XVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica
(RV).- La celebración anual de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el próximo 2 de febrero en la Fiesta de la Presentación del Señor y la XVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, nos invita antes que nada a expresar un vivo agradecimiento por el testimonio evangélico y el servicio a la Iglesia y al mundo ofrecido por todos los religiosos, religiosas, miembros de institutos de vida consagrada que con sus acciones cotidianas, con su ministerio y con el carisma transformado en apostolado. Abrazando la Cruz de Cristo, hombres y mujeres en todo el mundo hacen que el Evangelio se difunda hasta los últimos confines de la tierra. El micrófono de Radio Vaticano recogió el testimonio de tres religiosas colombianas pertenecientes a la Congregación Hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver, fundada en 1912 por la Madre Marcelina de San José. Ellas son las hermanas Luz Stella Álvarez Serna, Carmen Dolores Guerrero Castro y María Osorio Pérez, que compartieron el recogimiento de comunidad con el que celebran esta fecha, sus aspiraciones, y el por qué es importante dar continuidad a la vida consagrada.
En este contexto recordamos que el jueves 2 de febrero, en la Fiesta de Presentación del Señor y XVI Jornada de la Vida Consagrada y de los Institutos de vida Apostólica a las 17.30 en la Basílica Vaticana tendrá lugar la tradicional celebración de las Vísperas con los Miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica. Radio Vaticano estará ofreciendo la crónica en nuestro idioma para las cadenas de Radio y Televisión que toman nuestra señal y a través de nuestra página web: www.radiovatican.org
Producción de: Patricia L. Jáuregui Romero
http://www.oecumene.radiovaticana.org/spa/Articolo.asp?c=558862
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Por San Lucas: 2, 22-40