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martes, 2 de febrero de 2016

La Alianza de Abtao contra España


El combate de Abtao unió a naves peruanas y chilenas contra el enemigo español
el 7 y 8 de febrero de 1866.


Alianza peruano-chilena contra el intervencionismo europeo.

por Jorge Ortíz Sotelo

Tras una larga crisis, España había comenzado a recuperarse durante el gobierno de Isabel II (1833-1868). Como parte de ese proceso había reconstruido su poder naval y enviado expediciones a Asia y a África. También había intervenido en dos de sus antiguas colonias americanas, retomando bajo su soberanía a los dominicanos en 1861 y capturando al año siguiente el puerto de Veracruz, junto con británicos y franceses. 

Isabel II, Reina de España

En ese contexto de 1863 arribaron a las costas del Pacífico tres naves de guerra españolas conduciendo una comisión científica. Fueron vistas con suspicacia. No faltó razón para ello. En 1864 capturaron las islas Chincha y estuvimos a punto de irnos a la guerra.

Las cosas se calmaron tras la firma del tratado Vivanco-Pareja, pero las hostilidades se reanudaron a principios de 1866, cuando la reforzada fuerza naval española –al mando del brigadier Casto Méndez Núñez– inició operaciones contra Perú y Chile. Los limitados medios navales peruanos y chilenos no eran rivales para dicha fuerza, particularmente para la fragata blindada Numancia, una de las naves más poderosas del mundo en ese entonces. La única opción que les quedaba a los gobiernos de Lima y Santiago era preservar sus medios navales hasta el arribo de los recién construidos blindados peruanos Huáscar e Independencia, pudiendo luego operar con alguna posibilidad de éxito.


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              Miguel Grau y Arturo Prat se enfrentaron a España en el combate de Abtao.

Fue por ello que en febrero de aquel año tres de nuestras naves –la fragata Apurímac y las corbetas América y Unión– y dos naves chilenas –la corbeta Esmeralda y la goleta Covadonga– se encontraban reunidas en el pequeño canal que se forma entre la isla Abtao y el continente, al noreste de la isla de Chiloé. El comandante aliado era el capitán de navío Williams Rebolledo. El 5 de febrero éste se había alejado de la zona con la Esmeralda, dejando al mando al veterano capitán de navío peruano Manuel Villar. Dos días después se avistó a las fragatas españolas Blanca y Villa de Madrid, que llevaban ya algunas semanas buscando a las naves aliadas. De inmediato Villar dispuso que sus cuatro buques formaran una línea y se prepararan para el combate contra unas naves de mayor porte que las suyas.

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  Naves peruanas y chilenas se trasladaron hacia la isla de Abtao, al sur de Chile.

A las naves españolas, al mando del capitán de navío Claudio Alvargonzález, les tomó casi 10 horas sortear los peligros de esas aguas. La acción se inició a las 4:15 p.m. Durante una hora y quince minutos se intercambiaron unos 1,500 disparos, a una distancia que oscilaba entre 1,000 y 2,500 metros. Finalmente, las fragatas españolas optaron por retirarse sin poder destruir a las naves aliadas. Estas últimas habían prevalecido sobre sus contrincantes y, aunque inútilmente, continuarían aguardando al arribo de los blindados peruanos. Todos los buques sufrieron daños y tuvieron bajas, pero los únicos muertos en la acción fueron dos marineros de la Unión.

En este combate tomaron parte muchos de los marinos peruanos y chilenos que 13 años después se enfrentarían defendiendo a sus respectivos países. Aquí la relación. 
Apurímac: capitán de corbeta, José Sánchez Lagomarsino; teniente primero, Guillermo More; guardiamarinas, Enrique Palacios, Decio Oyague y Leoncio Prado; y amanuense, Adolfo King. 
América: guardiamarina, Diego Ferré Sosa. 
Unión: capitán de fragata, Miguel Grau y teniente primero, Elías Aguirre. 
Covadonga: capitán de corbeta, Manuel Thomson; teniente segundo, Carlos Condell de la Haza y teniente segundo, Arturo Prat.

Aquella gesta evidenció que, en la medida en que los intereses peruanos y chilenos estén alineados, podemos trabajar juntos por un objetivo común. Esto no implica que olvidemos nuestras diferencias ni renunciemos a nuestra historia, pero constituye una lección para las generaciones actuales y futuras.

Fuente: Revista Caretas n°2320. Lima 06 de febrero del 2014.