bendice, a ellos y a toda Inglaterra. San Felipe Neri también los bendijo.
En Milán, San Carlos Borromeo los obliga a alojar en su propio palacio arzobispal. Edmundo Campion predica en la Catedral, con gran complacencia del arzobispo.
El resto del viaje lo hacen a través de Suiza, país ya sumido en las ideas de la reforma protestante. En Ginebra son admitidos, por ser ingleses, a pesar de ser católicos. San Edmundo, incluso, tiene una conversación con el célebre calvinista Teodoro Beza, ya anciano, quien lo recibe en su casa, después de comer. Fue una velada agradable, llena de humanismo.
En Reims tiene lugar el encuentro con el cardenal doctor, Sir William Allen. Campion, a petición de su amigo, predica a los jóvenes ingleses del Seminario. En su propio idioma, después de tantos años. Lo hace con fluidez y corrección, como si jamás hubiera dejado Inglaterra.

Inglaterra

El ingreso en Inglaterra resulta muy difícil. Las autoridades inglesas ya estaban en conocimiento de la expedición católica. Los informantes han comunicado nombres y también fechas.
Conocedores de la dificultad, los jesuitas resuelven disolver la expedición. Cada cual, ingresará como pueda hacerlo. Los jesuitas flamencos del Colegio de San Omer, prepararon el paso del Canal.
Los tres jesuitas no deben viajar juntos. El P. Roberto Persons, como Superior, será el primero. Los otros dos pasarán a Inglaterra un tiempo después.
Roberto Persons, vestido de militar y fingiendo ser soldado de los Países Bajos, cruza el Canal sin mayor dificultad.
Edmundo Campion y Rodolfo Emerson, vestidos de mercaderes, son detenidos en Dover, el 24 de junio. Las autoridades tienen sospechas, los registran minuciosamente, pero al fin los dejan pasar.
Ambos se dirigen al puerto de Gravesend, distante 30 kilómetros de Londres. En un bote, por el Támesis, llegan a la capital.
Entretanto, el P. Roberto Persons había encargado a jóvenes católicos que se turnaran, paseándose, en los muelles de Londres. Uno de ellos los reconoce, por las señas del Hermano, y los lleva a la casa alquilada por Persons.
Ministerios

Así comenzaron los años ingleses del ministerio de Campion.
El mejor resumen de esos años lo da él mismo en carta al P. General.
"Por todas partes se publican contra nosotros edictos llenos de amenazas".
"Con las precauciones que tomamos y con las oraciones de los buenos y, especialmente con el favor de Dios, hemos recorrido con toda felicidad buena parte de la isla. Nunca nos han faltado personas, que olvidadas de su propio peligro se mostraron solícitas de nuestra seguridad".
"La persecución se ha embravecido. Nuestra comunidad está triste, porque no se habla sino de muerte, de prisión o pérdida de bienes de los fieles. Y con todo, vamos adelante animosamente".
"En la actualidad son innumerables los que vuelven a la Iglesia. Trabajo desde muy de mañana hasta gran parte de la noche, habiendo cumplido los diversos oficios y predicado algunos días dos veces. Trabajo en una infinidad de asuntos: doy respuesta a casos de conciencia, organizo el trabajo de otro sacerdotes distribuyéndolos donde hubiere mayor necesidad; reconcilio a los separados con la Iglesia, procuro ayudas temporales para los que sufren en las cárceles. Son tantos, que fácilmente desmayaría de fatiga, pero es Dios quien favorece".
"La mayor consolación la recibimos al constatar la increible alegría de estos hermanos, por nuestra venida a Inglaterra".

Defensa de la fe

Fue muy célebre el famoso documento, escrito por San Edmundo dirigido al Consejo de la Reina. En él refuta el falso rumor, difundido por las autoridades. Los católicos, de ninguna manera, pretenden la desobediencia civil y aman especialmente a la Reina Isabel. El excelente estilo gusta a todos, aún a muchos protestantes.
Las ediciones de este escrito se multiplican y es conocido por toda la población. Los católicos se sienten muy confortados y tranquilos al verse defendidos en su patriotismo.
Poco después Campion compone y edita, en abril de 1581, su opúsculo "Diez Razones", un compendio de la fe católica y los principales argumentos teológicos. Esta obra ocasiona una verdadera revolución en la Iglesia reformada. Fue todo un éxito. Católicos y protestantes no pueden hablar, durante meses y en todas partes, sino del libro del P. Edmundo Campion. Las autoridades, muy molestas, se endurecen y la persecución se hace más rigurosa.
En la Universidad de Oxford, el libro de Campion fue conocido y comentado, con admiración, por todos y en especial por sus compañeros y antiguos discípulos.

