Mensaje del papa Francisco a los Jóvenes en Morelia
Martes 16 febrero 2016
DISCURSO COMPLETO DEL PAPA A
LOS JÓVENES EN MORELIA (MÉXICO)
Buenas tardes.
A ustedes, jóvenes de México,
que están aquí, que están mirando por televisión, que están escuchando. Quiero
enviar un saludo y una bendición que están reunidos en la Plaza San Juan Pablo
II por la archidiócesis de Guadalajara. Me dijeron que eran miles y miles allí
reunidos. Así que somos dos estadios, la plaza San Juan Pablo II de Guadalajara
y nosotros aquí.
Yo conocía las inquietudes de
ustedes, porque me habían hecho llegar un borrador de lo que más o menos me
iban a decir. Pero a medida que hablaban iba tomando nota de cosas que me
parecían importantes para que no quedaran en el aire de lo que no aparecía.
Cuando llegué a esta tierra
fui recibido con una calurosa bienvenida, constaté ahí mismo algo que intuía
desde hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu festivo del Pueblo
mexicano. «Ahorita»..., después de escucharlos, pero especialmente después de
verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le dije al Presidente de la
Nación en mi primer saludo. Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana
tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra.
Y no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza». La montaña puede
tener minerales ricos, que van a servir para el progreso de la humanidad, de
sus riquezas, pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza como hacen
los mineros cuando sacan los minerales. Ustedes son la riqueza, hay que
transformarla en esperanza.
Daniela al final hizo un
desafío. Todos los que hablaban cuando hablaban de las dificultades dijeron que
todos pudieron vivir, pero no pudieron vivir sin esperanza.
No se puede vivir la
esperanza, sentir el mañana, si primero uno no logra valorarse, si no logra
sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir eso que Alberto
decía, que con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir
esperanza. Si no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La
esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para
eso es necesario el ejercicio de empezar «por casa», empezar por sí mismo. No
todo está perdido. No estoy perdido, valgo, y valgo mucho. Les pido silencio
ahora, cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo está perdido,
yo estoy perdido, yo valgo, valgo poco, valgo mucho?
La principal amenaza a la
esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van como chupando el valor
y terminás como caído, como arrugado, con el corazón triste. Discursos que te
hacen sentir de segunda, sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es
cuando sentís que no le importas a nadie o que estás dejado de lado. Esa es la
gran dificultad para la esperanza, cuando en una familia, en una sociedad o en
una escuela te hacen sentir que no les importas. Eso es duro, es doloroso, pero
eso sucede, o no sucede. ¿Si o no, sucede? La principal amenaza a la esperanza
es cuando sentís que da lo mismo que estés o que no estés. Eso mata, eso nos
aniquila y es puerta de ingreso a tanto dolor. La principal amenaza a la
esperanza es hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de
ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te volves prestigio,
importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas
digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye. La esperanza está
amordazada por lo que te hacen creer. No te la dejan surgir.
La principal amenaza es cuando
uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de
los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran «carro» sos
feliz. ¿Es verdad esto que por tener un gran carro sos feliz? Ustedes son la
riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Y permítame que les diga una frase de mi tierra, no les estoy sobando el lomo, no les estoy
adulando y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza
cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de amigos o de familiares
en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que
siembran el terror. Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se
tienen oportunidades de trabajo digno (Alberto, lo expresaste claramente)
posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los
derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse
la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los utiliza para fines
mezquinos seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de
jabón. Y es difícil sentirse ricos, la esperanza la llevan adentro, y la
riqueza la llevan adentro, pero no es fácil. Faltan oportunidades. Pero, pese a
todo, esto no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México.
Roberto, vos dijiste una frase que se me escapó cuando leí tu apunte, pero que
quiero detenerme. Vos hablaste que perdiste algo, y no dijiste perdí el
celular, la plata, el tren porque llegué tarde. Dijiste, perdimos el encanto de
disfrutar del encuentro, perdimos el encanto de caminar juntos, perdimos el
encanto de soñar juntos. Y para que esta riqueza movida por la esperanza vaya adelante
hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar. ¡No pierdan el
encanto de soñar, atrévanse a soñar! Soñar, que no es lo mismo que ser
dormilones, eso no.
No crean que les digo esto
porque soy bueno, o porque la tengo clara, no queridos amigos, no es así. Les
digo esto y estoy convencido, ¿saben por qué? Porque como ustedes creo en
Jesucristo. Y creo que Daniela fue muy fuerte cuando nos habló de él. Yo creo
en Jesucristo. Él el que renueva continuamente la esperanza, es Él el que renueve
continuamente mi mirada. Es Él el que el encanto de soñar, de disfrutar juntos.
Es Él el que continuamente me invita a convertir el corazón. Sí, mis amigos,
les digo esto porque en Jesús he encontrado a Aquel que es capaz de encender lo
mejor de mí mismo. Y es de su mano que podemos hacer camino, es de su mano que
una y otra vez podemos volver a empezar, es de su mano que podemos animarnos a
decir: Es mentira que la única forma de
vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o
de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y
muerte. Eso es mentira, y lo decimos de la mano de Jesús.
