Thor, San Bonifacio y el origen del árbol de Navidad
ROMA, 03 Dic. 15 / 05:47 am (ACI).- Cuando se piensa en un
santo, tal vez no se considera en un primer momento que esa persona sea osada,
empuñe un hacha o un martillo o que derriba árboles como los robles. Sin
embargo, sí existe un santo así y ese es San Bonifacio.
Este santo nació en Inglaterra alrededor del año 680.
Bonifacio ingresó a un monasterio benedictino antes de ser enviado por el Papa
a evangelizar los territorios que pertenecen a la actual Alemania. Primero fue
como un sacerdote y después eventualmente como obispo.
Bajo la protección del gran Charles Martel, Bonifacio viajó
por toda Alemania fortaleciendo las regiones que ya habían abrazado el
cristianismo y llevó la luz de Cristo a quienes no la tenían aún.
Sobre este santo, el Papa Benedicto XVI dijo en el año 2009
que “su incansable labor, su don para la organización y su carácter moldeable,
amiguero y firme” fueron determinantes para el éxito de sus viajes.
El escritor Henry Van Dyke lo describió así en 1897 en su
libro The First Christmas Tree, (El primer árbol de navidad): “¡Qué buen tipo!
Era justo y ligero, pero recto como una lanza y fuerte como un bastón de roble.
Su rostro todavía era joven; su piel suave estaba bronceada por el sol y el
viento. Sus ojos grises, limpios y amables, brillaban como el fuego cuando
hablaba de sus aventuras y de los malos actos de los falsos sacerdotes a
quienes enfrentó”.
Alrededor del año 723 Bonifacio viajó con un pequeño grupo
de personas en la región de la Baja Sajonia. El conocía a una comunidad de
paganos cerca de Geismar que, en medio del invierno, iban a realizar un
sacrificio humano (donde usualmente la víctima era un niño) a Thor, el dios del
trueno, en la base de un roble al que consideraban sagrado y que era conocido
como “El Roble del Trueno”.
Bonifacio, acatando el consejo de un obispo hermano, quiso
destruir el Roble del Trueno no sólo para salvar a la víctima sino para mostrar
a los paganos que él no sería derribado por un rayo lanzado por Thor.
El Santo y sus compañeros llegaron a la aldea en la víspera
de Navidad justo a tiempo para interrumpir el sacrificio. Con su báculo de
obispo en la mano, Bonifacio se acercó a los paganos, que se habían reunido en
la base del Roble del Trueno, y les dijo: “aquí está el Roble del Trueno, y
aquí la cruz de Cristo que romperá el martillo del dios falso, Thor".
El verdugo levantó un martillo para ejecutar al pequeño niño
que había sido colocado para el sacrificio. Pero en el descenso, el Obispo
extendió su báculo para bloquear el golpe y milagrosamente rompió el gran
martillo de piedra y salvó la vida del niño.
Después, se dice que Bonifacio habló así al
pueblo:“¡escuchen hijos del bosque! La sangre no fluirá esta noche, salvo la
que la piedad ha dibujado del pecho de una madre. Porque esta es la noche en
que nació Cristo, el hijo del Altísimo, el Salvador de la humanidad. Él es más
justo que Baldur el Hermoso, más grande que Odín el Sabio, más gentil que Freya
el Bueno. Desde su venida el sacrificio ha terminado. La oscuridad, Thor, a
quien han llamado en vano, es la muerte. En lo profundo de las sombras de
Niffelheim él se ha perdido para siempre. Así es que ahora en esta noche
ustedes empezarán a vivir. Este árbol sangriento ya nunca más oscurecerá su
tierra. En el nombre de Dios, voy a destruirlo”.
Entonces, Bonifacio cogió un hacha que estaba cerca de ahí,
y según la tradición, cuando la blandió poderosamente hacia el roble una gran
ráfaga de viento voló el bosque y derribó el árbol con raíces y todo. El árbol
cayó al suelo y se rompió en cuatro pedazos.
Después de este suceso, el Santo construyó una capilla con
la madera del roble , pero esta historia va más allá de las ruinas del poderoso
árbol.
El “Apóstol de Alemania” siguió predicando al pueblo
germánico que estaba asombrado y no podía creer que el asesino del Roble de
Thor no haya sido golpeado por su dios. Bonifacio miró más allá donde yacía el
roble y señaló a un pequeño abeto y dijo: “Este pequeño árbol, este pequeño
hijo del bosque, será su árbol santo esta noche. Esta es la madera de la paz…Es
el signo de una vida sin fin, porque sus hojas son siempre verdes. Miren como
las puntas están dirigidas hacia el cielo. Hay que llamarlo el árbol del Niño
Jesús; reúnanse en torno a él, no en el bosque salvaje, sino en sus hogares;
allí habrá refugio y no habrán actos sangrientos, sino regalos amorosos y ritos
de bondad”.
Así, los alemanes empezaron una nueva tradición esa noche,
que se ha extendido hasta nuestros días. Al traer un abeto a sus hogares,
decorándolo con velas y ornamentos y al celebrar el nacimiento del Salvador, el
Apóstol de Alemania y su rebaño nos dieron lo que hoy conocemos como el árbol
de Navidad.
Traducido de Church Pop por María Ximena Rondón