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miércoles, 26 de octubre de 2011

Convocar un especial Año de la Fé - 2012-2013



En el Ángelus el Papa explica el sentido del encuentro con los nuevos evangelizadores
Desafío urgente y apasionante para la Iglesia

Queridos hermanos y hermanas:


Ayer y hoy ha tenido lugar en el Vaticano un importante encuentro sobre el tema de la nueva evangelización, encuentro que concluyó esta mañana con la celebración eucarística que presidí en la basílica de San Pedro. La iniciativa, organizada por el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, tenía como objetivo principal profundizar en los ámbitos de un renovado anuncio del Evangelio en los países de antigua tradición cristiana y, al mismo tiempo, ha propuesto algunos testimonios y experiencias significativas. A esta invitación respondieron numerosas personas de todas partes del mundo, comprometidas en esta misión, que ya el beato Juan Pablo II había indicado claramente a la Iglesia como un desafío urgente y apasionante. De hecho, siguiendo la estela del concilio Vaticano II y de aquel que puso en marcha su actuación -el Papa Pablo VI-, fue tanto un incansable promotor de la misión ad gentes, o sea, a los pueblos y a los territorios donde el Evangelio aún no ha echado raíces, como un heraldo de la nueva evangelización. Estos son aspectos de la única misión de la Iglesia y, por lo tanto, es significativo considerarlos juntos en este mes de octubre, caracterizado por la celebración de la Jornada mundial de las misiones, precisamente el próximo domingo. Como hice hace un momento durante la homilía de la misa, con gusto aprovecho esta ocasión para anunciar que he decidido convocar un especial "Año de la fe", que comenzará el 11 de octubre de 2012 -50° aniversario de la apertura del concilio Vaticano II- y concluirá el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del universo. Las motivaciones, las finalidades y las líneas directivas de este "Año" las he expuesto en una carta apostólica que se publicará en los próximos días. El siervo de Dios Pablo VI convocó un análogo "Año de la fe" en 1967, con ocasión del decimonoveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, en un período de grandes cambios culturales.
Considero que, transcurrido medio siglo desde la apertura del Concilio, vinculada a la feliz memoria del beato Papa Juan XXIII, conviene destacar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y comunitario, y hacerlo no tanto en una perspectiva celebrativa, sino más bien misionera, precisamente en la perspectiva de la misión ad gentes y de la nueva evangelización.
Queridos amigos, en la liturgia de este domingo se lee lo que san Pablo escribió a los Tesalonicenses: "Cuando os anuncié nuestro Evangelio, no fue sólo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción" (1 Ts 1, 5). Que estas palabras del Apóstol de los gentiles sean auspicio y programa para los misioneros de hoy -sacerdotes, religiosos y laicos- comprometidos en anunciar a Cristo a quien no lo conoce o a quien lo ha reducido a simple personaje histórico. Que la Virgen María ayude a todo cristiano a ser un buen testigo del Evangelio.

(©L'Osservatore Romano - 23 de octumbre de 2011)

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Un camino que dura toda la vida
GIOVANNI MARIA VIAN


Una imagen sugestiva procedente de los Hechos de los Apóstoles, el libro bíblico que relata los primeros pasos de la Iglesia, abre y titula el motu proprio de Benedicto XVI con el que se convoca un nuevo "Año de la fe", análogo al deseado por Pablo VI dos años después de la conclusión del concilio Vaticano II para recordar el martirio de los apóstoles patronos de Roma: Porta fidei, precisamente; aquella puerta que Dios abrió a los paganos en tiempos del emperador Claudio y de las misiones de Pablo. Y por lo tanto, desde entonces, a todos los pueblos. Hasta hoy, a inicios del siglo XXI, en un mundo global sujeto a cambios rápidos e imprevisibles. El documento -anunciado por el Papa el domingo 16, como conclusión del importante encuentro con el que, de hecho, se ha estrenado el organismo encargado de la nueva evangelización- es casi una pequeña encíclica, permeada de referencias bíblicas y entretejida con una atención sensibilísima al tiempo de hoy. En el signo del Vaticano II y de quien lo condujo, gobernó, concluyó y comenzó a aplicar, en la Iglesia y para el mundo: Pablo VI y Juan Pablo II. Significativa es, así, la fecha del motu proprio, el 11 de octubre, aniversario de la apertura del Concilio y memoria litúrgica del beato Juan XXIII, el Pontífice que tuvo la valentía de convocarlo e inaugurarlo.
Y en efecto el 11 de octubre de 2012 -en el quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio y en el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica, que es su fruto doctrinal sucesivo más rico- comenzará el Año de la fe, análogo al que quiso Pablo VI en 1967: "Aunque el Concilio no trata expresamente de la fe, habla de ella en cada página", dijo el Papa el 8 de marzo. Y el 29 de junio, decimonoveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, abrió el Año de la fe, que clausuró el 30 de junio de 1968, proclamando el Credo del pueblo de Dios.
En el motu proprio Benedicto XVI recuerda que su inmediato predecesor, también él proclamado beato, en 2001 había definido el Vaticano II "la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX", y también en el plano histórico el acontecimiento se presenta de indudable relevancia, a pesar de puntos de vista contrarios y poco consistentes. Del Concilio Joseph Ratzinger -el último Romano Pontífice que lo vivió en primera persona de joven- propuso en cambio a finales de 2005 una lectura coherente con la tradición católica, y convincente tanto teológica como históricamente.
Y en el surco del Vaticano II precisamente se moverá esta nueva iniciativa de un Papa que sabe hablar a todos y quiere ir siempre a lo esencial. Así Benedicto XVI reivindica haber recordado, desde el inicio de su ministerio como sucesor del apóstol Pedro, "la exigencia de redescubrir el camino de la fe". Esto es lo que cuenta, también porque en un contexto en el que parece haber decaído "un tejido cultural unitario" inspirado en la fe cristiana, no se debe aceptar "que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta".
Ante la sed de Dios que padecen mujeres y hombres de nuestro tiempo en los desiertos de este mundo, cada seguidor de Cristo debe entonces hacer brillar, a través de la continua renovación personal, el testimonio de la única luz que ilumina el mundo. "En un camino -escribe el Papa- que dura toda la vida".

(©L'Osservatore Romano - 23 de octumbre de 2011)