Dos JMJ, dos sacerdotes
En el cierre del Año Sacerdotal os traemos dos historias de jóvenes que decidieron ser sacerdotes tras una JMJ
Acaba de ser ordenado sacerdote: es un novato en el ministerio sacerdotal. Sin embargo, tras de sí lleva vividos muchos acontecimientos importantes en relación a su vocación. Con tan sólo ocho años, Óscar, de Costa Rica, descubrió que el Señor le llamaba al sacerdocio. Años después, en 1991, en un encuentro preparatorio para la JMJ de Denver, confirmó definitivamente la llamada. "Después de una larga preparación, en agosto de 1993 asistí a la Jornada Mundial de la Juventud en Denver", relata Óscar. "Recuerdo que fue mi primer viaje fuera del país, iba con la ilusión de poder ver, quizás de cerca, al Santo Padre y conocer gente de distintos países", señala.
Costa Rica-Colonia-Madrid
Para el costarricense, "la Jornada significó una confirmación a la llamada que el Señor me había hecho desde muy pequeño. Ahora veía claro que era la de ser un buen cristiano e intentar vivir como un auténtico hijo de Dios". "El lema de aquellos días, Yo he venido para dar vida y vida en abundancia, selló en mí el deseo de seguir a Cristo totalmente", cuenta emocionado el recién ordenado sacerdote en Madrid.
Contento porque "esa palabra de san Juan se ha cumplido en mí", Óscar siente "escalofríos" al recordar las montañas nevadas de Denver que se grabaron en su memoria. Y como a muchos les habrá ocurrido en alguna JMJ, la noche de la vigilia del Papa en Denver se caracterizó por el intenso frío que impidió conciliar el sueño a más de uno. Lo recuerda bien, porque para entrar en calor "me vino la idea de caminar alrededor del Cherry Creek State Park". "La experiencia fue increíble: el hecho de estar con todo tipo de personas, de diversas lenguas y naciones, cantando y danzando en la madrugada fue algo irrepetible", destaca. "Ahora veo cómo el Señor me estaba preparando para la misión que me iba a encomendar, pues me enviaría a las naciones a anunciar a Cristo resucitado", subraya feliz.
El paso definitivo
Contento porque "esa palabra de san Juan se ha cumplido en mí", Óscar siente "escalofríos" al recordar las montañas nevadas de Denver que se grabaron en su memoria. Y como a muchos les habrá ocurrido en alguna JMJ, la noche de la vigilia del Papa en Denver se caracterizó por el intenso frío que impidió conciliar el sueño a más de uno. Lo recuerda bien, porque para entrar en calor "me vino la idea de caminar alrededor del Cherry Creek State Park". "La experiencia fue increíble: el hecho de estar con todo tipo de personas, de diversas lenguas y naciones, cantando y danzando en la madrugada fue algo irrepetible", destaca. "Ahora veo cómo el Señor me estaba preparando para la misión que me iba a encomendar, pues me enviaría a las naciones a anunciar a Cristo resucitado", subraya feliz.
El paso definitivo
Al retornar a casa después de la peregrinación, "continué mis estudios civiles y acabé la carrera universitaria". A continuación, Óscar trabajó como profesor de lengua española, y en el 2001 se decidió a dar el gran paso hacia el sacerdocio. Ingresó primero en el seminario de Colonia, Alemania, y un año después se trasladó al Seminario Redemptoris Mater de Madrid. Entre medias, participó en la JMJ de Toronto, donde se reafirmó en su vocación.
El 2 de mayo de 2010, Óscar fue ordenado sacerdote por el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en la Catedral de la Almudena, junto a otros dieciséis jóvenes. "¡Qué regalo más grande ser ordenado presbítero en el Año sacerdotal!", exclama. Con respecto a la JMJ de Madrid en 2011, no oculta su ilusión de participar en ella "por celebrarse en mi diócesis". "Contemplaré la fidelidad del Señor, que me llamó desde niño; confirmó mi llamada en Denver y en Toronto y participé como seminarista en Colonia. En Madrid pondré mi sacerdocio al servicio de todos los jóvenes que vendrán a proclamar con el Papa que la vida con Cristo vale la pena y que 'firmes en la fe, caminamos con Cristo", destaca.
