Un Padre que se hace cargo de las personas como sacerdote y misionero es Papa Francisco
Noticia del 2014-03-14
(RV).- (Con audio) .
Entrevista al jesuita Guillermo Ortiz, en el primer aniversario de la elección de Jorge Mario Bergoglio como Obispo de Roma.
Transcripción de la entrevista:
- Usted conoce biena a Papa Francisco, porque él lo recibió en la Compañía de Jesús, y fue su formador y párroco.
Conozco al padre Bergoglio desde 1977 cuando pedí entrar a la Compañía de Jesús, siendo él el superior provincial de los jesuitas argentinos. Podría decir, para sintetizar en esta entrevista, que conozco a un padre, un sacerdote, un misionero, un hombre modelado por el llamado de Dios en su corazón y su respuesta, su sí a Dios constante; modelado por la espiritualidad ignaciana, por los ejercicios espirituales; por el celo apostólico; por el fuego del Espíritu de Dios en su corazón, como él mismo dice en su exhortación apostólica: “La alegría del Evangelio”.
A lo largo de este primer año de Pontificado, muchas personas me han preguntado qué aspecto lo representa mejor y en mi opinión es: la paternidad. Pongo el ejemplo del papá que tiene temor de decirle a un hijo cómo son las cosas por miedo a que el hijo se enoje con él, deje de quererlo o se vaya de la casa. Eso pasa mucho y yo lo veo en el confesionario cuando hablo con los papás, las dificultades que sienten.
Como formador jesuita, el padre Bergoglio fue en mi experiencia un padre. Padre en el sentido que se ocupa de vos, que te mira, que te considera, que se hace cargo como padre, pero que a su vez es capaz de decirte las cosas y exigirte lo que corresponde sin temor, pero acompañándote. Su objetivo era que uno conociera la Compañía de Jesús. A la formación la llamamos “probación” porque es una prueba para ver si el Señor te llama, para saber qué es la Compañía de Jesús y para ver si uno es capaz de ser jesuita. Entonces él te decía las cosas, estaba cerca, te acompañaba.
Creo que esta paternidad suya tan grande tiene que ver también con el hecho de que él no se ocupaba solamente de la parte intelectual -porque estábamos estudiando filosofía, teología, humanidades- sino también de la parte espiritual. Estaba todo unido, nosotros también teníamos que limpiar la casa, hacer la comida, teníamos animales que cuidar para poder tener carne para comer, teníamos huerta, teníamos todas estas cosas, y él trabajaba con nosotros.
Una cosa que yo siempre cuento podíamos estar haciendo dirección espiritual, acompañamiento espiritual o cuenta de conciencia y cortábamos porque era el momento en que había que pasar por la lavandería para poner la ropa en el lavarropas, y lo hacía él, después que sacaba la ropa, nos llamaba para que nosotros la colgáramos para secarse. Creo que una de las cosas que se ven es que es un hombre práctico, es un hombre muy capaz.
- ¿Qué aspectos de esta paternidad le gustaría resaltar?
Algunos piensan que no tiene formación intelectual, pero él tiene una capacidad intelectual extraordinaria. Es capaz de escribir un libro, elaborar un discurso, dar clases. Yo lo he tenido como profesor de pastoral en el colegio Máximo de San José en San Miguel, Facultades de Teología y Filosofía. Si tiene que dar una clase, una lección, incluso alguna clase inaugural de la Universidad al inicio del año -en la que participé- realmente es extraordinaria su capacidad intelectual, su conocimiento de autores, etc.
Pero por otro lado, cuando él tiene que celebrar una misa con chicos, realiza un diálogo, la homilía es un diálogo, no se trata de un discurso. Un verdadero diálogo, donde las cosas son prácticas ¡Las cosas son prácticas! Es una persona muy práctica. Y eso se ve como Papa. Él propone cosas, dice cómo son las cosas, no hace un discurso para explicar porqué son así las cosas, sino cómo tendrían que ser. Por ejemplo, en las denuncias de la pobreza, del hambre, o cuando reza por la paz, porque tenemos que rezar por la paz frente a tantas guerras ¿no? Es un hombre práctico.
