Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014
Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo,
sino mediante la debilidad y la pobreza
Ciudad del Vaticano, 04 de febrero de 2014 (Zenit.org) Rocío
Lancho García | 2581 hits
« Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el
cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza
» Estas son las palabras del apóstol San Pablo que el Santo Padre propone como
referencia para la reflexión por la Cuaresma.
Palabras que "nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios
no se revela mediante el poder y la
riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza".
Francisco recuerda que Cristo se hizo pobre, se acercó a cada uno de nosotros,
se desnudó, se "vació" para ser en todo semejante a nosotros. Y la
razón de todo esto es "el amor divino, un amor que es gracia, generosidad,
deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a
las que ama". Porque "la caridad, el amor es compartir en todo la
suerte del amado" y "el amor nos hace semejantes, crea igualdad,
derriba los muros y las distancias". De este modo, el Papa indica que
"la finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma,
para enriqueceros con su pobreza". Por este motivo, "Dios no hizo
caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da
parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica". El
Pontífice recuerda en este mensaje que Jesús se hizo bautizar para estar en
medio de la gente y "cargar con el peso de nuestros pecados".
Y esta pobreza con la que Jesús nos libera y enriquece -
observa el Santo Padre - es su "modo de amarnos, de estar cerca de
nosotros, como el buen samaritano". Es más, "lo que nos da verdadera
libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión,
de ternura, que quiere compartir con nosotros". En este punto, Francisco
subraya que "la pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús
es su confianza ilimitada en Dios Padre"
Tras reflexionar sobre la pobreza de Jesús, Francisco invita
a pensar en nuestro propio camino. "En toda época y en todo lugar, Dios
sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo,
el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es
un pueblo de pobres", afirma el Pontífice. Asimismo recuerda que "los
cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a
hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas".
Observa además que "la miseria es la pobreza sin confianza, sin
solidaridad, sin esperanza".
Francisco señala tres tipos de miseria: la miseria material,
la miseria moral y la miseria espiritual.
En primer lugar habla de la miseria material, la que
habitualmente llamamos pobreza y "toca a cuantos viven en una condición
que no es digna de la persona humana". Frente a esta miseria "la
Iglesia ofrece su servicio, su diaconía, para responder a las necesidades y
curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad". Por ello,
"nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen
en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los
abusos"
En segundo lugar está la miseria moral, es decir
"convertirse en esclavos del vicio y del pecado". Y habla de las
personas que "han perdido el sentido de la vida, están privadas de
perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza" Y también hace
referencia a las "personas se ven obligadas a vivir esta miseria por
condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la
dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los
derechos a la educación y la salud". En estos casos, Francisco afirma que
la miseria moral bien podría llamarse casi "suicidio incipiente".
Y finalmente habla de la miseria espiritual, la "que nos golpea cuando nos alejamos
de Dios y rechazamos su amor". El Santo Padre advierte que "si
consideramos que no necesitamos a Dios", "nos encaminamos por un
camino de fracaso". Porque "Dios es el único que verdaderamente salva
y libera".
Recordando que en cada ambiente el cristiano está llamado a
llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, Francisco
afirma que "es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena
nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los
corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío".
Para concluir, el Pontífice nos recuerda que la Cuaresma
"es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará́ bien preguntarnos de
qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra
pobreza". Asimismo señala que la "verdadera pobreza duele" y
advierte "desconfío de la limosna que no cuesta y no duele".
Citta del Vaticano (04 de febrero de 2014) © Innovative
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