Hace 150 años
Combate naval de Abtao ( 07 de febrero de 1866 )
En el año 1864, España había enviado a las costas Americanas
una escuadra que tenía aparentemente el objetivo de realizar una expedición
científica. Sin embargo, la preocupación que surgió en las naciones del
continente por la presencia de naves de guerra de aquel país, se confirmó luego
de las reclamaciones diplomáticas efectuadas tras el incidente ocurrido entre
ciudadanos españoles y el propietario de un fundo en el norte de nuestra costa,
conocido como el “Incidente de Talambo”, que sirvió de pretexto para que la
escuadra española, conformada por las fragatas Resolución y Triunfo así como la
cañonera Covadonga, ocuparon las islas Chincha.
En aquel momento, el Comandante de dicha Escuadra, Brigadier
Luis Pinzón, afirmó haber ejecutado un acto de reivindicación de derechos
usurpados a la corona de España desde la Batalla de Ayacucho, en la que una
España derrotada por fuerzas patriotas firmó una capitulación con la que se
retiró definitivamente de suelo peruano.
Paralelamente a estos hechos, el gobierno del general Pezet
había enviado a Europa varias comisiones para la adquisición de buques de
guerra para reforzar nuestras fuerzas navales en previsión de futuros
acontecimientos. Sin embargo, el tiempo transcurría, las islas no eran
restituidas a nuestra soberanía y el conflicto se agudizaba. El gobierno del
Perú, bajo la presión de un ultimátum, representado por su comisionado el
General Manuel Ignacio de Vivanco firmó un tratado el 27 de Enero de 1865 con
el Almirante español José Manuel Pareja, quien había reemplazado a Pinzón en el
mando de la flota, tratado que bajo todo punto de vista resultaba inaceptable.
La situación se agravó por el repudio al tratado por parte
de la opinión pública y el 28 de Febrero de 1865 estalló en Arequipa una
revolución encabezada por el Prefecto Coronel Mariano Ignacio Prado, la que,
reivindicando nuestros derechos frente a la agresión española, triunfó
prontamente.
Con un nuevo gobierno, resuelto a defender la integridad de
la patria se realizó en Lima un Congreso de Representaciones Americanas que
concluiría finalmente con la formación de una alianza entre Chile, Ecuador,
Bolivia y Perú. Así, en Diciembre de 1865 se conformó una División Naval bajo
las órdenes del Capitán de Navío Manuel Villar, Oficial con larga experiencia,
protagonista de acontecimientos históricos que enorgullecen a nuestra Armada.
La División Naval Peruana estaba integrada por las fragatas
Amazonas y Apurímac y las corbetas América y Unión recién llegadas de Francia,
las mismas que zarparon al sur para preparase a enfrentar a la escuadra
española, así como para esperar el arribo del Huáscar y la Independencia, que
estaban por salir de Inglaterra.
El 16 de Enero ingresaron los buques aliados a Challahué,
lugar escogido como apostadero de la escuadra integrada por los buques peruanos
y la goleta chilena Covadonga.
El 21 de enero la flotilla española compuesta por las
fragatas Villa Madrid y Blanca al mando del Comandante de la Primera División,
Capitán de Fragata Claudio Alvargonzales, zarpó de Valparaíso con la intención
de buscar e interceptar a la escuadra aliada Peruano-Chilena.
Se dirigieron a la isla de Juan Fernández, a Chiloé, a
puerto Low y a los canales de Calbuco, donde se encontraron con el vapor Maipú,
cuya dotación le dio la noticia de la posición de la escuadra Peruano-Chilena.
En la tarde del 07 de febrero de 1866, Alvargonzales se
ubicó con la flotilla española a una distancia de 10 cables del estero de
Challahué a la vista de nuestros buques. En aquella fecha se hallaba ausente,
la corbeta chilena Esmeralda del Capitán de Navío chileno, Juan Williams
Rebolledo, a quien, por su antigüedad en el grado y conforme a las
estipulaciones de tratado ofensivo-defensivo peruano-chileno, le correspondía
actuar como Comandante General de la Escuadra Aliada.