Yo diría que se sabe ubicar, sobretodo porque se pone delante de la persona. Tiene esa capacidad de saber delante de quién está, con quién está y tratar de acuerdo a la situación y a la persona, o a las personas con las cuales está. Es una capacidad espiritual, intelectual, apostólica, misionera, muy práctica. Todo está ordenado a hacer ver que Dios te quiere, que Dios te ama, que Dios te perdona.
Otro aspecto que puede ser importante, en el que se ve claramente esta paternidad es su celo apostólico. A mí me tocó tenerlo como formador, como profesor, como director espiritual, como superior. Como párroco en la Parroquia del Patriarca San José aparece el Evangelio de Jesús, su celo apostólico, la misionariedad de la Iglesia. Y de manera muy concreta este llamado a los jesuitas en formación que estábamos en la parroquia, a salir de la cueva del egoísmo, salir de nosotros mismos, no quedarse a peinar la ovejita preferida, sino salir hacia los otros, ir, ir hacia adelante, a encontrarse con la gente, a buscar a la gente.
Y este salir a los pobres, salir a los enfermos, salir a los más débiles, salir a los niños, a buscar a los chicos para el catecismo, a visitar a los enfermos. En este caso en la parte de atrás del colegio Máximo -en aquél momento eran 10 hectáreas- se abrió una puerta hacia barrios obreros, con límites con villas miserias para salir a las periferias. La puerta de adelante del Colegio Máximo da a una ruta principal y a casas quintas. La puerta de atrás daba a estos barrios obreros, y era salir para ir a estos barrios.
A mi me tocó ir a once cuadras de lo que fue la sede parroquial, donde él fue el primer párroco, como superior del Máximo también, para ir a meterme entre la gente, incluso lejos de lo que podía ser la seguridad de la misma parroquia que quedaba, con la puerta hacia fuera, en el barrio, pero toda la parroquia hacia dentro de lo que era el colegio Máximo.
Esta invitación a salir, a buscar a la gente, donde ya está presente que el otro es Cristo. Como ahora él expresa directamente con sus gestos y con sus palabras, que es ir a tocar las llagas de Cristo en el otro que está sufriendo, para tener el gozo, la alegría del encuentro, de compartir el amor de Dios, la alegría del Evangelio. Eso ya estaba presente en aquél tiempo.
- ¿Cómo vivió el momento de la elección de Bergoglio, como Obispo de Roma?
Gracias Cecilia por esta pregunta, para Radio Vaticana, la Radio del Papa, la Voz del Papa. Yo tenía hace un año esta ilusión en el corazón, porque conocía a Bergoglio y sabía su autoridad entre los Cardenales. En algún Sínodo de los Obispos aquí en Roma, él tuvo que reemplazar al secretario para coordinar y los obispos y las personas quedaron con una muy buena impresión.
Sabemos que en el cónclave anterior, donde fue elegido Ratzinger como Obispo de Roma, la presencia de Bergoglio, su persona, tuvo un significado muy particular. Sabía también su autoridad y su rol fundamental en Aparecida, la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, de donde él mismo toma ahora ejes, líneas fundamentales, para su propio Pontificado.
Además él mismo lo ha dicho, que él como Papa, está obedeciendo a lo que se habló en las Congregaciones previas al Cónclave. Yo veo acá también mucho del espíritu jesuita de obediencia a la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño y también a los Cardenales, a la Iglesia, porque se habló mucho, se discutió mucho sobre cómo tenía que ser el Papa en las Congregaciones previas al Cónclave. Fueron largas estas Congregaciones para ver cuál era el perfil del Papa que hacía falta y cuáles eran los problemas de la Iglesia en ese momento que el Papa tenía que afrontar.
Después en el Cónclave, los Cardenales aplican este perfil, y lo eligen a él. Y como él mismo refirió en la primera audiencia con los periodistas, el 16 de marzo, explicando porqué había elegido el nombre de “Francisco” confió que cuando los votos subían, pasaban los 90, ahí fue cuando el Cardenal Humes le dijo “no te olvides de los pobres”.
- ¿Cuándo fue el último momento en el que vio al padre Bergoglio antes de su elección como Obispo de Roma?
