Abres mis oídos desde dentro
092012
DOMINGO 23º: ESCUCHAS LA VOZ…
Escrito por:Padre Javier San Martin SJ
¿ESCUCHAS LA VOZ DE TU CONCIENCIA?
San Marcos 7, 31 al 37.
Domingo 09 de septiembre 2012
Estimados Oyentes, Bienvenidos a nuestra cita dominical.
Que la paz del Señor sea con Uds.
Hoy nos reunimos para celebrar, unidos a toda la Iglesia, el DOMINGO VIGÉSIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO. Encontramos al maestro Jesús en uno de sus viajes misioneros por la Palestina.
El Señor, como de costumbre, iría hablando con sus discípulos e instruyéndolos para la tarea que muy pronto ellos deberían realizar cuando El ya no estuviera. No seria raro que en esta ocasión Jesús se refiriera a una dificultad fundamental de la predicación: cómo hay muchos que no escuchan porque son sordos en el espíritu. Y ciertamente esta es una deficiencia humana bastante frecuente y que puede poner en serio peligro la felicidad eterna e integral de la persona. Son muchos los que en el mundo caminan sin poder escuchar las llamadas de la verdad, sin poder escuchar las ORIENTACIONES que la gracia de Dios le va dando para poder alcanzar su meta final.
Yo no creo que uno es sordo a todo sino que esta más dispuesto a escuchar unas cosas más que otras. A mí por ejemplo, cómo me gusta escuchar las cosas que halagan mi yo, mi egoísmo. Qué bien me siento cuando llegan a mis oídos palabras, planes, proyectos para ensalzar mi persona. Pero mis oídos se cierran cuando el Señor me invita a entrar por el camino estrecho, a olvidarme de mi mismo para preocuparme de los problemas y necesidades de los otros, de los que más sufren, de los olvidados. Me cuesta escuchar las cosas que van en contra de mis gustos y aficiones. Esas son palabras que rebotan en mis oídos, aunque debo confesar que, en el fondo, siento que en esas palabras hay vida.
Hoy vemos a un grupo de gente que sale al encuentro del Señor llevando un joven que padecía de sordera y tenia dificultad para hablar. Era sordo y casi mudo. Estaba en la situación de muchos en la vida, divorciados del ambiente que les rodea, porque no tienen los medios para poder entablar dialogo con él, y viven aislados, en su propio mundo. Jesús lo ve y, ciertamente, se compadece y hace un gesto muy sencillo. Humedeciendo sus dedos con la saliva se los introdujo en los oídos y en la lengua y pronuncio una simple palabra: “Efeta”, ábrete. Un acto aparentemente sencillo pero de una trascendencia inmensa.
Cuando vi a aquel hombre, sordo y mudo, no dejé de sentir compasión por él. Dolía ver con que dificultad podía expresar algunas palabras y nada de lo que se le decía lo oía. Me quedé mirándolo y tantas cosas me vinieron a mi mente: tal vez mi propia sordera espiritual, mi dificultad para poder comunicar las cosas íntimas de mi vida, mi encerrazón dentro de mi mismo que me dificulta el poder comunicar a los otros mi verdad interior. Cuantas veces no encuentro las palabras ni las personas para poder comunicarme. Y qué terrible es sentirse incomunicado. Por eso, al ver aquel hombre delante del maestro me pareció hermoso, extraordinario. Jesús era el único que podía hacerle superar esa dificultad de comunicación. Por eso yo me puse muy cerca a él para que a mi también el Señor me comunicara la salud para mis oídos, para mi alma, para mi espíritu, para poder escuchar de sus labios benditos los pasos que debía dar en esta vida. Me sentía orgulloso de poder compartir con aquel sordo mudo su dificultad personal.
Jesús hizo al sordo mudo una recomendación de lo más especial: vete, le dijo, pero no digas a nadie esto que ha ocurrido aquí. Jesús quería permanecer en el anonimato y esto no deja de llamar la atención, ¿no seria mejor que se supiese lo que había hecho para que así crean en Él? La gente necesita signos externos para creer. Hacer que estos pasen inadvertidos podría ser contraproducente. Sin embargo, Jesús no necesitaba ninguna publicidad para ser reconocido. Él no era un Showman que hace su trabajo para divertir a la gente.
Cuando el Señor le dijo al sordo que no dijera nada a nadie, sentí una gran paz. Me di cuenta que no estaba delante de alguien que hacia las cosas por comprar aplausos, sino que lo hacia por la alegría de ver a la persona que sufría, funcionando correctamente. Había un amor, algo indescriptible que solo era comparable con el mismo milagro. Viendo al hombre ahora sano, me daba alegría, pero mucho más alegría me daba descubrir un hombre que podía hacer todo, hacer ver a los ciegos y oír a los sordos sin jactarse ni dejar traslucir ningún deseo de sentirse importante de hacerse el poderoso. Y esto es lo que me causaba mayor gozo. Descubrir en Jesús su perfil auténtico, me producía una gran satisfacción, mayor que la de haber sido testigo de un milagro.
Y AHORA VIENE LO MÁS IMPORTANTE
Bien amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical. Pero ahora viene lo más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma pues este bello texto en tus manos y escucha a través de él lo que el Señor te quiere comunicar: San Marcos Capítulo 7 versos 31 al 37.
Agradecemos muy sinceramente tu presencia,Y nos despedimos hasta el próximo domingo.
Escrito por: Padre Javier San Martin SJ