El 31 de julio, la Iglesia se viste de fiesta para conmemorar el nacimiento para el cielo de SAN IGNACIO DE LOYOLA, en el aniversario de su santa muerte, ocurrida en un día como hoy de 1556 en Roma, Italia. Nacido en Loyola, España, en 1491, fue fundador de la Compañía de Jesús. En 1622 El Papa Gregorio XV le proclamó SANTO. Es patrono de los jesuitas y de los ejercicios espirituales. Sus restos se veneran en la Iglesia del Jesús, en Roma. Unidos a la familia ignaciana y a cuantos hacen de su vida un ofrecimiento para la "mayor gloria de Dios", brindemos nuestro vivo aplauso a San Ignacio de Loyola.
MEDITACION
QUERIDO SAN IGNACIO: recordar tu vida, es compartir contigo el maravilloso proceso de conversión y crecimiento espiritual que vivió tu alma. La gracia y la naturaleza hicieron de ti a uno de los santos más grandes de la Iglesia. Todo empezó en aquella batalla en el castillo de Pamplona cuando, atacado por Francisco I de Francia, caes herido en una pierna. Durante tu convalescencia, llegan a tus manos algunos libros, en lugar de las de novelas de caballería que habías pedido: la vida de Cristo, de Ludolfo de Sasonia, y la vida de los Santos. Éstos fueron poniendo un nuevo horizonte en tu vida: ser santo como ellos. Empiezas a aprender a "discernir los espíritus" que actúan en tu interior, para seguir el "bueno y rechazar el malo". Así, dejas Loyola, y comienzas tu peregrinaje a la santidad. ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por él? ¿Qué debo hacer?. Estas preguntas fueron orientando e impulsando tu camino hacia la perfección. Te reúnes con un grupo de amigos con quienes compartes tu ideal de "La mayor gloria de Dios y la salvación de las almas". En una visión extraordinaria a las orillas del río Cardoner empiezas a ver las cosas de una manera totalmente nueva y decides organizar con tus amigos un grupo: nace así la Compañía de Jesús, marcada desde el principio por el signo del amor y la contradicción. En aquel pequeño cuarto del Jesús, en Roma, escribes las Constituciones: "Imitar a Cristo, vivir en pobreza, ser obediente como bastón de hombre viejo, encontrar a Dios en todas las cosas", estas fueron las columnas de la orden que dejas en herencia a la Iglesia
Santoral para todo el Año
P. Javier San Martin S.J. - Sra Cecilia Mutual
latam@vatiradio.va
MEDITACION
QUERIDO SAN IGNACIO: recordar tu vida, es compartir contigo el maravilloso proceso de conversión y crecimiento espiritual que vivió tu alma. La gracia y la naturaleza hicieron de ti a uno de los santos más grandes de la Iglesia. Todo empezó en aquella batalla en el castillo de Pamplona cuando, atacado por Francisco I de Francia, caes herido en una pierna. Durante tu convalescencia, llegan a tus manos algunos libros, en lugar de las de novelas de caballería que habías pedido: la vida de Cristo, de Ludolfo de Sasonia, y la vida de los Santos. Éstos fueron poniendo un nuevo horizonte en tu vida: ser santo como ellos. Empiezas a aprender a "discernir los espíritus" que actúan en tu interior, para seguir el "bueno y rechazar el malo". Así, dejas Loyola, y comienzas tu peregrinaje a la santidad. ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por él? ¿Qué debo hacer?. Estas preguntas fueron orientando e impulsando tu camino hacia la perfección. Te reúnes con un grupo de amigos con quienes compartes tu ideal de "La mayor gloria de Dios y la salvación de las almas". En una visión extraordinaria a las orillas del río Cardoner empiezas a ver las cosas de una manera totalmente nueva y decides organizar con tus amigos un grupo: nace así la Compañía de Jesús, marcada desde el principio por el signo del amor y la contradicción. En aquel pequeño cuarto del Jesús, en Roma, escribes las Constituciones: "Imitar a Cristo, vivir en pobreza, ser obediente como bastón de hombre viejo, encontrar a Dios en todas las cosas", estas fueron las columnas de la orden que dejas en herencia a la Iglesia
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