Y fue solo, hace 135 años
Batalla de Miraflores en Lima
Un día como hoy, se recuerda
la Batalla de Miraflores. El saqueo de Chorrillos no fue un secreto para los
peruanos. Cáceres, inclusive, trató de aprovechar la euforia chilena para
atacar por sorpresa, pero Piérola consideró inútil tal iniciativa.
El 14 de enero se pactó una
tregua entre ambos bandos que duraría hasta la medianoche del 15 de enero. Sin
embargo, el adversario chileno empezó a movilizar sus tropas desde el 14 para atacar
Miraflores. La línea de defensa de Miraflores se organizó en tres sectores. El
de la derecha quedó a cargo de Cáceres, el centro a las órdenes del coronel
Belisario Suárez y la izquierda bajo el mando del coronel Justo Pastor Dávila.
Se construyeron diez reductos
–zanjas cavadas en dirección al enemigo, de 7 metros de ancho y 2.5 metros de
profundidad– a lo largo de doce kilómetros: el primero al sur de Miraflores y
el décimo en los bordes del río Surco, a intervalos de 800 a 1000 metros. Allí
se montaron algunas piezas de artillería.
La defensa de Miraflores
estuvo a cargo de jóvenes, hombres maduros y hasta adultos mayores, muchos de
ellos jubilados, quienes constituían la Reserva junto con los que recién habían
cumplido los 16 años de edad. A las 14.30 horas del 15 de enero de 1881 se
abrieron los fuegos. El ejército peruano y el chileno se encontraban a tan sólo
400 metros de distancia. Los buques invasores, situados frente a Miraflores,
dispararon con sus cañones sobre la población. El Reducto 1, ubicado
actualmente entre el malecón de la Reserva y la avenida Paseo de la República,
fue tomado por las tropas chilenas.
La defensa estuvo a cargo del
mismo Cáceres hasta que se quedó sin municiones y sin refuerzos y tuvo que
replegarse sobre el Reducto 2, que también fue atacado por la retaguardia.
Cáceres observó que era imposible continuar la resistencia sin municiones, así
que ordenó la retirada. En ese momento, dos balazos atravesaron su kepis, pero
sin herirlo.
Al detenerse para encabezar
una última resistencia recibió un balazo en la pierna. Eran las 18.00 horas.
Con el caudillo caído, las tropas peruanas se dispersaron. Los chilenos
ingresaron a Miraflores y quemaron la ciudad, tal como hicieron antes con
Chorrillos y Barranco.
El 17 de enero de 1881 el
ejército chileno, al mando del general Manuel Baquedano, ocupó Lima.
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Los Mártires Peruanos
que defendieron Miraflores
Publicado
Los Mártires Peruanos
que defendieron Miraflores
Segunda línea de defensa de Lima, ubicada en Miraflores.
Escenas de la lucha en el Reducto No. 2 (Acuarela de Rudolph de Lisle)
Lima el 15 de enero de 1881.-
Los Mártires de San Juan y
Miraflores
Escribe Jorge Basadre
El número de los muertos entre
los jefes peruanos llegó a ser extraordinario. En San Juan perecieron siete
coroneles, entre ellos dos comandantes generales, tres jefes de batallón y un
edecán del Dictador; siete teniente-coroneles; un número elevado a más del
doble de sargentos mayores y, cuando menos, una cuarta parte de los oficiales
subalternos.
En Miraflores la proporción de
bajas fue mayor: diez coroneles entre ellos cuatro primeros jefes de batallón y
un número igual de tenientes coroneles. Los tres generales que ejercían mando
resultaron heridos. No expresa satisfacción el general Pedro Silva, jefe del
Estado Mayor peruano, en su parte oficial, acerca de la conducta de la tropa en
San Juan, salvo las que mandaron Iglesias y Recavarren. Ricardo Palma en una
carta a Piérola afirma que en San Juan, batallones enteros arrojaron sus armas
sin quemar una cápsula y fugaron y lo atribuye a que eran indios (8 de febrero
de 1881).
En cambio, en Miraflores, la
Reserva, formada por los vecinos de la capital, se batió heroicamente,
singularizándose el batallón Nº 6, cuyos jefes primero y segundo Narciso de la
Colina y el lambayecano Natalio Sánchez murieron; el Guarnición de Marina casi
exterminado como se ha visto, con su jefe Juan Fanning; el Guardia Chalaca con
su jefe el capitán de Fragata Carlos Arrieta también victimado.
Entre los muertos caídos en
las dos batallas libradas a las puertas de Lima contáronse, además, Reynaldo de
Vivanco y Juan Castilla, los dos hijos de los grandes caudillos. También los
comandantes generales de sendas divisiones el puneño Buenaventura Aguirre y el
ayacuchano Domingo Ayarza, este último de tan meritoria actuación pocos años
antes en Chanchamayo; y José González, subjefe de la primera división de
reserva, conocido por su porfiada defensa del Palacio de Pezet en 1865.
Asimismo, cabe mencionar en la lista de las víctimas de estas infaustas
jornadas a otros jefes militares como Pablo Arguedas, el autor del motín contra
la Convención Nacional de 1857, Joaquín Bernal, Juan M. Montero Rosas, edecán
de Piérola, José E. Chariarse, Julián Arias y Aragüez, hermano del héroe de
Arica, José Díaz, Máximo Isaac Abril, antiguo prefecto que servía como edecán
del Senado y combatió aunque estaba enfermo con pulmonía.
