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viernes, 10 de junio de 2011

Homilia del Domingo de Pentecostes 2011




Que tu Espíritu mueva la Iglesia






EL DÍA DEL ESPÍRITU SANTO

DIALOGO A LA FIESTA DE PENTECOSTÉS, ciclo A
• Juan 20, 19-23
• Domingo, 12 DE JUNIO, 2011





¡Hola amigos!


Aquí estamos una vez más para celebrar juntos el día del Señor. Gracias por dejarnos entrar en tu hogar y en tu corazón. Que la paz del Señor sea contigo.
Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés. Este es el momento en que la tercera persona de la santísima trinidad, El Espíritu Santo, hace de “manera oficial” su ingreso para la conducción del pueblo de Dios




San Juan nos lo cuenta así:
“[19] Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».

P. Javier.- Los discípulos de Jesús habían vivido una experiencia muy dura que los había dejado atemorizados. Temor de ver a los soldados, temor de expresar sus ideas, temor de expresar sus sentimientos. Tenían miedo que la gente se enterara de su amistad con el Señor. La alegría vivida durante tres años con la presencia de Jesús se había convertido en gran temor.
Cecilia.- El temor, sí, es un sentimiento tan frecuente en el corazón del hombre, y también tan frecuente en mí corazón. Cuantas inclinaciones profundas y sentimientos hacia otras personas prefiero callarlas por reparo, vergüenza, temor. Es curioso, las cosas que son más mías, las que más amo, son causa de miedo y temor porque son tan mías que es difícil que los demás las comprendan y siempre corro el riesgo de ser mal interpretada. Por eso, comprendo muy bien lo que experimentaban los discípulos, ¿Qué podría decirles a ellos sino compartir mi propia experiencia? Yo también quisiera poder expresar sin temor mi amistad por Cristo, pero tantas veces me da temor hacerlo por miedo al qué dirán. Cómo quisiera tener la fuerza de decirle que le amo, y que quiero seguir sus consejos, y sugerencias, pero no siempre lo hago, porque no me siento con ánimo. Me falta el don de la paz.



P. Javier.- Esto es también lo que necesitaban los discípulos en aquel momento. Por eso
“Jesús les dijo: la paz sea con Uds. Luego les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. [21] Y El les volvió a decir: ¡La paz esté con ustedes!”.
Hermoso encuentro. Las credenciales de Jesús eran precisamente los signos de su fracaso: las llagas de la cruz. Y gracias a esta experiencia de dolor y humillación, Jesús puede ahora compartir con sus amigos la paz que lleva en el corazón. Recordemos que en algún momento Jesús, pidió a su padre que si fuera posible le quitara de beber el cáliz de la pasión. Pero gracias a que fue hasta el final, que no solo logró la paz sino que puede ahora transmitirla a todos. El ahora es la fuente de la paz.
Cecilia.- ¡Qué oficio tan hermoso! Fuente de la paz. Y tu gran gozo, Señor, es no solo vivir la paz, sino comunicarla. Me agrada tu oficio de pacificador, y quisiera yo también poderlo desempeñar. Encuentro a tanta gente que lo que necesitan es paz, porque las circunstancias de su vida solo le producen intranquilidad, angustia y temor. ¿Qué hacer para yo también convertirme en un agente de paz? Bien claro siento tu respuesta. Es necesario que beba el cáliz de la pasión de mi vida. Pero bien sabes, tu Señor, lo mucho que me cuesta decir sí al dolor, a la humillación, al desprecio. Bien sabes lo mucho que me cuesta sufrir la cruz de cada día. Pero se que es este el precio de mi pedido. Lo acepto Señor con tal de ser como tu fuente de paz para el mundo.



P. Javier.- Y este es precisamente el plan de Jesús. Voluntarios dispuestos a ir por el mundo a liberar del fardo de la angustia y el malestar a tanta gente para darles la paz. Si no fuera así, todo el esfuerzo de Jesús quedaría en vano. Por eso. Él mismo les dice a sus amigos:
“Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» [22] Dicho esto, sopló sobre ellos: «Reciban el Espíritu Santo: [23] a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»
Y desde ese momento, los amigos de Jesús, llenos con la fuerza del Espíritu Santo, se esparcieron por todo el mundo a cumplir su misión de agentes de paz. Cada vez que nos encontramos con uno de ellos, recordamos al mismo Señor Jesús, el príncipe de la paz.
Cecilia.- Al escuchar estas palabras tuyas, yo también me siento enviada a sembrar la paz, a liberar a los hombres y mujeres del peso de la angustia, del malestar del pecado. Mi palabra no tendrá la fuerza del sacramento, pero sí la del Espíritu Santo que hoy tu me lo has dado. No iré a las grandes reuniones internacionales en donde se debate los destinos del mundo, pero si a los pequeños encuentros de la vida diaria, a las personas solas y abandonadas, a aquellos que no tienen influjo, dinero ni rostro bello, pero se que están esperando el don de la paz. Ellos también tienen derecho a ella porque tu Señor se la haz prometido. Permíteme que yo se la lleve en tu nombre. Qué alegría, y qué honor para mí.

Pero lo más importante es:
Y bien amigos, así terminamos la primera parte de nuestra cita dominical.
Pero ahora viene la segunda que es la más importante: escuchar lo que el mismo Señor Jesús te quiere personalmente comunicar.
Toma el texto del evangelio en tus manos, San Juan, Capítulo 20, versículos del 19 al 23.
Y quédate ahora a solas con el Señor. Cuenta con nuestras oraciones.
Cecilia Mutual, y Javier San Martín, agradecemos muy sinceramente el haber estado con nosotros,
¡ y te esperamos nuevamente el próximo domingo!.

Escrito por el padre Javier SanMartin sj y Cecilia
leer mas en
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/