El sábado anterior al Cónclave me encontré con él, estuve hablando con él, camino hacia la Plaza de San Pedro, antes que iniciara la Congregación de ese día. Me impresionó y me impactó -a pesar de que yo nunca perdí el contacto con él- su serenidad, su solidez, su buen humor hablando de cosas que eran para reírse porque él siempre busca hacer bromas, busca algo que es divertido en los diálogos. A su vez también yo planteé algún tema que podía ser delicado para la Iglesia, y sin embargo, mantuvo siempre el mismo buen humor, la misma solidez y serenidad. Fue una impresión muy grande, muy linda, encontrarme con este padre tan crecido, tan sólido en su fe, tan sereno en un momento tan grave, podríamos decir, de la Iglesia, como lo es la elección del Papa.
Aunque tenía esa ilusión y esa esperanza, aún a pesar de todos los pronósticos donde él ya no era “papable” sino gran elector, yo pensaba que se quedaba en Roma para colaborar con el Papa -hasta se me hacía la idea que podría ser el Secretario de Estado porque yo no concebía que él, con toda su capacidad, no se quedara en Roma. Y estaba convencido de eso, que iba a estar entre los Cardenales que colaborarían con el Papa, seguro. Por supuesto que estaba esta ilusión de que él fuera Papa.
Pero cuando fui a transmitir después de la fumata blanca y cuando el Cardenal Tauran dijo “Jorge Mario -después dice- Cardenal de la Iglesia…”, antes de decir el apellido, yo que ya estaba ahí transmitiendo para toda la lengua española en Radio Vaticana, la Voz del Papa, me bloqueé completamente y solamente atiné a decir: “hasta ahora Arzobispo de Buenos Aires, jesuita” y no pude decir más, me quedé completamente bloqueado por la emoción. Habían elegido Papa a mi “padre”.
- ¿Qué puede decir a un año de la elección del padre Bergoglio como Obispo de Roma?
A un año de su elección como Obispo de Roma, puedo decir que es el mismo padre Bergoglio, preocupado por la gente, preocupado por llevar el amor de Jesús, la liberación, la salvación de Jesús, especialmente los que sufren, sin juzgar, sin hacer diferencias, lo importante es la persona, la dignidad de la persona, la condición de hijo de Dios.
Yo aconsejo leer la exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio” como algo escrito en primera persona, porque pienso que es una descripción de él mismo cuando dice, por ejemplo, en el número 269: “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño» (Mc 10,21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52) y cuando come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15)…”.
Esto es lo que sucede en la plaza de San Pedro, lo que ha sucedido durante todo este año, donde se da un encuentro de alguien que mira a la persona, que la escucha, aunque sea una multitud, se trate de una persona que está en la plaza que ha llegado por sus propios medios, o de un enfermo que está detrás, en una camilla o en un silla de ruedas. Hay un encuentro donde él mira la persona, donde él escucha la persona, donde él abraza la persona, donde él besa, donde él bendice. Entonces la persona se siente considerada en su dignidad esencial de persona humana y además de su condición de hijo de Dios.
Y la gente se pregunta “¿Por qué a mí este gesto de ternura, de amor?” y como Francisco respondió a los chicos en la cárcel de menores Casal de Marmo que le preguntaron “¿Porqué nos lavas los pies a nosotros, porqué haces esto con nosotros?” y él les respondió “Porque Jesús me lo ha enseñado así”. Y cuando la gente grita en la plaza “¡Francisco! ¡Francisco!” él ha dicho ya varias veces “No griten ‘Francisco’, griten ‘¡Jesús!’, porque lo que está haciendo él es transparentado a Cristo, haciéndose prójimo, provocando esta cultura del encuentro donde cada uno es valorado en su dignidad y en su condición de hijo de Dios.
Francisco está transparentando a Jesús, es el Evangelio reeditado en la plaza de San Pedro, o en los lugares donde Francisco se encuentra con la gente. Por eso, para mí tiene un significado muy particular ahora, con Francisco, estos términos: Pontífice, Puente entre Dios y los hombres; Sacerdote, mediador entre Dios y los hombres; Vicario de Cristo; Obispo de Roma, que nos está hablando con sus gestos y sus palabras de lo esencial del Evangelio.