Detención

El 16 de julio de 1581, el P. Edmundo Campion es detenido en el castillo de Lyford. Es traicionado por Jorge Elliot, quien se ha hecho pasar por católico.
San Edmundo no guarda rencor alguno al traidor. Requerido por él, sonriendo le dice: "Dios te perdone, Jorge, y yo te perdono. Si te arrepientes y te confiesas, yo te absolveré, pero tendrás que hacer penitencia".
Es llevado a Londres y encerrado en la Torre. En el calabozo Little Ease, tal vez el más lóbrego y húmedo, de las 22 torres. Allí pasó el primer tiempo.
Por expreso deseo de la Reina Isabel, es llevado a su presencia, al cuarto día. "¿Me tenéis por verdadera Reina de Inglaterra?". "Sí, Majestad". La Reina promete: "Os ofrezco la vida, la libertad, bienes de fortuna, grandeza y honores, si consentís en servirme". La respuesta de San Edmundo es muy rápida: "Soy vuestro vasallo, mi Reina, pero soy católico".
Por ultimo la Reina dice: "En vos no hay otro crimen que el ser papista". "Esta es mi mayor gloria", le contestó Campion, con un buen humor inglés.

Prisión

Se le dio un trato muy humano, para ablandarlo. Los carceleros, por expreso encargo de la corte, renuevan constantemente las promesas de la Reina.
Le dicen que su conversión al protestantismo lo llevará al arzobispado de Canterbury.
Cuando las autoridades constatan el fracaso, lo someten a la tortura. Pero no logran una sola palabra de debilidad. Ni siquiera una indiscreción que pudiera delatar a los otros jesuitas, o a algún católico.

Disputas teológicas

Destrozado por los tormentos, días después, lo hacen disputar con los mejores teólogos protestantes. San Edmundo Campion hace un gran esfuerzo. Muestra serenidad, e incluso amabilidad con todos. Con un dejo de humor les dice no estar en las mejores condiciones para sostener una discución teológica. Y, sin embargo, con verdadera sabiduría expone muy bien los argumentos.
El conde de Arendel, protestante, hijo del duque de Norfolk, presente en las disputas y convencido por Campion, decide volver a la fe católica. Merecerá más tarde dar su vida por la fe.

Condenación a muerte

A los actos finales lo acompañan San Alexander Briant y el Bienaventurado Thomas Cottam, ambos sacerdotes de la Compañía de Jesús, Ralph Sherwim y otros sacerdotes católicos.
San Edmundo dijo en esa ocasión: "Se nos acusa y se pide nuestra muerte. No tenemos a quien apelar, sino a las conciencias de Uds. ¿Pueden Uds. creer a nuestros acusadores?. Uds.lo saben, ellos han traicionado a Dios y al hombre. No han mostrado el menor fundamento para dar crédito a sus juramentos. Ni siquiera son hombres honrados. Aunque Uds. quisieran creerles, no pueden. Yo encomiendo todo a Dios. Esta condena la encomiendo a Uds. Nunca hemos temido a la muerte. Lo único que podemos decir es, que si nuestra religión nos hace traidores, merecemos ser condenados. Pero somos, y hemos sido, los mejores súbditos que la Reina haya tenido. Al condenarnos, Uds. condenan a todos nuestros antepasados, a todos los sacerdotes, obispos y reyes, a todo lo que fue la gloria de Inglaterra, la isla de los santos y la más fiel hija de la Sede de San Pedro. La posteridad nos dará la razón. El juicio futuro no va a estar sujeto a la corrupción como el de hoy."
Y ese día, el 21 de noviembre de 1581, todos son condenados a muerte. "Sean llevados a Tyburn. Serán ahorcados. Descolgados con vida, se les cortarán las partes inferiores y se les arrancarán las entrañas para ser quemadas en presencia de ellos. Se les cortará la cabeza y serán descuartizados. Y Dios tenga piedad de Uds".
San Edmundo Campion entona entonces el Te Deum. Los otros sacerdotes condenados lo siguen en su canto.

Los últimos días

San Edmundo estuvo encadenado los once días que mediaron entre el juicio y la ejecución. Recibió la visita de una hermana, facultada para hacerle el último ofrecimiento de libertad y de grandes beneficios, a condición de que renunciara a su Fe.
También lo visita Jorge Elliot. "Si yo hubiera pensado que habíais de sufrir algo más que la prisión, yo nunca os hubiera acusado". "En ese caso, le contesta con humor Campion, os suplico, en nombre de Dios, que hagáis penitencia y que confeséis vuestro pecado, para gloria de Dios y salvación de vuestra alma". Y ante el temor manifestado por Elliot, por las posibles represalias católicas, le agrega: "Estáis equivocado si creéis que los católicos llevan su odio y su ira hasta la venganza. Para que os sintáis seguro, si queréis, os recomendaré a un Duque católico alemán, donde podréis vivir en paz".
El carcelero de San Edmundo Campion, presente en la entrevista, se conmovió de tal modo por la generosidad de Campion, que se hizo católico.

