El origen de la imagen se ha perdido en el tiempo
Es difícil precisar con exactitud el origen de esta entrañable devoción del pueblo arequipeño a la Santísima Virgen, asociada a los primeros evangelizadores de la región. Cuenta una vieja tradición, que la imagen fue hallada en un cerro aledaño a Churajón. Ya según un antiguo documento, fue trasladada a raíz de un terremoto en 1743, desde el caserío de Paranay al antiguo valle de Chapi 1, a 4.6 km. del actual Santuario, conocido también como Chapi Viejo.
Debido a una serie de desmanes que se cometían durante su fiesta, en 1793, el párroco de Pocsi —jurisdicción a la cual pertenecía Chapi—, a fin de que los indios “pudieran cumplir mejor sus deberes de cristianos”,2 ordenó el traslado de la imagen hacia Sogay, pueblo próximo a Quequeña. Argüía el citado eclesiástico, por otra parte, que “la quebrada de Chapi estaba poco poblada, pues la escasez de agua no permitía la siembra, y por este motivo la ermita allí construida estaba casi abandonada”.3
Acatando la orden, se procedió a trasladar la imagen. Ya se había avanzado un buen trecho, cuando la comitiva hizo un alto para descansar y recuperar fuerzas. Fue a la sazón que el viento comenzó a arreciar, produciéndose una gran tempestad de arena. Al reiniciar la jornada, por más esfuerzos de los cargadores no lograron levantar la imagen. Lo intentan una y otra vez, sin conseguir el objetivo.
El hecho fue dado por milagroso, interpretándose el suceso, como la voluntad de la Virgen para que su imagen fuese venerada, en adelante, en el sitio en que inamovible se quedó. Fue entonces allí erigida una pequeña ermita para su culto. Al respecto, comenta el Padre Vargas Ugarte, “que lo áspero, desabrido e inculto del mismo [el lugar] no ha sido parte para impedir que allá se dirijan los devotos, los cuales han vencido aun la misma oposición de las autoridades eclesiásticas”.4
Milagrosamente se salva en un terremoto
“La noticia de la Virgen de Chapi se fue extendiendo por los contornos y aun trascendió a Arequipa, donde comenzaron a suscitarse devotos, que en romería se encaminaban a visitarla. No obstante, aún no pasaba de ordinario el culto que se le tributaba...” 5
En 1868, un violento terremoto 6 trajo abajo esta ermita, encontrándose bajo sus escombros a “la mamita” del todo ilesa. En su lugar, se levantó una modesta capilla con los muros hechos de piedra y adobe, y el techo de paja. Con el correr de los años se la fue embelleciendo, aunque el aumento del flujo de peregrinos ya exigía la construcción de un santuario apropiado. De tal forma que, el 12 de febrero de 1893 se colocaron los cimientos del nuevo templo.
La cantera de sillar y el agua del milagro
El acucioso Padre Vargas Ugarte S.J., narra así los hechos extraordinarios ocurridos entonces: “Lentamente progresaron las obras, pero la Virgen las protegió visiblemente: primero, haciendo que los obreros diesen con una cantera de buena piedra de sillería en ocasión que se les había agotado la que afanosamente traían de Yarabamba; segundo, haciendo que saltase a flor de tierra y en la concavidad de un peñasco una vena de agua pura y cristalina. Este último suceso ocurrió en 1897, y sus circunstancias son en extremo notables.
“Catorce peones cortaban sillares 7 para la obra, y la carencia de agua en aquel estéril suelo hacía más pesada su labor. Por la noche, uno de ellos fue al santuario y con sencilla fe pidió a la Virgen remediase la necesidad que padecía. Al día siguiente descubre, como a unos veinte metros de la cantera, un poco de humedad, escarba un poco y con grande júbilo ve brotar un chorro abundante de agua cristalina. No pararon aquí los favores de la Virgen, pues uno de los obreros, que padecía de la vista, se lavó los ojos con el agua del manantial y luego se sintió curado de su dolencia”.8
Estos hechos se difundieron como reguero de pólvora, con lo cual la Santísima Virgen atrajo hacia sí la atención de una infinitud de peregrinos que desde entonces frecuentan el lugar.
Concluidas las obras, al comenzar el siglo XX, “la modesta capillita de antaño se había convertido en una iglesia de regular tamaño, con su fachada de dos cuerpos y una sola nave, en cuyo altar mayor se veía aparecer, vestida de rico manto, a la graciosa Virgen de Chapi”.9
El demonio no podía dejar de perturbar el crecimiento de esta devoción. Años más tarde, el 3 de mayo de 1921, un voraz incendio ocasionado por la caída de un cirio 10 consumió casi por entero el altar de la Virgen, resultando nuevamente, por un milagro, ilesa la venerada imagen. Y el 11 de octubre del año siguiente, un fuerte sismo afecta seriamente al templo.
Solemne coronación canónica
En el apretado itinerario de la primera visita de Juan Pablo II al Perú, el Santo Padre coronó el 2 de febrero de
Hoy por hoy,
Notas.-
1. Definitivamente el nombre de Chapi se le añadió a esta imagen cuando fue trasladada al valle de dicho nombre, a mediados del s. XVIII. En el Archivo Departamental de Arequipa existen documentos del s. XVII que mencionan ese lugar. En aymara el término “chapi” significa “espino” o “cactus” con el que probablemente se nombró a esa quebrada debido a la abundancia y variedad de aquella planta en el valle (cf. P. Alberto Clavell Cabot, Breve historia del Santuario de Chapi, Arequipa, 1999).
2. P. Rubén Vargas Ugarte S.J., Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus Imágenes y Santuarios más celebrados, 3ª edición, Madrid, 1956, t. II, p. 152..
6. El 13 de agosto de 1868, un violento terremoto asoló la región destruyendo casi por completo a la ciudad de Arequipa.
7. El sillar, piedra volcánica que abunda en la región de Arequipa, es muy liviano pero al mismo tiempo resistente. De su color generalmente blanco proviene el apelativo de Ciudad Blanca dado a la capital arequipeña, aunque también se encuentra el de color rojizo. Extremamente dúctil, se han labrado en ella altares, columnas y pórticos que son el orgullo de sus habitantes y la admiración de quienes la visitan.
8. P. Vargas Ugarte, op. cit., pp. 153-154.
9. Op. cit., p. 154.
10. Quizás más de un lector imagine que una pequeña velita misionera pudo haber sido la causa de tamaña tragedia. Ésta se produjo por la caída de un cirio de aquellos que cargan los devotos a sus espaldas, como parte del sacrificio; tienen una altura de un metro a metro y medio, con un diámetro de entre siete a diez centímetros, y llegan a pesar varios kilos.
11. P. Clavell, op. cit., p. 15.
http://www.fatima.org.pe/seccion-verarticulo-6.htmltarget=_blank