P. Antonio Gonzales Callizo S.J.
en la Casa del Padre
El P. Callizo partió a la Casa del Padre, un sacerdote
ejemplar, un gran colaborador del blog: Formación pastoral para laicos.
Compartió materiales,
en especial del Apostolado de la Oración cuando fue Secretario Nacional. Partió
a la Casa del Padre el 9 de septiembre 2016 a los 98 años de edad, cuando
llevaba dos años en la Comunidad Jesuita de Fátima.
En San Pedro destacó su entrega a su ministerio, que tuvo
como servicio principal el Sacramento de la Reconciliación, recordado por sus
consejos y siendo uno de los confesores más permanentes a quien acudían muchos
fieles laicos, religiosos y sacerdotes.
Asimismo, destaca su servicio con el Apostolado de la
Oración, acompañando a sus miembros y elaborando siempre las hojas del
Ofrecimiento Diario - Intenciones mensuales del Papa, labor que se continúa
haciendo y que acompañan publicándolas en el blog: Formación pastoral para
laicos.
Se le recordara siempre del P. Callizo por su permanente
disponibilidad a su ministerio, su gran entrega movido por su gran amor a Dios,
que se demostraba en especial cuando se encontraba delicado de salud, porque no
se tomaba descanso ya que apenas recibía las atenciones médicas, inmediatamente
se ponía a brindar sus servicios en la Parroquia.
El P. Callizo deja
como testimonio su estilo de vida y entrega a su ministerio, un ejemplo no solo
para los laicos, sino en especial para los sacerdotes, religiosos y religiosas.
NOTA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
El P. Antonio González Callizo nació el 16 de enero de 1918
en Zaragoza. Ingresó a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Aranjuez en
1950, con 32 años de edad, siendo una de las escasas vocaciones tardías que se
daban en aquellos años.
Antes de ser jesuita, estudió parte de la secundaria en Pau
(Francia) y cursó estudios en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles
(1931-1936) en Madrid donde le sorprendió el comienzo de la Guerra Civil
española. Aunque fue alistado al ejército republicano, no pudo incorporarse por
una enfermedad. Acabada la guerra, retoma los estudios interrumpidos y ejerce
la profesión de perito mercantil durante 9 años. Tras ganar unas oposiciones,
de 1944 a 1950, trabaja en el Instituto Nacional de Previsión, el seguro social
público de aquella época.
Conoció a la Compañía de Jesús en unos ejercicios
espirituales donde tuvo una fuerte experiencia vocacional y decidió dejar su
exitosa vida profesional para ingresar en el noviciado de Aranjuez en 1950.
Llegó al Perú para hacer el segundo año de Noviciado en Miraflores donde
también realizó el Juniorado de 1952 a 1953. Regresa a España para realizar los
estudió de Filosofía en Madrid (1953-1955) y Teología en la facultad de Granada
(1955-1959) sin pasar por la etapa del magisterio. Fue ordenado sacerdote en
1958 en Madrid y completó su formación con la Tercera Probación en Mont Laurier
y St Jerome (Quebec-Canadá).
Desde que se incorporó a la vida activa, gran parte de su
trabajo estuvo vinculado a temas administrativos y económicos, aunque, en su
misión, siempre ocupó un lugar relevante el ejercicio del ministerio
sacerdotal. En cuanto regresó a la Viceprovincia, en 1961, fue nombrado ecónomo
y administrador de casas y obras hasta 1968 residiendo en la comunidad Nuestra
Señora de Fátima. Ese mismo año fue destinado a la Curia General en Roma como
ayudante del ecónomo General donde permaneció 20 años.
Acabado su servicio en Roma en 1988, se incorpora a la
comunidad de San Pedro en la que permanece hasta 2014. En esta etapa mantiene
alguna colaboración en el ámbito económico (algunos años de revisor de arcas y
consejero de la comisión económica), pero su actividad central será la pastoral
en tres líneas principales: vicario parroquial, confesor y dirección de
ejercicios. Sin duda, el ministerio en el que más se distingue, es en el
sacramento de la reconciliación. También, durante todos estos años, fue
Secretario Nacional del Apostolado de la Oración.
Antonio era el jesuita decano de la Provincia. Cuando llega
a la Enfermería en 2014 con 96 años, su salud todavía es buena, salvo los
problemas de vista, y, por ello, se mantuvo en actividad en la medida que sus
fuerzas lo permitían. En ese tiempo, siguió recibiendo a muchas personas para
la confesión, especialmente religiosas y seminaristas o era llevado a los conventos
para confesar. Sin embargo, su salud decayó de forma súbita hace una semana y
falleció en la tarde del día viernes 9 de septiembre, de un ataque cardiaco.
Del P. Antonio cabe destacar su gran identidad sacerdotal y
una especial capacidad de acogida y de transmitir paz, dones que le convertían
en un sacerdote muy requerido para el sacramento de la reconciliación. Era un
hombre bondadoso, que vivía agradecido a Dios y a la Compañía y lo manifestaba
de forma permanente a su entorno. Entregó su vida hasta el final como un
operario fiel en un sencillo servicio cotidiano.
Demos gracias a Dios por su vida ejemplar, de entrega
apasionada al Señor, anunciando siempre su Palabra, y la confianza en el cariño
maternal de María.