El rostro indio del padre Marzal
Los rostros de la Tierra Encantada. Religión, evangelización y sincretismo en el Nuevo Mundo.
Desde las nieves eternas del nevado Ausangate hasta los barrios hispanos de Nueva York, pasando por las calles del centro de Lima, el Taitacha Qoyllur Ritti no solo convoca uno de los mayores peregrinajes del mundo en las alturas de Quispicanchis, en Cusco, sino que su sagrada imagen ha gestado su propio peregrinaje siguiendo la diáspora de cusqueños.
Sincretismo, religiosidad andina, teología indígena, globalización... son algunas de las variables que logran explicar esta ruta mística del Taitacha Qoyllur Ritti, y fue precisamente Manuel Marzal Fuentes S.J. –más conocido como el "padre Marzal"– quien identificó esa sucesión y mezcla de creencias que hacen tan propia y original a la religiosidad latinoamericana.
El padre Marzal fue teólogo, misionero, filósofo, antropólogo indigenista y, por sobre todo, un maestro que marcó un antes y un después en la enseñanza universitaria.
Será por eso que el libro en homenaje al Padre Marzal convocó a la crema y nata de investigadores peruanos y extranjeros. La obra, titulada Los rostros de la tierra encantada, editada por José Sánchez Paredes y Marco Curátola Petrocchi (IFEA y la PUCP), está dividida en cinco partes: desde la vida y obra del Padre Marzal, hasta ensayos e investigaciones sobre religiosidad popular, evangelización y sincretismo religioso, ética, teología y pastoral, y la religión en el antiguo Perú.
Una verdadera joya bibliográfica que nos recuerda los libros del padre Marzal (de lectura obligada para entender al mundo andino), hasta su propio peregrinaje personal. Desde que abandonó su natal Badajoz, en España, hasta sus investigaciones en México, Ecuador, Brasil y Perú, donde forjó un renacimiento en las investigaciones antropológicas con una base teológica jesuita.
El libro presenta además todo un recorrido por la espiritualidad andina. Incluye investigaciones arqueológicas que dieron nuevas luces para entender la religiosidad desde el periodo formativo, el culto al "oráculo" Pachacámac (deidad íntimamente vinculada a los terremotos) y la iconografía pétrea y textil de lo sobrenatural en el antiguo Perú.
Peregrinajes. El culto al Señor de Qoyllur Ritti merece cada año uno de los peregrinajes más espectaculares del mundo en las nieves eternas del Ausangate.
Mención aparte merece el ensayo de Arturo de la Torre, titulado El Zapatero Mesiánico. Hagiografía de Ezequiel Ataucusi; y el de Teófilo Altamirano y Javier Ávila Molero: Qoyllur Ritti Transnacional: un Culto Andino. En ambos casos se analizan y revelan detalles inéditos de dos tipos de religiosidad "Marca Perú", únicos en su género y profundamente sincréticos.
El padre Marzal buscó a Dios en la profundidad de los socavones mineros y en las alturas de los nevados andinos. Identificó el rostro indio de Dios en las multitudinarias procesiones, en las festividades populares y en las sacrificadas peregrinaciones. Vio su rostro cubierto de arena del desierto, bajo las lluvias del fin del mundo o congeladas en los páramos altoandinos. Esa es una forma de ver al Perú.
El padre Manuel Marzal Fuentes S.J. (1931-2005) mereció un libro-homenaje publicado por el Instituto Francés de Estudios Andinos y el Fondo Editorial de la PUCP. La obra recopila ensayos sobre religiosidad andina.
El catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú, José Sánchez Paredes, presenta "Los rostros de la tierra encantada. Religión, evangelización y sincretismo en el Nuevo Mundo" (Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2013), libro-homenaje a Manuel Marzal que reúne una diversidad de trabajos de antropología y de antropología de la religión.
Nacido el 27 octubre de 1931 en Olivenza, en Extremadura, en la frontera entre España y Portugal, y a los diecisiete años ingresó a la Compañía de Jesús en Aranjuez (Madrid) el 12 septiembre de 1949, con veinte años marchó a Perú, donde vivió la mayor parte de su vida y desarrolló su carrera académica, ya siendo desde el 15 octubre de 1960 ciudadano peruano. En su etapa formativa e investigadora también residió en otros países de América Latina, principalmente Ecuador, donde hizo sus estudios de filosofía entre 1954 y 1957 que culminaron en 1964 con el doctorado por la Pontificia Universidad Católica de Ecuador y en México donde estudió teología en el Instituto Teológico de la Compañía de Jesús y también Antropología Social en la Universidad Iberoamericana de México donde en 1968 obtuvo la maestría. Será justamente en el campo de la antropología, y en particular en el de la antropología de la religión donde desarrolló su labor docente y de investigación, a partir de 1968 en la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP) y en los últimos cinco años de su vida llevando a buen puerto la creación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya en Lima, de la que fue su primer presidente. Fue también destacada su labor en las asociaciones internacionales dedicadas al estudio de la religión. En el seno de la IAHR (Internacional Association for the History of Religions), fue miembro honorario vitalicio. Su labor fue también muy activa en la asociación regional americana, la ALER (Asociación Latinoamericana para el Estudio de la Religión) y en las reuniones científicas que se han desarrollado bajo su auspicio. Entre su obra se destacan La utopía posible: indios y jesuitas en la América colonial (Lima, PUCP, 2 vols., 1992-1994) e Historia de la antropología indigenista: México y Perú (Barcelona, ed. Anthropos, 1993). Las reflexiones sobre lo que entendía por panorama religioso de América Latina las sistematizó, desde la perspectiva global de una carrera académica en su cúlmen, en la segunda parte de su imponente libro (de más de 600 páginas) Tierra encantada. Tratado de antropología religiosa de América Latina (Madrid-Lima, Trotta, 2002). Su última obra fue Religiones andinas (Madrid, Trotta, 2005), que llegó a ver publicado sólo dos meses antes de su muerte.
P. Manuel Marzal SJ luego de su partida, el 16 de julio de 2005. Sacerdote, maestro, gran amigo, dedicó su vida al Perú, a la Iglesia, a la Universidad Católica y –en los últimos años de su vida- a la fundación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Siempre fiel a su compromiso con el Señor y con la Compañía de Jesús.