La verdadera alegría
El 2 de mayo de 2010, Óscar fue ordenado sacerdote por el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en la Catedral de la Almudena, junto a otros dieciséis jóvenes. "¡Qué regalo más grande ser ordenado presbítero en el Año sacerdotal!", exclama. Con respecto a la JMJ de Madrid en 2011, no oculta su ilusión de participar en ella "por celebrarse en mi diócesis". "Contemplaré la fidelidad del Señor, que me llamó desde niño; confirmó mi llamada en Denver y en Toronto y participé como seminarista en Colonia. En Madrid pondré mi sacerdocio al servicio de todos los jóvenes que vendrán a proclamar con el Papa que la vida con Cristo vale la pena y que 'firmes en la fe, caminamos con Cristo", destaca.
La verdadera alegría
Vecino a Costa Rica se encuentra Nicaragua. De allí es Edgard, sacerdote que ejerce su Ministerio en Madrid desde hace dos años. Su historia está repleta de encuentros de jóvenes y peregrinaciones que le ayudaron a discernir la vocación.
"Cuando estudiaba secundaria en el colegio me llamaba mucho la atención un sacerdote escolapio; recuerdo que dije que cuando terminara el bachiller estudiaría para cura porque quería ser como él". Sin embargo, "con el tiempo me olvidé de ese pensamiento y seguí haciendo mi vida como cualquier chico de mi edad", recuerda Edgard.
Un encuentro de jóvenes fue el acontecimiento que devolvió a la mente de Edgard este deseo. "En ella se habló de la vocación y me llamó la atención cómo muchos jóvenes dijeron sí al Señor", pero "yo fui tan cobarde que no le ofrecí mi disponibilidad".
Sin embargo, lo que este nicaragüense no pudo imaginar entonces es que un año más tarde, en otro encuentro de jóvenes como preparación a la JMJ en París, sentiría de nuevo la llamada al sacerdocio. "Sin darme cuenta respondí y entré en un grupo vocacional para discernir la vocación". En agosto del 97 en París, al día siguiente de la misa de clausura de la JMJ con Juan Pablo II, "decidí entrar en el seminario".
Algo le ayudó a tomar esta decisión: "observar que no era necesario beber mucho alcohol o pasar todas las noches en las discotecas para estar contento". Desde entonces, "cada vez que se anuncia una JMJ siento el deseo de participar de nuevo en ella" y "doy gracias al Señor por suscitar en la Iglesia estas Jornadas de la Juventud que tanto bien me han hecho".
"Cuando estudiaba secundaria en el colegio me llamaba mucho la atención un sacerdote escolapio; recuerdo que dije que cuando terminara el bachiller estudiaría para cura porque quería ser como él". Sin embargo, "con el tiempo me olvidé de ese pensamiento y seguí haciendo mi vida como cualquier chico de mi edad", recuerda Edgard.
Un encuentro de jóvenes fue el acontecimiento que devolvió a la mente de Edgard este deseo. "En ella se habló de la vocación y me llamó la atención cómo muchos jóvenes dijeron sí al Señor", pero "yo fui tan cobarde que no le ofrecí mi disponibilidad".
Sin embargo, lo que este nicaragüense no pudo imaginar entonces es que un año más tarde, en otro encuentro de jóvenes como preparación a la JMJ en París, sentiría de nuevo la llamada al sacerdocio. "Sin darme cuenta respondí y entré en un grupo vocacional para discernir la vocación". En agosto del 97 en París, al día siguiente de la misa de clausura de la JMJ con Juan Pablo II, "decidí entrar en el seminario".
Algo le ayudó a tomar esta decisión: "observar que no era necesario beber mucho alcohol o pasar todas las noches en las discotecas para estar contento". Desde entonces, "cada vez que se anuncia una JMJ siento el deseo de participar de nuevo en ella" y "doy gracias al Señor por suscitar en la Iglesia estas Jornadas de la Juventud que tanto bien me han hecho".