El martirio

El 1º de diciembre de 1581 sufre el martirio, en compañía de San Alexander Briant y de Ralph Sherwim.
Lo sacan de la Torre. Está lloviendo. Ha llovido durante varios días. Un gran multitud se ha agolpado a las puertas. San Edmundo, con una sonrisa, los saluda a todos. "Que Dios os salve, caballeros, y os haga buenos católicos".
Lo atan a una rastra tirada por un caballo. A él y a Briant los arrastran lentamente por la lluvia y el barro, hasta llegar a Tyburn. Al pasar por el Arco de Newgate ve una imagen de la Virgen María, que se ha salvado de los martillazos, y la saluda cariñosamente. En el camino un católico le enjuga el rostro, salpicado de lodo y suciedad. San Edmundo le dijo: "Dios te premie y te bendiga".
En Tyburn, San Edmundo subió a la carreta instalada bajo la horca. El mismo se pone la soga alrededor del cuello. Entonces, pide utilizar el derecho que le otorga la ley, decir unas palabras.
"Soy inocente de las traiciones que me han acusado. Soy católico y sacerdote de la Compañía de Jesús. En esta fe he vivido y en ella quiero morir".
Entonces le gritan que pida perdón a la Reina."¿En qué la he ofendido?. Soy inocente. He rezado y rezo mucho por ella". Un cortesano le exige que diga por cuál Reina reza. "Por Isabel, vuestra Reina y la mía, a la que deseo un largo reinado, tranquilo y feliz".
De inmediato dieron orden de retirar la carreta que estaba bajo sus pies. Y San Edmundo queda colgando.
Inconsciente, tal vez muerto, cortan la cuerda que lo ata y el carnicero lo descuartiza.
Entre los presentes, en primera línea, está Enrique Walpole, un joven de familia católica, pero inclinado a la reforma. Tan cerca está, que un poco de sangre le salpica el abrigo cuando el carnicero arranca las entrañas de Campion y las arroja al caldero de agua hirviendo. Enrique Walpole se conmovió profundamente. Tanto que decidió, poco después, cruzar el mar y ordenarse de sacerdote en la Compañía de Jesús. Trece años más tarde morirá del mismo modo que San Edmundo, en el cadalso de York.

Glorificación

San Edmundo Campion fue canonizado el 25 de octubre de 1970 conjuntamente con San Alexander Briant, San Enrique Walpole y otros siete jesuitas, ingleses y galeses, mártires de la fe, como él. También fue canonizado su compañero San Ralph Sherwim.

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domingo, 28 de noviembre de 2010

Dogma de la Inmaculada Concepcion


El dogma de la Inmaculada Concepción


«En atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original». Dijo el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.
por René Laurentin

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El 8 de diciembre de 1854, Pío IX (entonces en su octavo año de pontificado que durará poco menos de 32 años) definió el dogma de la Inmaculada Concepción, después de la más larga y grave controversia que haya desgarrado a la Iglesia. Más de seis siglos antes, san Bernardo, aunque cautivado de María, reprendió duramente al venerable Cabildo de los canónigos de Lyón, diócesis primacial, por la adopción de la fiesta de la Concepción, procedente de Oriente, ya que era ajena a la fe y a la Tradición. Los grandes doctores de la Edad Media se mostraron desconfiados o contrarios ante este misterio: todos, hasta Duns Escoto (muerto en 1308, a la edad de 42 años), que se atrevió a reaccionar, a finales del siglo XIII, pero sin llegar a decir: el pecado original no la tocó. Además, si lo hubiera afirmado, la Sorbona lo habría condenado.
No afirmó la concepción inmaculada de Maria y se limitó a establecer que: 1) Dios podía hacerlo; 2) era oportuno.
Pero no se atrevió a añadir: lo hizo.

La solución genial de Escoto
¿Por qué entonces se considera a Duns Escoto el doctor de la Inmaculada Concepción? Por válidos motivos. Este genial teólogo, después de haber escrito una obra inmensa, tuvo la prudencia de evitar la condena y al mismo tiempo la inteligencia de renovar la problemática.
Su papel fue decisivo porque demolió la objeción mayor que parecía prohibir esta doctrina: según el Evangelio y la Tradición más que milenaria, Cristo es el Redentor de todos. Si María está exenta de pecado original, la nueva Eva no fue redimida y Cristo deja de ser el Redentor universal. Esta excepción sería un atentado contra el dogma fundamental de la Redención.
Escoto parte de la objeción misma: sí, Cristo es el Redentor perfecto. Ahora bien, la perfección de su Redención requiere que sea capaz no sólo de lavar el pecado sino de prevenirlo. La perfección misma de su Redención requiere esta capacidad suprema (una madre que consuela y lava a su hijo que se ha caído en el regato es una buena madre; pero la madre que controla a su hijo para que no caiga en el regato es un madre mejor), Cristo debía preservar a María del pecado para que nada contaminara la Encarnación. Dios, según una ley general inscrita en la Escritura y en la Tradición, pone la perfección al principio de todas sus obras: creación o recreación.




