Fiesta de la Cruz de Mayo (Jauja-Peru)
De cruces y peregrinaciones
Cruces de mayo. En la cultura andina, la cruz es un símbolo del ordenamiento de la existencia, de la vida social. Y en mayo, a lo largo y ancho del país, se le rinde tributo.
Por: Antonio Muñoz Monge
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España llegó a América con la espada, el idioma y la cruz. El castellano se mestizó con el quechua y la cruz llegó hasta los confines de los pueblos reemplazando a la chakana, la cruz indígena que representa la unión entre el mundo humano y el Hanan Pacha (lo de arriba o lo que es grande).
En caminos y cerros
Encontramos cruces cristianas a la entrada de los pueblos, a la vera de los caminos. Las hay también pequeñas colocadas sobre los techos de teja de las casas para protegerlas y otras en los atajos de los caminos solitarios que invitan al descanso y la oración, mientras coloca una piedra —una súplica— sobre el promontorio Apacheta o Saywa. Están también inmensas y vigilantes en los cerros o apus, que conversan con los espíritus de los cerros o Wamanis, donde el viento y las lluvias crean “otro universo”.
Las bajadas
Las Bajadas de las Cruces son todo un acontecimiento en mayo. Las comunidades alistan a los cargadores o “kirmas”, provistos con sogas, puñados de hojas de coca y aguardiente, cargan y bajan las cruces de los apus hasta el atrio de la catedral.
El recorrido demora hasta un día. Lo acompañan el sonido de cornetas, lungur —especie de clarín— waqrapukus. Llegan hasta el atrio de la iglesia, donde la cruz descansará todo el mes, adornada de flores y cintas multicolores. Después de ser bendecida regresará a presidir el cerro tutelar.
Gran fiesta
Desde el primero de mayo el espíritu de la cruz recorre los pueblos del Perú celebrando la Fiesta Grande de las Cruces. Es una de las fiestas religiosas de mayor presencia nacional.
En el valle del Mantaro se festeja con danzas y bailes de arraigo nativo-campesino —como la jija, los shapish de Chupaca— y con la parodia y mofa de lo español representada con la chonguinada. En Acobamba, Tarma, una multitudinaria peregrinación llega donde el Señor de Muruhuay.
Otras peregrinaciones avanzan al santuario del Señor de Cachuy, en Yauyos; al Señor de Huamantanga, en Canta, y así por los más diversos rincones.
Tijeras y ekekos
En los pueblos de Ayacucho y Huancavelica acompañan los danzantes de Tijeras. Puno tiene una feria de ilusiones, la de las Alasitas, presidida por el ekeko que simboliza la abundancia, una suerte de imaginería popular de miniaturas que regala.
Cusco realiza el Cruz Velacuy o velatorio de la cruz con acompañamiento de música y bombardas. Un hermoso pasaje de “Los ríos profundos”, de José María Arguedas, recrea esta costumbre: “Yo abandoné ese pueblo cuando los indios velaban su cruz en medio de la plaza.
Se habían reunido con sus mujeres, alumbrándose con lámparas y pequeñas fogatas. Era pasada la medianoche. La cruz estaba tendida en la plaza. Había poca música; la voz de unas cuantas arpas opacas se perdía en la pampa”.
En el cerro
En 1540 el papa Paulo III envió a Lima un fragmento de la cruz donde murió Cristo. Pizarro fundó entonces la Benemérita y Gloriosa Archicofradía de la Veracruz de Caballeros del Perú. La astilla se encuentra hoy en la basílica cercana a la iglesia de Santo Domingo. Pizarro fue un “crucero”, sembró cruces como —según se dice— la del cerro San Cristóbal, Lima, y la Cruz de la Conquista en Puerto Pizarro, Tumbes.
http://elcomercio.pe/impresa/notas/cruces-peregrinaciones/20100502/470945