La Iglesia en Arequipa - Su Historia
Arequipa es una ciudad con un profundo sentido religioso que la ha hecho ser llamada la Roma del Perú. Apuntaba Víctor Andrés Belaunde, “Arequipa en su vivencia histórica ha sido y es uno de los pueblos más religiosos de América”. En este sentido, la Iglesia es, sin lugar a dudas, una de las forjadoras de la identidad cultural arequipeña, por ser el catolicismo uno de sus elementos constitutivos.
Arequipa es una ciudad con un profundo sentido religioso que la ha hecho ser llamada la Roma del Perú. Apuntaba Víctor Andrés Belaunde, “Arequipa en su vivencia histórica ha sido y es uno de los pueblos más religiosos de América”. En este sentido, la Iglesia es, sin lugar a dudas, una de las forjadoras de la identidad cultural arequipeña, por ser el catolicismo uno de sus elementos constitutivos.
Antigua sede episcopal, Arequipa dependía eclesiásticamente de los prelados del Cuzco cuando fue fundada en 1540, hasta su elevación a obispado a principios del siglo XVII. La diócesis fue creada el 20 de julio de 1609 por el Papa Paulo V y ya en 1611 designó al dominico fray Cristóbal Rodríguez como su primer obispo, efectuándose la división y delimitación recién en 1614.
Comprendía una extensa jurisdicción eclesiástica pues estaba asentada sobre la base de los “términos” de la ciudad de Arequipa que abarcaba desde el pueblo de Acarí por el norte, hasta el río Loa (actualmente Chile) por el sur. Ya en 1879 se le anexaron las 8 parroquias que conformaban la provincia de La Unión –creada en 1839– antes parte de los obispados de Cuzco y Ayacucho. Arequipa fue elevada a la categoría de Arquidiócesis metropolitana el 23 de mayo de 1943 por el Papa Pío XII. Tiene como diócesis sufragáneas a Puno, Moquegua–Tacna y las prelaturas de Juli, Caravelí, Ayaviri y Chuquibamba. La Catedral había sido elevada a Basílica Menor el 19 de septiembre de 1940.
Sus obispos han desempeñado papel fundamental en su evolución histórica. La importancia que para Arequipa tiene el conocimiento de sus diocesanos la señalaba monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio S.J., quien decía: “... muchos de sus pastores destacaron especialmente por su santidad de vida, así como por sus cualidades intelectuales y de gobierno orientadas a la búsqueda de una organización más eficaz para el servicio del pueblo de Dios, expresado en particular en la vivencia de un intenso amor preferencial por los pobres y necesitados, y al celo por llevar el Evangelio hasta los más alejados poblados bajo su cuidado”. Podemos destacar las figuras de Pedro de Villagómez, Pedro de Ortega Sotomayor, Gaspar de Villaroel, Antonio de León, Juan Cavero de Toledo, Juan Bravo del Rivero, Pedro José Chaves de la Rosa, José Sebastián de Goyeneche, Bartolomé Herrera, Juan Ambrosio Huerta y Mariano Holguín.
Son también numerosos los obispos que Arequipa ha dado a la Iglesia como Alonso de Peralta y Robles obispo y arzobispo de Charcas; José Cayetano Palavicino obispo de Asunción y Trujillo; Fernando Pérez Oblitas obispo de Asunción y Santa Cruz de la Sierra; Juan Manuel Moscoso y Peralta, obispo auxiliar de Arequipa, obispo de Tucumán y Cuzco y arzobispo de Granada en España; Francisco José Marán obispo de La Concepción y Santiago de Chile; Ángel Mariano Moscoso, obispo de Tucumán; Mariano Rodríguez Olmedo, obispo de Puerto Rico y arzobispo de Cuba; Santiago O’Phelan, obispo de Huamanga; Francisco Javier de Luna Pizarro, arzobispo de Lima; Pedro José Chávez, obispo de Puno; Pedro José Tordoya, obispo del Cuzco; José María Carpenter, obispo auxiliar de Lima; Juan Domingo Vargas, obispo de Huaraz; Emilio Lissón, obispo de Chachapoyas y arzobispo de Lima; Juan Gualberto Guevara obispo de Trujillo, arzobispo de Lima y primer Cardenal del Perú; Juan Landázuri Ricketts, arzobispo de Lima y cardenal.
La gran devoción del pueblo arequipeño se manifiesta en el culto mariano, donde resalta la advocación de la Purificación o Candelaria en santuarios como Cayma, Characato y Chapi; como también a Cristo en su representación del Nazareno que es venerado en toda la campiña. El año está lleno de festividades religiosas que congregan a la ciudadanía.
Fruto máximo de esa religiosidad es la beata Ana de los Ángeles Monteagudo, elevada a los altares en 1985 por S.S. Juan Pablo II; pero que no es la única, una larga lista de varones y mujeres virtuosos nos proporcionan el cura Ventura Travada en Suelo de Arequipa convertido en cielo y el arcediano Francisco Javier Echeverría y Morales menciona en su obra Memoria de la Santa Iglesia de Arequipa.
Grandes acontecimientos en la historia religiosa arequipeña son la realización del Segundo Congreso Eucarístico Nacional en 1940, la coronación de la Virgen de los Dolores, la “Napolitana”, también en 1940, la coronación de la Virgen de la Candelaria de Cayma en 1947, la llegada de la Virgen de Chapi en 1983 y la visita de Su Santidad Juan Pablo II en 1985 para beatificar a sor Ana de los Ángeles Monteagudo y a coronar a la Virgen de Chapi.
Es por eso que con gran alborozo el pueblo católico arequipeño conmemora los Cuatrocientos Años de la Creación de la Diócesis y por tan magna fecha ha organizado una serie de eventos de diversa índole. El señor Arzobispo, monseñor Javier Del Río Alba, lo ha declarado Año Jubilar.
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