A causa de esta circunstancia, el mando recayó en el Capitán
de Navío peruano Manuel A. Villar Olivera, por ser el Jefe Naval aliado más
caracterizado en rango que debía actuar en reemplazo de Juan Williams
Rebolledo.
El Comandante Villar, estando al mando de la escuadra
aliada, había maniobrado situando sus buques en posición ofensiva cubriendo las
dos entradas al apostadero por evitar así cualquier intento de romper la línea
por parte del enemigo. A la escuadra española no le quedaba otra cosa que
guarecerse detrás de una isla, intentando el pasaje por fuera y a lo largo de
la boca grande del apostadero, para cañonear, exponiéndose a ser cañoneada cada
vez que lo hiciera.
A las 16:15 horas se inició el combate, cuando la fragata
peruana Apurímac abrió fuego, siendo contestado por la Blanca. El bombardeo se
intensificó por ambas partes, siendo los tiros más certeros y de mayor alcance
.los de las corbetas peruanas América y Unión, gracias a la pericia de sus
artilleros. La Apurímac, a pesar de hallarse con la máquina inoperativa, fue
acoderada para utilizar sus 16 cañones de babor y formó con esfuerzo una línea
seguida por la Unión, la Covadonga y la América.
Este duelo a distancia se mantuvo por casi dos horas; la
escuadra peruana recibió 14 impactos y la escuadra española 30. Ambas flotillas
tuvieron averías, entre ellas la Apurímac recibió tres cañonazos bajo la línea
de agua y la Unión registró algunas bajas. Por otro lado, en la Villa Madrid
reventaron los cañones, contándose tres bajas. Fue indudablemente un triunfo
donde destacaron las dotaciones peruanas por su actuación a base de fuerza y
coraje.
Los buques españoles, sin serles posible forzar la entrada
del estero, tanto por el temor de encallarse cuanto por los obstáculos o
ingenios explosivos que podrían haber sembrado sus contrarios, tuvieron que
seguir el pasaje táctico que preconcibió y logró imponerles nuestro
experimentado marino, limitándose a voltejear a lo largo de la boca de aquella
abra y a disparar sus cañones apenas se asomaban abriendo el fuego,
exponiéndose a la vez al nutrido cañoneo que les hacían los barcos aliados que,
con artillería proveniente de la fragata peruana Amazonas se había emplazado en
ventajosas posiciones altas de tierra, dominando el escenario del combate desde
bien calculadas elevaciones de la isla.
La escuadra enemiga optó por abandonar la lucha sin haber
logrado sus objetivos, y al respecto, el jefe español diría que “abandonó la
lucha para poder salir antes que lo encontrase la noche en tal peligrosa
situación y con la seguridad de que los buques aliados no se movieran de su
inexpugnable fondeadero”.
Esta brillante acción naval fue reconocida por el Comandante
chileno Williams Rebolledo, quien felicitó a Villar con las siguientes palabras
“… Esta oportunidad me permite congratular a Ud. y a los jefes, oficiales y
tripulaciones peruanas por el arrojo y serenidad que han manifestado durante
las dos horas que duró el combate, bajo un fuego sostenido por ambas partes, y
por el resultado favorable que se ha obtenido, el cual se debe a la escuadra
del Perú”.
José Valdizán en su
libro Historia Naval del Perú comenta así la respuesta de Villar a la
felicitación que le envió Williams Rebolledo:
La respuesta del
marino peruano no se hizo esperar mucho desde que, en su fuero interno, no
debió quedar muy satisfecho por la insólita ausencia de Williams Rebolledo en
tan importante ocasión. Villar -con intención que a nadie escapó- contestóle de
esta manera:
«Agradezco a V.S. los
aplausos que se digna hacer a la Escuadra Peruana que está a mis órdenes, y
espero que en la primera oportunidad comparta V.S. y el equipaje del buque a su
mando, de las glorias que está llamada a obtener la Escuadra combinada de Chile
y el Perú»
El Comandante Villar, más tarde Contralmirante, logró que
los jefes, oficiales y personal, dieran una lección de táctica y estrategia
naval a los marinos españoles, demostrando coraje, valor e inteligencia que no
pudo ser doblegada a pesar de la superioridad material del enemigo. El triunfo
obtenido en Abtao, si bien resultó contundente al rechazar a los buques españoles,
no fue definitivo, pero cambió el curso de la guerra, obligando a la escuadra
enemiga a variar por completo su táctica, puesto que de allí en adelante sus
ataques se harían contra puertos enemigos. Con esta acción así como con la
ocurrida meses después frente al Callao, el Dos de Mayo de 1866, fueron
desterradas las pretensiones hispanas y se escribió una gloriosa página de
patriotismo. Villar y sus hombres demostraron nobleza al defender una causa
propia, y la de otras naciones sudamericanas. El ejemplo allí dado sería
recogido por quien habría de ser más tarde el héroe máximo de nuestra patria,
don Miguel Grau, quien al mando de la corbeta Unión, recibió en Abtao un
bautizo de sangre y fuego.
