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sábado, 29 de junio de 2013

29.06 San Pedro y San Pablo


S. PABLO DE TARSO   Escuche

Hoy, 29 de junio, la Iglesia universal conmemora a los SANTOS PEDRO y PABLO, quienes sufrieron el martirio en tiempos del Imperio Romano.
San Pedro fue martirizado hacia el año 64, en la colina Vaticana, situada a las afueras de Roma. Oriundo de Betsaida de Galilea, hacia el tiempo del nacimiento de Cristo, fue llamado por Jesús para ser su apóstol y fue nombrado por él mismo, primer Papa de la Iglesia. Fue el obispo de Roma por 25 años, hasta que murió víctima del emperador Nerón. San Pablo, sufrió el martirio en el año 67, en un lugar denominado Las Tres Fuentes, en Roma, y fue sepultado en la vía Ostiense. Nació en la ciudad de Tarso, región de Cilicia, costa sur del Asia Menor, hoy Turquía, quizás unos diez años después del nacimiento de Jesucristo. Fue judío, perseguidor de la Iglesia, y luego convertido en el Apóstol de los gentiles. Su primer nombre era Saulo. Dos de las más grandes basílicas de la cristiandad recuerdan y consagran a estas dos columnas de la Iglesia. La de San Pedro, edificada sobre su sepulcro en el Vaticano, y la de San Pablo, edificada sobre su tumba en la vía Ostiense. San Pedro es patrono de los Papas y de los pescadores; San Pablo, de la prensa católica y de los que se dedican a la pastoral. Unidos pues a los católicos del mundo entero y de manera particular al Santo Padre que hoy celebra su día, brindemos nuestro cálido aplauso a San Pedro y a San Pablo.

Meditación

Me llamaba Simón. Vivía con mi familia en Cafarnaún. Me ganaba la vida de pescador. Fue a las orillas del mar que un día el maestro Jesús me encontró y me llamó. Mi alma esta llena de recuerdos de lo mucho que viví y pasé con él. El recuerdo más vivo es cuando oí de sus labios: "Tu eres Pedro y sobre ésta piedra edificaré mi Iglesia". Frase llena de luz y sangre que me acompañó siempre. Mi recuerdo más triste es cuando lo negué y por miedo dije no ser su discípulo. Esa noche lloré, lloré como un niño. Solo me consolé cuando a orillas del Tiberíades, me preguntó: - ¿me amas? - ¿me amas? - ¿de verdad que me amas?. Esa mañana sellé mi amistad con Él para siempre.
Me llamaba Saulo. Con mi padre fabricaba alfombras. Me convertí en un fanático perseguidor de los cristianos. Los odiaba. Pero aquel día en Damasco, todo cambió. El Señor se me apareció y me dijo: Yo soy el Cristo al que tu persigues. No puedo explicarlo, pero esa palabra me transformó. Pedí entrar a la comunidad cristiana y desde ese momento mi única meta fue anunciar su evangelio, escribir, predicar, viajar, amar a aquel que un día odié.


 
 
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