Es el mismo padre Bergoglio pero recargado, potenciado, crecido en esta continuidad y perseverancia en su respuesta al llamado de Dios, a su sí a Dios, un hombre de profunda espiritualidad, de profunda oración, de largo tiempo de oración. Potenciado como padre, como pastor, como misionero, como sacerdote. En esto sin duda tiene que ver la “gracia de estado”. Nosotros hablamos de la “gracia de estado”, esa “gracia” que Dios da, para la misión que uno tiene que cumplir.
Creo que él mismo lo define muy bien cuando dijo en una entrevista: “Me gusta ser sacerdote, me gusta ser cura”. Y esto lo vemos claramente, esto es lo que está en el fondo de todo lo que estamos viviendo ahora y que yo he vivido desde el 77 que lo conozco.
Me gusta citar también el número 273 de la exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio” donde me parece que también, además de hablar en primera persona, se está describiendo a sí mismo: “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar...”.
Creo que en la palabra misión, “yo soy una misión en esta tierra”, ya está incluida la palabra “pasión”. Bergoglio, el padre Bergoglio, Papa Francisco, es un enamorado de Jesús, un apasionado por Jesús y su gente; alguien que tiene un encuentro cotidiano con Jesús en la oración y que así sale al encuentro del otro. Impulsado, movido por Jesús, por el amor de Jesús, a salir de sí mismo aunque esté con dificultades de salud. Salir para ir a estar con el otro, ir al otro, contemplarlo, mirarlo. Es una “pasión”, es una misión que se convierte en una pasión sin la cual la vida no tiene sentido.
¿Qué siente ahora frente a Papa Francisco?
Transcripción de la entrevista:
- Usted conoce biena a Papa Francisco, porque él lo recibió en la Compañía de Jesús, y fue su formador y párroco.
Conozco al padre Bergoglio desde 1977 cuando pedí entrar a la Compañía de Jesús, siendo él el superior provincial de los jesuitas argentinos. Podría decir, para sintetizar en esta entrevista, que conozco a un padre, un sacerdote, un misionero, un hombre modelado por el llamado de Dios en su corazón y su respuesta, su sí a Dios constante; modelado por la espiritualidad ignaciana, por los ejercicios espirituales; por el celo apostólico; por el fuego del Espíritu de Dios en su corazón, como él mismo dice en su exhortación apostólica: “La alegría del Evangelio”.
A lo largo de este primer año de Pontificado, muchas personas me han preguntado qué aspecto lo representa mejor y en mi opinión es: la paternidad. Pongo el ejemplo del papá que tiene temor de decirle a un hijo cómo son las cosas por miedo a que el hijo se enoje con él, deje de quererlo o se vaya de la casa. Eso pasa mucho y yo lo veo en el confesionario cuando hablo con los papás, las dificultades que sienten.
Como formador jesuita, el padre Bergoglio fue en mi experiencia un padre. Padre en el sentido que se ocupa de vos, que te mira, que te considera, que se hace cargo como padre, pero que a su vez es capaz de decirte las cosas y exigirte lo que corresponde sin temor, pero acompañándote. Su objetivo era que uno conociera la Compañía de Jesús. A la formación la llamamos “probación” porque es una prueba para ver si el Señor te llama, para saber qué es la Compañía de Jesús y para ver si uno es capaz de ser jesuita. Entonces él te decía las cosas, estaba cerca, te acompañaba.
Creo que esta paternidad suya tan grande tiene que ver también con el hecho de que él no se ocupaba solamente de la parte intelectual -porque estábamos estudiando filosofía, teología, humanidades- sino también de la parte espiritual. Estaba todo unido, nosotros también teníamos que limpiar la casa, hacer la comida, teníamos animales que cuidar para poder tener carne para comer, teníamos huerta, teníamos todas estas cosas, y él trabajaba con nosotros.
