Por razones militares se fundó
Lima
* Articulo del Sr. Antonio
Rengifo Balarezo
Determinar cuál es la función
de la ciudad de Lima hoy es difícil por la cercanía de la apreciación. Sin embargo, una sinopsis histórica de los
cambios de función ocurridos en los siglos XVI y XVII es más fácil y se
lograría cierta objetividad.
Las ciudades fundadas por los
Conquistadores en Hispanoamérica fueron trazadas a escuadra y cordel. No tuvieron
calles estrechas ni curvilíneas como en las ciudades de la Europa medieval.
El espacio se dividió en
manzanas separadas por calles que se
interceptan en ángulo recto. Cada
manzana se fraccionó en cuatro partes llamadas solares; de modo que a cada
solar le correspondiera una esquina. La
conformación urbana resultante fue un tablero escaqueado. El centro de la ciudad, y lugar de fundación,
es una explanada que se denomina Plaza Mayor o Plaza de Armas
Alrededor de la Plaza de Armas
se señalaban los solares para la Casa
del Gobernador, la Iglesia y el Cabildo y las mansiones para los Conquistadores
más importantes. En la Plaza de Armas
también se ubicaba la picota y la pila
de fuente, la cual en esa época no sólo era ornamental. Cuando ocurría una emergencia bélica, los
encomenderos se concentraban en la Plaza de Armas a los gritos de: Alarma, alarma; a las armas, a las armas!
Las prescripciones para fundar
ciudades están registradas en las Leyes de Indias (libro IV). Su aplicación no fue rígida, sino de acuerdo
a las condiciones concretas. En el caso
de la fundación del Cuzco (1534) no se acataron las prescripciones plenamente,
puesto que la ciudad española se
superpuso a la capital del Imperio Inca.
El ordenamiento urbano de las
ciudades coloniales hispanoamericanas se debió a su finalidad militar; lo que
constituyó un avance. El trazo en forma
de tablero escaqueado facilitó la formación de barricadas, el desplazamiento de
la caballería y aumentó contundencia a la artillería. Ambas armas fueron decisivas en la guerra.
En las ciudades fundadas en el
siglo XVI los vecinos fueron
principalmente soldados y la misma ciudad era un bastión o una base militar de
donde partían expediciones a debelar sublevaciones o a despojar de sus tierras a los nativos para
convertirlas en realengas; es decir , tierras de propiedad del Rey, el cual
podía otorgarlas a voluntad.
Así como existieron
prescripciones para el trazado urbano de las ciudades coloniales; también las
hubo para la elección del lugar donde se asentaban las poblaciones. Entre esas prescripciones se mencionan las
siguientes: posibilidad de defensa ante
los ataques enemigos, preferencia por la ribera de los ríos (“de manera que el
Sol diera primero en la ciudad y después en el río”), altitud, dirección de los
vientos, dotación de agua, cercanía a bosques, tierras de labor y pastos,
abundancia de frutas y de sal, ausencia de enfermedades endémicas y a prudente
distancia de volcanes, torrenteras, zona de nieblas y de desborde de ríos. También se tomaba en cuenta la cercanía de
poblaciones indígenas para reclutar mano de obra empleada en la construcción de
locales “públicos” y casonas solariegas
de los Conquistadores.
Tomando en cuenta casi todas
esas condiciones se eligió el lugar en donde se fundó, el 29 de noviembre de
1533, la ciudad española de Jauja. (Fue
al año siguiente, y luego de la
fundación del Cuzco). Pizarro
tuvo la intención de convertirla en la capital de su futura Gobernación, la
Gobernación de Nueva Castilla. Pero allí, ni el botín de guerra ni la vida de los
conquistadores estaban seguros.
Si bien, los indios wankas
habían sido enemigos de los incas, también lo eran de cualquiera que intentara
obligarlos a trabajos por la fuerza. Por
lo demás, los Conquistadores habían sido jaqueados por Quizquiz, conductor de
una sublevación indígena. Seguramente,
estos acontecimientos precipitaron la decisión de trasladarse a los llanos, es
decir, a la Costa. Y ahí asentarse,
fundando una nueva ciudad.
Según el acta del Cabildo
celebrado en Jauja, el 29 de noviembre de 1534, se acordó cambiar de sitio a la
ciudad. En ese Cabildo se adujo que
Jauja era fría, de mucha nieve y falta de leña... Además,
no se podía criar puercos, gallinas ni yeguas; pues, al parir, sus crías
se morían.
Para los Conquistadores el
ganado porcino era muy importante; todavía no tenían la posibilidad de apelar
al ganado ovino ni al vacuno. Muchas
veces marchaban, en sus expediciones militares, con sus piaras de puercos. Los puercos constituían -sino la única- su principal fuente de
proteínas animales. Difícilmente se avenían a comer cuyes, importante fuente
de proteínas de la población indígena de los Andes. (Aunque ante situaciones de emergencia
comieron los alimentos nativos y hasta cometieron actos de antropofagia.) La importancia del ganado caballar es
evidente, sobre todo, para su uso militar, que no requiere mayor comentario.