La Inmaculada Concepción, Giambattista Tiépolo (1696-1770), Museo del Prado, Madrid



También es mérito de Escoto haber encontrado la palabra clave que los predicadores de este 150 aniversario deben esculpir en sus mentes. Un día el cardenal Maurice Feltin (1883-1975), arzobispo de París, predicando en la gruta de Lourdes, no recordaba esta palabra clave, y otra palabra salió de sus labios: María había sido purificada. Si hubiera sido purificada, significaba que había contraído el pecado original. Se daba cuenta de que, un siglo después de la definición de Pío IX, esto no era exacto, pero su memoria de septuagenario no daba con la palabra “preservada”. No recordaba el vocablo perdido y corregía como podía la expresión infeliz multiplicando los adjetivos: una purificación maravillosa, la más bella, la más radical. Con pesar corregía y volvía a corregir sin lograr su objetivo.
Y, sin embargo, desde hacía tres siglos los papas usaban la solución de Escoto: Alejandro VII (1661) y luego Pío IX (1854) habían adoptado el acertado término de Escoto: preservación.
En la definición dogmática no se encuentra la expresión abstracta “Inmaculada Concepción”. Era preciso decir más y mejor. Leamos las palabras esenciales que formulan el dogma del origen inmaculado de María: «Fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano».
El papa Pío IX definió ante todo la verdad que había sido la objeción determinante que había bloqueado el dogma durante diecinueve siglos: María es redimida por Jesucristo. Pero al mismo tiempo definió que su redención no es purificación, sino que es: preservación en previsión de los méritos del Salvador de todos. Estos dos prefijos indican la excepción preveniente de Jesús por su madre e integran en la definición la verdad fundamental, profesada desde siempre por la fe. Así había sido abolido, desde la época de Alejandro VII, el decreto del Santo Oficio que ponía en el Índice a todos los autores que le daban el título de “Inmaculada Concepción” y que a veces iban a parar a la cárcel, como fue el caso de Ippolito Maracci (1604-1675) a mediados del siglo XVII.



El patriarca de Venecia Albino Luciani en Lourdes



El problema ecuménico
Los “hermanos separados” no han aceptado este dogma. Varios sínodos ortodoxos lo han condenado. Es extraño porque nos llega de ellos. En el siglo VII u VIII habían introducido la fiesta de la Concepción de María y celebraban dicha Concepción con gran abundancia de adjetivos disponibles en griego: Concepción santa, pura, inmaculada…
Tuvieron que pasar cuatro o cinco siglos antes de que la evidencia, vislumbrada por san Agustín, lograse rebatir la objeción mayor que la había privado de una fórmula clara al principio del siglo V. Escribía san Agustín que cuando se trata de la Virgen no quería hablar en absoluto del pecado: «Nosotros no entregamos María al diablo por razón del nacimiento, porque la condición del nacimiento se destruye por la gracia del renacimiento» (Contra Iulianum opus imperfectum IV, 122; Patrología latina 45, 417). Agustín, por tanto, afirmaba la redención de María, la libraba del pecado y del diablo, pero sin explicar cómo (por preservación y previsión). Su importante declaración resultaba ambigua: “maculistas” e “inmaculistas” se aprovecharon durante siglos.
Por una de esas vueltas raras que da la historia, desde el siglo XI al XIX los ortodoxos se han contrapuesto a esta verdad que ellos mismos nos habían transmitido, en la medida en que nuestro Occidente, primero contrario, se disponía simétricamente en el otro sentido. Aún hoy la discusión es a menudo más difícil con los ortodoxos que con los protestantes. Los ortodoxos plantean muchas objeciones: se aleja a María de nosotros, se disminuye su mérito, etc. Los protestantes son contrarios a este dogma en nombre de sus principios, pero el diálogo a veces es más fácil, si se parte de su mismo principio diciendo: es la ilustración más notable de la “sola gracia” (lema de Lutero).


Un bombero coloca la corona de flores sobre la estatua de la Inmaculada Concepción de la plaza de España, en Roma, con ocasión de la festividad del 8 de diciembre

