Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz
2016
«Dios no es indiferente.
A Dios le importa la humanidad,
Dios no la abandona».
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Al comienzo del nuevo año, el Obispo de Roma desea
«acompañar con esta profunda convicción», sus «mejores deseos de abundantes
bendiciones y de paz, en el signo de la esperanza, para el futuro de cada
hombre y cada mujer, de cada familia, pueblo y nación del mundo, así como para
los Jefes de Estado y de Gobierno y de los Responsables de las religiones».
Tras destacar la importancia de la conversión del corazón,
para pasar de la indiferencia a la misericordia, el mensaje del Papa Francisco
invita a «promover una cultura de solidaridad y misericordia para vencer la
indiferencia». Recuerda que la paz es «fruto de una cultura de solidaridad,
misericordia y compasión» y destaca «La paz en el signo del Jubileo de la
Misericordia».
«No perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos
firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la
paz en los diversos ámbitos. Sí, la paz es don de Dios y obra de los hombres.
La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres,
llamados a llevarlo a la práctica», escribe el Papa Francisco.
Alentando a «custodiar las razones de la esperanza», sin
olvidar las trágicas consecuencias que han marcado el 2015, de las guerras y
los atentados terroristas, así como las persecuciones por motivos étnicos o
religiosos en muchas regiones del mundo, el Santo Padre destaca algunos eventos
internacionales - como el acuerdo de París sobre el Clima y la Agenda de la ONU
2030 para el desarrollo sostenible - que lo impulsan a renovar su exhortación a
«no perder la esperanza».
Recordando el 50 aniversario de dos documentos del Concilio
Vaticano II - la Declaración Nostra aetate y la Constitución pastoral Gaudium
et spes - el Sucesor de Pedro reitera el anhelo de la Iglesia de acompañar a la
familia humana, dialogando con las expresiones religiosas no cristianas y
haciendo hincapié en que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de
cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
discípulos de Cristo».
El Papa Francisco pone en guardia, una vez más, contra la
«globalización de la indiferencia», que amenaza la paz y que se presenta en
diversas formas y que comienza con la indiferencia ante Dios, de la cual brota
la indiferencia ante el prójimo y ante la creación.
En el espíritu del Jubileo de la Misericordia, el Papa
Francisco recuerda las obras de misericordia corporales y espirituales y
exhorta a cada uno a superar la indiferencia en la propia vida, y a adoptar un
compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad donde vive, a partir
de la propia familia, de su vecindario o el ambiente de trabajo. Así como
también los Estados están llamados a hacer gestos concretos, actos de valentía para
con las personas más frágiles de su sociedad, como los encarcelados, los
emigrantes, los desempleados y los enfermos.
Tras renovar su llamamiento para abolir la pena de muerte y
considerar la posibilidad de una amnistía, el Santo Padre dirige un llamamiento
urgente a los responsables de los Estados para hacer gestos concretos en favor
de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la falta de trabajo, tierra y
techo.
Antes de concluir su denso Mensaje para la Jornada Mundial
de la Paz 2016, el Obispo de Roma desea «dirigir un triple llamamiento para que
se evite arrastrar a otros pueblos a conflictos o guerras que destruyen no sólo
las riquezas materiales, culturales y sociales, sino también —y por mucho
tiempo— la integridad moral y espiritual; para abolir o gestionar de manera
sostenible la deuda internacional de los Estados más pobres; para adoptar
políticas de cooperación que, más que doblegarse a las dictaduras de algunas
ideologías, sean respetuosas de los valores de las poblaciones locales y que, en
cualquier caso, no perjudiquen el derecho fundamental e inalienable de los
niños por nacer».
El Papa Francisco confía «estas reflexiones, junto con los
mejores deseos para el nuevo año, a la intercesión de María Santísima, Madre
atenta a las necesidades de la humanidad, para que nos obtenga de su Hijo
Jesús, Príncipe de la Paz, el cumplimiento de nuestras súplicas y la bendición
de nuestro compromiso cotidiano en favor de un mundo fraterno y solidario».
(CdM – RV)
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