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Domingo de Ramos con Maria 2018

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sábado, 24 de agosto de 2013

Homilía del Domingo XXI º del T.O. - C




 Pan de la Unidad

Comentario del Domingo XXI del T.O. - C
P. Javier San Martin SJ

¿QUIENES SON LOS QUE SE SALVAN?
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

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 Comentario del Domingo XXI del T.O. - C

ESTIMADOS AMIGOS:
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy, junto con toda la Iglesia, celebramos el domingo vigésimo primero del tiempo ordinario.
Una vez más el Evangelio nos viene a despertar de nuestra pereza y comodidad…

Nos hemos olvidado de algo fundamental en la vida cristiana: no nos gusta el riesgo, la aventura, la vida heroica, y nos em­peñamos en caminar siempre por lo fácil y de entrar por puertas amplias por las que cabe todo.
Pero hoy viene el Señor, y nos previene:
- ¡Atención, con esa vida que es peligrosa! Hay que ser un poco más valientes!…
La ocasión para este consejo fue la pregunta de uno, mientras Jesús camina hacia Jerusalén, en donde le esperaba la cruz:
- Maestro, le dijo, ¿son muchos o son pocos los que se salvan?
¡Cuánto nos hubiera gustado haber tenido una respuesta clara de Jesús! Pero Él no quiso responder y se limitó a decir:
- ¡Esfuércense por alcanzar la salvación!
Si Él hubiera dicho: Son pocos, muy pocos los que entran en la vida eterna…, nosotros nos hubiéramos sentido pesimistas, acobardados, y nuestra vida hubiese sido una tortura.
Pero si, por el contrario, Jesús hubiera dicho: Se salva la mayoría, que para eso he venido yo al mundo…, nosotros entonces hubiéramos to­mado la vida en broma, o poco menos.
Porque, no es raro oír expresiones como ésta: ¿Mis pecados? Sí, son muchos y graves. Pero, ¡Jesús pagó por mí, y la salvación la tengo se­gura!
Quienes así piensan y hablan, dejan todo al Señor y no aportan ellos esfuerzo alguno.
Queramos o no, pues, nuestra actitud hubiera sido, o de desesperación, pensando que no hay nada que hacer y que todo está perdido, o de frescura y de temeridad, pensando: ¿Para qué molestarse? Jesucristo lo ha hecho todo. Me basta mi fe en Él.
Al pensar y al actuar así, hubiésemos tenido o una vida atormen­tada, o una salvación en grave peligro.
Pero ahora viene Jesús, y, con mucha prudencia y bondad, responde a la pregunta, indicándonos solamente cuál debe ser nuestra actitud:
- Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar allí, pero no lo conseguirán. Al llegar el dueño de la casa, cerrará la puerta y los que se hayan quedado fuera comenzarán a golpearla diciendo: ¡Señor, ábrenos!… Pero él responderá desde dentro: No les co­nozco, ni sé de dónde vienen. ¡Lejos de aquí!. Entonces vendrá el llanto y el rechinar de dientes.
Y a los que ponen toda su seguridad en la fe que tienen en Jesucristo, sin aportar su propio es­fuerzo, les advierte el mismo Señor:
- Algunos vendrán diciéndome: ¡Señor, Señor, acuérdate que hemos comido y bebido contigo en la misma mesa y te hemos escu­chado cuando nos hablabas en nuestras plazas!… Pero Él les responderá: Les repito, que no sé quiénes son Uds. ni de dónde vienen.
¿Se muestra Jesús con una actitud demasiado dura y rigurosa al hablarnos así? ¿No tendremos más bien que agra­decerle el habernos prevenido con tiempo para evitar la catástrofe?…
En la última Guerra Mundial, en un frente muy arriesgado, estaban los jefes del Estado Mayor comiendo, bebiendo y pasando la noche muy divertidos… Un oficial no quiso interrumpirles la fiesta, y no dijo nada ante lo que sus ojos veían. El ataque vino de sorpresa, y murieron la mayoría de aquellos despreveni­dos, se deshizo el frente, y el enemigo conquistó posiciones muy estratégicas.
En este problema de la salvación, que nos plantea el Evangelio de este Domingo, tenemos clara la doctrina de la Iglesia, sacada toda de la Palabra de Dios.
Nuestra salvación depende de dos causas: de Dios y de nosotros.
Dios nos llama y nos da la salvación, pero nosotros debemos aceptarla co­laborando con la acción divina.
La salvación es como la bicicleta, que tiene dos ruedas, tan importante es la de delante como la de atrás. No hay miedo de que falle esa rueda que es Dios; pero puede fallar la otra rueda que somos nosotros…
Hubo tiempo en el que este tema de la salvación preocupaba mucho a los creyentes. Quizá con exceso, como si Dios tuviera determinada la perdición de muchos. Eso es falso. Dios quiere nuestra salvación, ¡y la conseguiremos con su gracia y ayuda! Pero ahora corremos el peligro contrario: no nos preocupa este problema, el cual, sin embargo, es el problema número UNO que tenemos que resolver…

Y AHORA VIENE LO MÁS IMPORTANTE

Y BIEN AMIGOS, así terminamos nuestro breve comentario a la liturgia de este domingo…
Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Te invito, pues, a tomar el texto del evangelio en tus manos: San Lucas, Capítulo 13, versículos del 22 al 30, y trata de escuchar lo que el Señor Jesús, a través de él, te quiere comunicar:
Te agradezco muy sinceramente haber estado con nosotros,
Y nos encontramos el próximo domingo.

Padre Javier San Martin  SJ

http://faculty.shc.edu