La Revelación bíblica
La objeción común de los ortodoxos y de los protestantes es que este dogma (como el de la Asunción) no está revelado en la Biblia. Nuestra respuesta está en la primera palabra de la Anunciación : «Alégrate, llena de gracia» (en griego: kécharitômené) (Lc 1,28).
Es una palabra muy fuerte, es el nombre de gracia de María. Dice de la plenitud de amor de Dios por ella. Pero todo esto resulta muy implícito de ahí que los santos doctores del siglo XIII fueran contrarios, al igual que algunos dominicos del Santo Oficio hasta 1854.
Me han hecho falta años para darme cuenta de que esta verdad estaba luminosamente inscrita en la Revelación, si se lee la Biblia según su progresión, a menudo más significativa que sus afirmaciones explícitas.
La revelación de esta verdad se halla mencionada por primera vez en el capítulo 2 del profeta Oseas (por tanto desde el siglo VIII a. de C.). Es una acusación terrible de Yahvéh contra su pueblo –su «esposa infiel» (2,4), «dada a la prostitución» (1,2; 2,7; 3,3; cf. caps. 2, 4, 6)– por su culto a los falsos dioses (a los cuales Salomón había construido templos para sus esposas idólatras). Pero después de sus imprecaciones por su amor herido, Yahvéh, Marido fiel, promete comenzar todo de nuevo: «Por eso yo la voy a seducir: la llevaré al desierto [el lugar de la Alianza] y hablaré a su corazón» (2,16). «Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y equidad […], te desposaré conmigo en fidelidad» (2, 21.22).
Dios, Marido lleno de pasión por su pueblo –la hija de Sión, esa niña perdida que él había recogido mientras yacía en su sangre, adoptada y luego esposada en la edad de su esplendor (Ez cap. 16)–, olvida sus pecados, según la maravillosa capacidad de olvido propia de la misericordia infinita de Dios celebrada en la Biblia.
El Cantar de los cantares revela su sentido si se lee según la tradición bíblica, es decir, identificando al Esposo con Yahvhé y a la mujer con un pueblo, una ciudad: «Tu cuello, la torre de David…» (Ct 4,4; cf 7,5). Y la amada, hija de Sión, dice: «Yo soy una muralla [los bastiones de Jerusalén] y mis pechos, como torres» (8, 10 etc.) y para terminar Dios le dice a su amada: «¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti!» (Ct 4,7; cf. 1,15.16; 4,1; 5,9; cap. 6).
En el Cantar de los Cantares ya no hay rastro de la prostitución denunciada por Oseas; son sólo sueños (pesadillas de la esposa bellísima), por eso repite: «No despertéis, no desveléis al Amor, hasta que a ella le plazca» (Ct 2,7; 3,5; 8,4).
Esta afirmación no es sólo implícita, es manifiesta; pero sigue siendo virtual si no se sabe colocar el conjunto de los textos bíblicos en su progresión desde Eva a María, última heredera y cumplimiento del pueblo elegido: esposa de Yahvhé.
¿Dónde, cuándo y cómo la prostituta pudo convertirse en la amada sin mancha? En María, madre del Señor, llena del amor de Dios, un amor preveniente, gratuito y lleno de significado de la palabra griega intraducible kecharitôméné: palabra fuerte formada por la raíz cháris: gracia, que el ángel explica en seguida: «Has hallado gracia delante de Dios» (Lc 1,30).
Así María ha sido llevada al culmen de gracia y de amor que le ha permitido dar a luz al Salvador en la raza y en la historia humana, a la cumbre del pueblo de Dios. No solamente lo concibió y dio a luz como hombre, sino que, gracias a su adhesión perfecta a Dios hecho hijo suyo por medio de ella sola, fue también el primer miembro del Cuerpo místico que ella misma creaba. Miembro fundador de la Iglesia, era toda la Iglesia por la gracia del Espíritu Santo (cf. Lc 1,35), que la visita a su prima Isabel iba a extender a su hijo Juan Bautista, y luego a Zacarías: los tres llenos de Espíritu Santo, según Lucas 1, 42.46.



La Inmaculada Concepción, estampa francesa de los años cincuenta


«Más joven que el pecado»
María, pues, no sólo es el único miembro fundador de la Iglesia, sino el único miembro exente de todo pecado, porque los demás miembros son pecadores: «El justo peca siete veces al día», según el adagio. La santa Iglesia está hecha de pecadores, y en cada uno de ellos el amor hace retroceder el pecado con la gracia de Dios. La frontera del pecado atraviesa nuestros corazones. Sólo María no se ha empantanado en este lodazal: ella está libre «de toda mancha de pecado», dice claramente Pío IX. Libre de ese desequilibrio de los deseos que la Tradición cristiana llama concupiscencia.
Ella es el inicio de la “nueva creación” prometida por los profetas: «Más joven que el pecado, más joven que la raza de la cual ha nacido», decía poéticamente Bernanos. María es «la nueva Eva», dicen los Padres de la Iglesia.
Desde hace años propongo a la atención esta radiografía de la Biblia, pero por mucho que sea pertinente y luminosa, no encuentra ningún eco; la exégesis y la teología a veces son muy miopes. Se empeñan en decirnos qué es lo que la Biblia ha tomado de la tradición cultural pagana (y es verdad que lo ha hecho), pero sin ver cómo la inspiración del Espíritu Santo progresivamente ha purificado, completado, trascendido la mejor de estas nobles tradiciones culturales, de las cuales se ha servido para producir la miel de la Revelación bíblica.