Una cosa que yo siempre cuento podíamos estar haciendo dirección espiritual, acompañamiento espiritual o cuenta de conciencia y cortábamos porque era el momento en que había que pasar por la lavandería para poner la ropa en el lavarropas, y lo hacía él, después que sacaba la ropa, nos llamaba para que nosotros la colgáramos para secarse. Creo que una de las cosas que se ven es que es un hombre práctico, es un hombre muy capaz.
- ¿Qué aspectos de esta paternidad le gustaría resaltar?
Algunos piensan que no tiene formación intelectual, pero él tiene una capacidad intelectual extraordinaria. Es capaz de escribir un libro, elaborar un discurso, dar clases. Yo lo he tenido como profesor de pastoral en el colegio Máximo de San José en San Miguel, Facultades de Teología y Filosofía. Si tiene que dar una clase, una lección, incluso alguna clase inaugural de la Universidad al inicio del año -en la que participé- realmente es extraordinaria su capacidad intelectual, su conocimiento de autores, etc.
Pero por otro lado, cuando él tiene que celebrar una misa con chicos, realiza un diálogo, la homilía es un diálogo, no se trata de un discurso. Un verdadero diálogo, donde las cosas son prácticas ¡Las cosas son prácticas! Es una persona muy práctica. Y eso se ve como Papa. Él propone cosas, dice cómo son las cosas, no hace un discurso para explicar porqué son así las cosas, sino cómo tendrían que ser. Por ejemplo, en las denuncias de la pobreza, del hambre, o cuando reza por la paz, porque tenemos que rezar por la paz frente a tantas guerras ¿no? Es un hombre práctico.
Yo diría que se sabe ubicar, sobretodo porque se pone delante de la persona. Tiene esa capacidad de saber delante de quién está, con quién está y tratar de acuerdo a la situación y a la persona, o a las personas con las cuales está. Es una capacidad espiritual, intelectual, apostólica, misionera, muy práctica. Todo está ordenado a hacer ver que Dios te quiere, que Dios te ama, que Dios te perdona.
Otro aspecto que puede ser importante, en el que se ve claramente esta paternidad es su celo apostólico. A mí me tocó tenerlo como formador, como profesor, como director espiritual, como superior. Como párroco en la Parroquia del Patriarca San José aparece el Evangelio de Jesús, su celo apostólico, la misionariedad de la Iglesia. Y de manera muy concreta este llamado a los jesuitas en formación que estábamos en la parroquia, a salir de la cueva del egoísmo, salir de nosotros mismos, no quedarse a peinar la ovejita preferida, sino salir hacia los otros, ir, ir hacia adelante, a encontrarse con la gente, a buscar a la gente.
Y este salir a los pobres, salir a los enfermos, salir a los más débiles, salir a los niños, a buscar a los chicos para el catecismo, a visitar a los enfermos. En este caso en la parte de atrás del colegio Máximo -en aquél momento eran 10 hectáreas- se abrió una puerta hacia barrios obreros, con límites con villas miserias para salir a las periferias. La puerta de adelante del Colegio Máximo da a una ruta principal y a casas quintas. La puerta de atrás daba a estos barrios obreros, y era salir para ir a estos barrios.
A mi me tocó ir a once cuadras de lo que fue la sede parroquial, donde él fue el primer párroco, como superior del Máximo también, para ir a meterme entre la gente, incluso lejos de lo que podía ser la seguridad de la misma parroquia que quedaba, con la puerta hacia fuera, en el barrio, pero toda la parroquia hacia dentro de lo que era el colegio Máximo.
Esta invitación a salir, a buscar a la gente, donde ya está presente que el otro es Cristo. Como ahora él expresa directamente con sus gestos y con sus palabras, que es ir a tocar las llagas de Cristo en el otro que está sufriendo, para tener el gozo, la alegría del encuentro, de compartir el amor de Dios, la alegría del Evangelio. Eso ya estaba presente en aquél tiempo.
- ¿Cómo vivió el momento de la elección de Bergoglio, como Obispo de Roma?
Gracias Cecilia por esta pregunta, para Radio Vaticana, la Radio del Papa, la Voz del Papa. Yo tenía hace un año esta ilusión en el corazón, porque conocía a Bergoglio y sabía su autoridad entre los Cardenales. En algún Sínodo de los Obispos aquí en Roma, él tuvo que reemplazar al secretario para coordinar y los obispos y las personas quedaron con una muy buena impresión.
