MODELO DE DISCIPULO Y MISIONERO
Por P. Gregorio Pérez de Guereñu, ofm,
Por P. Gregorio Pérez de Guereñu, ofm,
* San Francisco Solano. Modelo de discípulo y misionero, Callao 2010, 67 pp
Escribió el inolvidable José Luís Martín Descalzo que un centenario o es un camino o es un camelo. Y la presente obra –diminuta en su número de páginas pero mayúscula en su contenido- nos lo marca a cabalidad. El autor transpira espirítu vital y ciencia teológica, práctica misionera itinerante y sabiduría en el arte de formar discípulos y misioneros. Su escuela, como la de Solano, es el Evangelio, Francisco de Asís, Vaticano II, Aparecida.
Se lee de un tirón por la atractiva presentación a base de fotos y dibujos, la honda y fluida redacción, la cómoda articulación en diez apartados Comienza destacando “la importancia de una celebración” jubilar por encontrarnos en el cuarto centenario de la muerte de Solano, y su pretensión de “acercarnos al santo desde una visión humana, teológica, eclesial y franciscana” (p.3) porque “sigue vivo en las mentes y en los corazones, en la vida, vocación y misión de tantos cristianos y de modo especial de discípulos y misioneros” (p.6). El segundo capítulo, “de la raza de los profetas”, quiere construir todo aquello vinculado con la radicalidad, desierto, frontera, periferia, “anormalidad”, riesgo, del que se convence de que “optar por Cristo es optar por los pobres y enfermos, marginados y pecadores, fieles e infieles” (p.11).
El número 3 nos ofrece los “datos biográficos más relevantes” facilitados por Fr. Lorenzo García, quien resume en siete páginas la cronología del santo (10 de marzo de 1549 en Montilla-14 de julio de 1610 en Lima) , alargándola hasta su beatificación un 25 de enero de 1675, su canonización el 27 de diciembre de 1726, las fiestas en su honor en Lima coincidiendo con la culminación de las obras de la iglesia de San Francisco de Lima (26 de septiembre al 4 de octubre de 1733), el tercer centenario de su muerte (1910), y el IV centenario de su nacimiento en 1949.
El capítulo 4 se refiere a su itinerario formativo, adentrándonos en la escuela del maestro franciscano, teólogo y humanista, Luis de Carvajal (+ 1552).
En el 5 se expone “el arte de la itinerancia”, identificando las notas de Aparecida (173) “imaginación y creatividad para llegar a las multitudes que anhelan el Evangelio de Jesucristo” y que nuestro santo vivió de Montilla a Cádiz, de Panamá a Pita, de Lima a Argentina pasando por Jauja, Cuzco y Bolivia, y vuelto a Perú de Lima a Trujillo para regresar a Lima donde le sorprende la hermana muerte.
Relacionado con el anterior, el capítulo 6 se explaya en “la generosidad de la pobreza”, donde experimenta el valor de la “marginalidad, de la periferia y de la impotencia” como bienaventuranza, siempre a la luz del magisterio franciscano como en el bello relato de “Sacrum commercium” acerca del banquete de la Pobreza con los hermanos.
El 7, “el mismo Evangelio, un Catecismo distinto” en el que nos introduce en la trascendencia del Tercer Catecismo Limense de 1583, desde su didáctico proemio hasta sus enjundiosos sermones que tanto aprovecharán a Solano.
En el 8, “modelo de discípulo y misionero”, se destaca la radicalidad del seguimiento de Jesús “que arrastra, persuade y convence a quien pone sus ojos fijos en el mismo Jesús y en el hombre de nuestro tiempo” Exige, demás, audacia, fidelidad, riesgo y creatividad, esperanza, amor y respeto.
Por último, el capítulo 9 “año jubilar” es como un lanzamiento con “la audacia evangélica y compromiso misionero”, mirando a Cristo con los ojos del Poverello. Para ello, hay que orar y cantar. Es lo que pretende la oración y los himnos de 1949, de los PP. David Martínez y Luis Ayala, así como el reciente del benemérito P. Daniel Córdoba Guzmán, recreando la letra de Monseñor Odorico Sáiz: “Ara y siembra, riega y canta, que el Señor está contigo y bendice tu labranza”.