Ver a María con los ojos de Dios
Ahora puedo confesar algo que me causa gran sorpresa: hay una fuerte contraposición entre los científicos profanos y los que exploran la revelación divina con el mismo espíritu científico.
Los primeros tratan continuamente de penetrar más a fondo los increíbles y fascinantes misterios del cosmos, que hacen explotar los conceptos humanos (relatividad; principio de indeterminación; el mundo infinitesimal, que crea su espacio sin estar en ningún espacio que lo contenga, etc.). Nosotros nos asombramos con ellos, sin comprender de manera adecuada ese conjunto vertiginoso del cosmos en que estamos sumergidos. Los segundos, imbuidos del principio científico según el cual todo ha de ser explicado desde abajo y solamente desde abajo, tratan de reducir la Revelación bíblica a sus condicionamientos culturales paganos, sin ver cómo la Escritura inspirada los transciende progresivamente, no tanto con conceptos racionales sino más bien con símbolos poéticos, mediante los cuales se cumple la revelación, entretejida con símbolos más que con abstracciones.
¿Se puede de verdad ser teólogo sin la fuerza de penetración intuitiva y poética de la que aún era testigo la gran generación de los poetas Péguy, Claudel y Bernanos?
Hace ya más de medio siglo que estudio a Dios y a la Virgen María, sin separarles ni disociarles nunca; y voy de maravilla en maravilla; porque la coherencia, la verdad, la luz suprarracional de este misterio supremo, parte integrante de la Encarnación y de la Redención, se concentran así en la breve frase que es la conclusión, el fin y el cumplimiento total de toda la Revelación: «Dios es amor».
Es sólo amor, ha creado sólo por amor y sobreabundancia.
En cuanto a María, ella es la primera en el amor, porque es la más amada por Dios y al mismo tiempo aquella que más lo ha amado, a imagen del Hijo, que recibe todo del Padre y le devuelve todo en una eterna y arrolladora gratitud.
Así esta pequeñísima criatura, esta muchacha de la ciudad y de la provincia más periférica, más despreciada, Nazaret, en Galilea (cf Jn 1, 46), este pequeño animal racional tan inferior a los ángeles por inteligencia y potencia natural, está por encima de los ángeles: reina de los ángeles, la primera en absoluto de las criaturas. Reina de los ángeles, esta muchachita. Porque sólo el amor vale. Ella podía decir aún mejor que Teresa de Lisieux, en el umbral de su gran consagración: «Seré el Amor»; y podía decir aún mejor que Yvonne-Aimée de Malestroit (mística francesa, 1901-1951) llegada al culmen de su unión mística con Dios: «Mi Amor es la esencia misma del infinito» (tan identificada se sentía con el Amor mismo que es Dios en tres Personas).


La hornacina de la plaza Campo di Ferro, en Roma, dedicada a la Inmaculada Concepción


En este cumplimiento María sigue siendo la más humilde de las criaturas «y la más grande, porque es también la más pequeña», explicaba Péguy en sus páginas. Decía ella en su maravillosa acción de gracias: «Dios […] ha puesto los ojos en la humildad de su esclava […] Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso […] Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes», a todos los humildes, de los que María es la evidencia más transparente. Así es la más bella entre las criaturas: todos los que la han visto se quedaron maravillados. «Tan bella que una quisiera morirse para volver a verla», decía Bernadette. Otra vidente le preguntó: «¿Qué hacéis para ser tan hermosa?». Ella respondió con dos palabras: «Porque amo».
Como todas las madres quisiera que nosotros fuéramos hermosos como ella, más bellos, si fuera posible, por el mismo Amor: el amor divino, tan distinto de lo que los hombres denominan con esta palabra. Porque “te amo” a menudo significa: “Quiero tenerte, poseerte, dominarte”, como demuestran los violadores asesinos, que llenan las páginas de la prensa francesa. Pero “te amo” según Dios y según la verdad humana quiere decir: “Quiero tu bien y tu felicidad, haré todo para servirte. Daré mi vida por ti”: es lo que casi todos los padres saben hacer por sus hijos.
Así es el amor de Dios, que ha puesto su imagen más natural en la familia. Es sólo don. Las tres Personas divinas son don total, las unas a las otras, sin sombra de egoísmo, de narcisismo, de individualismo.
Las Personas divinas. Estas personas supremas, nuestro modelo, no son individuos, dice santo Tomás de Aquino, son altruismo. Su vida es su mutuo don que constituye su plenitud infinita. Nosotros estamos llamados a entrar en esta plenitud que es el verdadero nombre de la felicidad. María nos arrastra dentro.
La imagen más hermosa del Amor de Dios en la tierra es el amor de las madres por sus hijos, a los que dan la vida como el Padre la da al Hijo que está eternamente en el seno del Padre (cf Jn 1,18).
Al igual que su amor no es más que don, así es el amor de María por Jesús, así es el amor de los padres que hacen todo por sus hijos.
María ha engendrado corporalmente sólo a Jesús. Todos los demás hombres tienen otra madre. Somos, por tanto, sus hijos adoptivos. Esto no quiere decir que nos quiera menos. Los padres adoptivos que conozco no quieren a sus hijos adoptivos menos que a los que han tenido juntos. Al contrario, los quieren más, porque los niños desafortunados que han arrancado a la miseria y a la infelicidad a menudo llevan heridas en el cuerpo y en la mente. Hay que darles más amor para curar esas heridas. Es lo que hace María con nosotros.
A imagen del Padre celestial, que siente más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión (cf Lc 15,7), ella no nos quiere menos que a su Hijo Jesús, y le costamos más amor y más penas. Debe amarnos más para arrancarnos del pecado, porque nos obcecamos.
Su origen inmaculado no la aleja de nosotros, como objetan algunos. Todo lo contrario. Porque no se comprende el pecado mediante el pecado, sino mediante el amor. Todo egoísmo disminuye en nosotros el amor y enfrenta a los pecadores los unos contra los otros. Para que María sea verdadera madre de Dios y madre de los hombres, Dios ha dilatado su corazón a medida del suyo sin medida. No podremos comprender adecuadamente el esplendor de este amor extenuado por los dolores de su compasión si no en Dios mismo, cuando estemos allí, identificados, en la revelación final.
Sólo podremos comprender el amor vertiginoso de María, a la prueba en la compasión, con la mirada y el Amor de Dios, más allá de este mundo.

