Evangelio
Domingo 05 de Enero 2014
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos celebrado en la basílica la fiesta de la Epifanía —disculpad mi retraso—. Epifanía quiere decir manifestación de Jesús a todos los pueblos, representados hoy por los Magos, que llegaron a Belén desde Oriente para rendir homenaje al Rey de los judíos, cuyo nacimiento habían conocido por la aparición de una nueva estrella en el cielo (cf. Mt 2, 1-12). En efecto, antes de la llegada de los Magos, el conocimiento de este hecho apenas había superado el círculo familiar: además de María y José, y probablemente de otros parientes, sólo era conocido por los pastores de Belén, los cuales, al oír el gozoso anuncio, habían acudido a ver al Niño mientras aún se hallaba recostado en el pesebre. Así, la venida del Mesías, el esperado de las naciones, anunciado por los profetas, inicialmente permanecía en el ocultamiento. Precisamente hasta que llegaron a Jerusalén aquellos personajes misteriosos, los Magos, solicitando noticias acerca del «Rey de los judíos» recién nacido. Obviamente, tratándose de un rey, se dirigieron al palacio real, donde residía Herodes. Pero este no sabía nada de dicho nacimiento y, muy preocupado, convocó inmediatamente a los sacerdotes y los escribas, los cuales, basándose en la célebre profecía de Miqueas (cf. 5, 1), afirmaron que el Mesías debía nacer en Belén. Y, de hecho, tras reanudar su camino en esa dirección, los Magos vieron de nuevo la estrella, que los guió hasta el lugar donde se encontraba Jesús. Al entrar, se postraron y lo adoraron, ofreciendo dones simbólicos: oro, incienso y mirra. He aquí la epifanía, la manifestación: la venida y la adoración de los Magos es el primer signo de la identidad singular del Hijo de Dios, que también es Hijo de la Virgen María. Desde entonces comenzó a propagarse la pregunta que acompañará toda la vida de Cristo y que de diversas maneras atraviesa los siglos: ¿quién es este Jesús?
Queridos amigos, esta es la pregunta que la Iglesia quiere suscitar en el corazón de todos los hombres: ¿quién es Jesús? Este es el anhelo espiritual que impulsa su misión: dar a conocer a Jesús, su Evangelio, para que todos los hombres puedan descubrir en su rostro humano el rostro de Dios, y ser iluminados por su misterio de amor. La Epifanía anuncia la apertura universal de la Iglesia, su llamada a evangelizar a todos los pueblos. Pero la Epifanía nos dice también de qué modo la Iglesia realiza esta misión: reflejando la luz de Cristo y anunciando su Palabra. Los cristianos están llamados a imitar el servicio que prestó la estrella a los Magos. Debemos brillar como hijos de la luz, para atraer a todos a la belleza del reino de Dios. Y a todos los que buscan la verdad debemos ofrecerles la Palabra de Dios, que lleva a reconocer en Jesús «el Dios verdadero y la vida eterna» (1 Jn 5, 20).
Una vez más, sentimos en nosotros un profundo agradecimiento a María, la Madre de Jesús. Ella es la imagen perfecta de la Iglesia que da al mundo la luz de Cristo: es la Estrella de la evangelización. «Respice Stellam», nos dice san Bernardo: mira la Estrella, tú que andas buscando la verdad y la paz; dirige tu mirada a María, y ella te mostrará a Jesús, luz para todos los hombres y para todos los pueblos.
Plaza de San Pedro, Jueves 6 de enero de 2011
S S Benedicto,XVI
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SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. La solemnidad de la Epifanía, que celebramos hoy, subraya la universalidad de la Iglesia y su vocación misionera. En efecto, hoy la Iglesia exulta porque se ha manifestado a todos los pueblos "la luz verdadera, que ilumina a todo hombre" ( Jn 1, 9).
Como María, se alegra al ver entrar en la humilde cueva de Belén a personas de toda raza, nación y cultura para adorar al Hijo de Dios. Al mismo tiempo, siente la urgencia de ser cada vez más "luz" para difundir el mensaje salvífico a todos los pueblos. El mandato misionero es para todos los creyentes, llamados a anunciar y testimoniar el misterio de la salvación que se realizó en la encarnación, en la muerte y en la resurrección de Cristo.
2. La Iglesia confía hoy la misión de evangelizar, de modo muy especial, a los niños. Este es el significado de la Jornada mundial de la infancia misionera, que este año tiene como tema: "Enciende la esperanza", y compromete a los "niños misioneros" a difundir la luz de la solidaridad, sobre todo donde las tinieblas de la pobreza, del dolor y de la guerra se hacen particularmente densas. El apoyo misionero de los niños es muy valioso para numerosos misioneros que, fieles al mandato de Cristo, trabajan por la propagación de la buena nueva hasta los últimos confines de la tierra. A cada uno de estos intrépidos evangelizadores va nuestro agradecimiento, acompañado de un constante recuerdo ante el Señor.
También los nuevos obispos, que esta mañana he tenido la alegría de consagrar, dedicarán con especial esmero todas sus energías a la exigente actividad misionera. A ellos y a sus familiares, así como a cuantos se unen a su alegría espiritual les renuevo mi cordial saludo. Amadísimos hermanos y hermanas, apoyemos su ministerio con la oración, para que sean guías seguros de la grey que el Señor les confía.
3. Algunas Iglesias orientales, como la Iglesia ortodoxa rusa, y las venerables Iglesias de Oriente, como la Iglesia copta, etiópica y armenia, celebran en estos la Navidad de Jesucristo. Les expreso mi sincera felicitación y la seguridad de mi incesante oración. Que la celebración de la venida del Verbo de Dios a los hombres sea fuente de nuevo vigor espiritual, de afianzamiento en él y de comunión entre todos nosotros, que lo reconocemos como Señor y Salvador.
Que sea fuente de alegría al anunciarlo a todos los hombres de nuestro tiempo.
La celestial Madre de Dios, que tiene en su regazo a la Sabiduría del Padre, obtenga a los cristianos el don de la comunión plena y a todos el don de la paz.
Que, gracias a su intercesión, toda persona de buena voluntad sea iluminada por la luz vivificante del misterio de la Navidad del Señor.
Domingo 6 de enero de 2001
S.S. Juan Pablo II
© Copyright 2001- Libreria Editrice Vaticana
Tiempo de Navidad:
Del 25 de Diciembre al 11 de Enero 2014