Refrescando el Verano del Peru

Domingo de Ramos con Maria 2018

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Domingo de palmas con Maria 2018

domingo, 17 de abril de 2011

“Santo Padre, soy ateo, ¡ayúdeme!”.



Juan Pablo II posee una extraordinaria simpatía, que se refleja en incontables detalles de sus reuniones con los jóvenes.
Teniendo casi todo a su favor, en vez de condenar las conductas equivocadas de la juventud actual, prefiere antes comprenderlas (que no significa consentirlas o compartirlas). Y dedica tiempo a los jóvenes que quieren contarle sus problemas: Lo que yo voy a deciros a vosotros no es tan importante como lo que vosotros me vais a contar a mi, les comenta en una ocasión. Los jóvenes acuden al Papa, porque realmente los toma en serio.


París. Parque de los Príncipes. Un universitario de 20 años logra acercarse al Papa y le grita: “Santo Padre, soy ateo, ¡ayúdeme!”. El Papa se le acercó. Hablaron a solas unos instantes.
De regreso a Roma, Juan Pablo II recordó a ese chico y le dijo a don Estanislao: “Pienso que quizá podía haberle ayudado mejor. Quizá todavía se puede hacer algo por él”.
Escribieron a París. La respuesta fue algo así como “lo intentaremos pero va a ser más difícil que encontrar una aguja en un pajar”. Sin embargo, al final se localizó al muchacho y le dijeron: “El Papa quiere que sepas que reza diariamente por ti y está preocupado porque quizá no resolvió tu problema”.

Aquel muchacho explicó que al salir de allí fue a una librería y compró un Nuevo Testamento, como el Papa le había dicho..., “y nada más abrirlo, encontré la respuesta que buscaba. Díganselo al Papa. Ya me preparo para mi bautismo”.


Hoy en día ese muchacho, es sacerdote.