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ESTRENO MUNDIAL de "ASHÁNINKA, Pamapoyantsi ashi amenakotantsi" o "ASHÁNINKA, Música Incidental"

Con lleno total se realizó el exitoso ESTRENO MUNDIAL de "ASHÁNINKA, Pamapoyantsi ashi amenakotantsi" o "ASHÁNINKA, Música Incidental", la nueva obra sinfónico-coral del compositor y director peruano maestro Abraham Padilla Benavides.



Exitoso Estreno Mundial de nueva obra sinfónico-coral peruana de Abraham Padilla: "ASHÁNINKA, Pampoyantsi ashi amenakotantsi" o "ASHÁNINKA, Música Incidental"
En un histórico concierto, el pasado 26 de abril de 2009 se realizó el ESTRENO MUNDIAL de la obra "ASHÁNINKA, pampoyantsi ashi amenakotantsi" o "ASHÁNINKA, Música Incidental", composición original del maestro Abraham Padilla Benavides, en el Auditorio "Los Incas" del Museo de la Nación, de Lima, Perú.






En un evento sin precedentes en la historia musical peruana de la Orquesta Sinfónica Nacional las localidades para el concierto se agotaron completamente con anticipación, lo que obligó a la empresa encargada del manejo de las entradas a colocar 80 nuevos boletos el mismo día del concierto en la mañana, que se agotaron en 20 minutos. Lamentablemente la administración del auditorio no dispuso las acciones pertinentes para evitar la previsible aglomeración de asistentes, quienes a pesar de haber llegado temprano tuvieron que esperar hasta solo 15 minutos antes del inicio del concierto para que se abrieran las puertas, lo que ocasionó algunas incomodidades. Sin embargo, y pasado este inconveniente, el resultado fue un auditorio con un lleno total, con un público que asistió con mucha espectativa a ver esta nueva obra que incluyó cantos en idioma Asháninka y la participación del Coro Nacional de Niños del Perú junto a la niña Yéssica Sánchez Comanti, que vino desde su localidad Asháninka de Mazamari, especialmente para cantar como solista en este fabuloso concierto.

La venida de la niña Yéssica se produjo gracias a las gestiones del propio maestro Padilla con el apoyo del reconocido periodista y realizador José María Salcedo, quien a su vez hizo gestiones también en el CAAAP y realizó el registro de este concierto para incluirlo en su nuevo film sobre los asháninkas. El audio del concierto fue grabado por GLOBAL ARTISTS STUDIO. Las partituras fueron editadas por EDMUSICAM: Editorial de Música Contemporánea Americana.





Con una impecable dirección el maestro Abraham Padilla condujo a la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú a través de los cinco movimientos que tiene la obra. La música inicia con los niños del coro tocando piedras, técnicas que aprendieron en un taller especialmente dictado por el maestro Padilla para la realización de este concierto a invitación del Director Titular del Coro, maestro Oswaldo Kuan. El primer movimiento ("Shirentsi Korake Pokatsine" o "El espíritu del Tiempo") es instrumental, con gran energía y creando desde el mismo inicio el ambiente de la epopeya de este pueblo. Es una metáfora de cómo el tiempo histórico de esta nación viene con gran fuerza desde su tiempo arcaico a tomarse el tiempo presente. El Segundo movimiento ("Pampoyantsipee betsikirori anampisato" o "Cantando se crea el Mundo") es probablemente uno de los movimientos más líricos de la obra. Se inicia con la participación solista de la niña cantando en su propio idioma. Este inicio, acompañado por la orquesta con una armonía polimodal emocionó profundamente al auditorio. En este mismo movimiento hace su ingreso cantado el coro en una sección cuasi "A Capella" con un canto religioso festivo y luego otra canción. El tercer movimiento ("Ora shintsi anitantyari" o "La fuerza de la Libertad") es de gran dinamismo, con contrastes fuertes entre una energía que quiere desbordarse, un ritmo casi ostinato, con los metales en gran canto épico y otras secciones de gran lirismo y ternura. Una sección rítmica central conduce a un tutti de gran energía. Este movimiento es nuevamente sólo instrumental. El cuarto movimiento ("Antabakashari impoiji kiario" o "La lucha por la Verdad") contiene parte de los pasajes más sublies de la obra. Los niños del coro participan en cantos asháninkas y luego interpretan aquello que probablemente se convierta en el "Himno de la epopeya asháninka". Una melodía anunciada por la trompeta es tomada por el coro y la orquesta con gran desarrollo. Este es uno de los momentos de la obra en que todos el auditorio tuvo similares reacciones de fuerte emotividad e incluso lágrimas. El quinto movimiento ("Shironi impoiji inkani" o "Las palomas y las lluvias") se inicia nuevamente con el canto de la niña solista y luego el coro con textos asháninkas. La orquesta resume en alguna medida todo lo transcurrido anteriormente en un final apoteósico. La sorpresa final de la obra la dan los niños del coro al terminar la composición, luego del gran acorde final, tocando nuevamente las piedras en una de las más perfectas evocaciones del sonido de una lluvia producido por estos instrumentos. La metáfora de la lluvia final, lavándo todo el dolor y nutriendo de nueva vida a esta nación fue acogida por los asistentes con admiración y emoción. La experiencia fue sobrecogedora según los asistentes.