Señores: el Combate de Abtao y la figura de su ínclito combatiente,
el Contralmirante don Manuel Villar, es un episodio del que puede
enorgullecerse no sólo el Perú sino toda América. Porque es el coraje, la
impávida arrogancia, el desdén a la muerte y el profundo sentido de patria, lo
que allí quedó representado. Para nuestra historia, la historia militar, la
historia de nuestra gloriosa Marina de Guerra, la lección de Villar es un alto
y valiosos testimonio. La dignidad que encarna como nadie Miguel Grau, halla en
el Contralmirante Villar su más exacto y claro antecedente.
Que el arrojo y valentía de Villar y de todos aquellos que
en Abtao ofrendaron sus vidas en defensa de sus ideales sirva de ejemplo a las
futuras generaciones y que constituya una enseñanza invalorable para quienes
tenemos la sagrada misión de velar por esta patria que nuestros héroes
forjaron.
Otros:
*
José Valdizán en su libro Historia Naval del Perú comenta
así la respuesta de Villar a la felicitación que le envió Williams Rebolledo:
La respuesta del marino peruano no se hizo esperar mucho
desde que, en su fuero interno, no debió quedar muy satisfecho por la insólita
ausencia de Williams Rebolledo en tan importante ocasión. Villar -con intención
que a nadie escapó- contestóle de esta manera:
«Agradezco a V.S. los aplausos que se digna hacer a la
Escuadra Peruana que está a mis órdenes, y espero que en la primera oportunidad
comparta V.S. y el equipaje del buque a su mando, de las glorias que está
llamada a obtener la Escuadra combinada de Chile y el Perú».
*
Rubén Vargas Ugarte, historiador peruano, en su libro:
Historia General del Perú, tomo 9, pág.119. 1984. Al analizar los resultados
del combate concluye:
Unos y otros, pues, se atribuyeron el triunfo; en realidad
hay que aceptar que unos y otros cumplieron su deber; la escuadra aliada [...]
no se hallaba en condiciones de enfrentarse a las naves españolas en mar
abierto por el mal estado de sus máquinas, y, a su vez, las naves españolas no
podían forzar la entrada de la bahía de Abtao, pues, como lo dice el mismo
Álvar González (sic), esta operación habría sido funesta; se limitaron, por
tanto, a hacer un despliegue de fuerza, al cual contestó con energía la
escuadra aliada.
*
En palabras del escritor chileno Benjamín Subercaseaux en su
libro “Tierra de océano: la epopeya marítima de un pueblo terrestre”:
En esas condiciones se llevó a efecto el Combate de Abtao,
que tanto celebran algunos de nuestros historiadores. La manía patriotera hace
que la gente ya no sepa dónde residen los verdaderos méritos y dónde las
tonterías, con la consiguiente desorientación para evitar las últimas y copiar los
primeros; obra esta que no me parece muy patriótica… En este combate, en
verdad, nadie perdió ni nadie ganó.
*
Valdizán Gamio, José (1987). Historia Naval del Perú,
concluye:
Las bajas españolas fueron de seis heridos y tres contusos.
En la escuadra aliada los historiadores discrepan sobre el número de bajas. Las
cifras de muertos oscilan entre dos y doce y los heridos entre uno y una
veintena.
Monumento a Manuel Villar, en el parque Combate de Abtao
Distrito de San Isidro - Lima