Es de su mano también que
podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes
aquí es la pobreza y en la marginación; en la marginación de oportunidades, en
la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación,
en la marginación de la esperanza. Es Jesucristo el que desmiente todos los
intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. El
hace que esta riqueza se transforme en esperanza.
Me han pedido una palabra de
esperanza, la que tengo para darles, la que está en la base de todo, se llama
Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el
mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él y, por favor, nunca se suelten de
su mano, por favor, nunca se aparten de Él, aunque los está llevando a mano
arrastrándose. Y si se cae una vez, déjense levantar por él. Los alpinistas
tienen una canción muy linda, a mi me gusta recordársela a los jóvenes.
Mientras suben van cantando: en el arte de ascender, el triunfo no está en no
caer, sino en no permanecer caído. Ese
es el arte. ¿Y quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no parezcas
caído? Jesucristo. A veces te manda un hermano para que te hable y te ayude.No
escondas la mano cuando estés caído, no digas no me mires que estoy embarrado,
no me mires que ya no tengo remedio. Solamente déjate agarrar la mano y agarrar
la mano.Y la riqueza que tenés adentro va a empezar a dar sus frutos a través
de la esperanza, pero siempre agarrado de la mano de Jesucristo. Ese es el
camino. En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no
permanecer caídos. No se permitan permanecer caídos. Nunca. ¿De acuerdo?
Y si ven un amigo o una amiga
que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, andad y ofrecerle la mano, pero
ofrecérsela con dignidad, ponte al lado de él, escúchalo, no le digas: te
traigo la receta. Como amigo, dale fuerzas con tu palabra, con la escucha. Esa
medicina que se va olvidando, la escuchoterapia. Dejalo hablar, deja que te
cuente. Poco a poco te va a ir extendiendo la mano y vos lo vas a ayudar en
nombre de Jesucristo. Pero si vas de golpe y empiezas a darle y a darle,
pobrecito, lo vas a dejar peor que estabas. Nunca se aparten de la mano de
Jesucristo. Y si se apartan, levántense y siganlo. Él comprende lo que son
estas cosas.
Porque de la mano de
Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que vale la
pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal y luz en medio de sus amigos, de
sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia. Por esto, queridos
amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen excluir, no se dejen
desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo para
esto, para no dejarnos excluir, para no dejarnos desvalorizar. Sed astutos como
serpientes y humildes como palomas. Las dos virtudes juntas. A los jóvenes
viveza no les falta. A veces les falta la astucia para que no sean ingenuos.
Las dos cosas, astutos pero sencillos, bondadosos.
Es cierto, que por este camino
no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de
plata, pero tendrán algo que nadie nunca podrá sacarles que es la experiencia
de sentirse amados, abrazados y acompañados. Es el encanto de disfrutar del
encuentro, el encanto de soñar en el encuentro. Es la experiencia de sentirse
familia, de sentirse comunidad. Y es la experiencia de poder mirar al mundo a la
cara con la frente alta. Sin el carro, sin la plata, pero con la frente alta,
la dignidad. Tres palabras, que las vamos a repetir: Riqueza, esperanza y
dignidad. ¿Repetimos? Riqueza, esperanza y dignidad. La riqueza son ustedes, la
esperanza que les da Jesucristo y la dignidad que les da el no dejarse sobar el
lomo y ser mercadería para los bolsillos de otros.
Hoy el Señor los sigue
llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego.
Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es un lugar físico,
sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado
Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los
principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte
de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, no para encerrarnos, para
escaparnos de las amenazas de la vida o de los desafíos, al contrario, para
salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser joven en México
es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada. Y porque es
riqueza, es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. ¿De nuevo las tres
palabras? Riqueza, esperanza y dignidad. Riqueza, esa que Dios nos dio y que
tenemos que hacer crecer.
Jesús nunca nos invitaría a
ser sicarios, sino que nos llama discípulos, nos llama amigos. Él nunca nos mandaría al muere, sino que todo
en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en comunidad; una
familia y una comunidad a favor de la sociedad. Y aquí, Rosario, retomo lo que
vos dijiste, una cosa tan linda: En la familia se aprende compañía, solidaridad,
a discernir, a pelearse y a arreglarse, a discutir y a abrazarse y a besarse.
La familia es la primera escuela de la nación y ahí está esa riqueza que tienen
ustedes. En la familia van a encontrar la esperanza, porque está Jesús, y en la
familia van a encontrar dignidad. Nunca dejen de lado la familia. La familia es
la piedra de base de la construcción de una gran nación.
Ustedes son la riqueza de este
País, tienen esperanza y sueña. También Rosario habló de soñar. ¿Ustedes sueñan
con tener una familia? Queridos hermanos, ustedes son la riqueza de este país.
Cuando Cuando duden de eso, miren a Jesucristo, el que desmiente todos los
intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Les
agradezco este encuentro y les pido que recen por mi.
Subido por: El Sembrador ESne