La respuesta del público fue unánime al terminar el concierto: aplausos y vítores de pie por casi diez minutos. Los comentarios resaltaron la calidad de la composición y la intensidad de las emociones producidas por la interpretación musical. Todos los asistentes manifestaron cómo la música los había conmovido a tal grado que les arrancaron lágrimas en varios momentos.



El concierto se inició con unas palabras de introducción del maestro Padilla, en donde dió cuenta de las motivaciones para componer esta obra, que tienen relación con la necesidad de incluir la cultura Asháninka, una de las más antiguas, importantes y maltratadas del Perú, dentro de la "cultura oficial" que se hace en Lima, para propiciar con ello el conocimiento del idioma y de los valores presentes en este pueblo de la Selva del Perú. En una muestra de gran personalidad y dignidad la niña Yéssica Sánchez Comanti se dirigó luego al público en su idioma y en castellano, diciendo claramente lo orgullosa que se siente de ser Asháninka y tradujo parte de los textos que cantó. Resaltó entre ellos aquel que describe a una paloma llorando entre los árboles debido al maltrato del que son víctima los Asháninkas, así como las muertes y persecusiones que sufrieron a manos de grupos terroristas y al abandono que aún hoy mantiene el Estado Peruano a sus necesidades.

Mucha gente se quedó afuera sin poder ingresar al concierto. El público lamentó que la repetición gratuita que estuvo programada para el día martes 28 de abril se cancelara inexplicablemente para entregar la orquesta nacional a un concierto comercial (Andrea Bocelli) en desmedro de esta importante e inédita actividad inter-cultural.









Abraham Padilla Benavides y Yéssica Sánchez Comanti estuvieron junto a José María Salcedo y León Tratemberg en el programa "Ampliación del Domingo" que se transmitió en vivo el domingo 19 de abril de 2009 por RPP radio y por Canal 6 de la señal de Telecable. También participaron en el programa "Fulanos y Menganos", que conduce "Chema" en la Televisión y varios medios de prensa peruanos dieron cuenta de la noticia de este Estreno Mundial (El Peruano, Revista Variedades, Canal 7 RTP, La Primera, La República, Expreso).
Yéssica Sánchez Comanti y Abraham Padilla Benavides son artistas exclusivos de Discográfica Inter-cultural Americana.


(C) 2009 - Contenido e imágenes - EDMUSICAM

http://www.edmusicam.cl/ashaninka2.htm


EDITORIAL DE MUSICA CONTEMPORANEA AMERICANA

En Parroquia San Pedro de Lima: Primera Comunion 2010



Primera Comunión 2010 en San Pedro, Lima



Catequistas de Primera Comunión de nuestra Parroquia culminaron su labor cuando los niños y jóvenes recibieron a Cristo sacramentado en la Misa celebrada por nuestro Párroco el P. Enrique Rodríguez S.J.


El domingo 21 de noviembre hemos culminado la catequesis de Primera Comunión de niños y adolescentes, con la celebración de la Eucaristía, donde 165 niños y jóvenes han recibido por primera vez a Jesús bajo las especies de pan y vino, esto parece cosa increíble, en realidad lo es, todo lo referente a Jesús es un misterio, es cosa de mucha fe. Y esa es la tarea nuestra:
¡Transmitir la fe en un mundo donde parece ganar la incredulidad!




Recuerdo cuando un niño me dijo una vez: “muy bonita su exposición miss pero; ¿será verdad? Convencer a los niños que Jesús es la Verdad, el Camino y la Vida, no es tarea muy sencilla, pues la mayoría de los medios de comunicación no nos ayudan, pero afortunadamente hay muchos papás que se preocupan por la vida espiritual de sus hijos, por eso los llevan a la parroquia, los papás solos no pueden con esta labor porque hay muchas cosas que todavía no conocen y esa es otra de nuestras tareas: evangelizar también a ellos. Hay veces pienso que sería muy beneficioso que nosotros como catequistas apoyemos un poco más en ello, es verdad que cada uno tiene un estilo diferente, pero la llegada al corazón de las personas solo se logra con la ayuda del Espíritu Santo y con una gran dosis de humildad y Amor por el Reino de Dios.

“Uno siembra, otro riega, otro cosecha pero el que realmente es importante es el que hace crecer… El que hace crecer la semilla es DIOS”.

Nuestro sincero agradecimiento a todos los que rezan por nosotros, nos hemos sentido muy fortalecidos y protegidos por el Señor.

A ÉL GLORIA, PODER, ADORACIÓN, ALABANZA, SERVICIO, SABIDURÍA ETERNA… POR LOS SIGLOS… AMÉN









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Agradecemos a Dora Luz, Coordinadora de la Catequesis de Primera Comunión, por su colaboración, y a Vanessa Torres por compartir sus fotografías.
Felicitamos a los catequistas por su continua labor, oremos para que el Señor les conceda la gracia de perseverar en su Apostolado.

Mas fotos ver el blog:
http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2010/11/primera-comunion-2010-en-san-pedro-lima.html