Sabemos que en el cónclave anterior, donde fue elegido Ratzinger como Obispo de Roma, la presencia de Bergoglio, su persona, tuvo un significado muy particular. Sabía también su autoridad y su rol fundamental en Aparecida, la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, de donde él mismo toma ahora ejes, líneas fundamentales, para su propio Pontificado.
Además él mismo lo ha dicho, que él como Papa, está obedeciendo a lo que se habló en las Congregaciones previas al Cónclave. Yo veo acá también mucho del espíritu jesuita de obediencia a la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño y también a los Cardenales, a la Iglesia, porque se habló mucho, se discutió mucho sobre cómo tenía que ser el Papa en las Congregaciones previas al Cónclave. Fueron largas estas Congregaciones para ver cuál era el perfil del Papa que hacía falta y cuáles eran los problemas de la Iglesia en ese momento que el Papa tenía que afrontar.
Después en el Cónclave, los Cardenales aplican este perfil, y lo eligen a él. Y como él mismo refirió en la primera audiencia con los periodistas, el 16 de marzo, explicando porqué había elegido el nombre de “Francisco” confió que cuando los votos subían, pasaban los 90, ahí fue cuando el Cardenal Humes le dijo “no te olvides de los pobres”.
- ¿Cuándo fue el último momento en el que vio al padre Bergoglio antes de su elección como Obispo de Roma?
El sábado anterior al Cónclave me encontré con él, estuve hablando con él, camino hacia la Plaza de San Pedro, antes que iniciara la Congregación de ese día. Me impresionó y me impactó -a pesar de que yo nunca perdí el contacto con él- su serenidad, su solidez, su buen humor hablando de cosas que eran para reírse porque él siempre busca hacer bromas, busca algo que es divertido en los diálogos. A su vez también yo planteé algún tema que podía ser delicado para la Iglesia, y sin embargo, mantuvo siempre el mismo buen humor, la misma solidez y serenidad. Fue una impresión muy grande, muy linda, encontrarme con este padre tan crecido, tan sólido en su fe, tan sereno en un momento tan grave, podríamos decir, de la Iglesia, como lo es la elección del Papa.
Aunque tenía esa ilusión y esa esperanza, aún a pesar de todos los pronósticos donde él ya no era “papable” sino gran elector, yo pensaba que se quedaba en Roma para colaborar con el Papa -hasta se me hacía la idea que podría ser el Secretario de Estado porque yo no concebía que él, con toda su capacidad, no se quedara en Roma. Y estaba convencido de eso, que iba a estar entre los Cardenales que colaborarían con el Papa, seguro. Por supuesto que estaba esta ilusión de que él fuera Papa.
Pero cuando fui a transmitir después de la fumata blanca y cuando el Cardenal Tauran dijo “Jorge Mario -después dice- Cardenal de la Iglesia…”, antes de decir el apellido, yo que ya estaba ahí transmitiendo para toda la lengua española en Radio Vaticana, la Voz del Papa, me bloqueé completamente y solamente atiné a decir: “hasta ahora Arzobispo de Buenos Aires, jesuita” y no pude decir más, me quedé completamente bloqueado por la emoción. Habían elegido Papa a mi “padre”.
- ¿Qué puede decir a un año de la elección del padre Bergoglio como Obispo de Roma?
A un año de su elección como Obispo de Roma, puedo decir que es el mismo padre Bergoglio, preocupado por la gente, preocupado por llevar el amor de Jesús, la liberación, la salvación de Jesús, especialmente los que sufren, sin juzgar, sin hacer diferencias, lo importante es la persona, la dignidad de la persona, la condición de hijo de Dios.
Yo aconsejo leer la exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio” como algo escrito en primera persona, porque pienso que es una descripción de él mismo cuando dice, por ejemplo, en el número 269: “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño» (Mc 10,21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52) y cuando come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15)…”.
