Isabel y Maria: Unidas por el espiritu
Homilía: 4º Domingo de Adviento
P. José R. Martínez Galdeano, S.J.
P. José R. Martínez Galdeano, S.J.
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Esta misma lección es la del evangelio. María entra en casa de Isabel llenándola de bendiciones. Lo hizo porque creyó y se humilló aceptando del todo la voluntad de Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.
Como ya lo comentamos, Jesús viene, es enviado, llega a nosotros especialmente en estos días de Navidad. Viene, como en el caso de Isabel y Juan Bautista, por medio de María. ¿Cómo leen los hermanos protestantes el texto de la Biblia? “En cuanto Isabel oyó el saludo de María saltó la criatura en su vientre (Juan Bautista). Se llenó del Espíritu Santo y a voz en grito dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”.
Fue llena Isabel del Espíritu Santo porque reconoció humildemente la dignidad de María muy por encima de la suya. María misma había sido llena de gracia porque con humildad aceptó siempre la voluntad del Señor: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Esta misma lección es la del evangelio. María entra en casa de Isabel llenándola de bendiciones. Lo hizo porque creyó y se humilló aceptando del todo la voluntad de Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.
Como ya lo comentamos, Jesús viene, es enviado, llega a nosotros especialmente en estos días de Navidad. Viene, como en el caso de Isabel y Juan Bautista, por medio de María. ¿Cómo leen los hermanos protestantes el texto de la Biblia? “En cuanto Isabel oyó el saludo de María saltó la criatura en su vientre (Juan Bautista). Se llenó del Espíritu Santo y a voz en grito dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”.
Fue llena Isabel del Espíritu Santo porque reconoció humildemente la dignidad de María muy por encima de la suya. María misma había sido llena de gracia porque con humildad aceptó siempre la voluntad del Señor: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
A la felicitación de Isabel María respondería con aquel canto exultante himno de la humildad y de los humildes: “Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque ha mirado la humildad de su esclava… porque desbarató a los soberbios, que se creen más que nadie, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los largó vacíos, recordando siempre su misericordia por los siglos de los siglos” (Lc 1,46-55).
Nacerá el Hijo de Dios en un establo, se anunciará a los pastores los primeros, prófugo en Egipto y escondido en Nazaret de la que no ha salido nadie que signifique algo. Jesús estará al alcance de los humildes toda su vida porque es como ellos y así morirá. Con razón dirá: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).
Recordémoslo: Es una constante. Desde el principio son los humildes los primeros a los que Jesús se anuncia. Por eso no debemos huir de las oportunidades que nos ofrece la vida para aceptarnos en el último lugar. Puede ser la deficiencia de una cualidad humana, un fracaso, aun la falta de una virtud o la muestra de un defecto moral. Puede ser el verse sometido a una prepotencia ajena, que no me es posible impedir sin faltar a la caridad. Felicítense entonces. Es muy importante el aceptar la propia realidad y situación humillante, esforzándose en no vivirla como una tragedia sino como una especie de gimnasia espiritual que desarrolla la conciencia tranquila de no ser considerado persona importante ni comparativamente de gran valor. Y son la familia y el trabajo los mejores gimnasios de humildad. Ahí por falta de humildad es donde surgen la mayor parte de conflictos, problemas y desavenencias que nos quitan la alegría y dificultan la caridad. Quien alcance ser humilde vivirá con gran paz del corazón; lo que reciba de Dios o de los hombres, lo tendrá como un favor; tendrá asegurada la alegría. Y Dios le llenará de sus gracias, porque “Él desprecia a los soberbios y a los humildes los llena de sus gracias” (St 4,6), “los últimos serán los primeros” (Lc 13,30) y al que se queda en el último lugar lo lleva al primero (Mc 9,35.).
...Fragmento de la Homilía correspondiente al 4to Domingo de Adviento 2009
Nacerá el Hijo de Dios en un establo, se anunciará a los pastores los primeros, prófugo en Egipto y escondido en Nazaret de la que no ha salido nadie que signifique algo. Jesús estará al alcance de los humildes toda su vida porque es como ellos y así morirá. Con razón dirá: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).
Recordémoslo: Es una constante. Desde el principio son los humildes los primeros a los que Jesús se anuncia. Por eso no debemos huir de las oportunidades que nos ofrece la vida para aceptarnos en el último lugar. Puede ser la deficiencia de una cualidad humana, un fracaso, aun la falta de una virtud o la muestra de un defecto moral. Puede ser el verse sometido a una prepotencia ajena, que no me es posible impedir sin faltar a la caridad. Felicítense entonces. Es muy importante el aceptar la propia realidad y situación humillante, esforzándose en no vivirla como una tragedia sino como una especie de gimnasia espiritual que desarrolla la conciencia tranquila de no ser considerado persona importante ni comparativamente de gran valor. Y son la familia y el trabajo los mejores gimnasios de humildad. Ahí por falta de humildad es donde surgen la mayor parte de conflictos, problemas y desavenencias que nos quitan la alegría y dificultan la caridad. Quien alcance ser humilde vivirá con gran paz del corazón; lo que reciba de Dios o de los hombres, lo tendrá como un favor; tendrá asegurada la alegría. Y Dios le llenará de sus gracias, porque “Él desprecia a los soberbios y a los humildes los llena de sus gracias” (St 4,6), “los últimos serán los primeros” (Lc 13,30) y al que se queda en el último lugar lo lleva al primero (Mc 9,35.).
...Fragmento de la Homilía correspondiente al 4to Domingo de Adviento 2009