Escribió el inolvidable José Luís Martín Descalzo que un centenario o es un camino o es un camelo. Y la presente obra –diminuta en su número de páginas pero mayúscula en su contenido- nos lo marca a cabalidad. El autor transpira espirítu vital y ciencia teológica, práctica misionera itinerante y sabiduría en el arte de formar discípulos y misioneros. Su escuela, como la de Solano, es el Evangelio, Francisco de Asís, Vaticano II, Aparecida.
Se lee de un tirón por la atractiva presentación a base de fotos y dibujos, la honda y fluida redacción, la cómoda articulación en diez apartados Comienza destacando “la importancia de una celebración” jubilar por encontrarnos en el cuarto centenario de la muerte de Solano, y su pretensión de “acercarnos al santo desde una visión humana, teológica, eclesial y franciscana” (p.3) porque “sigue vivo en las mentes y en los corazones, en la vida, vocación y misión de tantos cristianos y de modo especial de discípulos y misioneros” (p.6). El segundo capítulo, “de la raza de los profetas”, quiere construir todo aquello vinculado con la radicalidad, desierto, frontera, periferia, “anormalidad”, riesgo, del que se convence de que “optar por Cristo es optar por los pobres y enfermos, marginados y pecadores, fieles e infieles” (p.11).
El número 3 nos ofrece los “datos biográficos más relevantes” facilitados por Fr. Lorenzo García, quien resume en siete páginas la cronología del santo (10 de marzo de 1549 en Montilla-14 de julio de 1610 en Lima) , alargándola hasta su beatificación un 25 de enero de 1675, su canonización el 27 de diciembre de 1726, las fiestas en su honor en Lima coincidiendo con la culminación de las obras de la iglesia de San Francisco de Lima (26 de septiembre al 4 de octubre de 1733), el tercer centenario de su muerte (1910), y el IV centenario de su nacimiento en 1949.
El capítulo 4 se refiere a su itinerario formativo, adentrándonos en la escuela del maestro franciscano, teólogo y humanista, Luis de Carvajal (+ 1552).
En el 5 se expone “el arte de la itinerancia”, identificando las notas de Aparecida (173) “imaginación y creatividad para llegar a las multitudes que anhelan el Evangelio de Jesucristo” y que nuestro santo vivió de Montilla a Cádiz, de Panamá a Pita, de Lima a Argentina pasando por Jauja, Cuzco y Bolivia, y vuelto a Perú de Lima a Trujillo para regresar a Lima donde le sorprende la hermana muerte.
Relacionado con el anterior, el capítulo 6 se explaya en “la generosidad de la pobreza”, donde experimenta el valor de la “marginalidad, de la periferia y de la impotencia” como bienaventuranza, siempre a la luz del magisterio franciscano como en el bello relato de “Sacrum commercium” acerca del banquete de la Pobreza con los hermanos.
El 7, “el mismo Evangelio, un Catecismo distinto” en el que nos introduce en la trascendencia del Tercer Catecismo Limense de 1583, desde su didáctico proemio hasta sus enjundiosos sermones que tanto aprovecharán a Solano.
En el 8, “modelo de discípulo y misionero”, se destaca la radicalidad del seguimiento de Jesús “que arrastra, persuade y convence a quien pone sus ojos fijos en el mismo Jesús y en el hombre de nuestro tiempo” Exige, demás, audacia, fidelidad, riesgo y creatividad, esperanza, amor y respeto.
Por último, el capítulo 9 “año jubilar” es como un lanzamiento con “la audacia evangélica y compromiso misionero”, mirando a Cristo con los ojos del Poverello. Para ello, hay que orar y cantar. Es lo que pretende la oración y los himnos de 1949, de los PP. David Martínez y Luis Ayala, así como el reciente del benemérito P. Daniel Córdoba Guzmán, recreando la letra de Monseñor Odorico Sáiz: “Ara y siembra, riega y canta, que el Señor está contigo y bendice tu labranza”.
http://jabenito.blogspot.com/2010/07/san-francisco-solano-modelo-de.html
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