Esto es lo que sucede en la plaza de San Pedro, lo que ha sucedido durante todo este año, donde se da un encuentro de alguien que mira a la persona, que la escucha, aunque sea una multitud, se trate de una persona que está en la plaza que ha llegado por sus propios medios, o de un enfermo que está detrás, en una camilla o en un silla de ruedas. Hay un encuentro donde él mira la persona, donde él escucha la persona, donde él abraza la persona, donde él besa, donde él bendice. Entonces la persona se siente considerada en su dignidad esencial de persona humana y además de su condición de hijo de Dios.
Y la gente se pregunta “¿Por qué a mí este gesto de ternura, de amor?” y como Francisco respondió a los chicos en la cárcel de menores Casal de Marmo que le preguntaron “¿Porqué nos lavas los pies a nosotros, porqué haces esto con nosotros?” y él les respondió “Porque Jesús me lo ha enseñado así”. Y cuando la gente grita en la plaza “¡Francisco! ¡Francisco!” él ha dicho ya varias veces “No griten ‘Francisco’, griten ‘¡Jesús!’, porque lo que está haciendo él es transparentado a Cristo, haciéndose prójimo, provocando esta cultura del encuentro donde cada uno es valorado en su dignidad y en su condición de hijo de Dios.
Francisco está transparentando a Jesús, es el Evangelio reeditado en la plaza de San Pedro, o en los lugares donde Francisco se encuentra con la gente. Por eso, para mí tiene un significado muy particular ahora, con Francisco, estos términos: Pontífice, Puente entre Dios y los hombres; Sacerdote, mediador entre Dios y los hombres; Vicario de Cristo; Obispo de Roma, que nos está hablando con sus gestos y sus palabras de lo esencial del Evangelio.
Es el mismo padre Bergoglio pero recargado, potenciado, crecido en esta continuidad y perseverancia en su respuesta al llamado de Dios, a su sí a Dios, un hombre de profunda espiritualidad, de profunda oración, de largo tiempo de oración. Potenciado como padre, como pastor, como misionero, como sacerdote. En esto sin duda tiene que ver la “gracia de estado”. Nosotros hablamos de la “gracia de estado”, esa “gracia” que Dios da, para la misión que uno tiene que cumplir.
Creo que él mismo lo define muy bien cuando dijo en una entrevista: “Me gusta ser sacerdote, me gusta ser cura”. Y esto lo vemos claramente, esto es lo que está en el fondo de todo lo que estamos viviendo ahora y que yo he vivido desde el 77 que lo conozco.
Me gusta citar también el número 273 de la exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio” donde me parece que también, además de hablar en primera persona, se está describiendo a sí mismo: “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar...”.
Creo que en la palabra misión, “yo soy una misión en esta tierra”, ya está incluida la palabra “pasión”. Bergoglio, el padre Bergoglio, Papa Francisco, es un enamorado de Jesús, un apasionado por Jesús y su gente; alguien que tiene un encuentro cotidiano con Jesús en la oración y que así sale al encuentro del otro. Impulsado, movido por Jesús, por el amor de Jesús, a salir de sí mismo aunque esté con dificultades de salud. Salir para ir a estar con el otro, ir al otro, contemplarlo, mirarlo. Es una “pasión”, es una misión que se convierte en una pasión sin la cual la vida no tiene sentido.
¿Qué siente ahora frente a Papa Francisco?
Para concluir, Cecilia Mutual de Radio Vaticana, quisiera dar este testimonio personal: el Papa Francisco me invita personalmente con su Pontificado, con su sacerdocio, como padre, como pastor, como misionero, a ir al encuentro de Jesús en la oración, para poder salir al encuentro del mismo Jesús y a tocar sus llagas en el hermano que sufre, y pido a Dios esta gracia con su ejemplo. Es para mí una verdadera bendición, una gracia de Dios, que Dios me haya hecho este regalo. Gracias a Radio Vaticana por permitirme hablar de este padre tan querido, Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco, que me invita al encuentro con Jesús.
Entrevista de la Sra Cecilia Mutal - RV
http://es.radiovaticana.va/news/2014/03/14/
Entrevista de la Sra Cecilia Mutal - RV
http://es.radiovaticana.va/news/2014/03/14/