Entre los civiles uniformados
estuvieron Narciso de la Colina, abogado, ex diplomático y constructor de
ferrocarriles en Tarapacá; Manuel Pino, vocal jubilado de las Cortes Superiores
de Puno y Lima y ex Rector de la Universidad de Puno, prefecto y diputado; los
jueces de letras de Tumbes e Iquique, José Manuel Irribaren y José Félix Olcay;
el secretario de la Junta Central de Ingenieros, Francisco Ugarriza; el
contador del Tribunal Mayor de Cuentas, Natalio Sánchez, ya mencionado; el
oficial mayor de la Cámara de Diputados José María Hernando, de Huanta, sobrino
del general Iguaín, llamado por José María Químper el “puritano liberal”;
Francisco Javier Fernández, también empleado de aquella Cámara que dejó diez
hijos huérfanos; los dos hermanos Adolfo y Luis de La Jara, uno empleado de la
Aduana y el otro empleado de banco, los dos hermanos de los Heros, Ramón y
Ambrosio, el primero oficial mayor del Ministerio de Gobierno; Francisco
Seguín, de sesenta años jefe de sección en la misma oficina; José María Seguín
de 18 años; Manuel María Seguín, su hermano paterno; Samuel Márquez, ex cónsul
en Chile y hermano de José Arnaldo; Francisco Javier Retes, dueño de una
cuantiosa fortuna, voluntario del Huáscar, prisionero en Angamos y combatiente
en San Juan; Pablo Bermúdez; Ramón Dañino; comerciantes como Mariano Pastor
Sevilla; Manuel Roncavero, Enrique Barrón, Bartolomé Trujillo, Emilio
Cavenecia, José G. Rodríguez, Ismael Escobar; profesor del Colegio de Guadalupe;
la Universidad y la Escuela de Ingenieros; Saturnino del Castillo que enseñaba
en varios planteles de Lima, era autor de difundidas obras didácticas y rindió
su existencia vivando al Perú; periodista como Mariano Arredondo Lugo, cronista
de La Opinión Nacional y Carlos Amézaga, cronista de La Patria; J. Enrique del
Campo; presidente de la Sociedad de Artesanos; el tipógrafo Manuel Díaz, el
obrero Juan Olmos; el empleado del ferrocarril trasandino Fernando Terán; el
mecánico César Lund.
De la generación más nueva
sucumbieron, entre otros muchos, Enrique y Augusto Bolognesi, hijos del héroe
de Arica; José Andrés Torres Paz, el joven chiclayano legendario en el Perú que
había paseado el estandarte carolino entre el humo y el estruendo de San
Francisco y de Tarapacá, de Tacna y de San Juan; Enrique Lembcke que dejó a su
tierna novia destinada a seguirlo loca a la tumba; el adolescente Carlos Fernán
González Larrañaga; Felipe Valle Riestra y Latorre, articulista inteligente de
La Opinión Nacional que a los veintidós años llevó la espada enarbolada por su
tío político Guisse y probó ser digno de ella; Hernando de Lavalle y Pardo,
veintidós años, hijo del diplomático cuya gestión intentó detener la guerra y
más tarde celebró la paz; Toribio Seminario, de diecisiete años, muerto con su
hermano Alberto de dieciocho, abrazados a la bandera; Juan Alfaro y Arias,
alumno de Letras y de Ciencias Políticas y contador del Huáscar el 8 de octubre
de 1879; Genaro Numa Llana y Marchena, combatiente en las dos batallas; niños como
Alejandro Tirado, Grimaldo Amézaga, que sólo contaba quince años y era hermano
de Carlos Germán, presente en Miraflores; Biviano Paredes; huaracino de
dieciséis años, Emilio Sandoval, de catorce años y Manuel Bonilla de trece.
Otro de los muertos en San Juan fue, a los veintidós años, con el grado de
sargento mayor Enrique Delhorme que, siendo niño, se distinguió en el combate
del 2 de mayo de 1866 en el Callao, por lo cual el Congreso, mediante la
resolución de 18 de noviembre de 1868, le concedió una beca en uno de los
colegios del Estado y una pensión mensual.
Símbolo del heroísmo de los
cabitos, alumnos de la Escuela de Clases, fue Braulio Badani Suárez, muerto en
Miraflores, herido en San Juan después de haber hecho las campañas del sur.
Al año y once meses de haber
sido herido en la batalla de Miraflores falleció el general Ramón Vargas
Machuca que había combatido como soldado en esa acción.
Domitila Olavegoya de Vivanco |
Uno de los dramas de las
viudas después de San Juan fue el de Domitila Olavegoya de Vivanco, casada con
Reynaldo de Vivanco, famosa por su belleza, por su fortuna y por su alcurnia.
Domitila Olavegoya encargó que buscaran el cadáver de su esposo, hijo único del
general Manuel Ignacio de Vivanco. Fue hallado en la misma fecha del
fallecimiento de su madre, Manuela Iriarte de Olavegoya, muchos días después de
la batalla.
Obra citada
Basadre, Jorge. 1968-70.
Historia de la República del Perú. 6ta. Ed., Tomo VIII, Lima: Editorial
Universitaria, pp. 311-314.
Enero 15, 2012
Monumento al héroe Manuel Bonilla de trece años. Miraflores