Pero lo que sí exige un
comentario, es la dificultad de la reproducción de los animales mencionados;
porque ahora en Jauja eso ya no ocurre.
Y, sin embargo, la afirmación de los Conquistadores era cierta. Así lo confirman las fuentes históricas
consultadas por el médico Carlos Monge en sus estudios precursores de biología
andina. Lo mismo que les sucedía -en esa época- a las puercas, gallinas y yeguas también les
acontecía a las mujeres españolas, mientras sus organismos se adaptaban a la
altura. Entre tanto, las indígenas
alumbraban hijos de los Conquistadores sin mayor riesgo.
Por todas esas razones, aunque
principalmente por seguridad, Pizarro bajó a los llanos y pensó ubicar la
capital de su gobernación en Pachacamac; pero por no tener suficiente agua,
desistió. El lugar propicio resultó el
asiento del cacique Tauli Chusco en el valle del río Rímac.
El lunes 18 de enero de 1535,
Francisco Pizarro procedió - previa
misa - a fundar “para siempre jamás LA
CIUDAD DE LOS REYES DEL PERÚ” en nombre de la Santísima Trinidad. Con un criterio militar, los indios fueron
desplazados hacia la ribera baja del río; en cambio, la ciudad española se
edifica a cien pasos de la ribera alta.
Pizarro tomó para sí cuatro solares en el lugar donde estaba la
principal bocatoma y desde la cual se controlaba una vasta área agrícola.
Lima hispana justificó las
razones de su fundación cuando resistió el asedio de las tropas de Manco II,
las que se movilizaron por las faldas del
-luego llamado- cerro San Cristóbal. No hubo necesidad de utilizar como vía de
escape al vecino puerto.
En ese siglo XVI los objetivos militares inmediatos orientaban
la función de la ciudad; hasta que, en el siglo
XVII, cambió el contexto histórico y, por consiguiente, la función de la
ciudad también cambió. La Conquista está
consolidada y las guerras civiles han sido pacificadas. Lima se convierte en la capital Sud Americana
de la ruta de la plata. Todo el fabuloso
metal que se remesaba a España salía por Lima.
De él se deducía “el quinto real”, es decir, el 20% como tributo al Rey.
Durante 230 años, esto es,
mientras no se desmembró el Virreinato, las decisiones administrativo-fiscales
que se tomaban en Lima -o se
trasmitían desde ella- afectaban la conducta de una población que se
extendía desde Panamá hasta la Tierra del Fuego. Luego de la separación de la Arquidiócesis
de Lima
de la de Sevilla, Lima fue el
centro de la actividad religiosa del continente.
Por las razones expuestas y
tal vez por no contar con una gran población indígena como Tenotchtitlán
(México) o Cuzco, Lima -desde su
fundación- definió su vocación: “mirar
mar afuera, más que mar adentro”.[1]
Bibliografía:
- COSSIO, Felipe: Arte del Perú Colonial.
Ed. Fondo de Cultura
Económica, México, 1958, pp. 253.
- MARIÁTEGUI, Ricardo: El Rimac,
Barrio limeño de Abajo del
Puente. Guía histórica y artística.
Obra patrocinada por el Rotary
Club del Rímac, Lima, 1956, pp. 164.
- MORSE, Richard: The urban development of colonial Spanish
America. Tomado de “The Cambridge
History of Latin America”, Vol. II, Colonial Latin America, edited by Leslie
Bethell, Cambridge University Press, first publiched 1984, reprinted 1985, pp.
67/105.
- PACHECO, César: Memoria y utopía de la vieja Lima.
Ediciones de la Avispa
Blanca-Universidad del Pacífico, departamento de Humanidades, Lima, 1985, pp.
309.
- PORRAS, Raúl: El río, el puente y la alameda
Tomado de “Antología” de Raúl
Porras, Ediciones Crepúsculo de América, 1971, pp. 11/60.
[1] Juicio del pintor José
Sabogal sobre la recepción que tuvo en
Lima su primera exposición (1918).
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* Antonio Rengifo Balarezo
(Lima, 1937) Es sociólogo y ha trabajado en la docencia universitaria y en la
administración pública. Autor de artículos, reseñas, ensayos, ponencias y dos
libros: La Artesanía en la obra de José Sabogal Wiesse y Rebelión india, este
último en coautoría con Pablo Macera.
Fue uno de los dos ganadores
del Concurso Los 7 Ensayos de la Realidad Peruana, organizado por el Centro Cultural
Puerta Abierta y la Casa Museo José Carlos Mariátegui, con el ensayo:
Invitación a la lectura de 7 ensayos de interpretación de la Realidad
Peruana.
Vista de Lima años 1930, desde alguna avioneta.
Vista del Palacio de Gobierno
desde el Atrio de la Catedral con el antiguo monumento a Francisco Pizarro
(hoy ubicado en Parque de la Muralla)